lunes, 25 de enero de 2010

Materiales Peligrosos

Así, a lo idiota, ya llevo gestionando (quicir) un blog desde hace casi cuatro años y medio, y durante todo éste tiempo he escrito relativamente poco sobre relativamente poco. Obviamente no soy el escribiente más regular del universo, y como habrán podido ver, me sacan del seudanálisis político y de ciertas digresiones filosóficas y estoy perdido. (Aunque alguna vez habré hablado de fúmbo.)

El PP se ha lanzado a por uno de sus ya habituales Total Demagogia Show, sacando la artillería ligera de costumbre: hay demasiados inmigrantes, el contrato de integración, cadena perpetua para los asesinos, etcétera, etcétera. Y como no me voy a gastar reiterando lo que ya he dicho alguna vez, tengan éstos artículos antiguos sobre lo primero, lo segundo y lo tercero.

Lo que es relativamente novedoso es la ascensión de esa versión tan ibérica de lo que los americanos llaman NIMBY: el NIMAC (Not In My Autonomous Community).

Como saben, soy partidario de la energía nuclear bajo unas determinadas condiciones que, a mi entender, ahora mismo no se cumplen en España (escribí sobre ello en 2008) pero, curiosamente, no estoy preocupado por la seguridad del tal almacén transitorio. El motivo es que, mientras que las centrales nucleares son llevadas por empresas privadas - donde la tentación de afeitar medidas de seguridad para ahorrarse unos euros siempre está presente - los residuos nucleares en España son manejados por Enresa, que es una empresa pública sin ánimo de lucro. Sin las urgencias del beneficio, lo más probable es que tengamos un almacén más que decente, y si no es así, el Gobierno debería vigilarlo con atención: la gestión de residuos nucleares peligrosos no es una de éstas cosas en las podemos escatimar gastos.

Bajo éstas circunstancias, no reprocho a los emprendedores alcaldes que, ante la triste realidad de que la gran ciudad, año tras año, va segando la población de la región, y que a la casa rural en la que tantas esperanzas se pusieron no va nadie, se resignan a ser los basureros atómicos de España, a cambio de unos puestos de trabajo y una siempre bienvenida subvención.

Se esté a favor o en contra de la energía nuclear, hay que asumir que España (en realidad, Franco y los tecnócratas del Opus), en su día eligió la opción nuclear, y esos residuos están y estarán, elijamos lo que elijamos en el futuro en materia de energía. Y, sí, podemos reenviarlos a Francia, o a Marruecos, o echarlos al mar, pero la opción responsable, por más que nos pese, es que tenemos que hacernos cargo de nuestra propia basura.

Seguiremos informando.

jueves, 21 de enero de 2010

Drogas para desayunar

No creo en cosas que no puedo tocar. No creo, por ejemplo, en Luiza Brunet. (Luiz Fernando Veríssimo)

Le llueve escarnio por todos lados a nuestro presidente del Gobierno, en una escena que ya viene siendo habitual. El motivo es que el presidente Obama le ha citado para acudir a Washington - supongo que por la presidencia europea - el próximo día 4, y como el día 4 resulta que es el primer jueves de Febrero, al bueno de ZP le va a tocar ir al Desayuno Nacional de Oración. De hecho, no sólo le toca ir: le toca hablar.

Con lo cuál el presidente se ve inmerso una vez más en el debate de todas las mañanas: ¿se puede ser, al mismo tiempo, religioso y de izquierdas? Ante ésta pregunta, mucha gente (entre los que se encuentran dedicados lectores de mi blog) responden con un conciso y decisivo "NO. ¿Alguna pregunta más?" Es de éstos ciudadanos de quienes surgen las críticas más feroces al presidente; luego está la überderecha, pero esa pondría a caldo a Jesucristo si bajase a la tierra a anunciar a Zapatero como su sucesor.

Como pueden imaginarse, mi opinión es (ligeramente) más ponderada. Como marxista, mi actitud hacia la religión es la que tengo hacia cualquier otra droga: Yo de eso no gasto ni me apetece, pero respeto plenamente a quién lo hace; al fin y al cabo, cada cuál tiene su mente y se la folla como quiere.

La necesidad de un Dios (o de varios) para determinadas personas surge del hecho incontestable de que el Universo es complicado y los seres humanos tendemos a ser insistentemente finalistas, es decir, que estamos intentando siempre encontrarle un motivo a todo. Y no todos tienen ganas de asumir que lo que no puede (por ahora) explicar la razón y la ciencia es mero y puro azar: necesitan motivos, y si no los tienen, se los inventan.

¿En qué manera eso es compatible con ser de izquierdas?

Mi definición de "ser de izquierdas", por si no lo sabían, implica el desear activamente, lo que implica trabajar por, el progreso material e intelectual de la humanidad a través del progreso material e intelectual del mayor número de personas posible.

La clave aquí está en "progreso material e intelectual": dentro de ésta idea, el progreso intelectual de la Humanidad nos ha de llevar a un punto en que nada quede sin una explicación racional-científica; en ese estadio, todo lo que ocurre en nuestro Universo sería "natural", y no habría espacio para lo "sobrenatural". Es decir, que ser de izquierdas implica buscar activamente que la idea de Dios sea innecesaria: implica el asumir que Dios es una respuesta parcial y transitoria para preguntas para las cuáles aún no tenemos respuesta definitiva. Obviamente, esa definición obliga a ponerle unas comillas a "Dios" del tamaño de un camión-trailer.

Y con ésta tenemos la definición ortodoxa. El problema de la ortodoxia es que uno no hace demasiados amigos con ella, y entramos aquí en la primera disyuntiva de la izquierda ever: ¿progresamos más siendo pocos pero tremendamente avanzados, o muchos relativamente avanzados?" Como ustedes saben, y me lanzan patatas a la cabeza por ello, yo soy más de la segunda opción.

En consecuencia, creo que sí, que una persona de izquierdas puede creer en Dios. Pueden tirarme las patatas ahora.

Pero ese "Dios a la izquierda" debe de tener un ámbito meramente sobrenatural. Uno no puede creer en que si algo ocurre (pobreza, enfermedad, destrucción) es por "la voluntad de Dios". Esa respuesta, tan rápida y fácil ella, impide buscar una respuesta racional - y en consecuencia, una solución. Igualmente Dios no puede ser excusa para mantener tabúes que coartan las libertades, tanto individuales como colectivas.

Por lo que si usted tiene la mala suerte de practicar una religión - algo que quita lo bueno que tiene Dios con respecto al resto de drojas, que por lo menos es gratis - si, al menos teóricamente, su Dios le obliga a mantener esos tabúes y coartar libertades, propias o ajenas, su obligación, como persona de izquierdas, es, por lo menos, pasar olímpicamente de las regulaciones de su religión y únicamente participar en sus rituales como hipócrita de libro. Así hago yo cuándo voy a ojear a las jamelgas americanas de reojo en el culto de Navidad de la iglesia de mis padres.

Pero hacer eso es como meterse jaco solo de cuándo en cuándo: o uno se vuelve un yonqui (y empieza a ir a las manifas del Arzobispado) o toma la actitud sensata y deja eso de una vez por todas.

¿Y ZP? Yanquilandia es un mundo distinto: cuándo la formación del nuevo Estado americano puso lado a lado a las infinitas subsectas del protestantismo (y algunos católicos en Maryland) los americanos inventaron ese divertido sistema llamado "non-denominational" que es asumir que todos los presentes creen en Dios y en su hijo Jesús, aunque no sea así. Es una componenda que funciona bastante bien - y si el presidente ha de ser hipócrita un rato, mejor rodeado de reverendos que en otra parte donde pueda hacer más daño.

Seguiremos informando.

martes, 19 de enero de 2010

A petición: Los tenebrosos cálculos de Vic

Ayer, como ya les contaba, pedí ideas para artículos en el Caralibro. Ya había empezado a escribir un par de artículos sobre lo de Vic, pero éste es uno de éstos temas que me tocan la moral y me tientan a pisar el teclado con los pies en lugar de con las manos. Pero claro, si me pide que escriba sobre ello don Javier, el segundo navarro favorito de éste su blog (lo siento, don Javier, es que los primeros mandan chistorra de vez en cuándo) pues no tengo más remedio que ponerme a ello.

Axioma: los ayuntamientos adoran empadronar gente. Cuánta más mejor. Fundamentalmente porque las transferencias de fondos del Estado y de las autonomías a los municipios se calculan según la población empadronada, así que no es sorpresa que, a la hora de la verdad, cuándo salen las cifras del censo decenal - que éste sí se lleva de forma más seria - la discrepancia entre el censo y el padrón asciende invariablemente a un par de millones de personas. Por otra parte, el número de inmigrantes ilegales que llega a España se ha reducido considerablemente (Las cifras no son mías, son del Ministerio del Interior). Y de los inmigrantes que ya residen en Cataluña, es relativamente dudoso que para una población inmigrante mayoritariamente musulmana sea destino preferente una ciudad que vive de sus grasientamente deliciosos embutidos de gorrino.

Todo ésto se resume en que, a mi entender, la maniobra del alcalde de Vic tiene un efecto práctico pasmosamente limitado - ¿cuánta gente pensaba empadronarse en Vic, de todas maneras? - pero ha servido y sirve de terrible globo sonda para ver en qué medida la inmigración va a afectar a las ya próximas elecciones catalanas.

Para CiU y ERC, la inmigración no es un problema siempre y cuándo los inmigrantes se hagan a la cultura del país: la joven Amrita puede pasearse perfectamente por el Raval envuelta en su sari, en tanto en cuanto salude con un correcto "bona nit" a sus vecinos de escalera, y el pequeño Mohamed es bienvenido en su colegio siempre y cuándo dé un buen "enxaneta" en la colla castellera de su pueblo. El conflicto viene, naturalmente, cuándo no todo el mundo está dispuesto a cantar las delicias de la botifarra amb mongetes, ni aprender catalán cuándo se puede expresar perfectamente en buen bengalí. Para el PSC la inmigración no debía ser un problema, y si lo fuera ya podrían empezar sacando al cordobés ese de ahí.

La medida del alcalde de Vic ha sido, en consecuencia, una maniobra política para segar la hierba bajo los pies del segundo partido municipal, un patibulario partido de extrema derecha llamado Plataforma per Catalunya. Hay que recordar que partidos como éste no son muy populares en el resto de España dado la popularidad del bigotismo y la desvalorización del patrioterismo hispano, pero en Cataluña, donde el PP es un chiste malo y la mayoría de la gente saca la senyera a poco que el Barça pase de octavos, es una historia bien distinta.

Pero lo terrible es que, llegadas las noticias a Barcelona, ningún partido, salvo Iniciativa (que, total, no tiene otra alternativa que ser proinmigración) tomó la medida sensata, que es cruspir a collejas a sus grupos municipales vigitanos. Más bien se inventaron una mala excusa (es que hay que consultar con los servicios jurídicos, es que todavía no es una decisión firme...) y se sentaron alrededor de una mesa a esperar las encuestas y ver en qué medida afectaba todo eso a sus campañas.

Obviamente, en Madrid, el PSOE, que no tiene ninguna urgencia electoral por delante, inmediatamente empezó a gritarle (discretamente) a Montilla en la oreja para que parase con ésta insensatez; por fin, y casi una semana más tarde, le ha hecho caso. Mientras, el bigotismo, que en Vic ni pincha ni corta, ha visto el cielo abierto. Como saben, Dios libre al PP de hablar de inmigración; pero en el momento en el que otra persona, sea el alcalde de Vic o el del Ejido, suelta la brutalidad que el PP piensa pero no se atreve a decir, salta alguien - nunca Mariano, of course - a decir que puede que sí, que haya demasiado moro suelto.

De los partidos catalanes, CiU no me preocupa: inmediatamente saldrá alguien de Unió a dar de collejas a quién se ponga demasiado farruco - o al revés. Sin embargo, sí me preocupa ERC. Osona - la comarca de Vic - es uno de los bastiones del independentismo: en la última consulta-show fue la comarca donde mayor participación hubo (alrededor del 40% del censo votó por el sí). Si la izquierda independentista hace la regla de tres y descubre que para contentar a un independentista hay que ponerse duro con los extranjeros, podemos tener un problema aún más serio.

Seguiremos informando.

lunes, 18 de enero de 2010

A petición: Una triste historia (más)

Ésta mañana pedí en el Caralibro que me diesen ideas para artículos, para sacarme del espesor en el cuál ésta niebla madrileña de invierno me sumerje, y una encantadora dama me ha escrito desde África (¡!) para sugerirme ideas.

Una de ellas se refiere al cacao que hay montado en Guinea Guinea (como saben, hay tres Guineas, separadas entre sí por casi 2.000 kilómetros; ésta tiene por capital Conakry y es de lengua oficial francesa). Confieso que no tenía ni idea de lo que estaba pasando, así que he tenido que documentarme.

La historia de Guinea tiene una curiosa tradición: sus dictadores son longevos, pero sus dictaduras no les sobreviven dos semanas. Así pasó con el primer presidente del país, Sekou Touré: los guineenses le tuvieron que aguantar - literalmente - 26 años, pero en el momento en el que la palmó - tras una operación en la Cleveland Clinic, en EE.UU., la mejor clínica cardíaca del mundo y favorita entre nueve de cada diez dictadores del momento - a los nueve días el jefe del Estado Mayor, Lansana Conté, dio un golpe de Estado. Lansana estuvo otros veintidós años (que no fueron mejores que los de Sekou Touré, precisamente) hasta que también la palmó; éste, en su palacio. El subsiguiente golpe de Estado vino a las seis horas (no se puede decir que no lo estuvieran esperando) y fue el típico golpe africano: la oficialidad media del Ejército se levanta en armas, crea una junta militar con un rimbombante nombre con muchas letras (en éste caso, el Consejo Nacional para la Democracia y el Desarrollo), y es nombrado presidente de la República un tipo con una insufrible tendencia a usar gafas de sol a todas horas y a quién cualquier persona sensata no le podría a cuidar de su garaje, cuanto menos de un país. En Guinea, el ganador del premio - de hecho, al parecer la presidencia se jugó a suertes - fue el capitán Moussa Dadis Camara. El bueno de Dadis Camara era, antes de ser presidente, el encargado del reparto de gasolina en el cuartel general de Conakry, lo cuál en un ejército donde lo único que haces es moverte con Toyotas Hilux por ahí te permite conocer literalmente a todo el mundo - éstos ejércitos son pequeños.

Cuándo te conviertes en presidente de ésta manera, de dos una: o te conviertes en un dictador sanguinario y gobiernas por el terror, o van a estar intentándote echar de la silla por el mismo primario método por el que fuiste elegido. Normalmente el sospechoso habitual es o el ministro de Defensa o el jefe de la Guardia Presidencial, el que tenga menos escrúpulos de los dos. En el caso de Guinea, es el jefe de la Guardia Presidencial, un individuo que responde al nombre de Aboubakar Diakite, alias Toumba (cuándo un militar tiene un alias, mejor será que te andes con ojo). Y su falta de escrúpulos se hizo patente el pasado septiembre, cuándo la oposición se manifestó en un gran mitin en el Estadio Nacional de Conakry, que fue alegremente reprimido por la Guardia Presidencial: 157 muertos, millares de heridos, detenidos y hasta violados. (Por cierto, ésto no mereció ni un breve en El País: total, son negros, se matan).

El diciembre pasado, Toumba tomó la iniciativa, que en éstos casos se demuestra vía rifle: le pegó un tiro al presidente, en lo que se supone fue un descuido (del presidente). Por desgracia para Toumba el presidente sobrevivió: fue evacuado a duras penas a Marruecos (que se ha convertido en el refugio médico favorito de los dictadores africanos: clima agradable, la cortesía inigualable de los marroquíes y la posibilidad de disfrutar de médicos franceses sin poner en aprietos a París y sin esa desagradable molestia que es la Interpol). Tomó el poder el ministro de Defensa, y a Toumba no se le volvió a ver.

Ayer Dadis Camara viajó a Burkina Faso - país fronterizo - y dio una rueda de prensa: queda claro que la balacera le ha sentado fatal y que no piensa volver a que le rematen. El ministro de Defensa toma el poder y, con el fin de garantizarse ayuda de Francia, ha prometido lo de siempre: paz, estabilidad, democracia, y que en la próxima Copa de África lo harán mejor. Dadis Camara se retirará a algún país amigo (Marruecos, Libia, el propio Burkina) y se garantizará impunidad por todos sus muertos.

Ésto ahora. Quién sabe mañana.

Seguiremos informando.

martes, 12 de enero de 2010

Chávez: un líder para el siglo XX

Antes de nada: lo de cerrar supermercados ni es un monopolio comunista ni es un invento de Hugo-go. En 1986 el presidente de Brasil, José Sarney (que era y es un cacique del Noreste de Brasil, una gente que no suele tener demasiadas veleidades con el comunismo) y su ministro de Hacienda, Dílson Funaro (logró el cargo por ser el presidente de la CIESP, la patronal de Sao Paulo: su experiencia de gestión se resumía a su fábrica de juguetes) crearon el Plan Cruzado, el plan definitivo para acabar con la hiperinflación que asolaba Brasil en aquél momento. La receta les sonará de los periódicos: congelación de sueldos y precios por un año, recorte de tres ceros en la moneda... De hecho, el presidente Sarney fue más lejos: pidió a la población que actuase directamente contra aquellos que remarcasen los precios - lo que hizo que algunos exaltados ciudadanos (los "inspectores de Sarney") tomasen la justicia por su mano y cerrasen, e incluso saqueasen, los supermercados que subían los precios de los productos.

Obviamente, no funcionó. El Plan Cruzado fue el primero de siete (cuéntenlos) "planes anti-inflación" que en ocho años hizo que Brasil cambiase cinco veces de moneda (de cruzeiro a cruzado, de cruzado a cruzado nuevo, de cruzado nuevo a cruzeiro, de cruzeiro a cruzeiro real, de cruzeiro real a real, siendo que un real (1994) valiese 2.750.000.000.000 cruzeiros (1985) ). Yo estuve allí cuándo pasó: ir al kiosco a por revistas con pilas de billetes de 100.000 y 500.000 cruzeiros - aún tengo algunos - ; que los taxímetros no mostrasen el precio - sino "unidades taximétricas", siendo que el precio a pagar constaba en una tablita que cambiaba todas las semanas - que hasta para comprar una tostadora te constase el precio en dólares - todo muy gracioso, hasta que te das cuenta que tienes que comprar todo lo que puedas el día 1 del mes - porque tu sueldo no valdrá literalmente para nada el día 10.

La cuestión es que no sólo fue Brasil el que implosionó su economía de esa manera. Argentina hizo más o menos lo mismo con el austral. Lo que fascina de Hugo-go es que aún con la evidencia empírica (que te lo pueden explicar los vecinos, coñe) de que esa es una receta para el desastre, tú vayas y sigas haciendo lo mismo.

Todo ésto no me hace sino confirmar lo que ya tenía claro desde hace años - y ustedes ya saben desde hace tiempo: que el bolivarianismo del siglo XXI que con tanto entusiasmo proclaman los pijopunkis de mi ya ex-facultad es un puñetero pufo y que Hugo Chávez Frías es un Populista Latinoamericano de Toda La Vidarepitiendo, para perjuicio de los venezolanos, las mismas recetas gastadas de siempre.

El populismo es carísimo y conduce, invariablemente, al desastre. Por ese lado, Latinoamérica tiene el camino cerrado. Es la hora de cambiar el chip.

Seguiremos informando.

jueves, 7 de enero de 2010

La cigarra y la hormiga, versión malvada

Ésta semana se ha inaugurado el edificio más alto del mundo, de 828 metros de altura. La megatorre, que supera en más de 300 metros al anterior edificio más alto, estaba pensado para ser la joya de la corona, la guinda en el pastel, de las ambiciones del emir de Dubai, Mohamed al Maktum.

Hagamos un poco de historia. Hasta 1973, lo que hoy son los Emiratos Árabes Unidos eran una aglomeración de países diminutos (a excepción de Abu Dhabi) y poco poblados conocidos como los Estados de la Tregua. Recibían ese nombre porque allá por el siglo XIX habían firmado una serie de tratados con el Reino Unido por los cuáles los ingleses sobornaban a los jefes tribales que los regían a cambio de una pequeña guarnición militar y que no se dedicasen a ese feo vicio que se llama piratería. A finales de los años 60 al Reino Unido se le acabó el dinero para las tonterías (es decir, para el Imperio Británico) y salieron por pies; así que los emiratos en cuestión, para no ser subsumidos en la irrelevancia, decidieron federarse en los Emiratos Árabes Unidos.

Pero no nos engañemos: lo de la federación es muy bonito, pero los EAU los llevan dos familias: los Khalifa, de Abu Dhabi (el emirato más grande, con diferencia) y los Maktum, de Dubai (el segundo emirato más grande). La componenda a la que se llegó fue muy sencilla: el emir de Abu Dhabi sería el presidente de la Federación y el emir de Dubai su primer ministro. Los demás emiratos participarían en el Consejo Federal Nacional (probablemente el parlamento más relajado del mundo) y, básicamente se dedicarían a vivir de las rentas del petróleo que, generosamente, manaba del suelo.

Éste acuerdo parecía complacer a todo el mundo hasta que en 1995 ascendió al trono de Dubai Mohamed al Maktum. Su predecesor y tío, Maktum al Maktum, se complacía llevando una vida confortable, dotando a los dubaitíes de agua potable, colegios y semiesclavos bengalíes para que les hiciesen el trabajo duro (patrón seguido por doquier en la Península Arábiga) y convirtiéndose en el mayor y más prestigioso criador de caballos purasangre de Inglaterra después de la Reina de Inglaterra. Sin embargo, el bueno de Mohamed era joven y ambicioso, y eso de ser el segundo plato de los Emiratos no le parecía suficiente.

Así que todo eso que seguramente hayan oído de "quiero garantizar el bienestar de mi pueblo una vez se agote el petróleo" es una patraña muy bien estudiada. Lo que quería Mohamed al Maktum era ser el califa en lugar de los Khalifa, es decir, convertirse en el mandamás de los Emiratos Árabes Unidos.

Así que tomó la actitud de utilizar el crédito ilimitado que te da residir sobre grandes reservas de petróleo para convertir al polvoriento y olvidado emirato de Dubai en una suerte de Las Vegas a escala global: el lugar donde uno puede ser obscenamente rico sin los inconvenientes de la vida real.

Pronto, día tras día, en la prensa mundial salían noticias de la última excentricidad a ser construida en Dubai, de las cuáles ya sabrán bastante, incluso más que yo.

Mientras, el gobierno de Abu Dhabi creaba la Autoridad de Inversiones de Abu Dhabi, una empresa que se dedicaba a invertir los igualmente absurdos beneficios del petróleo. Háganse una idea: no se sabe - nunca han hecho público - cuánto dinero tienen. En todo caso, sólo las inversiones que se saben le convierten en la segunda mayor entidad del mundo en inversiones, tras el Banco de Japón. Se estima que tienen ahora mismo entre 600 y 750 mil millones de euros (si no les cuadra, prueben a leerlo como 600.000.000.000 euros)

El resultado final era de esperar: la fiesta de la construcción en Dubai se va al traste, paralizada por la falta de crédito - eso te pasa por hipotecar el petróleo que vas a tener - y Abu Dhabi tiene que venir con 10.000 millones de dólares para salvar el trasero del pobre emir Maktum.

Pero los Khalifa, los dueños de Abu Dhabi y de los 10.000 millones, no van a dejar el dinero sin más. Hacen algo tremendamente encantador, que es apagar la colilla del Montecristo Nº 1 en el ojo del jeque Maktum. A cambio del parné, cogen la joya de la corona, la guinda del pastel, el triunfo final de los Maktum, el centro, se mire por donde se mire, del Dubai del milagro, la torre de los 828 metros, y obligan que, el día de su inauguración, su nombre, en letras de oro, sea proclamado a lo largo y ancho del mundo. El nuevo edificio, en lugar de Burj Dubai (o Torre Dubai, en nuestro noble idioma) se llamará Burj Khalifa.

No me digan que no es maravilloso.

Seguiremos informando.



martes, 5 de enero de 2010

Noche de Reyes, o Como gustéis

Las idiosincrasias del regalar hispano hacen que, mientras en casi todas partes el año político empieza el lunes siguiente al Año Nuevo, aquí, por convención, no comienza hasta la Pascua Militar, que es ese evento en el que el Carlangas le come la oreja a los fajinados ("vueshtra labod esh , como siempde, tdemendamente impodtante pada la paz y la segudidad de Eshpaña"), mientras el gobierno en pleno mira, aguanta y espera que termine el show para poder ponerse a currar.

Éste año, como ya viene siendo tan tradicional como el turrón, hay peloteras por las cabalgatas de Reyes. En nuestra bulliciosa capital el problema viene por las cabalgatas en los distritos. Para quién no tenga la suerte - buena o mala - de vivir en Madrid, le explico: Madrid está dividida en veintiún distritos, presididos, cada uno de ellos, por un concejal; la mayoría absoluta del bigotismo permite que los veintiún presidentes de distrito sean del PP, en su inmensa mayoría gentes que estaban relativamente atrás en la lista. Y dado que, como posiblemente ya sepan, el PP madrileño es abrumadoramente esperancista, casi todos los presidentes de junta son más esperancistas que la propia Espe.

Aparte de la cabalgata grande, la que salía por televisión, hay otras cabalgatas de distrito, más pequeñas. Muchas de éstas cabalgatas surgieron en los 60 y 70, cuándo para el ayuntamiento de nuestra ínclita capital la ciudad lindaba al norte con el Paseo de Ronda, al sur con el Manzanares y al este con el Abroñigal - y medio millón de personas malvivían abandonadas en la periferia. En consecuencia, y como con tantas otras cosas, las asociaciones de vecinos se echaron a la espalda la tarea de organizar una cabalgata en el barrio.

Acotación: un día vamos a tener que reconocer de forma más seria y decisiva la aportación a la Transición y a la democracia española en general de las asociaciones de vecinos, puntales y en muchos casos pioneros de la removilización política de España. Sigue el artículo.

Llegó la democracia, el ayuntamiento empezó a ver más lejos que lo que se veía desde la Casa de la Villa y, en la periferia, el ayuntamiento pasó a hacerse cargo de los actos culturales, entre los que se incluían las cabalgatas de Reyes. Pero al tomar el bigotismo la alcaldía de la municipalidad, para los encorbatados y engominados concejales del pepismo una cabalgata organizada por los vecinos quedaba fea y de mal gusto: disfraces hechos en casa, caramelos comprados en la tienda del barrio, que pudiese participar todo el mundo, en un sindiós que probablemente fuese subversivo. Y lo que es peor: exponer a padres e hijos, muchos de ellos del PP, a la carroza de las asociaciones de vecinos, que en muchos casos - ¡horror! - reivindicaba las mejoras que el barrio necesitaba. ¿Cómo podía ser eso posible? ¡Que buenas familias conservadoras puedan ver que en su barrio existen asociaciones políticas! ¡Política! ¡Aquí! ¡En la noche de Reyes!

Así que se pasó a "profesionalizar" las cabalgatas, es decir, subcontratar su realización a alguna empresucha propietaria de un concuñado del concejal, con algún nombre en inglés tipo "Worldwide Events, S.L. " o algo así, echando a patadas a los vecinos, cuya labor tendría que ser la del ciudadano modelo en el Madrid de Alberto Ruiz-Gallardón: mirar, comprar y callar. Afortunadamente, las "viejas" cabalgatas se resistieron a morir y en algunos barrios se celebran cabalgatas alternativas.

Pero, como siempre que hablamos de bigotismo, las grandes ideas pueden ser tranquilamente enviadas al traste por otras grandes ideas mejores. En éste caso, la idea de "profesionalizar" las cabalgatas pasa a un lugar secundario, deglutida por la ola de cristofreaks que han tomado la municipalidad capitalina al asalto, encabezada por la concejala de Familia y Servicios Sociales y señora del Bigote, doña Ana Botella. Para ésta simpática gente, los Reyes Magos, como casi todo, son patrimonio exclusivo de la "familia cristiana", concepto que define, en exclusiva, a un hombre y una mujer de rancia estirpe castellana casados por la Iglesia y que tienen hijos bautizados, comunionados y confirmados, en una vida llevada al compás que definan el Papa, el PP y el Banco Central Europeo.

Así pues, si la simpática muchachada que se declara en contra del aborto en todas las circunstancias - de los que ya he hablado más de lo que mi estómago me permite - quiere montar una carroza en la cabalgata de Chamartín, distrito que es, sin ningún género de dudas, su bastión - el Total Kiko Show del 28 pasado fue allí; el PP ganó allí en las últimas municipales con un 71,4% del voto - ¿quién es la junta municipal de Distrito para oponerse a ésta verdadera muestra de democracia de base?

Una vez más, apropiación de lo público en aras de lo privado; el conservadurismo activo de Esperanza Aguirre en acción. Por favor, no dejen que ésta gente siga pudiendo hacer éstas cosas.

Y dejaré que otros hablen del Baltasar con betún. Yo ya no puedo.

Seguiremos informando.

lunes, 4 de enero de 2010

Utterance, begorrah

El 1 de enero entró en vigor en Irlanda la nueva Defamation Act, o Ley contra la difamación, que sustituye a otra de 1961. Gentes a lo largo y ancho de Europa han saltado en contra de la nueva ley, el último, Ignacio Escolar, en una columna que está muy bien hasta que en la segunda mitad se sale de madre en un curioso espíritu de año nuevo. La reacción viene, naturalmente, porque en tiempos tan conturbados en lo religioso una frase como "se prohibe la blasfemia" viene a simbolizar el paso atrás que Europa da ante la presión de la Segunda Contrarreforma wojtylo-ratzingeriana.

No sé si el redactor de El País (o don Ignacio) se ha dado al trabajo de ir a la página del Oireachtas (el parlamento irlandés) y comparar la nueva ley con la antigua. Probablemente no, pero aquí estoy yo para someterme a éstos masoquismos por ustedes.

Creo que a éstas alturas es innecesario recordarles que Irlanda nunca ha tenido la legislación más avanzada de Europa en materias sociales, precisamente. El nacionalismo irlandés del Fianna Fáil, que ha gobernado en la República durante treinta y siete de los últimos cincuenta años, siempre ha considerado el catolicismo como parte esencial de la nacionalidad irlandesa, y siempre se ha mostrado más que sumiso a las órdenes de Roma.

La prohibición al aborto en Irlanda está incluida en la Constitución por un referéndum en 1983; el divorcio sólo se legalizó en 1996 (¡!)- y tuvo que ser por referéndum, porque también estaba prohibido por la Constitución.

Así pues, no es de extrañar que, hasta el 31 de diciembre del año pasado, si yo me cagaba en Dios por escrito en un texto publicado en la República de Irlanda, podría ser condenado hasta dos años en el trullo o hasta siete de arresto menor.

La nueva ley, de hecho, mejora la anterior, al eliminar la pena de prisión por blasfemia; pero el problema está en dos palabras en el nuevo artículado: "to utter".

"To utter" es, dentro de la sutileza de los verbos anglosajones, un verbo complicado de traducir. Podría decirse que "to utter" es pronunciar la mínima expresión articulada de una palabra: decir algo, aunque por lo bajo.

En 1961 no había televisión en Irlanda, y que alguien pudiese blasfemar en Radio Éireann era tan plausible como que hoy diez cardenales-arzobispos abandonasen el solideo, se pusiesen un vestido largo de lamé y una peluca pelirroja y se presentasen a diario en el Teatro Argentina de Roma como Le principesse de la Chiesa. La nueva ley, en efecto, extiende la prohibición de blasfemar de la prensa a la radio y a la televisión, pero lo hace de manera tan torpe que si hoy un irlandés se martillea en un dedo y se caga en el Santísimo Copón, le pueden caer hasta 25.000 leuros de multa.

Es terrorífico, pero lo peor es que es un progreso; así que no es cuestión de ir, como hace Ignacio Escolar, a decir que por culpa de Ratzinger ésto es Irán y aquí llega la Sharia contra los pecadores de la pradera. Veo francamente dudoso que la ley se aplique en su totalidad, a excepción de algún pobre hombre que se exalte demasiado en The Late Late Show.

En Irlanda, como aquí, es cuestión de tiempo. Y que la inteligencia y la razón se sobrepongan a los embates de la Contrarreforma. Estaremos en ello.

Y seguiremos informando.

Y ahora, Yemen

A quién haya leído "Dune" le sonará ésta historia. Tiene que ver con un desierto impenitente, la lucha por el agua, un choque de culturas y una misteriosa droja nativa, y ahora es noticia. Bienvenidos a Yemen.

La República de Yemen está culturalmente dividida en dos: El sur del país, con capital en Adén, fue colonia británica (el Protectorado de Adén), con lo cuál siempre ha estado más abierto a las influencias extranjeras; de hecho, durante casi veinticinco años, llegó a ser el único país árabe y comunista. El Yemen del norte, a su vez, era la parte más lejana y remota del Imperio otomano, y, como tal, no tenía un gobierno propiamente dicho, sino un conglomerado de tribus (no diré "a lo Lawrence de Arabia" porque era LO de Lawrence de Arabia) cuyo poder llegaba todo lo lejos que le permitiesen sus caballos y sus Enfield. El norte, más grande y poblado, siempre ha ambicionado controlar Adén y su rico comercio, y cuándo en 1990 el sur perdió a sus amiguitos soviéticos, la anexión fue un hecho incontestable, con lo que Yemen pasó a ser de un atrasado conglomerado de tribus a un atrasado conglomerado de tribus un 50% más grande. Obviamente a los del sur ésto no les hace ni pugnetera gracia y, cuándo pueden, se sublevan (la última vez, el año pasado)

Pero al contrario que en los demás conglomerados de tribus que se hacen llamar países en la Península Arábiga, en Yemen ninguna tribu se ha hecho lo suficientemente fuerte para hacerse con la hegemonía y establecer una monarquía absoluta al estilo de sus convecinos, Arabia Saudí y Omán. En consecuencia, tenemos numerosas familias, todas con una inconmensurable ambición de poder, y todas con armas. Bajo éstas circunstancias, y visto que el Yemen del norte siempre ha sido la región más atrasada, y, en consecuencia, más religiosamente fanática, del mundo árabe en general - háganse a la idea - es natural que si alguien que se haga llamar Al-Qaeda ofrece a alguna de éstas familias ayuda ésta no sólo no sea rechazada sino cariñosamente acogida.

Sumemos a la ecuación una planta de la familia de las Celastráceas, Catha edulis, popularmente conocida como qat. El qat es una planta cuyos tallos y hojas frescas son una fuente natural de catinona, cuyos efectos son similares, aunque a una escala ligeramente menor, que las anfetaminas. Para el yemení de a pie el qat tiene dos ventajas fundamentales: primero, produce una acusada reducción del apetito, lo cuál viene bien para no tener que preocuparse con cosas mundanas como el comer; y segundo, el Islam no establece ninguna restricción para su consumo. El qat no es muy popular como droja exportable porque resiste mal el transporte (al secarse las hojas se pierde la catinona) pero en Yemen - y, del otro lado del Mar Rojo, en Etiopía, Eritrea, Somalia y Yibuti, donde es vicio nacional - es extremadamente popular. Los yemeníes mascan qat como en otros sitios se toma café o se fuma tabaco, y el consumo no hace sino aumentar.

El aumento del consumo y las posibilidades de exportación que ofrece el abaratamiento del transporte aéreo - que permite exportar qat a Londres o París, donde se paga bastante mejor que en Yemen - han provocado una explosión en la producción de qat. El problema viene de que cultivar qat, como buena planta tropical, conlleva el uso de muchísima agua - agua que Yemen no tiene. Se calcula que el 40% del agua de riego yemení va a las plantaciones de qat; y el cultivo en los últimos años se ha producido con tan indiscriminado entusiasmo que se ha conseguido agotar el acuífero sobre el que reside la capital del país, con una población alrededor de los dos millones y medio de personas.

No creo que haga falta que les explique cuántos terroristas potenciales hay entre dos millones y medio de yemeníes sedientos, hambrientos y puestos hasta las cejas de una simpática anfeta vegetal.

A éste bonito polvorín sólo le faltaba la pugna ancestral del islam y aquí está. En el siglo IX, una familia, los Zaydíes, justo en la frontera con Arabia Saudí, se habían autoproclamado descendientes del Profeta y establecido un emirato chií - fronterizo con Arabia Saudí, el país más suní del Islam. En 1962 una guerra civil dio para el pelo a los Zaydíes, pero han vuelto, y como siempre que hay chíies involucrados, los sospechosos habituales, Irán a través de Hezbolá, aparecen por cerca. Naturalmente, los saudíes, poco dispuestos a tener un estado chií incitando a la rebelión en su frontera más frágil - la meridional - partieron al ataque, y tras una serie de escaramuzas en las que se demostró que un ejército como el saudí no puede con unos gañanes con Kalashnikovs (tampoco ayuda nombrar a la oficialidad entre los miembros de la familia del sultán) los saudíes han decidido llamar a Papá Oso para que se haga cargo del sarao.

Como ven, tenemos aquí una fiesta de la espuma de lo más cachondo donde se juntan al-Qaeda, los saudíes, los iraníes, los americanos, el qat y el agua potable.

Seguiremos informando. Si podemos.

domingo, 3 de enero de 2010

El futuro - poco a poco

2010 ya. Caramba. Mucha gente se queja de que el futuro no se parece nada al que vimos en las películas: dentro de relativamente poco - porque mira que aún queda - llegaremos a la referencia futurística por excelencia de nuestra generación, que es, como no, el 2015 de Regreso al Futuro II. Y, muchos nos tememos, llegaremos allí sin coches voladores, monopatines a reacción, hologramas públicos - y lo que es peor, sin Michael J. Fox - ya está bastante jodido, el pobre.
Quienes piensan eso no suelen recordar que en 1990 - cuándo en España se estrenó la película - nadie se creería que en un aparato del tamaño de un ratón de campo podrían guardarse 10.000 canciones - y escucharse; o que la mitad de la flota de taxis de Madrid estaría compuesta de coches checoslovacos; o que los madrileños comerían con fruición carne picada y especiada servida con ensalada en un pan de pita.

Sí, amigos, a su manera, poco a poco, el futuro va llegando a nuestras vidas. Y, para un servidor, la evidencia llegó ayer.

Es muy duro ser un ciudadano brasileño en España - sobre todo cuándo se trata de llevar a cabo miserables tareas burocráticas que en Brasil sólo implicarían asomarse a una oficina de correos. Así pues, renovarse el pasaporte - que es algo que debe hacerse cada cinco años - implicaba acercarse al Consulado a las seis de la mañana, agarrarse tres horas y media de cola, rezar para que todos los papeles estuviesen en regla (y eso que vivo en Madrid; imagínense vivir en Vigo, por ejemplo, irse al consulado de Madrid, que es lo que corresponde, y que no se lo puedan hacer porque le falta la partida de nacimiento) y tras el agotador proceso, volver a insistir hasta que por fin llegase el pugnetero papel.

Pues bien, ayer encendí el ordenador, rellené un formulario on-line, y al cabo de diez minutos obtuve un papel que debo entregar en el Consulado - en una cola aparte, que va mucho más deprisa - con una foto 3x4. Y, me informan, en tres semanas estará el bicho (por 90,15 de tasas consulares, ya les vale). Joder, pensé, ¡es el futuro!

Pero no, pensé, porque el pasado siempre vuelve, a recordarnos el mundo que seguimos siendo. En Brasil, votar es obligatorio. Presenté mis papeles para obtener mi título electoral - sin el cuál no se puede renovar ningún documento - y cuándo me presenté en la Casa de Brasil, en la Universitaria, para votar - hará ya cuatro años - no había título alguno a mi nombre. Y concienzudas búsquedas en el Tribunal Superior Electoral me llevan a reconocer que no tengo título de elector. Así que tendré que ir, otra vez, a las seis de la mañana, con todos los papeles, hacer las tres horas de cola, pedir el título, obtener un certificado de que estoy pidiéndolo y, con él, intentar obtener el pasaporte.

¿Coches voladores? Bullshit.

Seguiremos informando.