viernes, 26 de febrero de 2010

Frikismo Watch

Hoy es viernes, y en consecuencia, hoy toca artículo friki.

La Universidad de Mississippi es, como uno puede imaginar, un bastión del sureñismo más recalcitrante. Sus equipos deportivos reciben el nombre de Rebels, o Rebeldes, que es el sobrenombre despectivo que los Unionistas daban a los Confederados y que, tras perder la guerra, éstos adoptaron, en un modo entre desafiante e irónico, para definirse a sí mismos.

Fue durante los años 30, el momento de mayor auge del sureñismo militante (con el Ku Klux Klan de paseo por ahí vistiendo esas sábanas) que la Ole Miss (como es conocida la universidad) adoptó ese apodo. Hasta entonces, sus equipos eran conocidos como Mississippi Flood, o la Crecida del Mississippi. Era obvio que debía adoptarse una mascota al uso, y de ahí surgió el viejo Coronel Reb, que ilustra la introducción de éste artículo. Un caballero sureño a la antigua usanza, el Coronel es un símbolo perfecto de los valores del Antiguo Sur: gentileza, elegancia y un paternalista pero contundente desprecio a los negros.

Naturalmente, en los Estados Juntitos, donde cualquier cosa acaba en los tribunales, salieron acusaciones de racismo hacia la Ole Miss. Partamos de la base de que es Mississippi: en tiempos la junta de gobierno de la Universidad se hubiera rascado la cabeza, escupido en el suelo, y gritado a pleno pulmón: "No vamos a dejar que un puñado de blandengues del Norte amantes de los niggers nos diga qué tenemos que hacer." Afortunadamente, vivimos en tiempos más modernos y la junta tomó la medida de aparcar al Coronel, así que durante los últimos siete años la Universidad no ha tenido mascota. Eso, en el Sur, es casi como no tener un brazo, así que la Universidad ha convocado un concurso entre los estudiantes para proponer una nueva mascota.

Uh, oh.

En efecto, cada vez que propones algo entre un grupo de estudiantes universitarios, siempre sale un nerd con alguna idea absurdamente friki.

Y en éste caso, el grupo de estudiantes publicó un folleto con la siguiente pregunta: ¿Por qué conformarse con un coronel rebelde si puedes tener todo un Almirante rebelde?:

Desde aquí no podemos sino adherirnos a ésta campaña. Todo lo que suponga mejorar la imagen y el respeto de los calamarianos merece nuestro apoyo más entusiasta.

Seguiremos informando.

martes, 23 de febrero de 2010

Cascotes (XVI)

(·) Éste fin de semana pasado, la coalición de gobierno en los Países Bajos se vino abajo. Como probablemente no les importe saber, durante los últimos dos años y medio los Bajos Países han sido gobernados por una gran coalición entre los cristianodemócratas del primer ministro Balkenende, los socialdemócratas del hasta el sábado ministro de Finanzas, Wouter Bos, y algunos ministros de la Unión Cristiana. El motivo del desmoronamiento de la coalición es que, la semana pasada, la OTAN pidió a los países que forman parte de la ISAF (la fuerza multinacional que está llevando la guerra en Afganistán - que prorrogasen sus respectivas misiones. Y el PvdA (Partido del Trabajo, socialdemócrata) ya tenía el compromiso de salir de Afganistán en cuánto fuese posible. Los cínicos indican que con las municipales a la vista y ante el hecho de que el voto inmigrante, si lo hay, va a ser decisivo, el PvdA quiere capitalizar su rechazo a la guerra, visto que la política municipal es su fuerte. Pero salir del gobierno nacional por cumplir una promesa electoral, cuándo todas las encuestas indican que si hubiese elecciones anticipadas la ultraderecha te va a pwnear (si oyen hablar de Geert Wilders, recuerden: lo leyeron primero en Ruina Imponente) es muestra de una coherencia política bastante envidiable.

(·) Cosas como la declaración de bienes de Francisco Camps deben desencadenar una inspección de Hacienda del tamaño de un camión trailer al momento que se producen.

(·) Ojo con Turquía: el gobierno islamodemócrata (suena a una contradicción en los términos, pero Turquía es un país excepcional) ha empezado a tocar las pelotas a las Fuerzas Armadas, al detener a cincuenta oficiales por hacer lo que el Ejército turco siempre ha hecho, a saber, erigirse en baluarte armado del atatürkismo. El gobierno turco que se ha puesto al Ejército de frente nunca ha durado mucho, y éste nunca ha dudado demasiado en intervenir, sea por simples pronunciamientos, como los de 1971 o 1997, o por golpes de estado a la antigua usanza, como en 1960 o 1980. Mucho, mucho ojo.

Seguiremos informando.

lunes, 22 de febrero de 2010

No hay Cristianos para Mequínez

Llueve abundantemente en el Sudoeste de Europa, lo que, para variar, nos incluye. A los productores de informativos les encanta poner a sus reporteros en katiuskas, con el agua hasta los tobillos, a grabar a enlutadas señoras de negro a quién la riada se les ha llevado las fotos de boda. Los telediarios se llenan de éstas historias de familias que construyeron las casas en plena rambla - lo cuál no se controla por razones que escapan a mi entendimiento pero seguro que tienen que ver con sobres de papel kraft con euros dentro - y que lo han perdido todo, enterrado bajo toneladas de lodo.

También es noticia la isla de Madeira, donde las riadas han llenado de piedras y lodo el centro de la capital, Funchal, y han dejado aislados a municipios enteros. Madeira es famosa por su vino dulce, sus empinadas cuestas, sus frondosos bosques y, para un friki politólogo como yo, por su folclórico presidente autonómico, Alberto João Jardim, una especie de Fraga pero con mala educación. Jardim parecía haber tratado la tragedia con ponderación, pero ya ha vuelto a hacer de las suyas: según publica hoy la prensa lusitana, a pesar de los cuarenta muertos y de toda la infraestructura perdida, Jardim se niega a pedir la declaración de zona catastrófica - según sus palabras, "para no asustar el turismo".

Sin embargo, he tenido que enterarme por la Wikipedia de otra gran tragedia por las lluvias. El viernes, en Mequínez (Meknes, en árabe), un sitio que, a vuelo de pájaro, está tan lejos de Sevilla como Sevilla está de Madrid, un minarete de tapial (una especie de adobe) reblandecido por las lluvias se vino abajo cuándo estaba a punto de empezar la oración. Murieron 41 personas. No sé por qué, pero me temo que para Mequínez no habrá gol de Cristiano Ronaldo, ni reporteros en katiuskas, ni generosas subvenciones de la Unión Europea.

Pero la lluvia es la misma para todos.

Seguiremos informando.

Los 21 días de oro de Pedro J.

En su nutrida trayectoria al frente de los más diversos periódicos capitalinos, Pedro J. Ramírez ha fijado en tres semanas el tiempo en el que la paranoia que haya adoptado como mascota puede ser titular de su periódico hasta perder definitivamente fuelle ante otras cosas, como la realidad.

A pesar de que en sus diatribas con tirantes el gran Ramírez se erija como baluarte del periodismo de verdad en un país de mariachis y paniaguados, a los que le pagan (es decir, Berlusconi y sus secuaces) les importa tres cominos que en The World se mienta o se insulte, siempre y cuándo venda periódicos. Y, aunque no lo reconozca en público así le maten, Pedro Jota asume esa tesis, más que nada porque los Land Rover beben zumo de dinosaurio como benditos y, una Pasarela Cibeles más, queda claro que Agatha, para la casa, no es que pueda poner mucho.

Así pues, el último lunes de febrero es, y será por mucho tiempo, el día en el que Pedro J. publica, una vez más, La Verdad Sobre El 11-M™. Como otros años, La Verdad Sobre El 11-M 2010 consiste en que en las bombas de los trenes había dinitrotolueno, por lo que, en consecuencia, las puso el PSOE - si no consigue verle coherencia a ésta argumentación, sepa que es usted un mariachi y un paniaguado de Rubalcaba.

Para ello, nuestro héroe cuenta con la inestimable colaboración de Casimiro (considero que, como lectores, se merecen mejores chistes) García-Abadillo y su Conjunto Tropical, perrunos ayudantes de Pedro J y eternamente agradecidos desde que les dejó salir en GAL: La Película, flim que aún he de ver para ver en qué encarnación de Ernst Stavro Blofeld convirtieron a Felipe González.

Ay, la prensa hispana de derechas. En fin.

Seguiremos informando.

jueves, 18 de febrero de 2010

Argumentos de un triunfador

Dan ganas de ilustrar todos los artículos con ésta foto. Qué precisión definiendo al individuo. World Press Photo ya.

Seguiremos informando.

Fracasados por diseño

En casi cualquier otra parte de Europa occidental, a éstas horas tendríamos un presidente del Gobierno de derechas. Si así fuera, pobrecito de él (o ella), pero, sobre todo, pobrecitos de nosotros.

Si a éstas horas no tenemos un presidente del Gobierno de derechas es porque el Partido Popular, durante los últimos cuatro años de gobierno de José María Aznar, fue cincelado, hasta el más mínimo detalle, para gobernar con mayoría absoluta.

Recordemos que la victoria electoral del 2000 fue el momento álgido de la historia del Partido Popular. Diez millones de españoles habían dado la victoria a José María Aznar, una cifra nunca vista desde 1982. El PSOE, desgastado por sus asombrosamente bizantinos conflictos internos y descabezado, parecía destinado a una larguísima travesía del desierto. No es de extrañar que el Partido Popular en pleno, con su líder a la cabeza, creyesen que aquél había sido un cambio de ciclo decisivo: a ojos de Génova, España se había convertido en un país netamente conservador.

Ya he dicho en repetidas ocasiones que el gran mérito y, al mismo tiempo, el gran error de José María Aznar fue hacer que la derecha española perdiese la vergüenza de serlo. Mérito porque consiguió un Partido Popular suficientemente movilizado como para ganar elecciones. Error porque, abriendo la posibilidad de una derecha orgullosa de sí misma, había permitido la resurrección de la misma gente que había lastrado a AP (y luego al PP) durante veinte años: el sector más fascista y ultramontano del conservadurismo cañí: gente que, con razón, aterroriza a un buen número de españoles.

Durante los cuatro primeros años de su gobierno, Aznar se había mantenido alejado de la extrema extrema como de la peste: eran los tiempos del catalán en la intimidad. Pero una vez con la mayoría absoluta, empezó un proceso de flirteo cada vez menos sutil. El PP consideró, en lo que fue un error fatal, que tras tantas collejas el PSOE estaría demasiado groggy para disputarle el voto centrista; en consecuencia, se dedicó a lo que, en política, es el proceso más fácil y divertido, que es gobernar para las bases de tu partido.

Axioma: si uno elige como opción política el apelar a unas bases perrunamente fieles a través de mantener una movilización constante, éstas bases van a exigir, de forma constante y cada vez más ruidosa, un paso más hacia la radicalización. Y cediendo ante la radicalización de las bases, se echaba a perder, lenta pero inexorablemente, el paciente trabajo llevado a cabo desde 1989 para hacer que los españoles le perdieran el miedo a la derecha.

En consecuencia, para las elecciones del 2004, el PP había virado tan a la derecha y se había peleado con tanta gente que ya se hacía imposible cualquier otra cosa que la mayoría absoluta. Lo cuál era un problema, porque el PSOE había vuelto antes de lo esperado. Y no me vengan con el 11-M: es cierto que las encuestas antes de los atentados predecían un empate técnico, pero acuérdense del PP de 2004 y piensen si realmente hubiera tenido posibilidades de pactar con alguien.

Desde el 15 de marzo de 2004, la receta del PP para volver a la Moncloa ha estado más que clara: empezar de nuevo y recomponer la imagen de centrismo que llevó a Bigotus Máximus a la cima en 1996. Pero eso implicaría volver a meter en la jaula a la extrema extrema, cosa que Rajoy nunca ha podido hacer: nunca ha tenido la legitimidad dentro del partido.

Por eso, cuándo Rajoy se lamenta como amante abandonado ("¡Ay, si tu te dejaras!") desde las tribunas del Congreso, no hace más que confirmar que el PP solo está diseñado para gobernar con mayoría absoluta: una máquina de imponer soluciones a rodillo. Sin cintura para pactar con nadie - o al menos con nadie sensato, yo no sé si con Rosita la Pastelera habría plan - su acción política se resume a exigir que los demás hagan lo que ellos dicen.

Y así no se va muy lejos.

Seguiremos informando.


miércoles, 17 de febrero de 2010

Arriba y abajo

Los males de Grecia comienzan en un centro de convenciones en Tokio, el 18 de septiembre de 1990. Allí, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, anunció que los juegos de la 26ª Olimpiada Moderna se celebrarían en Atlanta, Georgia, Estados Unidos. Los juegos olímpicos de 1996, los juegos del centenario, eran concedidos, lisa y llanamente, a la ciudad que ofrecía más garantías de poder pagárselos. La candidatura finalista aquél día, que perdió por 51 a 35, fue la de Atenas.

A los griegos, que tienen en ser furibundamente identitarios uno de sus rasgos más característicos, aquello les sentó como una patada en los bajos. Grecia se consideraba - y se considera - cuna del movimiento olímpico, y siempre ha visto las Olimpiadas como un acontecimiento griego que se celebra en el extranjero. El viaje de la llama siempre comienza en Olimpia; Grecia, invariablemente, es la primera en entrar en el estadio en el desfile de las naciones, y el Himno Olímpico, compuesto por griegos, es cantado en griego en todas las ceremonias olímpicas. Los griegos no veían posible el perder la organización de los juegos del 96, los juegos que, cien años después, volverían a casa. Y, sin embargo, la perdieron.

Desde aquél infausto día, toda la clase política griega adoptó, unánimemente, un objetivo: traer los Juegos Olímpicos de vuelta a Atenas, costase lo que costase. Obviamente, aun con el empeño unánime de casi todo el arco parlamentario helénico, la candidatura ateniense seguía teniendo un nefasto músculo económico, pero los griegos tuvieron un golpe de lo que, en aquél entonces, consideraron buena suerte: Atlanta 1996 fue un desastre en casi todos los sentidos y, en la siguiente reunión del COI, a los delegados les dio cargo de conciencia por haber privado a los griegos de su fiesta: Atenas se llevó los juegos del 2004, ganando en todas las rondas de votación.

Al día siguiente de ganar, el gobierno griego se vio delante de un abismo: ya tenían los juegos, sí, pero Atenas era un desastre de ciudad: la más contaminada de Europa, con un tráfico diseñado por colaboradores de Satán, un ferrocarril lamentable, un aeropuerto arcaico y una estructura hotelera que cumplía los mejores estándares de seguridad y confort...de los años 70. Hacía falta una exorbitante cantidad de dinero para, simplemente, poder hacer los juegos. Y, sorpresa de las sorpresas, Grecia no lo tenía.

Y el modelo que Grecia pretendía seguir, el nuestro, ya no era posible. Si el final de los 80 fue la época de la euroalegría, con subvenciones a go-go que nos caían del cielo como delicioso maná, al final de los 90, con toda Europa occidental sudando para convergir con los criterios de Maastricht, Bruselas no podía - ni quería - financiar la parranda deportiva de los griegos, o al menos, no tanto como con Barcelona.

En resumen, Grecia quería entrar en el tren del euro, convergir con Maastricht y pagarse las olimpiadas, todo al mismo tiempo. Si el gobierno griego hubiese hecho como España, pegando cuchillazos a diestro y siniestro, recortando salarios y privatizando a todo quisque, quizás - solo quizás - hubiesen tenido alguna posibilidad.

Pero dado que los gobiernos griegos, tanto de ND (el PP local) como del PASOK (el PSOE local) tenían delante a unos sindicatos muy ruidosos y una izquierda parlamentaria muy activa y militante, prefirieron obviar las soluciones difíciles y actuar a lo Gallardón: emitir cuánta deuda pudiesen colocar. Pero como Maastricht miraba con malos ojos el déficit público, Grecia adoptó una truculencia de lo más divertida: hacer malabares contables con los Presupuestos Generales del Estado y presentar el resultado, debidamente cocinado, a Bruselas. No es que nosotros no hayamos hecho lo mismo - I mean, come on - pero es que los griegos tenían el gasto extra de aproximadamente 9.000 millones de euros (cerca de un 3% del PIB) que fue lo que costó la broma olímpica.

En principio salió bien: Grecia entró en el euro y los Juegos Olímpicos se celebraron sin mayor contratiempo - si obviamos el hecho de que las piscinas no estaban techadas porque no se terminó el tejado a tiempo. Eurostat - la oficina europea de estadística - se dio cuenta rápidamente del obvio fraude en las cuentas griegas, pero al igual que aquí con Esperanza Aguirre y sus trapicheos con Mintra se le dió un tirón de orejas y no se volvió a hablar más del asunto.

Pero llegó la crisis y resulta que Grecia no se puede pagar la deuda tan alegremente emitida para financiarse su celebración del grieguismo. Obviamente, toca tirar de cartera para pagar la deuda de nuestro amigo aquí el que se ha puesto ciego de ouzo, pero a los pobres griegos no les va a salir barato. La intención manifiesta de Bruselas es, literalmente, dejarles en calzoncillos y sacar hasta el último euro de todo lo que tengan.

Mala suerte para el gobierno de Georgios Papandreou, líder del PASOK y presidente de la Internacional Socialista, que fue elegido el año pasado presidente tras cinco años de gobierno de derechas. Va a ser él que se va a comer con patatas todo el durérrimo plan de ajuste - y no tardarán en salir tarados populistas que creen que la solución consiste en echar a todos los albaneses. Va a ser muy duro.

Lo que me parece fascinante de toda ésta divertida historia es la comparación con Letonia. Los letones, los más furibundos de todos los antisoviéticos, tras liberarse del yugo ruso abrazaron con fe inamovible los dogmas del neoliberalismo, todos y cada uno de ellos: privatizarlo todo, impuestos bajos, libertad de empresa, despido barato, etcétera, etcétera. Pues bien, con la crisis, la economía letona se ha ido abiertamente al carajo: el último cuatrimestre de 2009 el PIB se contrajo un 11% y el paro se ha multiplicado por tres. (Letonia tiene ahora una tasa de paro mayor que la de España.) Pregunta pertinente: ¿Hay algún artículo de The Economist o del Financial Times diciendo que la economía letona tiene un grave problema? No, amiguitos: lo de que los empleados públicos tengan recortes del 40% en sus salarios y de que los pensionistas pierdan un 10% de su pensión no es más que una "hardship". Los culpables son los de siempre. los políticos, que lo estropean todo. Los letones saldrán de ésta. Sólo es un paso más en su camino hacia la prosperidad económica. Todo va bien.

No he querido escribir en el blog porque, éstos días, uno se encuentra con cosas como ésta.

Seguiremos informando.

miércoles, 3 de febrero de 2010

De tanques y empleos

En las estepas de Ucrania y Bielorrusia, durante la Segunda Guerra Mundial, se enfrentaron dos modelos y dos ideas distintas de tanque pesado. Los alemanes equipaban sus formidables Panzer IV, V (o Panther) y VI (o Tiger): obras cumbre de la ingeniería alemana, cuidadosamente diseñados, gigantescos y poderosísimos. La Unión Soviética, del otro lado de las líneas, enviaba T-34, un modelo igualmente bien diseñado, pero en un sentido totalmente distinto: eran más pequeños y mucho menos poderosos que las bestialidades sobre orugas alemanas, pero eran muchísimo más baratos de producir y mantener. Tanque contra tanque, los alemanes ganaban de goleada, pero desde el principio no fue tanque contra tanque. Eran cuatro, cinco, seis tanques soviéticos contra cada tanque alemán - y eso se demostró imposible de contener.

Dos ideas igualmente contradictorias se enfrentan, ahora mismo, en la gestión política del mercado laboral español. Los sindicatos, con el apoyo de los partidos políticos de izquierda, abogan por crear empleos estables, bien formados, bien pagados y dignos. La patronal, con el entusiasta apoyo de la derecha política, aboga por seguir donde siempre hemos estado: creando empleo barato, temporal, sin necesidad de dignidad o formación.

El PSOE ha intentado, de todas las maneras posibles, seguir la primera opción. Pero las urgencias de las cifras - el necesitar que baje el paro ya, o al menos para las próximas elecciones, obligarán finalmente al gobierno a tragar bilis y autorizar a los empresarios a crear más empleo de mierda.

No estoy en contra de la reforma laboral, ni mucho menos: he leído demasiado a don Roger (y si no lo han hecho ustedes, háganlo) para pensar en otra cosa. Ahora bien, en éste tiempo y hora lo que propone el señor Senserrich - que el Estado se haga cargo de la protección social que hasta ahora estaba transferida a las empresas - es insostenible, dado que, simple y llanamente, no hay dinero para eso y ni lo puede haber. Lo que veremos - sí, señora, si el PP gana las elecciones todo eso que usted le culpa al PSOE le vendrá redoblado y sin vaselina - será una nueva vuelta de tuerca al deterioro de los derechos de los trabajadores. Una vez más, estamos ante el desmoronamiento del sistema social que comenzó en el cartismo inglés - ya he hablado de ésto antes.


Y lo desesperante es que los mecanismos en los que hasta ahora creíamos son absolutamente impotentes ante el tamaño de lo que tenemos delante. La izquierda española en general está reaccionando como siempre ha hecho a un problema que es totalmente nuevo. Quizás una huelga general asustase en los años 80, pero el capitalismo es ahora cien veces más grande y cien veces más poderoso: es como enfrentarse a Godzilla tirando chinas del río.

El camino está claro, pero es que nos empeñamos en ser demasiado pequeños para empezar a recorrerlo.

Seguiremos informando.

lunes, 1 de febrero de 2010

La travesía del desierto

Cunde el desánimo entre la prensa afín al Gobierno. Las encuestas dan una ventaja sostenida al bigotismo, las cifras macroeconómicas no mejoran, el paro está disparado y mientras, el Gobierno, en lugar de adoptar medidas de izquierdas, se sale con ideas como la de la jubilación a los 67, lo cuál provoca la indignación de IU y de los sindicatos.

Es indudable que los sindicatos se han convertido en organizaciones conservadoras en el sentido de que su rol principal no es la consecución de nuevos derechos sino la defensa de los ya existentes. Pero curiosamente no veo en la jubilación a los 67 un recorte de derechos.

Me explico: cuándo se introdujo la edad de jubilación forzosa de 65 años, a principios de siglo, la expectativa de vida al nacer en España era de 50 años. El proveer para la jubilación nunca tuvo demasiada importancia para el legislador en aquella época, dado que lo normal era morirse trabajando. Y es por eso que tenían prioridad cosas como las pensiones de viudedad, el seguro de enfermedad y el seguro de paro. La jubilación era un merecido premio para los que tenían la suerte de sobrevivir hasta los 65.

Hoy, la expectativa de vida al nacer en España, es, de media, de 81 años. Al contrario que por aquél entonces, la inmensa mayoría de los trabajadores va a llegar a los 65 y jubilarse. Las pensiones de jubilación son, en consecuencia, muchísimo más gravosas para el Estado que lo originalmente planteado. El adelantar la edad es una consecuencia lógica del hecho incontestable de que tener 65 años hoy es muy distinto a tener 65 años hace una o dos generaciones.

Pero - se preguntarán mis lectores - ¿no era yo un progresista? ¿No tendría que aborrecer una ley que nos obliga a trabajar más tiempo del que trabajaron nuestros padres, contrariando así cualquier idea de mejora de calidad de vida de los trabajadores? Y la respuesta es que no vamos a trabajar más tiempo del que trabajaron nuestros padres. Lo que trabajaríamos de más retrasando la edad de jubilación queda compensado por la cada vez más tardía incorporación al mercado laboral.

En todo caso, el Gobierno sabe que ahora mismo está en sus horas más bajas. Es por eso que, en la medida en la que su moderación no se convierte por obra y gracia del Espíritu Santo en inactividad pura y dura (un vicio en el que parece estar demasiado inmerso) está aprovechando ahora para meter el cuchillo en cosas impopulares que de todas maneras deberán hacerse.

La idea es que, para 2012, la economía ya tire, el paro ya haya bajado, el AVE al Levante y al País Vasco ya estén terminados, y el PSOE no tenga que ir a las urnas como quién va al matadero.

Pero, mientras tanto, va a ser muy duro.