Dos años en especial me vienen a la cabeza cuándo nuestra épica y bombástica derecha nacional se moviliza en pro del respeto a la dignidad de España en las fronteras africanas de nuestro país. El primero de ellos es 1969. España, entonces, era un país pobre y oprimido tal cual es hoy Marruecos, y al igual que en Marruecos, la gente corriente empezaba a preguntarse en manos de quién quedaba la prosperidad económica que empezaban a ver en las calles, en las casas y en las vitrinas de las tiendas. Hay pocos instrumentos mejores que una absurda reivindicación territorial a tiempo para una dictadura acosada, y en 1969, ante los ya evidentes síntomas de que ni Franco ni su régimen eran los de antes, desde el Poder Ejecutor se empezó a aporrear a dos manos los tambores del Gibraltar español y toda la pesca. Como no es propio del carácter nacional el quedarnos a medias, decidimos cerrar la verja - con las consecuencias que vemos hoy: dos generaciones enteras de gibraltareños que no quieren vernos ni en pintura. El segundo año que me viene a la cabeza es 1975. Con Franco agonizando a cuentagotas en su planta reservada en La Paz, Hassan II, que se las sabía todas y cada una, decidió soltarse un órdago a grande con la Marcha Verde. Y nos rajamos estrepitosamente: en un país donde nadie sabía quién iba a gobernar el día de mañana, entramos en un pirotécnico "panic mode" y nos fuimos del Sáhara a todo gas dejando la llave en la puerta.
El Reino de Marruecos, que, aunque no lo parezca a veces, es fronterizo con el nuestro, desde siempre ha vigilado cuidadosamente todos nuestros movimientos y ha aprendido de nosotros. La lección de 1969 es que martillear en un conflicto territorial arma el barullo suficiente para hacer olvidar, por lo menos un momento, la corrupción endémica y la falta de empleo, de libertad y de perspectivas de futuro. La lección de 1975 es que un órdago bien dado y a tiempo da muchísimo juego: con el Sáhara, Marruecos se quedó con los fosfatos de Bu Cráa - y en un país sin petróleo, buenas son tortas. Son esas dos cartas que la élite marroquí, con el Rey a la cabeza, quiere jugar para que la gente de la calle suelte un poco de vapor - confirmado definitivamente que la democratización que prometió el rey hace ya más de diez años termina en las puertas mismas de palacio.
Maniobras como éstas no habían sido necesarias desde hacía mucho, porque la válvula de escape definitiva para las crisis habidas y por haber en Marruecos es y será, como lo fue para Franco, la emigración. El problema es que la crisis ha cerrado las puertas de Europa - y los marroquíes, en vez de tirarse al mar como antaño, se quedan. Quedándose, ven lo que hay, y lo que hay no les gusta. Obvio.
Recordemos además que estamos en Ramadán. Un hombre que lleva todo el día a 35º, hambriento y sediento, digamos que tiene bastantes más motivos para cabrearse a la más mínima que usted y que yo.
Es por eso que la reacción lógica a ésta (ejem) crisis es, simple y llanamente, no hacer nada. La postura del Gobierno de "hablando se entiende la gente" es loable pero inútil, visto que, como hemos visto, no hay nada que el gobierno español pueda hacer, salvo esperar a que el "movimiento" se agote por su propia impotencia.
Luego está el bigotismo, del que no vale la pena hablar. Básicamente han adoptado una posición épico-cretina, que, en una mezcla de Makinavaja y el Capitán Trueno, considera impepinable partir raudos a darles una colleja bien dada a esos moromierdas, que dan gritos y saltos de mono en menoscabo de nuestra honra. Una vez más, el Partido Popular insiste en hacer política con las vísceras - y la gente, como no, muerde, porque vivimos en unos tiempos donde no está de moda ser sensato.
Hacemos el cafre con éste asunto y sí tendremos una crisis internacional del quince. De las tonterías de agosto nos libre Dios, que ya tenemos bastantes problemas aquí.
Seguiremos informando.
El Reino de Marruecos, que, aunque no lo parezca a veces, es fronterizo con el nuestro, desde siempre ha vigilado cuidadosamente todos nuestros movimientos y ha aprendido de nosotros. La lección de 1969 es que martillear en un conflicto territorial arma el barullo suficiente para hacer olvidar, por lo menos un momento, la corrupción endémica y la falta de empleo, de libertad y de perspectivas de futuro. La lección de 1975 es que un órdago bien dado y a tiempo da muchísimo juego: con el Sáhara, Marruecos se quedó con los fosfatos de Bu Cráa - y en un país sin petróleo, buenas son tortas. Son esas dos cartas que la élite marroquí, con el Rey a la cabeza, quiere jugar para que la gente de la calle suelte un poco de vapor - confirmado definitivamente que la democratización que prometió el rey hace ya más de diez años termina en las puertas mismas de palacio.
Maniobras como éstas no habían sido necesarias desde hacía mucho, porque la válvula de escape definitiva para las crisis habidas y por haber en Marruecos es y será, como lo fue para Franco, la emigración. El problema es que la crisis ha cerrado las puertas de Europa - y los marroquíes, en vez de tirarse al mar como antaño, se quedan. Quedándose, ven lo que hay, y lo que hay no les gusta. Obvio.
Recordemos además que estamos en Ramadán. Un hombre que lleva todo el día a 35º, hambriento y sediento, digamos que tiene bastantes más motivos para cabrearse a la más mínima que usted y que yo.
Es por eso que la reacción lógica a ésta (ejem) crisis es, simple y llanamente, no hacer nada. La postura del Gobierno de "hablando se entiende la gente" es loable pero inútil, visto que, como hemos visto, no hay nada que el gobierno español pueda hacer, salvo esperar a que el "movimiento" se agote por su propia impotencia.
Luego está el bigotismo, del que no vale la pena hablar. Básicamente han adoptado una posición épico-cretina, que, en una mezcla de Makinavaja y el Capitán Trueno, considera impepinable partir raudos a darles una colleja bien dada a esos moromierdas, que dan gritos y saltos de mono en menoscabo de nuestra honra. Una vez más, el Partido Popular insiste en hacer política con las vísceras - y la gente, como no, muerde, porque vivimos en unos tiempos donde no está de moda ser sensato.
Hacemos el cafre con éste asunto y sí tendremos una crisis internacional del quince. De las tonterías de agosto nos libre Dios, que ya tenemos bastantes problemas aquí.
Seguiremos informando.