viernes, 30 de octubre de 2009

El PP como religión

De piedra me quedo con la siguiente noticia: A la hora de solicitar ayudas a la vivienda en la Comunidad Valenciana, los embriones contarán como hijos. Al parecer la iniciativa es del übercatólico Juan Cotino, vicepresidente de la Generalitat y Director General de la Policía en tiempos de Bigotus Máximus.

Uno puede englobar la afición del PPCV por la teocracia dentro de la adopción por parte de un buen trozo de la militancia bigotista de los nuevos valores que la Contrarreforma wojtyliana-ratzingeriana impone desde Roma: a saber, una adhesión fervorosa e incondicional a la santísima trinidad de no al aborto, no al condón y sí al merchandising. Es un desarrollo lógico que igualmente tiene sus adeptos en la calle Génova, el más ruidoso de ellos Jaime Mayor Oreja.

Es problemático, naturalmente, porque los ultracatólicos, a pesar de ser pocos y llevarse a la perra, son tremendamente ruidosos; y el PP, como sabemos, es un partido que se mueve al son de los que le sacuden - en honor a la verdad, el PSOE funciona prácticamente igual, aunque menos.

Pero lo de la nueva ley puede explicarse igualmente de otra forma: ante el desprestigio absoluto del Partido Popular de la Comunidad Valenciana en el ámbito cívico, o dicho de otra manera, ante la completa ausencia de motivos racionales para votar otra vez a Francisco Camps y a sus secuaces, el bigotismo levantino ha decidido recurrir a convertirse en una religión, una secta donde sólo ellos tienen la verdad y todos están contra ellos, un ámbito donde solo tienen lugar los fieles más cerriles.

¿Y dónde sino encontrarlos que entre las saltitantes multitudes de curosos? Total, si ésta gente puede creer que el PSOE intenta establecer puestos de trituración de fetos por las esquinas, ¿por qué no creer que Francisco Camps es un hombre honrado?

Seguiremos informando.


El fin de semana es sagrado

Imagínense al repelente niño Vicente que le pillan con la mano dentro del bote de las galletas. Maldición, vienen visitas; "Niño, a la habitación", dicen los turbados padres ante la catástrofe que se avecina. Y resulta que veinte minutos más tarde, en mitad del té con pastas, el niño sale de la habitación, en calzoncillos, con el bote de galletas en la mano diciendo a voz en grito: "¡Pero si me dijísteis que podía comer galletas! ¿Por qué me habéis encerrado? ¿Cuándo vais a pedirme perdón?"

A Ricardo Costa le ha llovido exactamente lo que le llovería al niño coñón: un sopapo que le ha dejado en Cuenca. Los problemas del PP pueden resumirse en dos: primero, que en el partido han aparecido súbitamente una serie de niños coñones capaces de subirse literalmente a las barbas de sus padres; segundo, que el líder bigotista adopta un planteamiento de educación moderna y prefiere tibias reprimendas, cuándo lo que requiere la psique tradicional del partido es fostiar sin contemplaciones al que le ose chistar al Amado Líder.

Y lo que es peor, en el Partido Popular parece triunfar un planteamiento que cualquier persona que haya visto El Ala Oeste de la Casa Blanca sabe que es mentira: que la política tiene un horario de oficina, de nueve a cinco, y que los problemas pueden esperar, apilados en una bandeja, a que el lunes por la mañana, tras un café calentito y un buen puro (y unas tostadas con manteca colorá para Arias Cañete), uno pueda enfrentarse a ellos.

Como bien sabemos, la realidad funciona de otra forma: lo que parecía un problemilla sin importancia un viernes a las tres, si se deja sin tratar, generalmente se convierte en un troll de seis toneladas de peso cuándo nos volvemos a enfrentar con el tema el lunes.

El problema aquí es que Rajoy no ha escarmentado: hace cuatro semanas, el PP ya echó a Costa, pero éste se fue de vacaciones; en lugar de ir a dónde quiera que estuviese con un coche de alquiler y un chófer (y dos o tres sicarios gallegos por si hubiera problemas) Rajoy prefirió seguir el ejemplo de su subordinado y dejarlo para otro día. Así le ha ido.

Ahora corren las voces de que Rajoy intentará resolver todo ésto para el martes y dimitir si no lo ha conseguido. La verdad, con todo lo que ha pasado, con tanta gente lanzandole cerbatanas impregnadas de curare, siendo abiertamente cuestionado cuándo no ridiculizado por los que supuestamente debían ser sus aliados, no entiendo qué le ha llevado a esperar tanto.

Pero eso sí, el martes. El fin de semana es sagrado.

Seguiremos informando.

jueves, 29 de octubre de 2009

Santos para un infierno

El caso de corrupción de Santa Coloma de Gramenet ha permitido que en la prensa conservadora saquen los rifles y vuelvan a apuntar a la, según ellos, sempiterna corrupción socialista. Y en la desconcertada prensa de izquierdas se vuelve al habitual debate: que si todos los políticos son iguales, que no se salva ninguno, etcétera, etcétera.

La declaración del presidente Montilla ayer apunta en ese sentido. Es un texto admirable, que suscribo plenamente, y que impulsa a algunas reflexiones.

No me volveré a extender en el papel que debe tener la política; es algo que sobre lo que ya he hablado suficientemente en los últimos meses, aquí y aquí.

En cualquier institución, pública o privada, la corrupción tiene un doble efecto: primero, incentiva a más corrupción (total, si roba éste, por qué no yo); y segundo, asquea primero y desanima después a aquellos que sí son honrados.

El primer efecto es el más grave a corto y medio plazo, pero el segundo es el más grave a largo plazo y el más difícil de quitar. Al fin y al cabo, existen mecanismos para castigar la corrupción, pero la desilusión de la gente honrada es mucho más indeleble. En muchísimos casos, la desilusión se hace tan generalizada y tan permanente que la honradez se convierte en desprestigio: "El que no llora no mama / y el que no afana es un gil", que escribió Discépolo.

El problema es que la corrupción no está tan generalizada como nos podemos ver tentados a creer por la sabiduría popular.

Ésto puede llegar a ser reconocible en, por ejemplo, nuestros puestos de trabajo - donde invariablemente hay una o dos personas con un rostro del tamaño del Monte Rushmore, pero que, en la inmensa mayoría de los casos, son los menos - pero no en la política.

Y ésto es porque los políticos tienen, en principio, mayores expectativas que satisfacer que el subdirector comercial de turno. Cuánto mayores las expectativas, mayores las decepciones - mayor y más prolongado el desprestigio. Cada nuevo caso de corrupción acumula con el anterior, con el anterior y con el anterior, y así sucesivamente.

Si a ésto le sumamos el sustrato de desprestigio de la política heredado del franquismo y sobre el que tantas veces he hablado, deriva en que la imagen pública que tiene la ciudadanía de la política en general es la de un erial hediondo donde no hay nada que salga limpio.

Y no podemos pedir milagros. Si insistimos constantemente en que ser político, o estar metido en política, es automáticamente ser un imbécil o un canalla, disuadimos de tal manera a la gente que pueda estar interesada en ponerse a disposición de la ciudadanía para mejorar la vida de todos (que, al fin y al cabo, es lo que viene a ser la política) que, al final, los únicos interesados en política son, efectivamente, los imbéciles y los canallas.

Es más difícil aún si recordamos que, en democracia, es muy difícil que nadie te agradezca nada. A ojos de la ciudadanía en general, para sus políticos/as, el cielo es el límite - y casi nadie llega al cielo. Hay que asumir que si vas a dedicarte a trabajar para los demás, el 99,5% de lo que te vas a llevar de boca de otros son palos.

Necesitamos gente altruista, desinteresada y generosa - y, no, no tiene que ver con el partido político. Y sólo podremos convencerles de que vale la pena si damos ejemplo, cada día, de que se pueden hacer las cosas bien. Y cuesta cien veces más que hacer las cosas mal.

¿Quién ha dicho que fuese fácil?

Seguiremos informando.

No se irá sin ruido

La crisis de Caja Madrid viene derivada de un hecho incontestable: el populismo, especialidad de los dos líderes bigotistas capitalinos, es electoralmente muy rentable pero invariablemente resulta muy caro.

En los años de vacas gordas, las transferencias por parte del Estado (esas que paga usted con el IRPF, señora) permitieron tanto a Gallardón como a Espe dedicarse a lo que más les gusta hacer, a saber, orgías de gasto a su mayor gloria: soterrar la M-30, construir el metro a San Sebastián de los Reyes y repartir parné entre los amigotes a través de festivales de flamenco sobrepreciados.

El problema es que, cuándo la economía global se fue al traste, la fuente se secó y el dinero dejó de correr. Albertito Mediabarba intentó solventar el problema de la forma que lleva haciendo durante todo su mandato: pidiendo prestado y cargando el mochuelo de la deuda al pobre pringado que sea alcalde tras él (y a todos sus sucesores hasta 2070, aproximadamente.) Naturalmente, es que a éstas alturas, tras casi 8.000 millones de euros a deber (unos 3.000 euros por cada madrileño) al Ayuntamiento de Madrid no le presta dinero ninguna institución seria, lo que obligaría a la municipalidad a embarcarse en el turbulento mundo de la usura. Y Albertito lo hubiera hecho, si no fuese por el pequeño inconveniente de que el Tribunal de Cuentas ha prohibido al ayuntamiento endeudarse más. En consecuencia, con el mero fin de pagar facturas e intereses de la deuda, es decir, sobrevivir, el municipio no ha tenido otro remedio que cascar la serie de impuestazos (tasa de basuras, subida del IBI, parquímetros, etc.) que habrán visto en la prensa. Aún así, el peñasco de deuda que el ayuntamiento de Madrid lleva encima es tan gordo, que tarde o temprano será inevitable renegociar la deuda.

Y quién cortará el bacalao de dicha renegociación será, probablemente, Caja Madrid, que habitualmente es el mayor deudor de los ayuntamientos matritenses. En la Caja Madrid regida por Miguel Blesa esa renegociación no hubiese sido mayor inconveniente; al fin y al cabo, qué son unos miles de millones de euros entre amigos.

La crisis viene derivada de que Esperanza Aguirre Gil de Biedma tiene prácticamente los mismos problemas que Albertito (muchas de las empresas fachada que creó para financiar el Metro han sido obligadas a cerrar por el Tribunal de Cuentas), pero con un plus: gran parte de la imagen de marca que la Condesa Cardada se ha creado a si misma y que tan lejos le ha llevado dentro de la pugna por el trono bigotista viene definida por la supuesta alergia que la Lideresa tiene a los impuestos: para Espe, subir o volver a imponer impuestos no es una opción a considerar, máxime cuándo su discurso antisocialista y neoliberal viene marcado por, supuestamente, una impoluta reputación de enemiga de las "cargas fiscales" a los ciudadanos.

La conclusión es obvia: para evitar una crisis fiscal en la comunidad más rica del país, Espe necesita más dinero y con mucha más urgencia. Y sólo tiene un sitio de dónde sacarlo.

Es por eso que, aprovechando que es la Comunidad de Madrid que tiene la competencia sobre sus cajas de ahorro, ha utilizado su rodillo dentro del partido y la Asamblea de Madrid para sacarse de la manga una Ley de Cajas que amplia el poder de la Comunidad en las cajas de Madrid (es decir, en la Caja de Madrid) repartiendo gran parte del poder que tenía antes el ayuntamiento de Madrid entre el resto de ayuntamientos de la región.

Y es que aquí llega el punto: si el bigotismo fuese un partido bien avenido y existiese ese espíritu de Copenhague en el que Espe y Albertito se dan besitos en la mejilla, éste chanchulleo con el dinero de millones de personas (entre otros, yo) no tendría mayor inconveniente: Caja Madrid se come con patatas las pérdidas de cada cuál y a seguir la fiesta de la espuma.

Pero Alberto Ruiz-Gallardón, que no es en absoluto idiota, comprende perfectamente que si Espe se hace con el poder en Caja Madrid lo primero que hará será cortarle el grifo de la renegociación para acabar con él de una puñetera vez: sin renegociación, Alberto Ruiz-Gallardón quedaría como el primer alcalde de Madrid desde hace siglos que se las compone para quebrar el ayuntamiento de la capital de España. Es cierto que el Mediabarba ha salido indemne de muchas catástrofes, pero es indudable que tras un desastre de ese calibre, su carrera política estaría acabada del todo - miel sobre hojuelas para la Condesa Cardada.

En el 13 de rue de Gênes, naturalmente, están igualmente aterrados con la perspectiva de una Espe con la llave de la caja. Primero, porque hundir a Gallardón es hundir un poco más la imagen del PP como administrador competente (para Espe y sus secuaces Gallardón es un criptosocialista, pero para el resto de los españoles sigue siendo del PP y como tal lo entenderán si el ayuntamiento quiebra). Segundo, porque con el dinero del Monte de Piedad Espe podrá financiarse aún más iniciativas que la lleven a la Moncloa - cosa que, todavía, no están dispuestos a asumir.

Y si a eso le sumamos que se puede unir lo útil a lo agradable y entregar un reconfortante sillón a Rodrigo Rato Figaredo, el hombre que huyó de Washington a la espera del dedazo salvífico que al final no llegó, un hombre con mucho más prestigio dentro del partido que él, para Mariano Rajoy es un no-brainer.

Siempre he sido de la opinión de que el PSOE no debería meterse en las peloteras del PP: meter el dedo en la llaga permite al rival acusarte de crueldad, lo cuál le hace olvidarse por un momento de que está sangrando por las costuras. Ésta vez, por una vez, está habiendo suerte: la actuación por parte de Ferraz está siendo curiosamente ponderada.

Sí, amigos, Esperanza Aguirre ha querido jugar con los mayores y por una vez parece que va a perder. Olviden a Cobo: ya fue el chivo expiatorio de Gallardón una vez (en el último Congreso del PP de Madrid) y si se ha vuelto a ofrecer voluntario será por algo. Pero no se va a dar por derrotada con facilidad y sin hacer ruido. Sabe que si no puede controlar Caja Madrid, la cuerda que ata la bolsa no va a abrirse tan fácilmente, y eso puede obligarla a abandonar sus principios y, finalmente y tras mucho gritar, subir los impuestos. Eso sería una muesca en su contra dentro de su ejemplar desfile demagogo - y eso duele.

No, no se va a ir sin ruido. Preparen sus palomitas.

Seguiremos informando.

lunes, 26 de octubre de 2009

A deshoras

De las numerosas causas absurdas que aquí su corresponsal encabeza, la que siempre salta alrededor de ésta época del año es la de pedir que la España peninsular pase de UTC+1 o CET (Hora Central Europea), como es ahora, a UTC o GMT(Hora Media de Greenwich), es decir, a la hora de Londres; en consecuencia, igualmente, pedir que la hora canaria pase a ser UTC-1, que es la hora que tiene, por ejemplo, Cabo Verde.

El motivo de la tontería es bastante obvio. La Real Academia Española define mediodía, en su primera acepción, como:
m. Momento en que está el Sol en el punto más alto de su elevación sobre el horizonte.
Pues bien, a día de hoy, en ningún punto de España, será mediodía a las 12 de la mañana. En Madrid, por ejemplo, el mediodía ocurrirá alrededor de la una de la tarde; nótese, ésto ya en horario de invierno, la hora oficial española. Aun en el punto más oriental de España, en Menorca, existe un desfase de unos 25 minutos entre la hora solar y la hora oficial. En Canarias pasa fundamentalmente lo mismo.

Cuándo España adoptó la hora universal, en 1913, adoptamos la hora que nos corresponde por nuestra posición en el mapa, a saber, la hora de Greenwich; y en ella permanecimos (con su horario de verano desde 1917 hasta 1931) hasta que llegó la Guerra Civil. Durante la guerra hubo un tremendo cacao horario entre los dos bandos; como es habitual en tiempos de guerra, se impuso un horario de verano permanente. Tras la victoria de Franco, España pasó a la Hora Central Europea. Dos motivos: primero, el ahorro de energía, al forzar un doble horario de verano; segundo, políticamente era más conveniente estar a la misma hora que Berlín y Roma.

Ambas necesidades pasaron hace mucho, pero el horario anómalo siguió, estableciendo el hecho ya incontestable de que España se mueve a otra hora que el resto de Europa.

Yo opino que tendríamos que volver a la hora que nos corresponde. ¿Y ustedes?

Seguiremos informando.

Foto del día (I)

La clase sobre Profecía de hoy ha sido suspendida debido a un imprevisto.

Sacada, como no, del imprescindible y glorioso Failblog.

Seguiremos informando.

viernes, 23 de octubre de 2009

Yo mama

Todo el mundo ha visto en alguna que otra película americana (ahora que yo recuerde, la versión de Eddie Murphy de El Profesor Chiflado, pero, por Dios, no la vean sólo por ésto) las docenas, el célebérrimo desafío verbal en el que dos negros se sueltan constantemente pullas, a cuál más vulgar y bruta; el que deja al otro sin palabras, gana.

Insultar es, no nos engañemos, una actividad tremendamente divertida; es básicamente lo segundo o tercero que aprendemos a hacer una vez adquirimos habilidades verbales, y gran parte de nuestro proceso de aprendizaje consiste en refinar nuestros insultos, hacerlos más sutiles y, a su vez, más dolorosos.

Gran parte del arte de la oratoria, de hecho, consiste en insultar al adversario con estilo: Cicerón no se hubiera hecho famoso si no hubiese llamado a Catilina tirano, malvado y orejón, eso sí, con rimbombante sutileza. (El oxímoron está hecho a propósito.) En la edad de oro de la oratoria parlamentaria española, Cánovas llamaba socialista a Sagasta, que llamaba reaccionario a Silvela, que llamaba corrupto a Gamazo, que llamaba cuñao a Maura y así sucesivamente, pero viendo esos Diarios de Sesiones a día de hoy, uno tiene que estar bien entrenado para ver la puñalada trapera escondida en la retranca.

Los españoles nunca hemos sido pródigos en el arte de la sutileza, y menos en los tiempos que corren dónde por doquier la discreción brilla por su ausencia. Hoy en día el insulto corre con una largueza que impresiona, no sólo en privado, dónde ya abundaba, sino también en público, dónde antaño la cortesía obligaba a una cierta ponderación en el lenguaje.

En democracia, no podemos permitirnos insultar. Ni mucho ni poco; nada. Cánovas y Sagasta se podían permitir el soltarse espadazos verbales porque, al fin y al cabo, gobernar en un sistema constitucional autoritario como era el de la Restauración era un proceso prácticamente automático: los de siempre mandaban y el pueblo obedecía.

Siendo cínicos, uno podría decir lo mismo de la política contemporánea. Es una perspectiva popular entre el conservadurismo español, que, como ya he dicho en innúmeras ocasiones, carga encima el lastre del desprecio a la política heredado del franquismo, y, en consecuencia, aplaude , en la medida de lo posible y con mayor o menor entusiasmo, toda iniciativa destinada a desacreditar la democracia e insuflar la idea de que la opción racional del ciudadano es ser egoísta: el público objetivo, en toda edad y circunstancia, de la derecha.

Si queremos definirnos como de izquierdas, no tenemos esa opción; como ya saben, nuestro camino no es ni fácil ni popular. Nuestra referencia ética es que el político, el cargo electo, es un servidor del pueblo, dotado de poder y responsabilidad por voluntad de los ciudadanos; es decir, la política como ideal. Obviamente, experientia docet, no vivimos en los mundos de Yupi y sé, más que perfectamente, que el comportamiento humano está lejos del ideal; es por eso que elegí la socialdemocracia: porque (todavía) no somos lo suficientemente buenos y sabios como para actuar, en todo momento, mirando más allá de nuestras narices, que es lo que es necesario para que funcionen otras formas de gobierno, aparentemente más progresivas.

Pero el hecho de que reconozcamos que no podamos contar con que todo el mundo se vaya a comportar dentro de la ética política que consideramos ideal, no implica automáticamente que partamos en una carrera desenfrenada a la charca a ver qué tal se reboza uno en el fango. El ser humano puede ser mejor o peor, pero el ideal sigue allí, como un faro a indicarnos el camino a seguir. Y dado que la humanidad, en su larga historia, no ha encontrado una mejor manera de regirse a sí misma (entendiendo mejor como que ninguna manera satisface más y mejor las necesidades de tanta gente) no podemos dejar de mirar hacia los paradigmas éticos de la democracia como objetivo final.

Y, en consecuencia, y como hilo para salir de la parrafada filosófica que he soltado (y, seguramente, habré escrito mal) y volver al tema: la estrategia de comunicación de cualquier organización política debe dedicarse a de qué manera se ha actuado, se actúa y se actuará para el mayor interés de los ciudadanos. Y ya está.

Conozco a mis lectores, y sé que algunos de entre ustedes dirán que eso es perder el tiempo; que lo que quiere la gente es carnaza y estulticia, que el ser humano no merece todas esas atenciones; son demasiados años de demagogia vivida como para recuperar la fe en la humanidad. Les entiendo perfectamente: vivo en la Comunidad de Madrid.

Pero la demagogia siempre tiene un momento de caída, porque, invariablemente, tarde o temprano, la gente se da cuenta de que se les está tratando como estúpidos. Y es en ese momento cuándo las ideas bien razonadas toman valor, donde el poder de convicción pesa más que el insulto, donde la esperanza de un futuro mejor se abre camino.

Y es para ese momento por lo que debemos estar preparados. Ya debíamos haber empezado.

Seguiremos informando.

lunes, 19 de octubre de 2009

Pobriño

Rubens Barrichello confirmó ayer, a ojos de las decenas de miles de paulistanos que lo veían en directo y ante los millones de brasileños que lo veían por televisión, lo que casi todos ellos ya sabían: que el bueno de Rubens es un pobre hombre, demasiado buena persona como para tener la ambición y mala baba que son necesarias para ser campeón del mundo, como sí tiene el pollas (ésta última palabra dicha en un sentido encaramado en la tenue línea entre la admiración y el desprecio) de Jenson Button.

Mariano Rajoy confirmó la semana pasada, a ojos de las decenas de periodistas que lo vieron hablar en directo y ante los millones de españoles que lo veían por televisión, lo que casi todos ellos ya sabían: que el bueno de Mariano es un pobre hombre, demasiado buena persona como para tener la ambición y mala baba que son necesarias para ser un buen líder del PP, como sí tenía el pollas (ésta sí, con absoluto desprecio) de José María Aznar.

El pobre Rajoy vive agobiado por dos exigentes tareas: convencer a los militantes del PP que es un buen líder y convencer a los españoles de que sería un buen presidente del Gobierno. Eso implica estar en permanente campaña electoral. El problema fundamental es que mientras el militante medio del PSOE no se diferencia mucho del votante medio del PSOE, el militante medio del PP está mucho más a la derecha que el votante medio del PP. Lo que significa que lo que uno haga para convencer a los militantes puede asustar y/o cabrear mucho a los votantes, y viceversa. Pero de ello habla con más detalle el señor Senserrich en su artículo de hoy, así que no me voy a extender más en ello.

Éste fin de semana el PSOE metió el dedo en la llaga de las miserias económicas del bigotismo (pero como nada es perfecto, eligió a la persona menos adecuada, Pepe Blanco) preguntándole de dónde sacaría (o, más bien, dónde dejaría de gastar) el PP el dinero dejado de recaudar por esas salvíficas bajadas de impuestos que tan bien nos harían a todos los españoles.

Y Mariano se sacó de la manga dos ideas: primero, echar a la mitad de los asesores (ahora hablo de ello) y, segundo, eliminar los ministerios de Política Territorial, Igualdad y Vivienda.

Sin que sirva de precedente, en ésto último estoy parcialmente de acuerdo. El Ministerio de Igualdad siempre me ha parecido una chorrada (aún recuerdo la pelotera que monté con éste artículo), y Vivienda, capado desde el principio por la falta de competencias (casi siempre transferidas a las autonomías) se ha limitado a gestionar los terrenos no-militares propiedad del Estado (que son abrumadoramente los menos).

El problema es que el efecto que tiene en los Presupuestos el eliminar ambos ministerios es, bien, ninguno. Igualdad cuesta 78 millones de euros en los presupuestos del 2010, que es el 0,3%; si a Vivienda se le retiran las transferencias a las autonomías, que se comen el 96% del presupuesto del Ministerio, se queda en una cifra similar. Y si se quieren retirar las transferencias a las autonomías es que, directamente, no se quiere que en España haya una política de vivienda pública, lo cuál es una gran noticia para los millones de españoles que no pueden permitirse una vivienda en el mercado libre.

Lo de los asesores, bien, juega en la liga del demagogia show al que el bigotismo nos tiene acostumbrados. En el imaginario global, un asesor es un tipo trajeado al que se le paga por no hacer nada, lo que el economista (y juerguista) brasileño Ronald Russell "Roniquito" de Chevalier denominó de forma inmortal "aspone", "assessor de porra nenhuma", o, traducido, "asesor de una puta mierda".

En la práctica, se trata de que un ministro es una persona que recibe, de un plumazo y tras el obligatorio paso por el B.O.E., la obligación de gestionar las políticas de agricultura, sanidad o educación de todo un país. Por muy buena que pueda ser la formación de ese ministro o esa ministra (y por cada ministro patán hemos tenido dos o tres muy bien formados) es imposible manejar sólo un ministerio. Es por eso que se hacen necesarios los asesores.

El hecho de que el PP quiera prescindir de ellos implica automáticamente una de dos: o el próximo gobierno estará compuesto de genios absolutos capaces de llevar el país con una sola mano (y visto como el bigotismo ha llevado sus gürteladas, lo veo improbable), o, directamente, la intención del Partido Popular es gobernar mal España, con tal de que le salga barato al bolsillo de sus votantes.

Y ésta última opción debería hacerle temblar, señora.

Seguiremos informando.

Mentirijuelas

Creo que mi opinión acerca de la manifa del sábado queda plenamente reflejada en éste artículo que escribí hará tres semanas, así que no me extenderé acerca del tema.

La Iglesia Católica es una institución que existe, según los cálculos más conservadores, desde hace mil quinientos años, así que es de esperar que sepan un poco de política. Y en una hábil treta, pasan de los ultra-sur (los del sábado) a los católicos del PSOE (los del domingo) para que hoy lunes, al abrir el periódico, parezca que la crítica a la nueva ley es tan amplia y comprensiva que se hace imprescindible un consenso acerca de la política abortiva.

Para empezar, no hay una "política abortiva". Se trata de hacer que quién tenga un útero fértil sea la única responsable de lo que hace con él; ni más ni menos; incluso, más bien, menos, porque a pesar de los alaridos del carcatolicismo exacerbado, la reforma propuesta sigue siendo bastante timorata.

Y segundo, no nos engañemos. Para quién vive en el tenebroso mundo del dogma la idea de consenso es una falacia. Se trata de sujetar las riendas de la Ley hasta que esté lo más cerca posible a la idea católica de que every sperm is sacred.

Y es imposible mover a la Iglesia española de esa posición, máxime cuándo se ha alzado en nueva luz de Trento de la segunda Contrarreforma wojtyliana que campa por sus anchas en la Ciudad del Vaticano. Roma se ha propuesto convertir a España en centro de la nueva contrarrevolución de la moral, alimentada por la inmensa adaptabilidad del marketing católico, que ha conseguido convertir a Joseph Ratzinger en el cuarto de los Jonas Brothers.

Siempre, siempre, he sido partidario de la negociación y el consenso todas las veces que sea posible y cuántos botellines de agua mineral sean necesarios.

Pero ante un adversario cuyas posiciones son dogmáticas y cerradas es necesario responder con la contundencia de los hechos consumados: en España, en lo que a moral se refiere, se han de avanzar los derechos primero y hablar después.

El título del artículo es "mentirijuelas", y viene dado por una pregunta: ¿por qué no es un escándalo cuándo la Comunidad de Madrid da como oficiales unas cifras de asistencia que son veinte (20) veces mayores que las reales y cuyo método de obtención no es público? ¿Tan acostumbrados estamos a que Esperanza Aguirre nos mienta en las narices? ¿Hasta cuándo?

Seguiremos informando.


jueves, 15 de octubre de 2009

Cuándo la inacción se hace imposible

Un friki concienciado, de los que hay muchos, me ha informado del Blog Action Day de éste año y me ha sugerido (con truculentas artes) que me una.

Siempre he sido reticente a participar con Ruina Imponente en actividades de éste tipo. Primero, porque siempre he dudado de la capacidad de influir que puedan llegar a tener éstas mal trazadas líneas. Segundo, porque siempre he sido un cínico redomado y nunca he creído demasiado en éstas iniciativas. Tercero, porque siempre he sido celoso de la independencia de éste blog, entendiendo como tal el hecho de que casi nunca estoy 100% de acuerdo con nada. Y cuarto, porque, truth is, soy más vago que la Bernarda.

Pero es que lo que está en juego aquí, el motivo que me lleva a mí y a otros miles de blogueros a tomar partido ésta mañana, hace imposible e inmoral cualquier excusa.

Hoy, quince de octubre, la previsión es de 25 grados centígrados en Madrid, y 32 en Sevilla. Si en algún momento llegó a ser fuera de lo común, va a serlo cada vez menos. No nos engañemos, el clima ya ha cambiado. Hemos dañado a nuestra atmósfera hasta tal punto que ya es imposible que se regenere por sus propios medios, así que tendremos que vivir, sí o sí, con las consecuencias de nuestra ignorancia primero, y desidia después.

La acción que debemos tomar, en consecuencia, se bifurca en una doble línea de acción: primero, tomar las medidas necesarias para que el cambio climático afecte a las personas de la forma menos dañina posible (y eso no debe incluir únicamente a quienes se encuentran dentro de nuestras fronteras) y segundo, hablando en plata, no seguir jodiendo lo que ya está jodido.

Para España, el primer paso incluye, sobre todo, actuar contra la desertificación, que supone el problema más urgente. Eso incluye el tema, a largo plazo, más candente del país, y las palabras que, desde hace décadas, están sumergidas en el lodo del conflicto político, más concretamente (y para beneficio de las sardinas de ciertos pescadores) en el siempre fructífera hoguera de los resentimientos interterritoriales: a saber, gestión integral Y sostenible del agua. Y ahí he de ser políticamente incorrecto. Estoy totalmente a favor del Estado de las autonomías, y más: soy un federalista convencido. Y como federalista convencido tengo clarísimo que las competencias sobre cuencas hidrográficas que ocupen más de una comunidad autónoma competen exclusivamente al Estado: es la manera más brutalmente sencilla de evitar guerras inanes por quítame allá esa charca. Hay otras maneras mejores, pero esas serán para cuándo seamos suizos.

En el segundo punto, está el tema de la energía, del que he hablado en el blog más de una vez (desde aquí exijo monopolio y nacionalización lo antes posible), y la necesidad de insistir en el transporte de cargas por ferrocarril, más ecológicamente eficiente, cosa que es especialidad del señor Senserrich. Donde más podemos mejorar es en emisiones no derivadas del transporte - total, ya no tenemos tanta industria.

Pero en todo caso, el objetivo fundamental, políticamente hablando, es inculcar en la ciudadanía la importancia y urgencia de actuar lo antes posible para paliar los efectos del cambio climático. Y, aunque parezca (y sea) el chocolate del loro, vivir de forma más sostenible.

Seguiremos informando.


Back in Black

Como podrán ver, tras mucho dudar me he apuntado a Twitter y, literalmente, estoy que no meo. Tras unos cuántos días de exploración, vuelvo aquí entre ustedes, porque hay cosas que no pueden expresarse en 140 caracteres.

Entre los periódicos que recibo en el trabajo para su distribución está un esputable panfleto gratuito con el esclarecedor nombre de "Diario Negocio" cuya línea editorial suele ser misteriosamente cercana a la del jefe de la patronal, Gonzalo Díaz Ferrán. Sólo no sospecho que lo financie el propio Díaz Ferrán porque el pobre hombre no sabe de dónde va a sacar para su próximo chuletón de Ávila (respuesta: de los currantes de Newco)

Como era de esperar, el periódico hace énfasis con un esclarecedor "¡Por fin!" de las "medidas liberalizadoras" de nuestro Paladín a la Taza del Liberalismo, la única, la inigualable, Esperanza Aguirre Gil de Biedma. Como siempre, la lideresa aprovecha el momento más conveniente para presentar sus planes para hacerle la vida más fácil a los madrileños con dinero: a saber, el momento en el que el liderazgo de Mariano Rajoy dentro del Partido Bigotista está más cuestionado.

De las medidas en cuestión "para fomentar el empleo", me llaman poderosamente la atención dos:

- Los centros comerciales no necesitarán licencia autonómica ni para fundarse ni para expandirse, así que todo depende de los ayuntamientos que así lo deseen (y no hay ayuntamiento que no lo desee) así que el pequeño comercio, que ya jodido lo tenía, recibe así su golpe de gracia. Mala suerte, amigos, las inmobiliarias tienen dinero para financiar al PP, vosotros no. Y ya de paso, haciendo amigos con las petroleras: se autorizan más gasolineras.

- Los electricistas y los instaladores de ascensor ya no necesitarán tener licencia. Lo que significa que las empresas del sector servicios podrán contratar al primer pobre hombre sin estudios - o mejor aún, sin papeles - que se les ponga por delante, tirando abajo el coste de la mano de obra y, permitiendo así ampliar los márgenes de beneficios para alegría del trajeado contratista de turno - fuente inigualable de financiación para los bigotismos municipales. Luego cuándo empiecen a incendiarse casas y caerse ascensores, la culpa será del Gobierno, que no fija bien las medidas de seguridad. O de los inmigrantes. O de ETA.

El resto, lo de siempre: más flexibilidad laboral (total son pobres) menos impuestos (que la factura la pague el Gobierno, que para algo es culpable), en fin, esperancismo de toda la vida.

Y éste es el futuro de la derecha en España. Que Dios nos coja confesados.

Seguiremos informando.

miércoles, 7 de octubre de 2009

La inercia es la única esperanza

A pesar de la que está cayendo, el hecho de que Mariano Rajoy siga sin estar preocupado (y pida a todo su partido que haga lo mismo) no está motivado por su estupidez (que uno se vería tentado a pensar) pero en que el PP conserva la fe en dos hechos hasta ahora incontestables en la política española: el primero es que en España nadie es considerado culpable hasta que dimite (esa es la fe que tenemos en nuestra justicia) y el segundo es que si el votante centrista no vota al PSOE, tiene, necesariamente, que votar al PP.

El PP sabe que, salvo el milagro de la casa de Brandemburgo, las elecciones de 2012 están perdidas para el PSOE. Para que el PSOE ganase, en los próximos dos años y medio las cosas no sólo deberían ir mucho mejor de lo que van ahora, sino además debería quedar claro para casi todo el mundo que la responsabilidad de la mejora es atribuible en exclusiva al Gobierno y no a la mejoría general de la economía europea. La clave aquí es: el PSOE pierde - luego el PP gana. Y ya está.

Y no me vengan ahora con las posibilidades de Rosita la Pastelera; no tiene ni de lejos la fuerza suficiente para suplir al PP - y no tiene tirón electoral en las provincias más pobladas salvo Madrid, Valencia y quizás, Alicante: como muchísimo, diez escaños.

Es por eso que la política del bigotismo va a ser la de dedicarse, activamente, a no hacer nada: bloquear activamente toda política del Gobierno, sacarse de la chistera ideas rarunas y esperar que el estruendo de Gürtel se vaya disipando poco a poco.

Y, en consecuencia, la izquierda en general y el PSOE en particular no pueden echar todas sus cartas a la esperanza de que el PP se cocine en su propia podredumbre. Es necesario que seamos aún más proactivos respecto a la crisis (es decir, que hagamos cosas constantemente), y, sobre todo, que se note.

Seguiremos informando.

domingo, 4 de octubre de 2009

Mercedes Sosa (1935-2009)

En 1985, cuándo mi madre, en un país extranjero, pugnaba por aprender las palabras de un idioma nuevo, una de las armas con las que contaba era un gran LP blanco donde rezaba "Mercedes Sosa". La voz de la Negra poblaba los rincones de mi casa, una y otra vez. Yo entonces tenía cuatro años. Más tarde, y contra todo pronóstico, me acabé aficionando a la música folclórica argentina; he de decir que más tuvieron que ver Les Luthiers y las largas horas de insomnio en los vuelos Madrid - Buenos Aires de Aerolíneas, pero ahí, de nuevo, estaba Mercedes Sosa con su voz. Y desde entonces, no me ha dejado de acompañar.

Y no va a dejar de hacerlo.



Seguiremos informando.

viernes, 2 de octubre de 2009

Tomápoculo

¿Y quién paga ahora todo éste sarao?

Seguiremos informando.