lunes, 15 de marzo de 2010

La pausa biológica

Ya he vuelto de unas bien merecidas vacaciones, que me han venido de perlas, primero para desestresarme, y segundo, para aliviar con sol y calor la depresión que me había impuesto el largo invierno que hemos vivido - y que sigue, con sus cinco grados ahí fuera. Y pensar que la noche del jueves al viernes no pude dormir del calor...

En todo caso, todo el estrés y cansancio acumulados por un servidor se notaba sobre todo en éste su blog: cansado y deprimido no voy a ponerme a escribir sobre el bigotismo - más que nada porque antes de terminar ya me hubiera tirado a las vías del tren. Pero ahora, ya de vuelta, ya de mejor humor y mejor cara - aunque el jet lag me hace resentirme un poco - tengo que ponerme con los asuntos atrasados antes de volver a incorporarme a la vida cotidiana de éste nuestro complejo mundo.

Esperanza Aguirre hace esfuerzos para añadirse "y olé" como acompañante inseparable de su nombre. Aplaudo con las orejas la petición para convertir a la siesta en Bien de Interés Cultural: la siesta, el yoga ibérico como dijo Camilo José Cela, es una de las mayores contribuciones de nuestro país a la humanidad, y una actitud sana, agradable y de sentido común.

Pero vamos al toro, y nunca mejor dicho. Ya se sabía de antes, pero con la encendida defensa del toreo Esperanza Aguirre confirma que, aunque su electorado es transversal, su militante perfecto, el esperancista de platino iridiado que sirve de modelo a todos los demás, es ese hombre que se acoda en la barra del bar Los Amigos III, esa clase de taberna donde todos hemos estado alguna vez, en la que todas las superficies están cubiertas por una capa de mugre de media pulgada de espesor, en donde los callos y las albóndigas están sumergidas en la misma salsa - que es de un rojigualdo grasiento y brillante - y en cuyas paredes hay, invariablemente, el mismo alicatado verde sucio, un espejito roñoso de Mahou, y un póster descolorido de la plantilla del Real Madrid (temporada 86-87). Éste ciudadano, que tiene en el Marca su única lectura a fondo y que considera que todos los problemas se resuelven "con un par de huevos", es el público perfecto de Espe, porque ni tiene ni idea de los chanchullos que la Condesa Cardada hace con su poder y su dinero, ni le importa saberlo: lo único que ve es la mano dadivosa de la Niña de los Liberales y su voluntad de generar enfrentamientos cosméticos con quién sea; en la más rancia tradición ibérica, confundir temeridad con valor. Para ese ciudadano, lo que hace Espe es defender la Fiesta, epítome de lo Español, y enfrentarse con los rojos y con los catalanes, lo cuál es más que suficiente para garantizarle aplauso y admiración.

Como probablemente ya saben, un servidor, con respecto al bienestar animal, tiene opiniones contrapuestas. Obviamente, me conmueve y me indigna el sufrimiento de cualquier ser vivo; por otra parte, sé que ese chuletón de Ávila de medio kilo que tanto me gusta comer no se obtiene pidiéndoselo al buey por favor. Es por eso que miro con cierta circunspección la prohibición de las corridas de toros; por esa regla de tres, también debería prohibirse la matanza del gorrino, igualmente pública, igualmente cruel e igualmente tradicional. Y yo sin José Tomás puedo vivir, pero sin cabecero de lomo no - al menos no igual de bien.

De todas maneras, creo haber llegado a una solución de compromiso que, bien aplicada, puede satisfacer a todos, a corto y medio plazo.

Pregunte a cualquier aficionado de los toros cuál es el mayor problema del toreo contemporáneo y, a no ser que sea un integrista y exija a borbotones de voz el exterminio de todos los perroflautas, le dirá que el problema es que no hay toros. Corrida tras corrida brotan voces desde los tendidos de sol: el toro bravo se está extinguiendo. El toro bravo de verdad, un mal bicho de casi 700 kilos de peso, con bravura y nobleza (y otros adjetivos que les encantan a los taurinistas) desaparece de las plazas, desplazado por el torito manso y tontorrón, estupendo para los toreros estrellitas, más interesados en aparecer en Vogue que en 6 Toros 6, pero que al aficionado que se ha dejado 250 euros en el abono le parece simple y llanamente un fraude.

Pues bien, ahí reside la solución: una pausa biológica, una moratoria de 25 años - 5 generaciones de toros - en las cuáles los ganaderos, con más material genético disponible, se esmerarán para desarrollar el toro del futuro (o del pasado), un mal bicho como los de antaño, de dos metros entre cuerno y cuerno, que mata con los ojos y, cuándo no puede, con la testuz. Y cuándo lo tengan, dentro de veinticinco años, nos juntamos todos y nos preguntamos si habrá alguien con valor de salir a matarlo, y, sobre todo, si habrá alguien con ganas de verlo.

Porque, si he de ser sincero, me temo que lo único que se ha logrado con ésta polémica es darle una sobrevida al toreo, ya en sus estertores, dotándolo de una carga identitaria y política. Al toreo había que dejarlo morir - por desgracia, morir matando, como toda bestia salvaje - para que acabase ahogado en su propia obsolescencia.

Ya que no será así tan pronto, paciencia, pues.

Seguiremos informando.

jueves, 11 de marzo de 2010

Días de Cine: Avatar 3D

Aprovechando que en São Vicente el miércoles es el día del espectador y las entradas salen por 7 reales y cincuenta (3,10 euros, al cambio) me fui al cine con mi adorable abuelita (sí, soy de los que van al cine con la abuela, qué pasa) para ver Avatar en 3D.


Y, en efecto, la película fue todo lo que me esperaba: una exhuberancia impecable de efectos visuales y técnicos, que justifican el dinero invertido, con un argumento más viejo que el cagar sentado y varios momentos WTF (una carga de caballería? Por muy toñas que sea el pobre onvre, no ha oído nunca hablar de Polonia?)


En fin, la ceremonia de los Oscar que vi el domingo, aprovechando que estoy de vacaciones, me dejó curioso por ver Malditos Bastardos. Ya la veré, cuándo vuelva.


Seguiremos informando.