Es muy largo, pero es que estaba desatado.
José María Aznar López. Sin duda alguna, el personaje más importante que ha dado la derecha española en los últimos veinte años, el hombre que hizo que ser facha en España dejase de ser un estigma y pasase a ser algo llevado como una insignia de honor por J.Lo. (no sé a quién debo acreditar éste que será uno de los nombres estándar de Fedeguico en éste blog; en todo caso, gracias) y otros orates de su calaña.
Sólo por eso podría entrar dignamente en la historia de nuestro país, pero es vox pópuli que la gran maldición de Bigotus Máximus ha sido creerse lo que decían de él en los medios afines. Tristemente, la prensa española (de todas las adscripciones) nunca se ha andado con chiquitas a la hora de adular, y en el caso de Pepe Mari la cantidad de que lo que los norteamericanos llaman con propiedad “aire caliente” llegó a límites sólo igualados por aquél que fue el Centinela Espiritual de Occidente.
Líder mundial, estadista de talla (moral, se entiende), hombre culto, educado y carismático (inigualables momentos populistas donde se arremangaba la camisa y empezaba a soltar procacidades a las ancianas falangistas), y, por supuesto, máquina de ganar elecciones (puntuación hasta ahora, empate a dos), todo ésto y más aparecía todos los días en ditirámbicas columnas de las acompañadas por litografía, compuestas por esforzados exégetas que se ganaban el vermú de cada día propagando el mensaje del Profeta de Valladolid. Todo estaba preparado para la retirada triunfal; José María Aznar López, después de resucitar a la derecha española de entre los muertos (vértigo) se lanzaría a una carrera impecable como el Bill Clinton de la derecha europea, dando entrevistas para la FOX, llenando salones con sus conferencias y dejando que imberbes becarios de las universidades más caras de España pusieran en papel bueno sus profundas reflexiones sobre lo duro que es salvar el mundo.
Hasta que todo se jodió, hablando en plata. Las elecciones del 14-M fueron para el Partido Popular el equivalente político a que se te caigan los pantalones en misa, y nunca la expresión de aquellos polvos vinieron éstos lodos estuvo mejor ejemplificada. Mientras en Madrid las oficinas de Génova procuraban salvar los muebles y acababan con Don Rajote de la Mancha y sus muchos Sanchos, Aznar, sin escaño, sin cargo y sin prisa, veía que de repente volvía a ser una persona normal, que en Washington las puertas no se abrían a su paso y que todos hablaban un idioma que a él le resultaba medianamente familiar (no por nada había demostrado ante una audiencia mundial su impecable relación con la lengua de Shakespeare) A nadie le gusta; el síndrome del sillón perdido afecta a personas de todos los lados de todos los espectros y nadie mejor que Forges para contárnoslo. Pero hoy Aznar vaga por el mundo, sin rumbo y sin criterio, pregonando a los cuatro vientos lo que la muchachada del tank tank de la FAES piensa por él: que los socialistas son terroristas (porque rima y porque él lo dice) , que la desintegración de España es un hecho consumado (y uno mira por la ventana y ni flowers) y que su pensamiento es importante (como en aquella conferencia que dio en Nueva York, que hubo que regalar las entradas porque no venían ni los mendigos del subway).
Y ahora eso le ha traído problemas. Resulta que la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos prohíbe expresamente a los extranjeros meterse en política. Aznar siempre ha sido un feroz defensor de la Constitución Española (o eso dice) pero al parecer la de los demás le trae al pairo (¿alguien se esperaba otra cosa?) y se puso a defender la elección del candidato de la derecha en las elecciones mexicanas. No es nada grave (le pegarán un par de collejas verbales y le mandarán a casa) pero prueba el patetismo de su situación actual, viajando por el mundo como un profeta desatado, predicando la verdad de su pensamiento y la maldición del zapaterismo.
El punto más bajo hasta ahora ha sido quedarse sólo (24 votos a 1) en el Consejo de Estado (llamado cariñosamente el Cementerio de Elefantes) donde los malditos infieles (muchos padres de la Constitución entre ellos) han decidido unirse con la izquierda separato-comunista en lugar de seguir el pensamiento del Prohombre del Siglo XXI. Para evitar mayores humillaciones a éste que ha sido el resurrector de la derecha hispana, propongo públicamente una cuestación para llevarle a un lugar tranquilo y apacible donde pueda pasar el resto de su vida en paz y silencio: sobre todo silencio. Pongan huchas en las mesas petitorias del día de la banderita (de España) donde el legado de José María Aznar está más vivo que nunca: los fachas toman la calle. Esperemos que al menos tengan consideración con el que los devolvió allí.
Seguiremos informando.
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