El año 2003 se celebraron elecciones al parlamento provincial de Quebec (aquí lo llamaríamos parlamento autonómico, allí lo llaman “Assemblée Nationale” y nadie se rasga demasiado las vestiduras). El Parti Québécois, que llevaba gobernando ininterrumpidamente casi diez años, basó su campaña en la insistencia de la necesidad de un gobierno nacionalista para avanzar hacia la independencia. El primer ministro, Bernard Landry, llegó a soltar el órdago de que su objetivo de campaña fuese que para la Cumbre de las Américas de 2008 Quebec ya estuviese representada. El Partido Liberal, la oposición, prefirió centrar su campaña en el deplorable estado de la sanidad pública quebequense y en ofrecer a los padres guarderías a 5 dólares canadienses (3 euros) la hora. El Partido Liberal ganó las elecciones. El PQ no supo reaccionar, y hoy es el tercer partido de Quebec.
Si eres un partido nacionalista, lo mejor que te puede pasar es que se hable de nacionalismo, porque es lo que mejor se te da. Es lo que están intentando en España, con mayor o menor éxito, el Partido Bigotista y el Partido Nacionalista Vasco.
Todo ésto viene por la insistencia del lehendakari Ibarretxe en convocar un referendum de autodeterminación. Cualquier persona que tenga un mínimo conocimiento de política vasca sabe que, aquí y ahora, en un referéndum de autodeterminación (ergo, de independencia, porque qué más autonomía puede transferirse al País Vasco) que haga una pregunta con una mínima claridad, gana el “no”. Puede que el “sí” gane en Guipúzcoa por lo mínimo, pero en Vizcaya el “no” ganaría (aunque con apuros) y en Álava dudo que el “sí” llegue al 30%. Todo ésto se sabe a la perfección en el Euskadi Buru Batzar.
Pero es que el PNV necesita éste órdago como el comer. El PNV lleva gobernando en el País Vasco, sólo o en coalición, desde 1979. Y cuándo se lleva tanto tiempo en el poder, aunque sea por cansancio, crece la fracción del electorado que piensa que un cambio no vendría mal.
Y con el actual tripartito soltándose por las costuras por la mínima (y un Parlamento Vasco dividido donde los malabarismos políticos están al orden del día) un golpe de mano político de éste calibre le viene al PNV como anillo al dedo. Basta con que se suban todos al carro del debate de la autodeterminación para que desaparezca del debate político cómo están administrando el País Vasco el PNV y sus socios; es decir, sanidad, educación, carreteras, en suma, lo que afecta a la vida cotidiana de las personas. Y, desaparecido ésto, envueltos todos en las banderas, zás, nuevas elecciones y nueva mayoría para el PNV.
Lo que haría realmente daño al PNV es efectivamente eso, que la gente dejase de debatir sobre qué es ser un vasco y sus consecuencias políticas y pasase a preguntarse por qué la carretera que lleva al pueblo lleva quince años llena de agujeros y nadie hace nada al respecto.
Pero, terriblemente, parece cada vez más utópico; el bigotismo, que también está preocupadísimo por los problemas reales de la gente como son si el ayuntamiento de Castellvell de la Pularda cuelga o no la bandera española del balcón o si los gays son o no son personas como las demás, no tendrá ningún problema en saltar a la vagoneta de las guerras simbólicas.
Queda el PSE. Que Dios nos coja confesados.
Seguiremos informando.
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