A pocos ya les quedaba la duda, pero ayer el Gobierno de España demostró, una vez más, que forma parte de esa privilegiada clase, que, como Héctor Cúper o Italia (en general) se demuestra maestra en el arte de convertir las victorias en derrotas.
Ayer se aprobó la Ley de Economía Sostenible. Técnicamente, una batería de medidas destinadas a flexibilizar y agilizar la economía española, haciendo más fácil y rápido el recalentar la economía y - por fin - salir de la crisis.
¿Quién habla hoy de la Ley de Economía Sostenible? Nadie. Solo se habla de la única parte que no ha pasado el trámite parlamentario: la Disposición Final Segunda, una página en más de una centena. En consecuencia, cualquier impulso político que el Gobierno pueda haber conseguido de la aprobación de la LES queda obnubilado hasta la intranscendencia por la cagada supina (no hay otro nombre) que supone intentar pasar una ley impopular, en un entorno hostil, con elecciones a la vista, un gobierno en minoría y muy, muy atrás en las encuestas.
Y ésta cagada supina (insisto) no tiene otra responsable que la ministra de Cultura, deseosa de dejar atado y bien atado "lo suyo" sin ninguna consideración acerca de las consecuencias que su cabezonería podría tener para la imagen pública del partido y del Gobierno. Lo mínimo que debería hacer es presentar su dimisión ante el Presidente del Gobierno. Y es la obligación del presidente aceptarla y echar del Gobierno a éste lastre.
Dejando aparte la pregunta de que si era necesaria la ley o no (mis opiniones son aún contradictorias al respecto) ¿Era urgente? ¿Qué porcentaje de nuestro PIB representa Internet? ¿Qué porcentaje representaría aun aprobada la ley? ¿Era necesario enfrentarse a viento y marea cabreando aún más a una opinión pública ya bastante predispuesta a creerse las mandangas de la derecha y de la izquierda jipiosa que consideran que el PSOE está creando un estado autoritario? ¿Quién, dentro del Partido Socialista, ha sido incapaz de comprender que no es hora de desgastarse por estupideces? ¿Quién ha sido incapaz de ver que el bigotismo está más que encantado de hacer demagogia en éste asunto, máxime cuando ya desde hace tiempo demuestra un desprecio invencible por la cultura española en general, que ve como una pérdida de tiempo y de dinero? En ésto no se puede culpar a la ministra: la ministra es una "técnica", fue nombrada para representar a los suyos, y ha hecho (mal) lo que se esperaba de ella. La responsabilidad última es de la coordinación política del partido, que no ha sabido entender que en tiempos de crisis uno se desprende de las chorradas, especifica el mensaje y martillea hasta que haga sangre. Y la protección de la propiedad intelectual, con la que está cayendo, debe de estar muy abajo en la lista de prioridades del Ejecutivo.
Otro error, otra victoria desperdiciada. Lloraremos por las oportunidades perdidas.
Seguiremos informando.