martes, 1 de marzo de 2011

Venga a por ella

Hará unos días unos famosos blogueros empezaron una campaña titulada, de forma bastante original, "No les votes". El argumento de ésta simpática muchachada es que la aprobación de la Ley Sinde (que no es una ley, es una disposición adicional de una ley más compleja y bastante más importante, así que empezamos bien) demuestra empíricamente que PP y PSOE son lo mismo y que actúan en malvada comandita en colusión con los intereses reales del pueblo, o, por lo menos, del pueblo con Twitter. En consecuencia, el pueblo, es decir, el pueblo con Twitter, debe mostrar gráficamente su repudio a ésta agresión no votando a los dos partidos mayoritarios.

Mucha gente cercana al PSOE se lo ha tomado a cashondeo. Especialmente hilarante es la campaña paralela "No compres yates", basada, según sus organizadores, en el mismo principio: negarse a hacer algo que no se tenía pensado hacer desde el principio.

Yo, como soy de esa clase de cretino que se toma la democracia en serio, prefiero, por principio, no reírme de la gente así de cara. Es mejor detenerse un poco, escuchar sus argumentos, intentar comprenderlos y, una vez comprendidos, tener más y mejor material para, si está justificado, partirme la caja con ellos en condiciones.

Mi principal problema con la campaña "No les votes" reside en su simplicidad. Sí, sé que sus organizadores se han lanzado a explicar, por activa y por pasiva, que la campaña no se detiene en pedir que no se vote: que se proponen soluciones constructivas, etcétera. Pero es que lo que la gente ve, en Twitter y en todas partes, es un simple mensaje: #nolesvotes. Eso son once caracteres de información: ochenta y ocho bits. Hay programadores de cafeteras más complejos que eso. Y lo que hacen esos ochenta y ocho bits, por más que los que lo pusieron ahí intenten complementarlo con millares de bits más en decenas de artículos explicándose, es perpetuar el mensaje favorito de la derecha en general y de la española en particular, que nos llevan martilleando en la cabeza desde, sin exagerar, siempre: los políticos, sin excepción, son una casta aparte, dedicada a robar, mentir e ignorar los intereses del ciudadano corriente.

Ese tópico es, a mi humilde entender, el mayor enemigo de la democracia. Punto. Convertir a los políticos, es decir, a la gente que elegimos para que nos gobierne, en "ellos", en "esos", es crear una barrera infranqueable, un muro de Berlín, un apartheid social que divide a la "gente normal", es decir, los ciudadanos de a pie, de "los políticos", esos seres malvados, lamebotas y vendidos, que impiden el bienestar del pueblo, la paz en el mundo, y que no podamos ver la tercera temporada de "Glee".

Por cierto, un disclaimer: Soy consciente de que mi opinión sobre la protección de la cultura en Internet ha sido abiertamente neurasténica, pero mi posición actual está a favor de la piratería - lean mis artículos anteriores sobre el tema - y siempre he dudado de la oportunidad política de la aprobación de la "ley" Sinde. Así que no es que esté en contra de ésta muchachada por socialista: lo estoy por demócrata.

Eso también me permite recordar a los fumboleros (los que ven la política como una suerte de carreras de cuádrigas constante y que están con su equipo (léase partido) "manquepierda") que la culpa del desprestigio actual de la política no es, ni mucho menos, exclusividad de la derecha. Todos los partidos políticos en general, sin excepción que yo conozca, han fallado en algún momento a los ciudadanos en dos de sus funciones más importantes: primero, incentivar a los ciudadanos a ser políticamente activos, más allá del mero acto de votar; y segundo, y más sangrante, en su función de selección de élites. Los partidos políticos deberían ser estructuras destinadas a canalizar a la ciudadanía políticamente activa para que ésta pueda ejercer su derecho constitucional de participar en la vida pública de la forma más plena posible: y deberían ser estructuras destinadas a seleccionar a los hombres y mujeres más capaces, inteligentes, humanos, honrados y cabales para ocupar las máximas posiciones del Estado.

Desgraciadamente, eso, que yo sepa, no sucede. La mayor parte de la culpa la tiene el desprestigio de la política: como bien me dijo una vez mi estimado amigo Hidalgo, si todo el mundo piensa que en política solo hay trepas y engañados, en política solo se van a meter los trepas y los engañados. Pero es que tampoco hacemos fácil la vida a los que superan esos tópicos y se interesan por participar. Entrar en una agrupación política es, salvo excepciones,
desanimador en el mejor de los casos y desesperante en el peor. Normalmente uno se encuentra al entrar con un culebrón épico de rivalidades internas, o con ocho personas llevándose a la perra con otras siete por cuatro sillas; un mundo donde invariablemente hay un núcleo de cretinos extremistas para los que toda duda es una disensión y toda divergencia es una traición; un mundo, en suma, donde hay que tragar quina a paladas para poder hacer algo constructivo, y donde parece que todo el mundo conspira para abofetear al bienintencionado. No todo el mundo aguanta, y menos la gente con talento, que puede estar haciendo cualquier otra cosa más reconocida y mejor remunerada y no tragar tanta bosta.

En consecuencia, no es sorprendente que entre los que ocupan cargos públicos hayan cretinos y ladrones. Lo sorprendente, e increíble, es lo contrario, es decir, que haya tanta gente increíblemente brillante, honrada e inteligente ocupando cargos de relevancia ahora mismo. Desafortunadamente, a los ojos de los ciudadanos ésto no basta. Cada político honrado, cada político inteligente, paga en carne propia el hecho de que haya otros que no lo son. Cada caso de podredumbre política sirve para enterrar un poco más la reputación de la gente que trabaja en serio al servicio de los ciudadanos.

Ante ésta situación, la respuesta más fácil y reconocidamente popular es asumir la tesis de que todos son iguales y que lo que hay que hacer es pasar del sistema. Pero lo que no cuenta nadie es que el hecho de ignorar el sistema no altera un ápice ni su funcionamiento ni su existencia. El negarse a participar implica reconocer tácitamente que las cosas van bien como están. Y dejar la democracia en manos de los fanáticos, de los acríticos, de los que votan mecánicamente y sin pensar, es decir, de la misma gente que hace que el sistema esté como esté, y que, como bien sabemos, son mayoritariamente de derechas.

Otra gente propugna la revolución. Consideran que no hay forma de cambiar un sistema que les oprime, y que la única forma de acabar con la opresión es derribarlo. Muy bonito, pero toda revolución implica que los oprimidos pasan a ser opresores y al revés, y lo que queremos aquí es acabar con la pelea, no perpetuarla. Y, no, lo de exterminar a los oprimidos no funciona, y desgraciadamente, no es porque no se haya intentado.

Una persona que se considere a sí misma interesada en política nunca debe ignorar o despreciar el descontento de un ciudadano. El descontento es el principio motor de cualquier acción política. El descontento implica que no se está satisfecho de una situación. Pero el descontento solo no basta. El descontento solo no hace nada, solo existe en su mundo quejoso.

El desprecio a la política del que hablamos es el que lleva a muchos ciudadanos españoles, perfectamente capaces de colaborar en hacer de éste país un lugar mejor, a considerar que su responsabilidad para con éste país nuestro empieza y termina en su capacidad de reclamar de lo que está mal. Al fin y al cabo es la única posición donde uno será unánimemente aplaudido. Defender algo, trabajar por algo, luchar por algo, ah, amigos, eso es otra cosa muy distinta. Implica salir a la palestra, tomar partido, discutir y, sí, ser insultado y despreciado.

Permítanme que les recuerde una cosa: los políticos no son una especie alienígena. Si no le gustan los políticos, se puede ir más allá de elegir otros: usted puede ser uno de ellos. Si no le gustan los partidos que hay, funde uno. Si cree usted que el PSOE (por ejemplo) debería ser más de izquierdas, vaya a su agrupación más cercana, afíliese y defienda sus ideas.

Si realmente no le gusta como las cosas se llevan en éste país, si usted de verdad quiere que España sea un país más justo, más democrático, más honrado, un país donde todos tengan derecho a la sanidad pública, a la educación pública y a ver episodios de los Soprano en DivX con pésimos subtítulos argentinos, salga ahí y de la cara. Lleve sus ideas a la calle, a los congresos del partido, al Congreso de los Diputados.

Porque no sé si se ha dado cuenta, los reaccionarios ya lo han hecho. Activos, ubicuos, movilizados, luchan a diario porque España sea una seudoteocracia anarcocapitalista, donde solo haya tres certidumbres en la vida: Dios, Patria y Libertad de Mercado. Ellos se están moviendo. Y es de ellos que debería preocuparse.

Porque ahí sentado, con esos ochenta y ocho bits de rebeldía de palo, no va a conseguir más que ver como esas pequeñas libertades que teme perder no van a ser nada comparadas con las libertades que va a perder de verdad.

La democracia representativa funciona cuando nos importa. Es suya. Venga a por ella.

Seguiremos informando.

11 comentarios:

Jose dijo...

Estupendo llamamiento a reaccionar! Felicidades por tu post

Fer dijo...

Me quito el sombrero. Has reflejado a la perfección el sentimiento de quienes no tenemos la más mínima intención de decantarnos por una opción u otra: los del #nolesvotes son, además de leístas, partidarios de la imposición que denota ese hashtag.
Te recomiendo un artículo similar escrito por un conocido, titulado #Lesvotaráquienquiera:
http://botasdecarton.blogspot.com/2011/02/lesvotaraquienquiera.html

Mastropiero dijo...

"Una persona que se considere a sí misma interesada en política nunca debe ignorar o despreciar el descontento de un ciudadano"
Pues ya puedes empezar a preocuparte por el mío.

De acuerdo contigo a no darles ni bola a los #nolesvotes, no creo que haya que enarbolar la bandera del descontento.

Ideológicamente comparto el programa de IU. Sin embargo, a día de hoy, no voy a votar en las próximas elecciones locales y autonómicas. Cuando veo en Santa Cruz de Tenerife que ATI (es decir, CC en Tenerife) gobierna desde el 78 ininterrumpidamente y que mi voto a IU no vale PARA NADA ni en las locales ni en las autonómicas... te pregunto: ¿para qué voto?

Me vas a perdonar, y dicho con todo el cariño, eso de "vaya usted a la Casa del Pueblo más cercana, afiliese y defienda sus argumentos desde dentro" es cuanto menos ingenuo.

Gracias por volver a escribir artículos en el blog, se echaba de menos.

Saludos

Carlos dijo...

La democracia es como las hadas: si dejas de creer en ella, se muere.

CardinalXiminez dijo...

Don Johan Sebastian:

¿Por qué debería usted votar? Usted me dice que está harto de que las decisiones políticas las tomen otros, los mismos. Si usted no vota, usted asume eso voluntariamente: se desentiende de la administración de su comunidad, de su isla y de su ciudad. Observe que es la pescadilla que se muerde la cola: a mi partido lo votan cuatro; no voto, con lo que a mi partido le votan tres. Vote para dejar claro al próximo gobierno municipal que hay chicharreros de IU y que están involucrados en la vida de su ciudad. Repito lo que digo en el artículo: la democracia funciona cuando nos importa. Movilícese y movilice a los demás. Extienda sus ideas. Haga ruido. Intente convencer. Claro está, para que pase todo ésto debería usted estar interesado en serio en cambiar su ciudad, a su entender, a mejor. Si es así, dese una vuelta por ahí, y verá como no es el único.

Mastropiero dijo...

Tienes razón! (permita que le tutee ilustre Cardinal)

Y como siempre, iré a votar, por las mismas razones que me señalas y por alguna más!! Pero estoy en una fase pesimista en la que pienso que en el Capitalismo actual la Democracia Real no existe.

Eso si, me sumo desde ya a la campaña #nocompresyates, una barca pa pescar es mucho más divertida.

Cuídese!!

Anónimo dijo...

En "No les votes" no se insta a no votar. Se pide que no se vote a PSOE, PP Y CIU.
Es cierto, quizá no hayan escogido el mejor eslogan. Cuando lo vi, también lo pensé, es como que animan a la abstención, pero en todo caso tienen un mal publicista, no mala intención.
Aun así, no creo que se tenga que menospreciar a como lo llamas, "la muchachada". Esa "muchachada” lee y se informa como cualquier ciudadano con inquietudes, son votantes capaces, con ideas tan validas como las de cualquiera. Y no creo (o espero a modo personal), que se queden solo con el eslogan vacio de "no les votes". Sabrán mirar más allá y decidirse por el partido que prefieran. Y esto incluye PSOE, PP Y CIU si son de su interés.
Que al fin y al cabo ahí reside la cuestión, en escoger, da igual a quien. Es más, si tu idea es no votar, y es una cuestión de principios y no de perrería o simple desinterés. Por mi, y si es tu convencimiento, como dice el eslogan: “No les votes”.
Lo que si destruye este sistema y cualquiera es el pasotismo o abuso de los implicados. No que grupos de ciudadanos, “muchachada” o no expresen sus ideas. Lastima lo del mal eslogan, pero esperemos que la gente con inquietud no se quede ahí, siga leyendo y se informe para decidir.

Cuervo Blanco dijo...

Suscribo las palabras del anterior Anónimo.

Aserraderos McNeil dijo...

"Y dejar la democracia en manos de los fanáticos, de los acríticos, de los que votan mecánicamente y sin pensar, es decir, de la misma gente que hace que el sistema esté como esté, y que, como bien sabemos, son mayoritariamente de derechas."
¿Y también son el toro que mató a Manolete? Cuando os poneis la camiseta no hay quien os aguante.

CardinalXiminez dijo...

Como respuesta al anónimo:

Creo haber dejado claro que aplaudo cualquier iniciativa que suponga una articulación política en favor de unas ideas. Espero igualmente haber dejado claro que mi desprecio va destinado específicamente a los arreglaespañas de bar que tienen épicos y definitivos proyectos para salvar al país de las ruinas presentes y futuras pero que no los ponen en práctica porque total pa qué. No he puesto en duda que la gente detrás de "no les votes" sea culta, preparada y con inquietudes: pero de nada sirve tanta preparación, cultura e inquietud política si su acción política se resume a despreciar el sistema. Ahora, insisto, tengo clarísimo que hay centenares de argumentos para no votar a los grandes partidos. Algunos los comparto, otros no, con otros estoy plenamente en desacuerdo, pero ahí están y son perfectamente válidos. Lo que temo, y lo que me provoca recelos acerca de "no les votes" es que no hay ninguna respuesta, ninguna voluntad de acción común aparte de no votar a los partidos mayoritarios. Usando una metáfora un poco a desmano, se ha abierto una espita en la opinión pública por la cuál se derrama el descontento ciudadano. Pero si ese descontento no se canaliza, si no se contiene, simple y llanamente se desperdicia. Y el domingo de las elecciones, si uno únicamente tiene la convicción de que no hay que votar a los grandes, en la mayoría de los casos la gente se queda en casa.

Entonces, o alguien aquí me dice qué hay que hacer aparte de no votar a los que votaron sí a la "ley Sinde" (y si no es por eso dígame entonces por qué esos y no otros) o, por mi parte, me voy a seguir arrogando el derecho de seguir llamando a ésta gente muchachada.

CardinalXiminez dijo...

Al señor McNeil:

No tengo constancia de que Islero fuese de derechas, pero me imagino que en 1947 hasta a los toros les hacían jurar los Principios del Movimiento.