Ayer, como ya les contaba, pedí ideas para artículos en el Caralibro. Ya había empezado a escribir un par de artículos sobre lo de Vic, pero éste es uno de éstos temas que me tocan la moral y me tientan a pisar el teclado con los pies en lugar de con las manos. Pero claro, si me pide que escriba sobre ello don Javier, el segundo navarro favorito de éste su blog (lo siento, don Javier, es que los primeros mandan chistorra de vez en cuándo) pues no tengo más remedio que ponerme a ello.
Axioma: los ayuntamientos adoran empadronar gente. Cuánta más mejor. Fundamentalmente porque las transferencias de fondos del Estado y de las autonomías a los municipios se calculan según la población empadronada, así que no es sorpresa que, a la hora de la verdad, cuándo salen las cifras del censo decenal - que éste sí se lleva de forma más seria - la discrepancia entre el censo y el padrón asciende invariablemente a un par de millones de personas. Por otra parte, el número de inmigrantes ilegales que llega a España se ha reducido considerablemente (Las cifras no son mías, son del Ministerio del Interior). Y de los inmigrantes que ya residen en Cataluña, es relativamente dudoso que para una población inmigrante mayoritariamente musulmana sea destino preferente una ciudad que vive de sus grasientamente deliciosos embutidos de gorrino.
Todo ésto se resume en que, a mi entender, la maniobra del alcalde de Vic tiene un efecto práctico pasmosamente limitado - ¿cuánta gente pensaba empadronarse en Vic, de todas maneras? - pero ha servido y sirve de terrible globo sonda para ver en qué medida la inmigración va a afectar a las ya próximas elecciones catalanas.
Para CiU y ERC, la inmigración no es un problema siempre y cuándo los inmigrantes se hagan a la cultura del país: la joven Amrita puede pasearse perfectamente por el Raval envuelta en su sari, en tanto en cuanto salude con un correcto "bona nit" a sus vecinos de escalera, y el pequeño Mohamed es bienvenido en su colegio siempre y cuándo dé un buen "enxaneta" en la colla castellera de su pueblo. El conflicto viene, naturalmente, cuándo no todo el mundo está dispuesto a cantar las delicias de la botifarra amb mongetes, ni aprender catalán cuándo se puede expresar perfectamente en buen bengalí. Para el PSC la inmigración no debía ser un problema, y si lo fuera ya podrían empezar sacando al cordobés ese de ahí.
La medida del alcalde de Vic ha sido, en consecuencia, una maniobra política para segar la hierba bajo los pies del segundo partido municipal, un patibulario partido de extrema derecha llamado Plataforma per Catalunya. Hay que recordar que partidos como éste no son muy populares en el resto de España dado la popularidad del bigotismo y la desvalorización del patrioterismo hispano, pero en Cataluña, donde el PP es un chiste malo y la mayoría de la gente saca la senyera a poco que el Barça pase de octavos, es una historia bien distinta.
Pero lo terrible es que, llegadas las noticias a Barcelona, ningún partido, salvo Iniciativa (que, total, no tiene otra alternativa que ser proinmigración) tomó la medida sensata, que es cruspir a collejas a sus grupos municipales vigitanos. Más bien se inventaron una mala excusa (es que hay que consultar con los servicios jurídicos, es que todavía no es una decisión firme...) y se sentaron alrededor de una mesa a esperar las encuestas y ver en qué medida afectaba todo eso a sus campañas.
Obviamente, en Madrid, el PSOE, que no tiene ninguna urgencia electoral por delante, inmediatamente empezó a gritarle (discretamente) a Montilla en la oreja para que parase con ésta insensatez; por fin, y casi una semana más tarde, le ha hecho caso. Mientras, el bigotismo, que en Vic ni pincha ni corta, ha visto el cielo abierto. Como saben, Dios libre al PP de hablar de inmigración; pero en el momento en el que otra persona, sea el alcalde de Vic o el del Ejido, suelta la brutalidad que el PP piensa pero no se atreve a decir, salta alguien - nunca Mariano, of course - a decir que puede que sí, que haya demasiado moro suelto.
De los partidos catalanes, CiU no me preocupa: inmediatamente saldrá alguien de Unió a dar de collejas a quién se ponga demasiado farruco - o al revés. Sin embargo, sí me preocupa ERC. Osona - la comarca de Vic - es uno de los bastiones del independentismo: en la última consulta-show fue la comarca donde mayor participación hubo (alrededor del 40% del censo votó por el sí). Si la izquierda independentista hace la regla de tres y descubre que para contentar a un independentista hay que ponerse duro con los extranjeros, podemos tener un problema aún más serio.
Seguiremos informando.
Axioma: los ayuntamientos adoran empadronar gente. Cuánta más mejor. Fundamentalmente porque las transferencias de fondos del Estado y de las autonomías a los municipios se calculan según la población empadronada, así que no es sorpresa que, a la hora de la verdad, cuándo salen las cifras del censo decenal - que éste sí se lleva de forma más seria - la discrepancia entre el censo y el padrón asciende invariablemente a un par de millones de personas. Por otra parte, el número de inmigrantes ilegales que llega a España se ha reducido considerablemente (Las cifras no son mías, son del Ministerio del Interior). Y de los inmigrantes que ya residen en Cataluña, es relativamente dudoso que para una población inmigrante mayoritariamente musulmana sea destino preferente una ciudad que vive de sus grasientamente deliciosos embutidos de gorrino.
Todo ésto se resume en que, a mi entender, la maniobra del alcalde de Vic tiene un efecto práctico pasmosamente limitado - ¿cuánta gente pensaba empadronarse en Vic, de todas maneras? - pero ha servido y sirve de terrible globo sonda para ver en qué medida la inmigración va a afectar a las ya próximas elecciones catalanas.
Para CiU y ERC, la inmigración no es un problema siempre y cuándo los inmigrantes se hagan a la cultura del país: la joven Amrita puede pasearse perfectamente por el Raval envuelta en su sari, en tanto en cuanto salude con un correcto "bona nit" a sus vecinos de escalera, y el pequeño Mohamed es bienvenido en su colegio siempre y cuándo dé un buen "enxaneta" en la colla castellera de su pueblo. El conflicto viene, naturalmente, cuándo no todo el mundo está dispuesto a cantar las delicias de la botifarra amb mongetes, ni aprender catalán cuándo se puede expresar perfectamente en buen bengalí. Para el PSC la inmigración no debía ser un problema, y si lo fuera ya podrían empezar sacando al cordobés ese de ahí.
La medida del alcalde de Vic ha sido, en consecuencia, una maniobra política para segar la hierba bajo los pies del segundo partido municipal, un patibulario partido de extrema derecha llamado Plataforma per Catalunya. Hay que recordar que partidos como éste no son muy populares en el resto de España dado la popularidad del bigotismo y la desvalorización del patrioterismo hispano, pero en Cataluña, donde el PP es un chiste malo y la mayoría de la gente saca la senyera a poco que el Barça pase de octavos, es una historia bien distinta.
Pero lo terrible es que, llegadas las noticias a Barcelona, ningún partido, salvo Iniciativa (que, total, no tiene otra alternativa que ser proinmigración) tomó la medida sensata, que es cruspir a collejas a sus grupos municipales vigitanos. Más bien se inventaron una mala excusa (es que hay que consultar con los servicios jurídicos, es que todavía no es una decisión firme...) y se sentaron alrededor de una mesa a esperar las encuestas y ver en qué medida afectaba todo eso a sus campañas.
Obviamente, en Madrid, el PSOE, que no tiene ninguna urgencia electoral por delante, inmediatamente empezó a gritarle (discretamente) a Montilla en la oreja para que parase con ésta insensatez; por fin, y casi una semana más tarde, le ha hecho caso. Mientras, el bigotismo, que en Vic ni pincha ni corta, ha visto el cielo abierto. Como saben, Dios libre al PP de hablar de inmigración; pero en el momento en el que otra persona, sea el alcalde de Vic o el del Ejido, suelta la brutalidad que el PP piensa pero no se atreve a decir, salta alguien - nunca Mariano, of course - a decir que puede que sí, que haya demasiado moro suelto.
De los partidos catalanes, CiU no me preocupa: inmediatamente saldrá alguien de Unió a dar de collejas a quién se ponga demasiado farruco - o al revés. Sin embargo, sí me preocupa ERC. Osona - la comarca de Vic - es uno de los bastiones del independentismo: en la última consulta-show fue la comarca donde mayor participación hubo (alrededor del 40% del censo votó por el sí). Si la izquierda independentista hace la regla de tres y descubre que para contentar a un independentista hay que ponerse duro con los extranjeros, podemos tener un problema aún más serio.
Seguiremos informando.
1 comentario:
Nada de lo que diga va a hacer justicia a la ilusión que me ha hecho, si hasta me faltaba el aire mientras se lo leia a mi novia...
Con respecto al artículo nada que añadir, queda absolutamente claro.
Publicar un comentario