Nuestros vecinos lusitanos tienen un particular interés por sus ex-colonias. Un escritor brasileño, que vivió en Portugal a finales de los 80, criticaba el hecho de que leyendo las noticias en Portugal se supiese más sobre Jonás Savimbi que sobre Helmut Kohl. Los portugueses gastan enormes cantidades de tiempo y energía en incentivar las relaciones de los países lusófonos tanto bi, como multilateralmente. Y a pesar de que Portugal es un mojón, el asunto es que funciona. Fue Portugal la que medió para acabar con las brutales guerras civiles en Angola y Mozambique, y fue Portugal la única voz en Europa contra la ocupación indonesia de Timor Oriental. Hoy, con la manifiesta excepción de Guinea-Bissau, las ex-colonias portuguesas en África, América y Asia son países democráticos que, lenta pero decididamente, avanzan hacia el desarrollo.
Al otro lado de la raya, como saben, la situación es justamente la opuesta. Nuestra ya difunta política colonial - o más bien la falta de ella - nos ha llevado a lo largo del siglo XX a salir literalmente corriendo de donde quiera que estuviésemos asentados. Tanto en el Protectorado de Marruecos, en 1956, como en Guinea, en 1966, firmamos deprisa y corriendo y entregamos las llaves de la casa a cualquiera que quisiese hacerse cargo del tema; en el Sáhara, en 1975, ni siquiera firmamos nada: dejamos las llaves en la puerta y salimos por pies.
El resultado, naturalmente, está ahí para cualquiera que lo quiera ver: Guinea Ecuatorial es un agujero sacado de una novela de Frederick Forsyth (con sus perros de la guerra y todo) y en el caso del Sáhara no hay día en el que no nos froten en la cara las responsabilidades que no queremos asumir.
Y nuestras responsabilidades en el Sáhara consisten en que debemos liderar la mediación entre Marruecos y el Polisario para llegar a una solución negociada. Ni más ni menos.
Pero el hecho incontestable es que preferimos, sin dudarlo, garantizar que el gas argelino llegue a los fogones y a las calderas de los españoles; que el comercio con Marruecos prospere; que Ceuta y Melilla sigan siendo lo que son. Mientras, nos conformamos con traernos a doscientos niños cada año, para que vean lo que es una piscina. Dolorosamente, el impasse nos resulta la mejor opción, y es por eso que por mucho que en la Plaza de la Provincia se empeñen en pasar el mensaje de que "estamos trabajando en ello", la verdad es que por Aminatou Haidar, y por nadie, estamos dispuestos a mover un dedo.
Pragmáticamente, tendría que estar de acuerdo. Pero algo me pesa dentro. Mucho.
Seguiremos informando.
Al otro lado de la raya, como saben, la situación es justamente la opuesta. Nuestra ya difunta política colonial - o más bien la falta de ella - nos ha llevado a lo largo del siglo XX a salir literalmente corriendo de donde quiera que estuviésemos asentados. Tanto en el Protectorado de Marruecos, en 1956, como en Guinea, en 1966, firmamos deprisa y corriendo y entregamos las llaves de la casa a cualquiera que quisiese hacerse cargo del tema; en el Sáhara, en 1975, ni siquiera firmamos nada: dejamos las llaves en la puerta y salimos por pies.
El resultado, naturalmente, está ahí para cualquiera que lo quiera ver: Guinea Ecuatorial es un agujero sacado de una novela de Frederick Forsyth (con sus perros de la guerra y todo) y en el caso del Sáhara no hay día en el que no nos froten en la cara las responsabilidades que no queremos asumir.
Y nuestras responsabilidades en el Sáhara consisten en que debemos liderar la mediación entre Marruecos y el Polisario para llegar a una solución negociada. Ni más ni menos.
Pero el hecho incontestable es que preferimos, sin dudarlo, garantizar que el gas argelino llegue a los fogones y a las calderas de los españoles; que el comercio con Marruecos prospere; que Ceuta y Melilla sigan siendo lo que son. Mientras, nos conformamos con traernos a doscientos niños cada año, para que vean lo que es una piscina. Dolorosamente, el impasse nos resulta la mejor opción, y es por eso que por mucho que en la Plaza de la Provincia se empeñen en pasar el mensaje de que "estamos trabajando en ello", la verdad es que por Aminatou Haidar, y por nadie, estamos dispuestos a mover un dedo.
Pragmáticamente, tendría que estar de acuerdo. Pero algo me pesa dentro. Mucho.
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