Reconozcámoslo como niños frikis que somos: cuándo nos dicen Okinawa pensamos en el señor Miyagi. Para los japoneses es un tema bastante más serio: en su imaginario nacional es, más o menos, su equivalente a Gibraltar. Y acaba de provocar la caída del gobierno japonés.
Las islas Ryukyu, de las cuáles la más importante es Okinawa, donde está la capital, Naha, son el puente entre Japón y Taiwan. Geográfica y culturalmente tienen pequeñas pero apreciables diferencias con el resto de Japón: para empezar, tienen unas playas tropicales que te cagas.
Tras la II Guerra Mundial los Estados Unidos se hicieron oficialmente cargo de la defensa de Japón: el nuevo estado japonés solo tendría derecho a tener una pequeña fuerza armada, tan cutre que ni siquiera podría llamarse ejército (el nombre oficial sigue siendo Fuerzas de Autodefensa). La obligación estadounidense de defender Japón se haría efectiva puntillando de bases americanas todo el territorio japonés.
Sin embargo, en las Ryukyu, principal puerta de entrada al Mar de la China Oriental, los americanos ni siquiera se dieron al trabajo de consultar con los japoneses: simplemente ocuparon sin más las islas, hicieron del dólar americano la moneda oficial e incluso obligaron a conducir por la derecha.
En 1972, con la resaca de la Guerra de Vietnam, los estadounidenses devolvieron Okinawa a los japoneses y desactivaron algunas de las bases que tenían allí - retirando las cabezas nucleares y llenando Estados Unidos de militares que, en gran parte, se hicieron instructores de karate, iniciando una fiebre por los rompeladrillos -. Sin embargo, la mayoría de las bases se quedó y, dentro del acuerdo nipo-americano, las bases, y los soldados que en ella residen, tienen extraterritorialidad - es decir, tienen su propio sistema judicial y tribunales militares.
Por aquél entonces, la nueva generación de japoneses, que había vivido siempre en la potencia económica que ya era y hoy es Japón, se empezaba a preguntar el por qué de tanta base, y empezó a protestar contra la presencia de los americanos. Aunque, dentro de la habitual política japonesa de pasar olímpicamente de la gente, las bases no se movieron, los americanos tampoco ayudaron: por ejemplo, en 1995 dos marineros alquilaron una furgoneta y secuestraron y violaron a una niña de doce años.
Llegamos a lo que nos ocupa hoy, la base aérea de los marines de Futenma, en Okinawa. El problema que tiene es que está en medio de una ciudad de unos 100.000 habitantes, lo que provoca no solo ruido y molestias, sino que hace que los accidentes sean potencialmente más jodidos: hace unos años se cayó un avión - en una universidad. Diversas presiones locales hicieron que, a regañadientes, los americanos aceptasen mover la base a otro punto de la isla.
El relativamente nuevo (desde septiembre del año pasado) gobierno japonés es una coalición de gente variopinta cuyo único punto en común es la tirria que le tienen al Partido Liberal Democrático, la versión nipona del PRI. El bueno del ya ex-primer ministro Hatoyama, para ganarse al Partido Social Demócrata (el antiguo Partido Socialista Japonés) e incorporarlo a su coalición, prometió durante la campaña que la base de Futenma no se trasladaría: más bien insistiría con los Estados Unidos para cerrar gradualmente la base. Conforme quedó claro de que la respuesta de los americanos era que nones (sobre todo con el miedo que hay a que los coreanos lleguen a las manos) y que Hatoyama tampoco es que fuese a meter demasiada presión en el tema, los del PSD dijeron que se iban por pies de la coalición. Y, en consecuencia Hatoyama dimitió ayer.
Una pena, pues: el primer gobierno (relativamente) progresista de Japón en mucho tiempo se hunde por prometer algo que, de primeras, no podía cumplir.
Seguiremos informando.
Las islas Ryukyu, de las cuáles la más importante es Okinawa, donde está la capital, Naha, son el puente entre Japón y Taiwan. Geográfica y culturalmente tienen pequeñas pero apreciables diferencias con el resto de Japón: para empezar, tienen unas playas tropicales que te cagas.
Tras la II Guerra Mundial los Estados Unidos se hicieron oficialmente cargo de la defensa de Japón: el nuevo estado japonés solo tendría derecho a tener una pequeña fuerza armada, tan cutre que ni siquiera podría llamarse ejército (el nombre oficial sigue siendo Fuerzas de Autodefensa). La obligación estadounidense de defender Japón se haría efectiva puntillando de bases americanas todo el territorio japonés.
Sin embargo, en las Ryukyu, principal puerta de entrada al Mar de la China Oriental, los americanos ni siquiera se dieron al trabajo de consultar con los japoneses: simplemente ocuparon sin más las islas, hicieron del dólar americano la moneda oficial e incluso obligaron a conducir por la derecha.
En 1972, con la resaca de la Guerra de Vietnam, los estadounidenses devolvieron Okinawa a los japoneses y desactivaron algunas de las bases que tenían allí - retirando las cabezas nucleares y llenando Estados Unidos de militares que, en gran parte, se hicieron instructores de karate, iniciando una fiebre por los rompeladrillos -. Sin embargo, la mayoría de las bases se quedó y, dentro del acuerdo nipo-americano, las bases, y los soldados que en ella residen, tienen extraterritorialidad - es decir, tienen su propio sistema judicial y tribunales militares.
Por aquél entonces, la nueva generación de japoneses, que había vivido siempre en la potencia económica que ya era y hoy es Japón, se empezaba a preguntar el por qué de tanta base, y empezó a protestar contra la presencia de los americanos. Aunque, dentro de la habitual política japonesa de pasar olímpicamente de la gente, las bases no se movieron, los americanos tampoco ayudaron: por ejemplo, en 1995 dos marineros alquilaron una furgoneta y secuestraron y violaron a una niña de doce años.
Llegamos a lo que nos ocupa hoy, la base aérea de los marines de Futenma, en Okinawa. El problema que tiene es que está en medio de una ciudad de unos 100.000 habitantes, lo que provoca no solo ruido y molestias, sino que hace que los accidentes sean potencialmente más jodidos: hace unos años se cayó un avión - en una universidad. Diversas presiones locales hicieron que, a regañadientes, los americanos aceptasen mover la base a otro punto de la isla.
El relativamente nuevo (desde septiembre del año pasado) gobierno japonés es una coalición de gente variopinta cuyo único punto en común es la tirria que le tienen al Partido Liberal Democrático, la versión nipona del PRI. El bueno del ya ex-primer ministro Hatoyama, para ganarse al Partido Social Demócrata (el antiguo Partido Socialista Japonés) e incorporarlo a su coalición, prometió durante la campaña que la base de Futenma no se trasladaría: más bien insistiría con los Estados Unidos para cerrar gradualmente la base. Conforme quedó claro de que la respuesta de los americanos era que nones (sobre todo con el miedo que hay a que los coreanos lleguen a las manos) y que Hatoyama tampoco es que fuese a meter demasiada presión en el tema, los del PSD dijeron que se iban por pies de la coalición. Y, en consecuencia Hatoyama dimitió ayer.
Una pena, pues: el primer gobierno (relativamente) progresista de Japón en mucho tiempo se hunde por prometer algo que, de primeras, no podía cumplir.
Seguiremos informando.
1 comentario:
Te adelantas a mis deseos, pues te iba a pedir un artículo sobre este hombre, del cual, por otra parte, solo sabíamos que compartía lecho y matrimonio con una abducida que se daba garbeos por Venus.
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