Seis meses después de la muerte de Federico Fellini, Silvio Berlusconi asumió por primera vez el cargo de Presidente del Consejo de Italia. Y desde entonces, hasta ahora, ha procurado vivir y actuar en el mismo espíritu dionisiaco y a la vez decadente que inspiró la obra felliniana.
Hay en el aire un aroma a fin de fiesta. La truculenta arrogancia del Cavaliere ha triunfado inspirando a la población el desprecio hacia la política, potentísimo instrumento de desmovilización social. Como recordarán, ese desprecio hacia la "política" y los "políticos", dicho de forma despectiva, es instrumento fundamental para el éxito del fascismo. (Éxito del que Franco tomó nota en su día; célebre frase del Caudillo: "Haga como yo. No se meta en política.") El problema de la derecha italiana es que Berlusconi se ha pasado tanto de rosca con sus boutades que ha atravesado la fina línea que separa a la alienación del cabreo puro y duro. Y está llegando al punto de que tiene a millones de italianos dispuestos a y, lo que es peor, que está desmovilizando a los sectores más tradicionales de su propio electorado.
Y eso sí que no: mientras fue divertido la derecha italiana abrazó el berlusconismo como si fuera suyo, pero ahora, con centenas de miles de electores católicos tradicionalistas rehuyendo las hazañas de las mil puttanas de Palazzo Chigi, el goteo se convertirá en una riada. Queda ver si la derecha italiana podrá recomponerse tras quince años de mesianismo berlusconiano; quién controlará la RAI, y sobre todo, si la izquierda italiana podrá reaccionar de una vez por todas ante su propio ombliguismo y formular una alternativa convincente.
Seguiremos informando.
Hay en el aire un aroma a fin de fiesta. La truculenta arrogancia del Cavaliere ha triunfado inspirando a la población el desprecio hacia la política, potentísimo instrumento de desmovilización social. Como recordarán, ese desprecio hacia la "política" y los "políticos", dicho de forma despectiva, es instrumento fundamental para el éxito del fascismo. (Éxito del que Franco tomó nota en su día; célebre frase del Caudillo: "Haga como yo. No se meta en política.") El problema de la derecha italiana es que Berlusconi se ha pasado tanto de rosca con sus boutades que ha atravesado la fina línea que separa a la alienación del cabreo puro y duro. Y está llegando al punto de que tiene a millones de italianos dispuestos a y, lo que es peor, que está desmovilizando a los sectores más tradicionales de su propio electorado.
Y eso sí que no: mientras fue divertido la derecha italiana abrazó el berlusconismo como si fuera suyo, pero ahora, con centenas de miles de electores católicos tradicionalistas rehuyendo las hazañas de las mil puttanas de Palazzo Chigi, el goteo se convertirá en una riada. Queda ver si la derecha italiana podrá recomponerse tras quince años de mesianismo berlusconiano; quién controlará la RAI, y sobre todo, si la izquierda italiana podrá reaccionar de una vez por todas ante su propio ombliguismo y formular una alternativa convincente.
Seguiremos informando.
3 comentarios:
Seguiremos escuchando comentarios del piltrafa este, pues seguirá en el Senado con cargo vitalicio...
JURAME que este caradura tiene los días contados y te creeré con los cojos cerrados!!
Mencionas el ombliguismo de la izquierda italiana. Me temo que la izquierda española está aquejada del mismo mal.
Ombliguismo y tendencia al fraccionamiento, dos enfermedades típicas de la izquierda. Y así nos va.
En lo que respecta a la festa prossima a finire de Berlusconi, comparto tu punto de vista. Ojalá no nos equivoquemos.
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