Bueno, ya pasaron las elecciones, ya cumplí con mis obligaciones, Dilma Rousseff fue elegida para la presidencia de la República Federativa de Brasil con 55 millones de votos, entre ellos el mío: la pregunta aquí es ¿y ahora qué?
Pues ese es el asunto: por ahora nada, salvo el debate lingüistico: ¿es "presidente" o "presidenta"? En portugués brasileño, presidenta queda bastante feo - y allí no tienen una RAE para que confirme qué es correcto. Pero aparte, las políticas actuales se mantendrán y supongo que hasta algunos ministros seguirán en el cargo.
El reto principal del gobierno Rousseff, a mi entender, es mejorar las infraestructuras del país. Y, sí, eso también tiene que ver con reducir la pobreza y el hambre: dado que la inmensa mayoría de la producción agrícola se mueve por (malas) carreteras, cada kilómetro de carretera bacheada, cerrada o inexistente es comida que se echa a perder, amén de productos manufacturados más caros, como textiles o medicinas. Mejorar la red de carreteras, construir o reparar los ferrocarriles que faltan, reformar los aeropuertos (el aeropuerto de São Paulo está prácticamente sin reformar desde su inauguración hace 25 años y se nota en cada esquina). Sin buenas infraestructuras el desarrollo de Brasil queda estrangulado en la raíz. El Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), la respuesta del gobierno Lula a la crisis y - según el propio Lula - criatura de la nueva presidenta - se está dedicando y se dedica precisamente a eso: a la mejora de las infraestructuras.
Igualmente, el nuevo gobierno deberá ocuparse de que salgan bien los proyectos de "prestigio", a saber, el mundial de fúmborl de 2014 y la olimpiada de Río de 2016. Eso implica, aparte del gasto en estadios (que aunque colaboren los clubes de fúmbo va a ser más que nada un gasto estatal) un gasto en infraestructuras extra, en especial la LAV Campinas - São Paulo - Rio de Janeiro.
Todo ésto me recuerda al "otro" presidente brasileño de origen eslavo, Juscelino Kubitschek, cuyo padre era checo. Durante su mandato (1956-1960) Brasil desarrolló una industria automovilística, se desarrollaron redes de carreteras y se construyó Brasilia. Por otro lado, la corrupción estuvo jovialmente presente durante todo el gobierno, y se emitió tanta moneda que se inició una espiral inflacionaria de la cuál Brasil tardó treinta años en salir. En todo caso el mandato de JK se recuerda con nostalgia - en parte por la sensación de que Brasil estaba al yendo hacia algún sitio, en parte por el Mundial de fúmbo, en parte por el inmenso magnetismo personal del presidente.
Supongo que el gobierno Rousseff será así, sin el magnetismo personal (por Dios, que mujer más siesa) y con más prudencia fiscal, quizás. Todo está por ver.
Seguiremos informando.
Pues ese es el asunto: por ahora nada, salvo el debate lingüistico: ¿es "presidente" o "presidenta"? En portugués brasileño, presidenta queda bastante feo - y allí no tienen una RAE para que confirme qué es correcto. Pero aparte, las políticas actuales se mantendrán y supongo que hasta algunos ministros seguirán en el cargo.
El reto principal del gobierno Rousseff, a mi entender, es mejorar las infraestructuras del país. Y, sí, eso también tiene que ver con reducir la pobreza y el hambre: dado que la inmensa mayoría de la producción agrícola se mueve por (malas) carreteras, cada kilómetro de carretera bacheada, cerrada o inexistente es comida que se echa a perder, amén de productos manufacturados más caros, como textiles o medicinas. Mejorar la red de carreteras, construir o reparar los ferrocarriles que faltan, reformar los aeropuertos (el aeropuerto de São Paulo está prácticamente sin reformar desde su inauguración hace 25 años y se nota en cada esquina). Sin buenas infraestructuras el desarrollo de Brasil queda estrangulado en la raíz. El Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), la respuesta del gobierno Lula a la crisis y - según el propio Lula - criatura de la nueva presidenta - se está dedicando y se dedica precisamente a eso: a la mejora de las infraestructuras.
Igualmente, el nuevo gobierno deberá ocuparse de que salgan bien los proyectos de "prestigio", a saber, el mundial de fúmborl de 2014 y la olimpiada de Río de 2016. Eso implica, aparte del gasto en estadios (que aunque colaboren los clubes de fúmbo va a ser más que nada un gasto estatal) un gasto en infraestructuras extra, en especial la LAV Campinas - São Paulo - Rio de Janeiro.
Todo ésto me recuerda al "otro" presidente brasileño de origen eslavo, Juscelino Kubitschek, cuyo padre era checo. Durante su mandato (1956-1960) Brasil desarrolló una industria automovilística, se desarrollaron redes de carreteras y se construyó Brasilia. Por otro lado, la corrupción estuvo jovialmente presente durante todo el gobierno, y se emitió tanta moneda que se inició una espiral inflacionaria de la cuál Brasil tardó treinta años en salir. En todo caso el mandato de JK se recuerda con nostalgia - en parte por la sensación de que Brasil estaba al yendo hacia algún sitio, en parte por el Mundial de fúmbo, en parte por el inmenso magnetismo personal del presidente.
Supongo que el gobierno Rousseff será así, sin el magnetismo personal (por Dios, que mujer más siesa) y con más prudencia fiscal, quizás. Todo está por ver.
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