La trama de los espías se desvanece como el humo, llevada al lugar donde los hechos incontestables son encerrados hasta morir de hambre: una comisión parlamentaria de la Asamblea de Madrid. Allí, entre el mamporrerismo verbal de sus señorías, el rodillo parlamentario de los y las esperancistas, el cuñadismo impenitente de la oposición (¿que no?) y, sobre todo, la brutal y cotidiana indiferencia que genera todo lo que sale del palacio parlamentario (es correcto el nombre de la estación de Cercanías que da servicio a la Asamblea: El Pozo) queda garantizado el desmantelamiento del Watergate capitalino y su conversión en un aguado mamotreto de chiquicientas páginas que nadie leerá porque de él nada se podrá sacar.
Pero donde se cierra una puerta se abre otra, y el juez Garzón ha abierto una bien grande. Don Baltasar, que es un señor astuto, se ha cuidado muy mucho de evitar que sus pesquisas acaben en el gran Agujero del Sarlacc Autonómico, y ha evitado imputar a cualquier aforado (léase, miembros de la Asamblea) a pesar de alguno de ellos tiene los brazos tan llenos de mierda que ha tenido que hacer lo que en el PP jamás se hace, a saber, dimitir por corrupción.
En todo caso, el juez Garzón ha metido la fregona en el cinturón azul oscuro de Madrid; un lugar donde solo el poder judicial puede pedir responsabilidades por las guarreridas que hacen sus políticos con sus cónyuges y amigotes, dado que el electorado pasa de asumir esa responsabilidad.
Para los que no son de Madrid, me explico: el cinturón azul oscuro se compone, a saber, de los municipios de Boadilla del Monte, Majadahonda, Pozuelo de Alarcón y Las Rozas de Madrid. Éstos cuatro son los municipios más ricos de la Comunidad por renta per cápita, lo cuál les situa, casi siempre, en el Top 10 español.
Innecesario es decir que si el PP presenta en éstos municipios un chimpancé pintado de verde lima como cabeza de lista, igualmente será elegido alcalde por mayoría absoluta. Esa certidumbre de que uno va a seguir en el sillón haga lo que haga normalmente da pie a una sucesión de barrabasadas con el patrimonio público que no se tolerarían en municipalidades donde las elecciones son realmente competitivas.
Lo que realmente me sorprende es que la corrupción que ha echado al alcalde de Boadilla del Monte no haya tenido que ver con el urbanismo. Habida cuenta de que Boadilla hace diez años era prácticamente un encinar cuyo casco urbano se cruzaba a pie en cinco minutos y hoy tiene 45.000 habitantes, tres autovías y una conexión en tranvía con Madrid, hay que suponer que hay alguien que ha hecho mucho dinero con todo ésto.
O sí, quién lo sabe, el show sólo acaba de empezar. Pero una certeza que les dejo clara: en 2011, el alcalde de Boadilla del Monte será del PP. Por desgracia.
Seguiremos informando.
Pero donde se cierra una puerta se abre otra, y el juez Garzón ha abierto una bien grande. Don Baltasar, que es un señor astuto, se ha cuidado muy mucho de evitar que sus pesquisas acaben en el gran Agujero del Sarlacc Autonómico, y ha evitado imputar a cualquier aforado (léase, miembros de la Asamblea) a pesar de alguno de ellos tiene los brazos tan llenos de mierda que ha tenido que hacer lo que en el PP jamás se hace, a saber, dimitir por corrupción.
En todo caso, el juez Garzón ha metido la fregona en el cinturón azul oscuro de Madrid; un lugar donde solo el poder judicial puede pedir responsabilidades por las guarreridas que hacen sus políticos con sus cónyuges y amigotes, dado que el electorado pasa de asumir esa responsabilidad.
Para los que no son de Madrid, me explico: el cinturón azul oscuro se compone, a saber, de los municipios de Boadilla del Monte, Majadahonda, Pozuelo de Alarcón y Las Rozas de Madrid. Éstos cuatro son los municipios más ricos de la Comunidad por renta per cápita, lo cuál les situa, casi siempre, en el Top 10 español.
Innecesario es decir que si el PP presenta en éstos municipios un chimpancé pintado de verde lima como cabeza de lista, igualmente será elegido alcalde por mayoría absoluta. Esa certidumbre de que uno va a seguir en el sillón haga lo que haga normalmente da pie a una sucesión de barrabasadas con el patrimonio público que no se tolerarían en municipalidades donde las elecciones son realmente competitivas.
Lo que realmente me sorprende es que la corrupción que ha echado al alcalde de Boadilla del Monte no haya tenido que ver con el urbanismo. Habida cuenta de que Boadilla hace diez años era prácticamente un encinar cuyo casco urbano se cruzaba a pie en cinco minutos y hoy tiene 45.000 habitantes, tres autovías y una conexión en tranvía con Madrid, hay que suponer que hay alguien que ha hecho mucho dinero con todo ésto.
O sí, quién lo sabe, el show sólo acaba de empezar. Pero una certeza que les dejo clara: en 2011, el alcalde de Boadilla del Monte será del PP. Por desgracia.
Seguiremos informando.
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