Es Madrid, es agosto, es un día de sol.
El Aeropuerto Internacional de Madrid - Barajas; el décimo más transitado del mundo, el cuarto de Europa, máxime durante el pico del ferragosto, cuándo parece que medio país está yendo (o volviendo) de vacaciones.
Hacer volar un avión comercial de pasajeros es algo que requiere la contribución de muchas partes. No sólo el piloto, sino también los técnicos de mantenimiento en tierra, la dirección de operaciones (control desde tierra de aviones y vuelos), el control de tráfico aéreo, la propia tripulación del avión, en resumen, tres docenas de personas que trabajan conforme a normas y reglamentos bien estipulados y que, demostrado, funcionan.
Y una de las normas fundamentales es que si un avión no está al 100% bien, no se vuela con él. Cualquier piloto, cualquier dirección de operaciones, en condiciones normales, lo tiene más que claro: si un avión presenta un problema, aunque parezca menor, aunque el avión esté recién salido de una revisión, el avión se queda en tierra hasta que esté solucionado.
Volvamos a Barajas. Pongamos que tenemos un avión. Uno de un modelo que se ha dejado de fabricar, uno de tantos refritos del DC-9 que la McDonnell Douglas construía para evitar la quiebra (que no se consiguió evitar). Es ruidoso y gasta un porrillón de combustible; sólo por eso, una compañía aérea, si puede, no lo utilizaría.
Pero pongamos que la compañía no puede. Es una compañía en crisis, como todas, pero ésta más: una estrategia de expansión agresiva no dio los frutos deseados y ahora pliega velas como puede ante el temporal de la crisis y del queroseno por las nubes. Pero la situación es oscura y no hay nadie en la empresa que no lo sepa: salió en la prensa hace dos o tres meses que los propietarios de la empresa la intentaron vender, sin conseguir a nadie que se hiciera cargo del marrón.
Pongamos que el avión, que va hasta los topes de gente yendo de vacaciones (gente especialmente molesta a la hora de reclamar) tiene problemas técnicos. Va a la pista, intenta despegar, no puede (viví una situación de éstas, volando a Amsterdam el año pasado), vuelve a la terminal. Los equipos de mantenimiento buscan el problema.
En condiciones normales, el tiempo que Mantenimiento toma en ver qué le pasa al avión debe ser el que haga falta: como decía Louis Armstrong, we have all the time in the world.
Pero ésto no son condiciones normales. Tenemos a un montón de pasajeros en vacaciones que tienen paquetes vacacionales contratados y muy mal café; es agosto y todos los aviones que una compañía puede poner en el aire lo están, así que no hay avión reserva; con todos los vuelos ocupados, no hay forma de encajarles en otro vuelo; en fin, una fuente de problemas.
Volvamos a la gente de Mantenimiento: desde el momento en el que ponen el ojo al avión, tienen a alguien bufándoles en la espalda cada dos minutos preguntando si el avión puede salir.
Y aquí llegamos al quid de la cuestión. Pongamos que, aunque el avión realmente tiene un problema, los de Mantenimiento dicen que sí, que puede salir sin problemas. Posibilidad dudosa: la mayoría de la gente de Mantenimiento es perro viejo, ésto no es Angola, si el avión no está al 100% alguien, seguro, lo va a decir.
Pero hay otra posibilidad. Pongamos que después de ver el problema, Mantenimiento dice que "psé, bueno, algo hay, pero no parece nada grave", lo que remite la responsabilidad al piloto y al responsable de Operaciones. Como ya dijimos, en condiciones normales, lo que deben hacer piloto y Operaciones es devolver el avión a que lo miren del todo; pagar refrigerio y si se tercia hotel a los pasajeros. Es una bola de nieve que le sale carísima a la compañía, pero garantiza la seguridad del vuelo.
Pero es Madrid, es agosto, es un día de sol.
Pongamos que en una compañía en crisis, donde la posibilidad de perder el empleo en los próximos seis meses es real, alguien (nadie sabrá quién) decide que "bueno, no parece del todo grave", así que embarca a todo el mundo, cierra las puertas y hace despegar el avión.
O al menos lo intenta.
Ésto un suponer. Hay gente que se encarga de investigar los accidentes; sus resultados llegarán a su debido tiempo. Y ésta es una historia terrible e improbable, que espero que nunca llegue a pasar.
O que nunca haya pasado.
Seguiremos informando.
El Aeropuerto Internacional de Madrid - Barajas; el décimo más transitado del mundo, el cuarto de Europa, máxime durante el pico del ferragosto, cuándo parece que medio país está yendo (o volviendo) de vacaciones.
Hacer volar un avión comercial de pasajeros es algo que requiere la contribución de muchas partes. No sólo el piloto, sino también los técnicos de mantenimiento en tierra, la dirección de operaciones (control desde tierra de aviones y vuelos), el control de tráfico aéreo, la propia tripulación del avión, en resumen, tres docenas de personas que trabajan conforme a normas y reglamentos bien estipulados y que, demostrado, funcionan.
Y una de las normas fundamentales es que si un avión no está al 100% bien, no se vuela con él. Cualquier piloto, cualquier dirección de operaciones, en condiciones normales, lo tiene más que claro: si un avión presenta un problema, aunque parezca menor, aunque el avión esté recién salido de una revisión, el avión se queda en tierra hasta que esté solucionado.
Volvamos a Barajas. Pongamos que tenemos un avión. Uno de un modelo que se ha dejado de fabricar, uno de tantos refritos del DC-9 que la McDonnell Douglas construía para evitar la quiebra (que no se consiguió evitar). Es ruidoso y gasta un porrillón de combustible; sólo por eso, una compañía aérea, si puede, no lo utilizaría.
Pero pongamos que la compañía no puede. Es una compañía en crisis, como todas, pero ésta más: una estrategia de expansión agresiva no dio los frutos deseados y ahora pliega velas como puede ante el temporal de la crisis y del queroseno por las nubes. Pero la situación es oscura y no hay nadie en la empresa que no lo sepa: salió en la prensa hace dos o tres meses que los propietarios de la empresa la intentaron vender, sin conseguir a nadie que se hiciera cargo del marrón.
Pongamos que el avión, que va hasta los topes de gente yendo de vacaciones (gente especialmente molesta a la hora de reclamar) tiene problemas técnicos. Va a la pista, intenta despegar, no puede (viví una situación de éstas, volando a Amsterdam el año pasado), vuelve a la terminal. Los equipos de mantenimiento buscan el problema.
En condiciones normales, el tiempo que Mantenimiento toma en ver qué le pasa al avión debe ser el que haga falta: como decía Louis Armstrong, we have all the time in the world.
Pero ésto no son condiciones normales. Tenemos a un montón de pasajeros en vacaciones que tienen paquetes vacacionales contratados y muy mal café; es agosto y todos los aviones que una compañía puede poner en el aire lo están, así que no hay avión reserva; con todos los vuelos ocupados, no hay forma de encajarles en otro vuelo; en fin, una fuente de problemas.
Volvamos a la gente de Mantenimiento: desde el momento en el que ponen el ojo al avión, tienen a alguien bufándoles en la espalda cada dos minutos preguntando si el avión puede salir.
Y aquí llegamos al quid de la cuestión. Pongamos que, aunque el avión realmente tiene un problema, los de Mantenimiento dicen que sí, que puede salir sin problemas. Posibilidad dudosa: la mayoría de la gente de Mantenimiento es perro viejo, ésto no es Angola, si el avión no está al 100% alguien, seguro, lo va a decir.
Pero hay otra posibilidad. Pongamos que después de ver el problema, Mantenimiento dice que "psé, bueno, algo hay, pero no parece nada grave", lo que remite la responsabilidad al piloto y al responsable de Operaciones. Como ya dijimos, en condiciones normales, lo que deben hacer piloto y Operaciones es devolver el avión a que lo miren del todo; pagar refrigerio y si se tercia hotel a los pasajeros. Es una bola de nieve que le sale carísima a la compañía, pero garantiza la seguridad del vuelo.
Pero es Madrid, es agosto, es un día de sol.
Pongamos que en una compañía en crisis, donde la posibilidad de perder el empleo en los próximos seis meses es real, alguien (nadie sabrá quién) decide que "bueno, no parece del todo grave", así que embarca a todo el mundo, cierra las puertas y hace despegar el avión.
O al menos lo intenta.
Ésto un suponer. Hay gente que se encarga de investigar los accidentes; sus resultados llegarán a su debido tiempo. Y ésta es una historia terrible e improbable, que espero que nunca llegue a pasar.
O que nunca haya pasado.
Seguiremos informando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario