El inconveniente de solventar las cosas vía rifle es que automáticamente pierdes la razón y se la das a tu rival/contrincante/enemigo. Ha sido el caso del ya de por sí poco glorioso Ejército hondureño, que tras un par de días dubitativos ha adoptado la medida que todos esperábamos, a saber, meter al presidente en un avión (en pijama, según sus propias palabras) y enviarlo a donde, técnicamente, no estorbase.
Y, en consecuencia, muy a mi pesar, y contrariando lo que pueda haber dicho en el Facebook, me veo obligado a darle la razón al presidente Zelaya y ponerme de su lado.
¿Por qué a mi pesar? Porque el presidente Zelaya, por mucho que Ignacio Escolar le glorifique ahora como un héroe del pueblo y del proletariado, es un Populista Latinoamericano™ de manual. Y si no me creen, como decía Cantinflas, pos a las pruebas me remito: ranchero rico con un porrillón de lempiras, se mete en política y, enfrentado con el resto de su partido, se adhiere al chavismo triunfante en el Caribe, más que nada porque Venezuela paga más y mejor. Obviamente, las oligarquías dominantes se alzan en su contra, etcétera, etcétera.
La crisis definitiva viene porque el presidente quería (y supongo que aún quiere) seguir el procedimiento estándar patentado por Hugo-go: convocar una Asamblea Constituyente con el fin de crear una Constitución más democrática y que institucionalice las conquistas sociales que, mal que bien, se están obteniendo en Honduras. Hasta ahí perfecto: el problema es que el Parlamento, donde la oposición tiene mayoría, obviamente dice que ni flowers.
Repito: la oposición tiene mayoría en el Parlamento. Si el Presidente de Honduras fuese elegido por el pueblo y el Congreso elegido por malvados aliens interplanetarios, tendría un pase, pero dado que, de forma bastante incontestable, tanto el Presidente como el Congreso han sido elegidos por el mismo pueblo hondureño (y he de suponer que si existe el fraude, no hay motivo para que sea diferente en uno u otro caso), me veo tentado a entender que presentar la historia como una pugna entre pueblo vs. oligarquías es simplificar un poco demasiado la situación.
Entonces, si yo hubiese sido el presidente de Honduras, me hubiese puesto manos a la obra: habría hecho campaña desde el primer día para que en las próximas elecciones parlamentarias existiese una nueva mayoría democrática y de izquierdas que llevase a cabo las tan necesarias reformas. Éstas las llevaría a cabo mi sucesor (no se puede tener todo) pero podría pasar a la historia como el hombre que puso los cimientos del cambio democrático.
Y ahí es donde reside la clave del populismo: en lugar de hacer eso, Zelaya se empeñó en lograr la legitimación "en los brazos del pueblo". O, en castizo, por sus cojones. La idea era aprovechar las elecciones legislativas (esas en las cuáles el presidente tendría que haberse empeñado en hacer elegir a sus candidatos) para convocar una encuesta popular, no vinculante jurídicamente (pero, por supuesto, sí políticamente) sobre si se debía o no convocar una Asamblea Constituyente. Aquí es donde empiezo a oler a quemado: si la voluntad popular de cambiar la Constitución es tan fuerte, ¿por qué no confiar en obtener una holgada mayoría reformista en el Congreso en lugar de insistir en la tal encuesta?
En todo caso, el Tribunal Supremo Electoral, elegido por el Parlamento y, en consecuencia, dominado por la oposición, le dice al presidente que nones. Y aquí es donde viene la parte más surrealista del show: sin acceso a los recursos del TSE para convocar elecciones (para empezar, las urnas) el presidente llama por teléfono a Hugo-go, que, ipso facto, llena un avión con urnas y lo manda a una base aérea en Tegucigalpa. En Honduras, ante la alarmante falta de recursos de la policía (pobrecicos) quién se encarga de velar por la limpieza (quicir) de las elecciones son las Fuerzas Armadas. Y tenemos a un avión en una base aérea lleno de urnas destinadas a hacer algo que el Tribunal Supremo ha dicho ya que es ilegal. El presidente le dice al jefe del Ejército que le de las tales urnas. El jefe del Ejército cumple estrictamente la ley y le dice al presidente que su madre en bolas. Y el presidente toma la muy democrática decisión de, tachán, echar al jefe de las Fuerzas Armadas. Y, ya de paso, llevarse las urnas.
Pero, como ya he dicho, solventar las cosas vía rifle te deslegitima, mala suerte. La única opción que le queda al Ejército hondureño es permitir el regreso del presidente; y con la legitimación internacional que te da el tener que huir en pijama, se entiende que ahora el señor Zelaya tendrá las manos más libres para reformar el país de la manera que él y el pueblo hondureño entiendan.
Pero que quede claro desde ya: en ésta historia no hay ni héroes ni víctimas. Y puede que ésto me genere disputas, pero lo tengo más que claro: a mi parecer, la coherencia democrática está por encima de la opción política. La tiranía y la arbitrariedad no puede justificarse jamás, por más que beneficie a los desfavorecidos. Aunque sólo sea porque la historia prueba que, tarde o temprano, termina perjudicando a todos.
Seguiremos informando.
Y, en consecuencia, muy a mi pesar, y contrariando lo que pueda haber dicho en el Facebook, me veo obligado a darle la razón al presidente Zelaya y ponerme de su lado.
¿Por qué a mi pesar? Porque el presidente Zelaya, por mucho que Ignacio Escolar le glorifique ahora como un héroe del pueblo y del proletariado, es un Populista Latinoamericano™ de manual. Y si no me creen, como decía Cantinflas, pos a las pruebas me remito: ranchero rico con un porrillón de lempiras, se mete en política y, enfrentado con el resto de su partido, se adhiere al chavismo triunfante en el Caribe, más que nada porque Venezuela paga más y mejor. Obviamente, las oligarquías dominantes se alzan en su contra, etcétera, etcétera.
La crisis definitiva viene porque el presidente quería (y supongo que aún quiere) seguir el procedimiento estándar patentado por Hugo-go: convocar una Asamblea Constituyente con el fin de crear una Constitución más democrática y que institucionalice las conquistas sociales que, mal que bien, se están obteniendo en Honduras. Hasta ahí perfecto: el problema es que el Parlamento, donde la oposición tiene mayoría, obviamente dice que ni flowers.
Repito: la oposición tiene mayoría en el Parlamento. Si el Presidente de Honduras fuese elegido por el pueblo y el Congreso elegido por malvados aliens interplanetarios, tendría un pase, pero dado que, de forma bastante incontestable, tanto el Presidente como el Congreso han sido elegidos por el mismo pueblo hondureño (y he de suponer que si existe el fraude, no hay motivo para que sea diferente en uno u otro caso), me veo tentado a entender que presentar la historia como una pugna entre pueblo vs. oligarquías es simplificar un poco demasiado la situación.
Entonces, si yo hubiese sido el presidente de Honduras, me hubiese puesto manos a la obra: habría hecho campaña desde el primer día para que en las próximas elecciones parlamentarias existiese una nueva mayoría democrática y de izquierdas que llevase a cabo las tan necesarias reformas. Éstas las llevaría a cabo mi sucesor (no se puede tener todo) pero podría pasar a la historia como el hombre que puso los cimientos del cambio democrático.
Y ahí es donde reside la clave del populismo: en lugar de hacer eso, Zelaya se empeñó en lograr la legitimación "en los brazos del pueblo". O, en castizo, por sus cojones. La idea era aprovechar las elecciones legislativas (esas en las cuáles el presidente tendría que haberse empeñado en hacer elegir a sus candidatos) para convocar una encuesta popular, no vinculante jurídicamente (pero, por supuesto, sí políticamente) sobre si se debía o no convocar una Asamblea Constituyente. Aquí es donde empiezo a oler a quemado: si la voluntad popular de cambiar la Constitución es tan fuerte, ¿por qué no confiar en obtener una holgada mayoría reformista en el Congreso en lugar de insistir en la tal encuesta?
En todo caso, el Tribunal Supremo Electoral, elegido por el Parlamento y, en consecuencia, dominado por la oposición, le dice al presidente que nones. Y aquí es donde viene la parte más surrealista del show: sin acceso a los recursos del TSE para convocar elecciones (para empezar, las urnas) el presidente llama por teléfono a Hugo-go, que, ipso facto, llena un avión con urnas y lo manda a una base aérea en Tegucigalpa. En Honduras, ante la alarmante falta de recursos de la policía (pobrecicos) quién se encarga de velar por la limpieza (quicir) de las elecciones son las Fuerzas Armadas. Y tenemos a un avión en una base aérea lleno de urnas destinadas a hacer algo que el Tribunal Supremo ha dicho ya que es ilegal. El presidente le dice al jefe del Ejército que le de las tales urnas. El jefe del Ejército cumple estrictamente la ley y le dice al presidente que su madre en bolas. Y el presidente toma la muy democrática decisión de, tachán, echar al jefe de las Fuerzas Armadas. Y, ya de paso, llevarse las urnas.
Pero, como ya he dicho, solventar las cosas vía rifle te deslegitima, mala suerte. La única opción que le queda al Ejército hondureño es permitir el regreso del presidente; y con la legitimación internacional que te da el tener que huir en pijama, se entiende que ahora el señor Zelaya tendrá las manos más libres para reformar el país de la manera que él y el pueblo hondureño entiendan.
Pero que quede claro desde ya: en ésta historia no hay ni héroes ni víctimas. Y puede que ésto me genere disputas, pero lo tengo más que claro: a mi parecer, la coherencia democrática está por encima de la opción política. La tiranía y la arbitrariedad no puede justificarse jamás, por más que beneficie a los desfavorecidos. Aunque sólo sea porque la historia prueba que, tarde o temprano, termina perjudicando a todos.
Seguiremos informando.
2 comentarios:
Un articulo cojonudo, muchas gracias.
Peazo artículo!! En algunas cosas no estoy del todo de acuerdo o al menos habría que discutirlo y llegar a concenso. Lo que escribo lo hago con todo el respeto, son tan solo reflexiones generales sobre el tema en cuestión.
En mi opinión el maniqueismo es peligroso y sabemos que hay muchos matices en todo lo que cuentas en el blog.
El apellido de "populista" que tienen los gobiernos en latinoamérica nunca me ha gustado por el cariz peyorativo que tiene, acaso es menos populista Espe & Gallar?? o ZP?? Merkel?? Berlusconi!!!...
Todo cambia si aceptamos que en el "modo de hacer política" está intrínseco el populismo (a grosso modo se trataría de un discurso vacío de contenido y apelación al pueblo como ente político) a la hora de ganar elecciones o referendums. Si es así estamos de acuerdo, sin embargo, con esta caracterización podemos caer en el etnocentrismo.
Cada pueblo tiene un estilo de "hacer política", habrá que analizar el contenido de las medidas desarrolladas por cada gobierno para estar de acuerdo o en desacuerdo... tengo la sensación de que a menudo con lo de "populismo" ya está todo dicho para desacreditar a un gobierno
De todos modos, muchas gracias por informarte e informarnos de lo que nadie nos contaría de esta manera.
Bueno... aún no he leído nada sobre el ascenso del Tenerife... ojito al último partido de liga del Madrizzz, que no sea en el Heliodoro. Jejeje
Saludos maestro!!
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