jueves, 18 de febrero de 2010

Fracasados por diseño

En casi cualquier otra parte de Europa occidental, a éstas horas tendríamos un presidente del Gobierno de derechas. Si así fuera, pobrecito de él (o ella), pero, sobre todo, pobrecitos de nosotros.

Si a éstas horas no tenemos un presidente del Gobierno de derechas es porque el Partido Popular, durante los últimos cuatro años de gobierno de José María Aznar, fue cincelado, hasta el más mínimo detalle, para gobernar con mayoría absoluta.

Recordemos que la victoria electoral del 2000 fue el momento álgido de la historia del Partido Popular. Diez millones de españoles habían dado la victoria a José María Aznar, una cifra nunca vista desde 1982. El PSOE, desgastado por sus asombrosamente bizantinos conflictos internos y descabezado, parecía destinado a una larguísima travesía del desierto. No es de extrañar que el Partido Popular en pleno, con su líder a la cabeza, creyesen que aquél había sido un cambio de ciclo decisivo: a ojos de Génova, España se había convertido en un país netamente conservador.

Ya he dicho en repetidas ocasiones que el gran mérito y, al mismo tiempo, el gran error de José María Aznar fue hacer que la derecha española perdiese la vergüenza de serlo. Mérito porque consiguió un Partido Popular suficientemente movilizado como para ganar elecciones. Error porque, abriendo la posibilidad de una derecha orgullosa de sí misma, había permitido la resurrección de la misma gente que había lastrado a AP (y luego al PP) durante veinte años: el sector más fascista y ultramontano del conservadurismo cañí: gente que, con razón, aterroriza a un buen número de españoles.

Durante los cuatro primeros años de su gobierno, Aznar se había mantenido alejado de la extrema extrema como de la peste: eran los tiempos del catalán en la intimidad. Pero una vez con la mayoría absoluta, empezó un proceso de flirteo cada vez menos sutil. El PP consideró, en lo que fue un error fatal, que tras tantas collejas el PSOE estaría demasiado groggy para disputarle el voto centrista; en consecuencia, se dedicó a lo que, en política, es el proceso más fácil y divertido, que es gobernar para las bases de tu partido.

Axioma: si uno elige como opción política el apelar a unas bases perrunamente fieles a través de mantener una movilización constante, éstas bases van a exigir, de forma constante y cada vez más ruidosa, un paso más hacia la radicalización. Y cediendo ante la radicalización de las bases, se echaba a perder, lenta pero inexorablemente, el paciente trabajo llevado a cabo desde 1989 para hacer que los españoles le perdieran el miedo a la derecha.

En consecuencia, para las elecciones del 2004, el PP había virado tan a la derecha y se había peleado con tanta gente que ya se hacía imposible cualquier otra cosa que la mayoría absoluta. Lo cuál era un problema, porque el PSOE había vuelto antes de lo esperado. Y no me vengan con el 11-M: es cierto que las encuestas antes de los atentados predecían un empate técnico, pero acuérdense del PP de 2004 y piensen si realmente hubiera tenido posibilidades de pactar con alguien.

Desde el 15 de marzo de 2004, la receta del PP para volver a la Moncloa ha estado más que clara: empezar de nuevo y recomponer la imagen de centrismo que llevó a Bigotus Máximus a la cima en 1996. Pero eso implicaría volver a meter en la jaula a la extrema extrema, cosa que Rajoy nunca ha podido hacer: nunca ha tenido la legitimidad dentro del partido.

Por eso, cuándo Rajoy se lamenta como amante abandonado ("¡Ay, si tu te dejaras!") desde las tribunas del Congreso, no hace más que confirmar que el PP solo está diseñado para gobernar con mayoría absoluta: una máquina de imponer soluciones a rodillo. Sin cintura para pactar con nadie - o al menos con nadie sensato, yo no sé si con Rosita la Pastelera habría plan - su acción política se resume a exigir que los demás hagan lo que ellos dicen.

Y así no se va muy lejos.

Seguiremos informando.


3 comentarios:

Milhaud dijo...

Me alegra que alguien además de decir que la política en España va mal, explique por qué va tan mal.

Llevo mucho tiempo comentando con bastante gente que con lo mal lo está haciendo Zapatero, cualquier oposición digna ya tendría ganado al electorado de cara a las siguientes elecciones, y si esto no es así (como es el caso) es que hay un problema en la oposición.

No es un análisis muy alentador, pero aún confío que en este país mejore la política en los próximos años...

la reina del hielo dijo...

El problema son los chonis, que son de derechas todos y ellos son más, cosa que el PSOE no ha podido contener, por no tener un sistema educativo en condiciones.

Aserraderos McNeil dijo...

"¡Que gane el mejor"

"¡No! ¡Que gane el otro!"

Para qué voy a decir nada más si ya lo dijeron Ricardo y Nacho.