lunes, 31 de enero de 2011

¿Y si se va todo a tomar viento?

Bien, conforme a lo esperado, Europa y Estados Unidos han tirado por la calle de enmedio y han adoptado la actitud que se esperaba de ellos: nos parece muy bien que los egipcios pidan democracia y libertad, pero es que el gobierno que ahora tienen es exactamente el tipo de gobierno que queremos en el mundo árabe, así que literalmente han pedido que un gobierno que se ha basado para subsistir en la corrupción y la violencia deje a las masas soltar un poco de vapor para que el gobierno, y con él todo el frágil sistema de paz de Oriente Medio, siga subsistiendo. La esperanza de Occidente es que la rabia de las calles egipcias se concentre exclusivamente en Mubarak y sus secuaces más destacados, de forma que pueda proveerse una sucesión ordenada que permita a Egipto seguir gobernada por los reconocidos y truculentos métodos de siempre, mientras que Mubarak se va a un discreto exilio en algún país tranquilo, tipo Arabia Saudí o Dubai.

Pero pongamos que todo se va al fistro: Mubarak se mete en un Gulfstream sin avisar y se planta en Estambul, las masas cairotas aclaman a El Baradei presidente y los periodistas del Guardian y el New York Times sueltan columnas enteras en loor de las masas liberadas por las nuevas tecnologías.

El Baradei es, sin ningún género de dudas, un tipo estupendo, muy capaz y muy, muy valiente, pero en cualquier sistema político uno no puede gobernar un estado sin tener una base de amigos y aliados, menos aún en un país con una cultura política tan profundamente clientelar como Egipto; y El Baradei se ha pasado los últimos treinta años fuera del país: solo tiene el poder de su inmenso prestigio.

Y eso no es bastante. En consecuencia, El Baradei tendría tres opciones.

La primera sería esperar que toda la cohorte de lamebotas del Partido Nacional Democrático se adheriese al sol naciente y le demostrase su apoyo. El Baradei podría gobernar con ellos, pero primero: no querrá - las catervas de chupatintas del PND están casi tan desacreditados como su líder; y segundo, en el poco probable caso de que quisiera, sería perpetuar el sistema de Mubarak una vez más. Sería la opción preferida por Occidente, y ésto la hace aún más improbable.

La segunda sería ponerse a la cabeza de la única organización de rango nacional capaz de igualarse a la burocracia del Partido Nacional Democrático: los Hermanos Musulmanes. Además de desencadenar la hostilidad manifiesta de Occidente en general e Israel en particular, los Hermanos Musulmanes tienen su propio liderazgo, su propia forma de hacer las cosas y sus propios planes, y no tardarían en descabalgar a El Baradei para poner a un señor de poblada barba en su lugar.

La tercera implicaría un gambito prácticamente imposible: que El Baradei consiguiese articular un combinado de fuerzas democráticas en un país que no ha conocido de eso en la vida, AL MISMO TIEMPO que contiene las ansias de poder de los nasseristas descabalgados y de los Hermanos Musulmanes. Llamadme pesimista, pero es que, directamente, lo veo imposible.

En consecuencia, en el caso de una caída del régimen, lo más probable es que los Hermanos Musulmanes, como he dicho, la única organización de cierto calibre en Egipto aparte del Estado y del partido semi único. Lo bueno (quicir) de los Hermanos es que son el bisabuelo de todos los islamismos (surgidos en los años 1920) y, en consecuencia, no veríamos, al menos de entrada, un Emirato de Egipto al estilo talibán. El problema está que inmediatamente, los grupúsculos radicales que ya han hecho varias veces de las suyas ametrallando turistas en Luxor y Sharm-el-Sheikh saldrán a la luz y sus argumentos a favor de un régimen más islámico tendrán más peso, y más posibilidades de prosperar.

Recordemos, para concluir, que el actual gobierno israelí está como loco para meterse en una guerra con alguien: no hay semana en la que no llamen a Washington para preguntar si pueden bombardear Irán ya. Cualquier atisbo de inestabilidad en Egipto, garante silencioso del bloqueo de Gaza, puede ser la excusa perfecta para que los belicistas de la Knesset autoricen una intervención en el Sinaí. Y en este caso el cipostio puede ser abiertamente fenomenal.

Todavía no se puede decir nada. Como digo, lo más probable es que el movimiento popular se vaya apagando por cansancio, que es lo que recomienda Washington: la hostia limpia no hace sino galvanizar a la gente.Mientras tanto,

seguiremos informando.

P.D. Alguien debería decirle a los israelíes que apoyar a Mubarak no le ayuda para nada.

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