Se congratula el ministerio del Interior que se vaya a prohibir ANV, el bigotismo se queja de que se haga en pleno período electoral, nadie parece darse cuenta de que es totalmente inútil.
Porque de inmediato se fundará otro partido, se cambiarán los nombres en la cartelería, se instalarán dos nuevas portavoces salidas de las ilustraciones en litografía de La Marimatxo Bizkaína, de Sabino Arana y Goiri, y el ciclo volverá a empezar de cero; un juego del gato y el ratón que no se puede ganar.
Tardé en desarrollar un sentido crítico respecto a todo ésto (inténtenlo ustedes, a ver si les sale tan fácilmente) pero es que, por desgracia, las ilegalizaciones no sólo son inútiles, también son contraproducentes.
Y vendrán los demócratas indignados a decir: "¿Es que les quieres dar a esos hijos de puta los privilegios de la democracia?" Y en efecto, sí, quiero, porque los privilegios de la democracia, por principio, no pueden ser restringidos. Y además, la definición de "esos hijos de puta" es tremendamente elástica, y puede estirarse hasta incluir a la gente que nos cae mal, y ahí ya dejamos de tener democracia del todo.
Es muy duro conservar las consideraciones morales cuándo hablamos de asesinos. La reacción primaria, lo que nos pide el salvaje animal que llevamos dentro, es colgarles de las farolas con cuerdas de violín y esperar su decapitación lenta y dolorosa. Pero si nosotros nos proclamamos demócratas, si queremos tener la razón ante la sinrazón, tenemos que ser coherentes con los principios que defendemos.
Porque, recordemos, a ésta gente nada le gusta más que la ilegalidad. Pueden así pavonear por Europa la "persecución" de sus "legítimas aspiraciones" por el "Estado represor" y hasta (Dios nos libre) salirse con una sentencia favorable en Estrasburgo. La legalidad les recuerda lo minoritarios que son dentro de la sociedad vasca: sólo un puñado de tarados en el valle del Oria (posiblemente el lugar más feo de España, quitando el Campo de Gibraltar) llorando por los trabajos en la metalurgia que nunca tuvieron y ansiosos por cualquier epopeya de caserío y liberación nacional que les saque de su anodina vida de pijopunkis.
Y eso es lo que son, unos pijopunkis y unos mierdas. No podemos dejar que determinen la vida política nacional, no podemos abdicar de nuestros principios democráticos para conseguir réditos electorales, en fin, no podemos seguir haciendo lo que estamos haciendo.
Y sé que no es la más popular de mis opiniones.
Seguiremos informando.
Porque de inmediato se fundará otro partido, se cambiarán los nombres en la cartelería, se instalarán dos nuevas portavoces salidas de las ilustraciones en litografía de La Marimatxo Bizkaína, de Sabino Arana y Goiri, y el ciclo volverá a empezar de cero; un juego del gato y el ratón que no se puede ganar.
Tardé en desarrollar un sentido crítico respecto a todo ésto (inténtenlo ustedes, a ver si les sale tan fácilmente) pero es que, por desgracia, las ilegalizaciones no sólo son inútiles, también son contraproducentes.
Y vendrán los demócratas indignados a decir: "¿Es que les quieres dar a esos hijos de puta los privilegios de la democracia?" Y en efecto, sí, quiero, porque los privilegios de la democracia, por principio, no pueden ser restringidos. Y además, la definición de "esos hijos de puta" es tremendamente elástica, y puede estirarse hasta incluir a la gente que nos cae mal, y ahí ya dejamos de tener democracia del todo.
Es muy duro conservar las consideraciones morales cuándo hablamos de asesinos. La reacción primaria, lo que nos pide el salvaje animal que llevamos dentro, es colgarles de las farolas con cuerdas de violín y esperar su decapitación lenta y dolorosa. Pero si nosotros nos proclamamos demócratas, si queremos tener la razón ante la sinrazón, tenemos que ser coherentes con los principios que defendemos.
Porque, recordemos, a ésta gente nada le gusta más que la ilegalidad. Pueden así pavonear por Europa la "persecución" de sus "legítimas aspiraciones" por el "Estado represor" y hasta (Dios nos libre) salirse con una sentencia favorable en Estrasburgo. La legalidad les recuerda lo minoritarios que son dentro de la sociedad vasca: sólo un puñado de tarados en el valle del Oria (posiblemente el lugar más feo de España, quitando el Campo de Gibraltar) llorando por los trabajos en la metalurgia que nunca tuvieron y ansiosos por cualquier epopeya de caserío y liberación nacional que les saque de su anodina vida de pijopunkis.
Y eso es lo que son, unos pijopunkis y unos mierdas. No podemos dejar que determinen la vida política nacional, no podemos abdicar de nuestros principios democráticos para conseguir réditos electorales, en fin, no podemos seguir haciendo lo que estamos haciendo.
Y sé que no es la más popular de mis opiniones.
Seguiremos informando.
1 comentario:
AMEN. Y salen mas en la TV normal que en la ETB, y todo... cosa q tampoco entiendo. El partido independentistsa de mi pueblo, no saldria en la vida en la TV... (pero es que no ponen bombas, me dira alguno) razon de mas para q n interese lo q ENCIMA nos tengan q decir, ¿no?
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