He tardado, y dejen que se lo explique: el señor Ecléctico (nunca, nunca, nunca publiques tu dirección de correo electrónico en ninguna parte; en cero coma tendrás más spam que en aquél bar de los Monty Python) ha propuesto un meme; normalmente éstas cosas las hago los festivos, pero como éste fin de semana he hecho mucho el gambiteiro, no lo pude hacer; pero como ya me había comprometido a hacerlo, y éticamente me veía incapaz de escribir algo que no fuera sobre el tal meme de marras, y visto que he tenido una semana compleja...
Antes de nada, déjenme responder a una pregunta que se ha hecho por aquí: un resfriado radioactivo es aquél en el que te despiertas por la mañana con una voz mezcla entre Leonard Cohen y el Pato Donald, y tus fosas nasales exudan subproductos con la forma, color y consistencia del Moquete de los Cazafantasmas. Es una situación muy desagradable que sólo se pasa a base de paracetamol en vena y mucha paciencia.
La propuesta del señor Ecléctico es sencilla: haga su propia película de Indiana Jones. Vamos allá: dedicado al señor Ecléctico y a la muchachada de Vicisitud y Sordidez, que espero se dignen en leer éste artículo.
Indiana Jones y las Gaitas de Oro
1937. El doctor Jones está dando clase en su facultad, usando su Sonrisa Medio Pícara Medio Tímida™ para hacer que las (escasas, seguimos estando en 1937) mujeres de su clase se rindan a sus pieses (creo que hay otra peli que empieza así, pero es una peli de Indiana Jones, la falta de originalidad puede disimularse en homenaje, ¡viva!). En todo caso, recibe la visita del doctor Kermit L. Thompson (coloque aquí su bondadoso científico anciano favorito) que le enseña una pieza que ha encontrado en Lisboa. Es de oro macizo y brilla (incluya aquí el "ping" del oro) pero el doctor Thompson no puede averiguar qué es o para qué sirve la pieza de marras. Por supuesto el doctor Jones sabe perfectamente de qué se trata (no por nada es de ascendencia escocesa; y aunque Jones es el apellido más galés del mundo, no admito discusiones: si Sean Connery es tu padre tú eres escocés y punto): es una boquilla de gaita.
Como el espectador está tan pasmado como el doctor Thompson (o más) el doctor Jones procede a explicarnos la historia (incluya aquí el típico flashback con filtros a go-go y voz cavernosa): cuenta la tradición (que es el nombre que reciben las leyendas que son aceptadas como dogma por la Iglesia) que el apóstol Santiago fue enterrado en Compostela. La parte que no se sabe (pausa dramática) es que su cuerpo fue acompañado por un sacerdote del Templo de Jerusalén (vamos a ponernos judíos un poco, no por nada, es Spielberg) que llevaba con él doce monedas de oro, bendecidas todas por Jesús, que las había repartido entre sus doce apóstoles. Al llegar a Compostela (sigue contando la leyenda) el sacerdote las incrustó en doce gaitas de oro macizo (toma ya) que si tocadas juntas provocan la Segunda Venida de Cristo (todo ésto es muy poco judío, pero los expertos en marketing de Dreamworks decidieron que un guiño al público ultracristiano daba más dinero)
Naturalmente ésto prueba que las gaitas existen, y que por lo menos una de ellas está en Lisboa, así que para allá se va nuestro héroe. En una investigación en un museo de arqueología (que por supuesto degenera en pelea y azulejos de valor incalculable desparramados por el suelo) Indiana descubre una de las gaitas en manos de un grupo de judíos militantes patrocinados por Ben Gurión (¿lógica? Si quiere lógica, amigo, vea un documental) que quiere evitar que las gaitas caigan en manos de...
Vamos, coño, que no es tan difícil.
Venga, sí: en manos de los nazis. Indiana Jones necesita nazis para ser divertido, y ésta peli no sería excepción.
Pues eso: la siguiente hora y media muestra a nuestro héroe recorriendo en bici, Traction Avant, avioneta y motocarro la frontera luso-galaica en pos de los mágicos artefactos, pegándose con nazis, encontrándose con entretenidos sidekicks gallegos, miembros todos ellos de la UNICEJ, liándose con una atractiva judía morena (si aceptan sugerencias, Jordana Brewster es mi candidata) y, como no, más nazis en uniforme.
Al final, tras la épica escena final de Indiana corriendo como un loco por la catedral de Santiago y, sí, evitando y luego colgándose del botafumeiro, nuestro héroe se lleva cuatro gaitas a su universidad y prefiere ignorar dónde se van las otras, tras, naturalmente, darle intenso muerdo a la morena. Todo ésto, como no, con música épica de John Williams über alles.
Hale, por fin.
Seguiremos informando.
Antes de nada, déjenme responder a una pregunta que se ha hecho por aquí: un resfriado radioactivo es aquél en el que te despiertas por la mañana con una voz mezcla entre Leonard Cohen y el Pato Donald, y tus fosas nasales exudan subproductos con la forma, color y consistencia del Moquete de los Cazafantasmas. Es una situación muy desagradable que sólo se pasa a base de paracetamol en vena y mucha paciencia.
La propuesta del señor Ecléctico es sencilla: haga su propia película de Indiana Jones. Vamos allá: dedicado al señor Ecléctico y a la muchachada de Vicisitud y Sordidez, que espero se dignen en leer éste artículo.
Indiana Jones y las Gaitas de Oro
1937. El doctor Jones está dando clase en su facultad, usando su Sonrisa Medio Pícara Medio Tímida™ para hacer que las (escasas, seguimos estando en 1937) mujeres de su clase se rindan a sus pieses (creo que hay otra peli que empieza así, pero es una peli de Indiana Jones, la falta de originalidad puede disimularse en homenaje, ¡viva!). En todo caso, recibe la visita del doctor Kermit L. Thompson (coloque aquí su bondadoso científico anciano favorito) que le enseña una pieza que ha encontrado en Lisboa. Es de oro macizo y brilla (incluya aquí el "ping" del oro) pero el doctor Thompson no puede averiguar qué es o para qué sirve la pieza de marras. Por supuesto el doctor Jones sabe perfectamente de qué se trata (no por nada es de ascendencia escocesa; y aunque Jones es el apellido más galés del mundo, no admito discusiones: si Sean Connery es tu padre tú eres escocés y punto): es una boquilla de gaita.
Como el espectador está tan pasmado como el doctor Thompson (o más) el doctor Jones procede a explicarnos la historia (incluya aquí el típico flashback con filtros a go-go y voz cavernosa): cuenta la tradición (que es el nombre que reciben las leyendas que son aceptadas como dogma por la Iglesia) que el apóstol Santiago fue enterrado en Compostela. La parte que no se sabe (pausa dramática) es que su cuerpo fue acompañado por un sacerdote del Templo de Jerusalén (vamos a ponernos judíos un poco, no por nada, es Spielberg) que llevaba con él doce monedas de oro, bendecidas todas por Jesús, que las había repartido entre sus doce apóstoles. Al llegar a Compostela (sigue contando la leyenda) el sacerdote las incrustó en doce gaitas de oro macizo (toma ya) que si tocadas juntas provocan la Segunda Venida de Cristo (todo ésto es muy poco judío, pero los expertos en marketing de Dreamworks decidieron que un guiño al público ultracristiano daba más dinero)
Naturalmente ésto prueba que las gaitas existen, y que por lo menos una de ellas está en Lisboa, así que para allá se va nuestro héroe. En una investigación en un museo de arqueología (que por supuesto degenera en pelea y azulejos de valor incalculable desparramados por el suelo) Indiana descubre una de las gaitas en manos de un grupo de judíos militantes patrocinados por Ben Gurión (¿lógica? Si quiere lógica, amigo, vea un documental) que quiere evitar que las gaitas caigan en manos de...
Vamos, coño, que no es tan difícil.
Venga, sí: en manos de los nazis. Indiana Jones necesita nazis para ser divertido, y ésta peli no sería excepción.
Pues eso: la siguiente hora y media muestra a nuestro héroe recorriendo en bici, Traction Avant, avioneta y motocarro la frontera luso-galaica en pos de los mágicos artefactos, pegándose con nazis, encontrándose con entretenidos sidekicks gallegos, miembros todos ellos de la UNICEJ, liándose con una atractiva judía morena (si aceptan sugerencias, Jordana Brewster es mi candidata) y, como no, más nazis en uniforme.
Al final, tras la épica escena final de Indiana corriendo como un loco por la catedral de Santiago y, sí, evitando y luego colgándose del botafumeiro, nuestro héroe se lleva cuatro gaitas a su universidad y prefiere ignorar dónde se van las otras, tras, naturalmente, darle intenso muerdo a la morena. Todo ésto, como no, con música épica de John Williams über alles.
Hale, por fin.
Seguiremos informando.
2 comentarios:
jraaaaaaaandiosso.
ahora mismo se publicará junto a las demás que es donde debe estar.
gracias, y me alegro de que se haya mejorado.
y si, soy así de inconsciente, pero sigue sin mandarme un puñetero mail, pa q pueda yo contactar con vos.
PD: porque vio las dos nuevas reseñas de indy en mi blog, no?...
En el museo arqueológico de Lisboa no se puede ni desparramar azulejos. Es el mayor engaño al que he asistido.
Propongo que vaya a buscarlo al Gulbenkian. ese si que tiene piezas arqueológicas de valor oscurantista.
Además, seguro que les da pie para irse también a turquía, que le pega mucho al flim.
Ósculos aportuguesados
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