Así, a lo idiota, ya llevo gestionando (quicir) un blog desde hace casi cuatro años y medio, y durante todo éste tiempo he escrito relativamente poco sobre relativamente poco. Obviamente no soy el escribiente más regular del universo, y como habrán podido ver, me sacan del seudanálisis político y de ciertas digresiones filosóficas y estoy perdido. (Aunque alguna vez habré hablado de fúmbo.)
El PP se ha lanzado a por uno de sus ya habituales Total Demagogia Show, sacando la artillería ligera de costumbre: hay demasiados inmigrantes, el contrato de integración, cadena perpetua para los asesinos, etcétera, etcétera. Y como no me voy a gastar reiterando lo que ya he dicho alguna vez, tengan éstos artículos antiguos sobre lo primero, lo segundo y lo tercero.
Lo que es relativamente novedoso es la ascensión de esa versión tan ibérica de lo que los americanos llaman NIMBY: el NIMAC (Not In My Autonomous Community).
Como saben, soy partidario de la energía nuclear bajo unas determinadas condiciones que, a mi entender, ahora mismo no se cumplen en España (escribí sobre ello en 2008) pero, curiosamente, no estoy preocupado por la seguridad del tal almacén transitorio. El motivo es que, mientras que las centrales nucleares son llevadas por empresas privadas - donde la tentación de afeitar medidas de seguridad para ahorrarse unos euros siempre está presente - los residuos nucleares en España son manejados por Enresa, que es una empresa pública sin ánimo de lucro. Sin las urgencias del beneficio, lo más probable es que tengamos un almacén más que decente, y si no es así, el Gobierno debería vigilarlo con atención: la gestión de residuos nucleares peligrosos no es una de éstas cosas en las podemos escatimar gastos.
Bajo éstas circunstancias, no reprocho a los emprendedores alcaldes que, ante la triste realidad de que la gran ciudad, año tras año, va segando la población de la región, y que a la casa rural en la que tantas esperanzas se pusieron no va nadie, se resignan a ser los basureros atómicos de España, a cambio de unos puestos de trabajo y una siempre bienvenida subvención.
Se esté a favor o en contra de la energía nuclear, hay que asumir que España (en realidad, Franco y los tecnócratas del Opus), en su día eligió la opción nuclear, y esos residuos están y estarán, elijamos lo que elijamos en el futuro en materia de energía. Y, sí, podemos reenviarlos a Francia, o a Marruecos, o echarlos al mar, pero la opción responsable, por más que nos pese, es que tenemos que hacernos cargo de nuestra propia basura.
Seguiremos informando.
El PP se ha lanzado a por uno de sus ya habituales Total Demagogia Show, sacando la artillería ligera de costumbre: hay demasiados inmigrantes, el contrato de integración, cadena perpetua para los asesinos, etcétera, etcétera. Y como no me voy a gastar reiterando lo que ya he dicho alguna vez, tengan éstos artículos antiguos sobre lo primero, lo segundo y lo tercero.
Lo que es relativamente novedoso es la ascensión de esa versión tan ibérica de lo que los americanos llaman NIMBY: el NIMAC (Not In My Autonomous Community).
Como saben, soy partidario de la energía nuclear bajo unas determinadas condiciones que, a mi entender, ahora mismo no se cumplen en España (escribí sobre ello en 2008) pero, curiosamente, no estoy preocupado por la seguridad del tal almacén transitorio. El motivo es que, mientras que las centrales nucleares son llevadas por empresas privadas - donde la tentación de afeitar medidas de seguridad para ahorrarse unos euros siempre está presente - los residuos nucleares en España son manejados por Enresa, que es una empresa pública sin ánimo de lucro. Sin las urgencias del beneficio, lo más probable es que tengamos un almacén más que decente, y si no es así, el Gobierno debería vigilarlo con atención: la gestión de residuos nucleares peligrosos no es una de éstas cosas en las podemos escatimar gastos.
Bajo éstas circunstancias, no reprocho a los emprendedores alcaldes que, ante la triste realidad de que la gran ciudad, año tras año, va segando la población de la región, y que a la casa rural en la que tantas esperanzas se pusieron no va nadie, se resignan a ser los basureros atómicos de España, a cambio de unos puestos de trabajo y una siempre bienvenida subvención.
Se esté a favor o en contra de la energía nuclear, hay que asumir que España (en realidad, Franco y los tecnócratas del Opus), en su día eligió la opción nuclear, y esos residuos están y estarán, elijamos lo que elijamos en el futuro en materia de energía. Y, sí, podemos reenviarlos a Francia, o a Marruecos, o echarlos al mar, pero la opción responsable, por más que nos pese, es que tenemos que hacernos cargo de nuestra propia basura.
Seguiremos informando.