La aprobación de las medidas de austeridad ayer en el Congreso no tendría que ser una victoria para el Partido Socialista, porque no lo es, bajo ningún concepto. Es un desastre de una magnitud tan colosal que debería ser un toque de atención galvanizador y conclusivo que dé paso a un cambio revolucionario de los paradigmas de la socialdemocracia. Y, como sabrán si me han estado leyendo con atención, estaba cantado.
Lo que se ha visto ayer en el Congreso de los Diputados es el fin definitivo, al menos en España, del paradigma ideológico fundamental de la izquierda democrática: que se pueden defender y mejorar los derechos sociales de los ciudadanos en general y de los trabajadores en particular desde el gobierno del Estado-nación. Me duele decirlo de una manera inconmensurable, pero ya no es posible. El capitalismo global ya es demasiado grande y poderoso como para que un gobierno estatal pueda, por su cuenta, contrariar sus paradigmas con respecto al rol del Estado. Estar en la Unión Europea agrava esa impotencia del Estado, aunque no estar presentes en la UE no hubiese evitado la crisis - como mucho la hubiese retrasado unos años.
Y las respuestas por parte de la izquierda son de lo más variado, pero en todas hay un punto en común: un profundo conservadurismo. Conservadurismo en el sentido de que son interminables refritos de la misma idea que llevan repitiendo siempre.
Los hippy-anarquistas, como no, pulsando la misma tecla: destruir al capitalismo y su sociedad de consumo para crear un nuevo mundo feliz, autogestionado, ecológico y lleno de luz, color, flores y calabazas orgánicas. No insistiré, como hago siempre, en la cuestión de la funcionalidad - un sistema así para funcionar también exige un cambio de paradigma, aunque a una escala mucho mayor - sino en el hecho de que la sociedad de consumo ha producido una mejora en la calidad de vida que es, en mi opinión, irrenunciable. Los números cantan, amiguitos: por mucho que el regreso a la sociedad preindustrial sea armónico y sostenible, con la sociedad de consumo global vivimos más, evitamos las hambrunas y llegamos a los cuarenta con todos los dientes, por no decir que leemos más, escuchamos más música y sabemos más sobre el universo que nos rodea.
Mientras, la "vieja política de izquierdas", con los sindicatos a la cabeza, aún piensan que todo se soluciona con "impuestos a los ricos" y "refrenar al capitalismo", como si eso fuese posible. Nada impide al millonario a quién se le pretende cascar un impuestazo irse con el dinero a otra parte; no sólo no recaudaríamos un 15% más: es que no recaudaríamos nada. Y lo de refrenar al capitalismo es como intentar atar a un dragón con una cuerda de tender atada a un palo de madera.
Luego están los grupos serios de alterglobalización: ATTAC, por ejemplo. El problema es que son grupos organizados mayormente por franceses, que no pueden concebir un mundo sin estados. Y se dedican a incentivar a la gente a presionar a sus gobiernos, precisamente la gente que (¿recuerdan?) no puede hacer nada contra el poder del capitalismo global.
El cambio de escala es colosal. Implica que si el capital ha superado los límites de los estados y creado un espacio global, un mercado global de bienes y servicios, es necesario que exista un instrumento de poder de la misma escala, democráticamente responsable, con el poder de garantizar el principio fundamental de la socialdemocracia: que el pueblo, a través de un sistema democrático (que puede llamarse Estado, o no), puede disfrutar de las ventajas del capitalismo y desarrollar un sistema de protección social que compense sus obvias desventajas.
Es decir: que para seguir creyendo en lo que creo - es decir, en la socialdemocracia - es necesario modificar la escala de la acción política de una forma que no puede hacerse sino a través de la revolución. (digamos que los chinos no tienen demasiadas posibilidades de impulsar éste cambio de forma democrática, vamos)
No me extraña que esté tan desanimado.
Seguiremos informando.
Lo que se ha visto ayer en el Congreso de los Diputados es el fin definitivo, al menos en España, del paradigma ideológico fundamental de la izquierda democrática: que se pueden defender y mejorar los derechos sociales de los ciudadanos en general y de los trabajadores en particular desde el gobierno del Estado-nación. Me duele decirlo de una manera inconmensurable, pero ya no es posible. El capitalismo global ya es demasiado grande y poderoso como para que un gobierno estatal pueda, por su cuenta, contrariar sus paradigmas con respecto al rol del Estado. Estar en la Unión Europea agrava esa impotencia del Estado, aunque no estar presentes en la UE no hubiese evitado la crisis - como mucho la hubiese retrasado unos años.
Y las respuestas por parte de la izquierda son de lo más variado, pero en todas hay un punto en común: un profundo conservadurismo. Conservadurismo en el sentido de que son interminables refritos de la misma idea que llevan repitiendo siempre.
Los hippy-anarquistas, como no, pulsando la misma tecla: destruir al capitalismo y su sociedad de consumo para crear un nuevo mundo feliz, autogestionado, ecológico y lleno de luz, color, flores y calabazas orgánicas. No insistiré, como hago siempre, en la cuestión de la funcionalidad - un sistema así para funcionar también exige un cambio de paradigma, aunque a una escala mucho mayor - sino en el hecho de que la sociedad de consumo ha producido una mejora en la calidad de vida que es, en mi opinión, irrenunciable. Los números cantan, amiguitos: por mucho que el regreso a la sociedad preindustrial sea armónico y sostenible, con la sociedad de consumo global vivimos más, evitamos las hambrunas y llegamos a los cuarenta con todos los dientes, por no decir que leemos más, escuchamos más música y sabemos más sobre el universo que nos rodea.
Mientras, la "vieja política de izquierdas", con los sindicatos a la cabeza, aún piensan que todo se soluciona con "impuestos a los ricos" y "refrenar al capitalismo", como si eso fuese posible. Nada impide al millonario a quién se le pretende cascar un impuestazo irse con el dinero a otra parte; no sólo no recaudaríamos un 15% más: es que no recaudaríamos nada. Y lo de refrenar al capitalismo es como intentar atar a un dragón con una cuerda de tender atada a un palo de madera.
Luego están los grupos serios de alterglobalización: ATTAC, por ejemplo. El problema es que son grupos organizados mayormente por franceses, que no pueden concebir un mundo sin estados. Y se dedican a incentivar a la gente a presionar a sus gobiernos, precisamente la gente que (¿recuerdan?) no puede hacer nada contra el poder del capitalismo global.
El cambio de escala es colosal. Implica que si el capital ha superado los límites de los estados y creado un espacio global, un mercado global de bienes y servicios, es necesario que exista un instrumento de poder de la misma escala, democráticamente responsable, con el poder de garantizar el principio fundamental de la socialdemocracia: que el pueblo, a través de un sistema democrático (que puede llamarse Estado, o no), puede disfrutar de las ventajas del capitalismo y desarrollar un sistema de protección social que compense sus obvias desventajas.
Es decir: que para seguir creyendo en lo que creo - es decir, en la socialdemocracia - es necesario modificar la escala de la acción política de una forma que no puede hacerse sino a través de la revolución. (digamos que los chinos no tienen demasiadas posibilidades de impulsar éste cambio de forma democrática, vamos)
No me extraña que esté tan desanimado.
Seguiremos informando.
1 comentario:
Bueno, no puedo estar de acuerdo con lo que tú consideras "imposible", ya que siempre he pensado que es de hecho más fácil mandar las cosas a paseo que construir otras nuevas.
Por lo demás, de que nadie va a hacer nada de eso has tardado en darte cuenta, pero más vale tarde que nunca. Pasa al fondo que hay sitio y está la nevera (todavía).
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