Escribí hace tiempo mi opinión sobre la memoria histórica. Léanselo primero.
Una vez dicho ésto: vivimos en una democracia. Ésto significa que el pueblo, a través de sus representantes elegidos, es quién hace la ley.
Y al igual que nos tenemos que estar pegando con los pugneteros iusnaturalistas curiles, dispuestos a pasar olímpicamente de la voluntad soberana del pueblo en nombre de Dios, por el mismo motivo no podemos obviar la ley en nombre de la justicia.
Que los franquistas paguen por sus crímenes es de justicia. Pero no es la ley. Y que sea la ley o no no es un acto jurídico: es un acto político.
Baltasar Garzón ha tenido el inconmensurable valor de intentar suplir desde su juzgado lo que los españoles no nos hemos atrevido a hacer: poner, negro sobre blanco, los tenebrosos horrores de nuestro pasado. Y, en consecuencia, merece mi aplauso.
Pero por ello ha incumplido la ley. Y, también en consecuencia, se merece la suspensión. Ni yo, ni nadie, ha elegido a Baltasar Garzón para compensar la injusticia histórica de los asesinados por la dictadura. Y nadie, por muy bien intencionado que sea, puede arrogarse el poder que la Constitución y las leyes reservan a la representación del pueblo.
La pregunta es: si es de justicia que los crímenes del franquismo sean castigados, ¿qué hacen aquellos a los que sí hemos votado para que plasmen esa justicia en ley?
Seguiremos informando.
Una vez dicho ésto: vivimos en una democracia. Ésto significa que el pueblo, a través de sus representantes elegidos, es quién hace la ley.
Y al igual que nos tenemos que estar pegando con los pugneteros iusnaturalistas curiles, dispuestos a pasar olímpicamente de la voluntad soberana del pueblo en nombre de Dios, por el mismo motivo no podemos obviar la ley en nombre de la justicia.
Que los franquistas paguen por sus crímenes es de justicia. Pero no es la ley. Y que sea la ley o no no es un acto jurídico: es un acto político.
Baltasar Garzón ha tenido el inconmensurable valor de intentar suplir desde su juzgado lo que los españoles no nos hemos atrevido a hacer: poner, negro sobre blanco, los tenebrosos horrores de nuestro pasado. Y, en consecuencia, merece mi aplauso.
Pero por ello ha incumplido la ley. Y, también en consecuencia, se merece la suspensión. Ni yo, ni nadie, ha elegido a Baltasar Garzón para compensar la injusticia histórica de los asesinados por la dictadura. Y nadie, por muy bien intencionado que sea, puede arrogarse el poder que la Constitución y las leyes reservan a la representación del pueblo.
La pregunta es: si es de justicia que los crímenes del franquismo sean castigados, ¿qué hacen aquellos a los que sí hemos votado para que plasmen esa justicia en ley?
Seguiremos informando.
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