miércoles, 20 de octubre de 2010

Un gobierno para jugar

Los cambios en el Gobierno presentados hoy tienen, a mi entender, un objetivo definido: dar juego en las elecciones de 2012. Eso deja claro que Zapatero no se rinde y no da las elecciones del 2012 por perdidas, aunque el mejor de los casos, tal y como están las cosas, sería que la suma de los diputados del PP y UPyDance no llegase a 176. El gobierno que surge hoy está específicamente diseñado para que eso ocurra: es un gobierno de campaña.

Y como gobierno de campaña que es, suelta lastre: los ministerios de Vivienda e Igualdad, sobre los cuáles ya reclamé en su día, desaparecen subsumidos en Fomento y Sanidad, respectivamente. El ministerio de Vivienda desaparece porque ahora mismo es más problemático vender viviendas que comprarlas, y el ministerio de Igualdad desaparece para dejar de darle argumentos idiotas a la derecha.

La noticia en todas las portadas es que Zapatero cambia de Poli Malo. Hasta ahora, ese trabajo correspondía a María Teresa Fernández de la Vega, a la que se le compensa con un mullidísimo sillón en Mayor, 88, pero visto lo que viene por delante se ha decidido poner en su lugar a Alfredo Pérez Rubalcaba, Chemical Al, al que le llevan tirando mierda encima una buena docena de años. Que siga manteniendo su sentido del humor aún después de todo lo que ha pasado le da todos los puntos que necesita para ser el wrestler político del presidente, cosa más que necesaria en los tiempos que corren.

Seguiremos informando.

lunes, 18 de octubre de 2010

Perder por querer ganar

Cuesta no ver en las declaraciones de Arnaldo Otegi un enésimo intento de depurar su imagen y la de la izquierda abertzale antes de las municipales. Escama, por ejemplo, que la entrevista en cuestión se la haya concedido a El País antes que a Gara. Eso deja bastante claro, a mi entender, que Otegi habla más para la izquierda española en general que para la izquierda abertzale en particular. Y ésto es así porque Otegi intenta pasar la imagen de que Batasuna sigue viva e íntegra tras su persona, pero los liderazgos no suelen pasar indiscutidos si tu líder está en el talego (salvo que seas Nelson Mandela, pero aquí el amigo no lo es). Puede que en Madrid Otegi siga pareciendo el coco malo, la cara de ETA, pero he de suponer que in situ la izquierda abertzale está lejos de ser un monolito. Al fin y al cabo, estamos hablando de militantes de izquierdas, gente que por principios está más que dispuesta a sacarse una discusión de donde no la había - y lo digo por experiencia propia.

El Gobierno se ha sacado la respuesta de siempre: no se vuelve a hablar hasta que se dejen las armas en la puerta, donde las podamos ver. Hasta ahí, bien. Pero eso desencadena una serie de preguntas para las que no tenemos respuesta.

Preguntas que derivan del hecho de nunca nos hemos parado a pensar en qué hacer si ETA deja las armas de una vez y para siempre. Bueno, hay gente que sí: me imagino que el día después de la entrega de las armas, el Casco Viejo de San Sebastián va a estar abarrotado de militantes del PP y del PSOE entregados al noble arte del txikiteo. Pero no estoy hablando de eso.

El problema, como ya dije el otro día, es conseguir integrar en el sistema democrático a la supraestructura nacionalista. Ser un demócrata de verdad consiste en asumir que puedes ser gobernado por gente a la que desprecias - y lo haces porque crees que puedes hacer que alguien lo haga mejor, incluso tú. Eso implica que la tarea primordial aquí es extraer el componente que volatiliza ese pilar fundamental del sistema: el odio cerril, el componente que mata y que mutila. Y eso implica tolerancia por ambas partes, implica que el hombre al que querías matar y el hombre que te quería matar van a estar contigo en en el mismo pueblo, en la misma calle, en el mismo bar, y en vez de salir y resolverlo a hostias vas a tener que respirar hondo, tragar quina y tomarte tu vino y comerte tu pintxo.

¿Existe esa voluntad? ¿Existe de verdad la voluntad de paz? Me temo que, gracias a actores tan destacados como Mayor Oreja y Rosita la Pastelera, no la hay, y no la hay por nuestra parte. Vemos la derrota de ETA, y la queremos. Queremos victoria, queremos la cabeza de Josu Ternera en una estaca, queremos regodearnos y pasear por la GI-131 con el coche a todo gas ondeando banderas bicolores. El bigotismo y el circo fucsia ven réditos electorales en nuestra hubris y van a hacer lo que puedan para alimentarla: nada más que ver la respuesta de Rosita a la entrevista con Otegi, de qué es ésto de que se pueda entrevistar a un español y publicarlo en los periódicos. E incluso mi propio partido se acobarda de la coherencia, temiendo ser derrotados en la "firmeza contra el terrorismo".

Queremos ganar. Ellos también. Ellos se están dando cuenta de que nadie puede ganar ya desde hace mucho. ¿Y nosotros?

Seguiremos informando.

lunes, 11 de octubre de 2010

El loco del pelo raro

Ahora no hay más que abrir Foreign Policy o The Economist para encontrar preocupados artículos sobre la ascensión de Geert Wilders, intentando explicar quien es, qué hace y qué pretende.

Aprovecho ésta oportunidad para hacer un poco de autobombo y recordarles a los que sean relativamente nuevos aquí – es decir, que no hayan conocido ninguno de mis dos blogs anteriores – que llevo escribiendo sobre Wilders prácticamente desde que abrí mi primer blog, en 2005. En aquellos tiempos vivía en Rotterdam, y el tema de los allochtonen (literalmente, lo opuesto a autóctonos) inundaba día sí, día también los kioscos de prensa y las noticias de los telediarios.

Varios políticos de aquél entonces competían entre sí para ver quién era más duro con los inmigrantes. Pim Fortuyn y su pirotécnico movimiento había dejado bien claro que había un filón de votos entre las clases medias bajas si se jugaba con sus miedos más primarios, así que con su muerte, un número no pequeño de políticos movieron ficha para intentar erigirse como su sucesor. Entre los nombres que recuerdo estaban los de la ministra de Integración e Inmigración, Rita Verdonk; el líder del partido Rotterdam Habitable, un sujeto llamado Marco Pastors, y el propio Geert Wilders.

En mi opinión, el triunfo final de Wilders deriva de que, demonizando al Islam y no a los musulmanes, ofrece al electorado un racismo light, más digestible para el electorado. Pero lo que lo hace más vendible lo hace igualmente más peligroso: abstrayendo aún más al enemigo, uno evita que la convivencia cree excepciones (uno no puede odiar a Mehmet, el del curro; o a Salim, el de la pescadería; o a Fatiye, la de la facultad) y todo el mundo musulmán, independientemente de raza, color o sexo, es peligroso y antiholandés.

Antes de Wilders, la idea del Islam como enemigo – y no los inmigrantes – la empezó a mover Ayaan Hirsi Ali. Hirsi Ali había nacido en Somalia - con todas las terribles consecuencias que uno puede imaginarse – y había pasado por una serie de peripecias hasta acabar en los Países Bajos, donde acabó licenciándose en la Universidad y en la Segunda Cámara (la cámara baja) como diputada laborista. Pasados unos años, Hirsi Ali empezó a condensar su (razonado) resentimiento en un programa político: siendo como era mujer y negra, adoptar una política abiertamente racista no la llevaría muy lejos; así que adoptó la idea de que el Islam era el enemigo, idea rápidamente adoptada por otro parlamentario, éste liberal del VVD: Geert Wilders. Los dos, fuera de sus respectivos partidos, se convirtieron en una suerte de parias en el Parlamento, lo cuál sirvió para acercarlos ideológicamente, amén de alimentar su imagen de outsiders.

Las cosas se empezaron a poner feas cuando en 2004 se estrenó un corto con guión de Hirsi Ali, “Sumisión”, una suerte de videoarte en el cuál se intentaba mostrar gráficamente la opresión de la mujer en el Islam: pasados unos días de su estreno en la televisión pública, un holandés de origen marroquí apuñalaba con un punzón al director del corto, Theo van Gogh, en plena calle. El país, conmocionado, entró en pánico ante el “peligro musulmán” en cada esquina. Hirsi Ali y Wilders pasaron a vivir bajo protección oficial.

El liderazgo ideológico de Hirsi Ali se fue al traste cuando un documental de la televisión pública reveló que había mentido en su solicitud de asilo, por lo que según la ley – ley que ella misma ayudó a endurecer – no tenía siquiera la nacionalidad neerlandesa. Esa misma semana renunció a su escaño en el Parlamento y se fue a vivir a Nueva York, a trabajar en un think tank ultra. Wilders se quedó.

Lo cuál nos lleva a la siguiente pregunta: ¿por qué la ascensión de los ultraderechismos como el del Wilders en Europa Occidental? Creo haber escrito sobre el tema tras la muerte de Jörg Haider.

Los nuevos ultraderechismos, salvo quizás el húngaro, abjuran del matonismo skin-head que ha sido prácticamente sinónimo de ultraderecha durante los últimos treinta años. Los llevan gente joven y con estudios, cuyo mensaje es simple y atractivo: pagamos demasiados impuestos; la inmigración implica crimen y gasto público; los políticos de siempre están corruptos; aquí nadie ha de ayudar a nadie; que cada cuál se las arregle como pueda. Como no ceso de repetir, vivimos tiempos confusos, el mundo cambia de escala, la política tal y como la hemos conocido hasta ahora está en un callejón del cuál no puede salir sino hacia afuera, y la gente busca respuestas sencillas, aunque estén equivocadas.

Y es necesario reaccionar. Pero ya.

domingo, 10 de octubre de 2010

Maldita democracia

Conociendo como conocen ustedes mis vicios, probablemente esperen de mí en un mediodía de domingo como éste una reseña de la apoteosis de Kim Nieto de ayer en Pyongyang. Y aunque el Jovencito Líder tenga toda la pinta de ser una infinita fuente de macabra risión - una suerte de Paquirrín pero con armas nucleares - he leído hoy un artículo en la BBC que me ha llamado mucho la atención por su importancia geopolítica - y aquí, naturalmente, nadie le va a hacer caso hasta que estalle.

Egipto. El país árabe más poblado (que no musulmán: ese es Indonesia), es, desde hace décadas, la "democracia" modelo que Occidente desea ver en el mundo árabe. Los tiempos de Nasser, el egipcio más famoso del mundo hasta que Omar Sharif decidió hacer de ruso, han quedado muy atrás: si en los años 50 y 60 Egipto era el metebullas de Oriente Próximo, desde hace 30 años el principal mérito de Egipto ha sido el no hacer ruido en la región que más sale en las noticias. Dos fueron los motivos para la pacificación egipcia: primero, la convicción, obtenida por las malas, de que aun sacrificando a decenas de miles de soldados egipcios en pleno desierto, con los israelíes no se puede; segundo, la ascensión de Libia como metebullas oficial - conociendo las ganas del coronel Gaddafi de obtener más desierto para su país, Anuar el Sadat decidió que la mejor idea era llevarse bien con los americanos, aunque eso implicase llevarse bien con los israelíes. Así pues, Sadat fue a la Knesset, firmó Camp David, y fue premiado por su ejército con un desfile en su homenaje, con fuego real y todo.

Sucedió a Sadat su vicepresidente, un hombre pasmosamente lechón llamado Hosni Mubarak, que desde entonces ha seguido a rajatabla la receta ofrecida por Washington para la estabilidad política en un país "volátil" como Egipto: en política interior, gobernar a través de la corrupción y el fraude, procurando no exagerar, y en política exterior, hacer exactamente lo que le digan desde Washington. Es una receta exportada con bastante éxito: es en lo que se ha convertido la Autoridad Palestina bajo Al-Fatah, y en lo que se está convirtiendo Irak bajo la coalición de paniaguados que, mal que bien, se ha logrado juntar. Esa estabilidad es la que permite a Egipto, mal que bien, prosperar: los turistas llenan Sharm-el-Sheik y Giza todo el año, fuente de bienvenidas divisas para un país que, sin ellos, sólo exportaría dátiles. Y si a cambio hay que prestarle a Obama una salita para que hable a todos los árabes, pues adelante.

Hasta ahora el régimen del Partido Nacional Democrático (suprema ironía) se ha perpetuado sin demasiados sobresaltos, máxime cuándo Mubarak ha conseguido pasar en Occidente la idea de que su única oposición son los Hermanos Musulmanes, la asociación islamista más antigua en existencia (fundada en 1928).

Pero ahora la cosa se complica: primero, porque Mubarak ya está yayo (a pesar de los competentes liftings aplicados a su rostro, los 82 años se notan) y aunque ya tiene sustituto, su propio hijo menor, Gamal (dentro de la bella tradición de los Assad y los Kim), la sucesión puede no ser del todo estable, y segundo, la oposición ha conseguido articularse gracias al fichaje de una figura de peso: Mohamed El-Baradei, ex-director general de la Agencia Internacional para la Energía Atómica, y Premio Nobel de la Paz. Por su oposición manifiesta al aquelarre de Bush con respecto a las armas de destrucción masiva, su prestigio es considerable, tanto en el mundo árabe como en Occidente. La presencia de El Baradei en las elecciones abre un conflicto considerable en las potencias occidentales. Obviamente, deseamos que El Baradei tenga posibilidades de ganar las elecciones, al fin y al cabo es un Premio Nobel, una figura de prestigio internacional, un tipo sensato con gafas y bigotín. Pero para que pueda ganar, las elecciones en Egipto deberían ser democráticas en serio - y eso implica que los Hermanos Musulmanes sacarían una inconmensurable tajada parlamentaria.

Volvemos al mismo conundro que tenemos en Palestina o Irak: Occidente quiere que los países árabes sean democráticos, siempre y cuándo ganen los que nosotros queremos. Las elecciones egipcias, que no están lejos, serán un episodio interesante. Y desde aquí, naturalmente...

Seguiremos informando.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Mi 31 de octubre particular (2)

Todos habrán leído en los periódicos el caso del payaso Tiririca. Tiririca se hizo famoso hace unos diez años por una canción llamada "Florentina", la clase de tema musical compuesta para matar el aburrimiento a través del probar la paciencia tanto del cantante como de sus oyentes (un equivalente ibérico sería la inmortal "Un elefante se balanceaba"). El domingo pasado Tiririca, con el slogan "Pior que tá não fica" (traducido literalmente "Peor de lo que está no se va a poner") fue elegido miembro de la Cámara brasileña de Diputados por São Paulo por asombrosos 1.300.000 votos y será sometido a una prueba de alfabetización para poder asumir su cargo. Éste caso, como el de Romario, nos hace ver que los brasileños no se toman demasiado en serio las elecciones al Congreso, pero, ¿por qué se presenta ésta clase de gente a las elecciones?

Empezamos a encontrar la respuesta al ver la adscripción partidaria de los candidatos. Uno se esperaría que Tiririca se hubiese presentado como independiente, o como máximo, por un supuesto Partido Payasista Brasileño. Sin embargo, Tiririca se ha presentado por el pequeño Partido de la República, miembro, muy menor, de la coalición de Gobierno. Igualmente Romario se ha presentado por el relativamente serio Partido Socialista Brasileño (miembro, igualmente, de la coalición de gobierno) y no por el Partido de la Farra Futbolera. Igualmente, ni Tiririca ni Romario han podido presentarse como independientes porque esa figura no existe en la legislación electoral brasileña: todos los candidatos deben serlo de un partido.

Y aquí empieza una parrafada friki-politológica.

La explicación deriva del sistema electoral brasileño: es un sistema proporcional D'Hondt, como el español, pero con listas abiertas. Lo que significa que los votos pueden ir al candidato, pero, al igual que aquí, los escaños van al partido. El procedimiento es éste: al terminar el recuento se suman todos los votos de todos los candidatos de un partido o coalición. Esas cifras son las que asignan los escaños que le corresponden a cada partido o coalición. Una vez asignados los escaños, los diputados que ocuparán esos escaños se asignan conforme al número de votos obtenidos.

Ésto hace que, si uno presenta un candidato con tirón suficiente, éste puede obtener suficientes votos como para "tirar" de la lista del partido o de la coalición como para elegir cuatro o cinco diputados más, sobre todo en una circunscripción grande como São Paulo.

Por ejemplo, el candidato Vanderlei Macris obtuvo 111.530 votos por São Paulo, pero no fue elegido. Cuatro diputados de la coalición de Tiririca obtuvieron menos votos que él (el que menos, 93.300, casi 20.000 votos menos) y, sin embargo, fueron elegidos. Paulinho da Força, uno de los líderes del sindicato de derechas más importante (Força Sindical) obtuvo 267.000 votos, los suficientes para que un candidato de su lista, que obtuvo míseros 42.000 (casi un tercio de los votos de Macris) se quedase con el último escaño en liza.

La presentación de candidatos famosillos al Congreso no responde únicamente, por lo tanto, a un deseo de épater, sino a una estudiada estrategia electoral. Pena de los que crean que votando a Tiririca denuncian al sistema...pues sólo contribuyen a su preservación.

Seguiremos informando.

martes, 5 de octubre de 2010

Mi 31 de octubre particular (1)

Exulta la prensa de São Paulo con el resultado de las elecciones del domingo. Toda ella alineada a favor del ex-gobernador del Estado y candidato presidencial de la oposición, José Serra, considera un buen augurio que a Dilma Rousseff le faltasen 5 millones de votos para ser elegida presidenta en la primera vuelta. Para ellos, el hecho de el Partido Verde, un partido de gente con suficiente dinero como para poder preocuparse con la ecología y no con el comer, haya logrado 20 millones de votos, es lo bastante como para desautorizar la popularidad de Lula y dar nuevas posibilidades a la candidatura de Serra.

Como dicen en mi pueblo, que vayan sacando al caballo de la lluvia: si a Rousseff le basta con obtener una cuarta parte de los votantes de Marina Silva para ser presidenta, Serra necesitaría quince millones de votos más para salvar los quince puntos de distancia que Dilma Rousseff le ha sacado. Y por más que los neo-hippies del Partido Verde digan que los resultados de Marina Silva son responsabilidad del partido, las pruebas en contra son concluyentes: nada más que ver los resultados de su líder fundacional y héroe, Fernando Gabeira, en las elecciones al gobierno del Estado de Río de Janeiro: masacrado (61% contra 15%) contra el candidato (sigh) del gobierno, Sérgio Cabral.

¿Por qué Marina Silva ha logrado esos 20 millones de votos? Me gustaría decir que ha sido por una súbita consciencia ecológica por parte de mis compatriotas, pero creo que no. Igualmente cabría la posibilidad de que su historia de vida haya conmovido y atraído al electorado, pero tampoco creo que haya sido por eso. La respuesta más probable, por desgracia, haya sido que Marina Silva haya sido la candidata más coherentemente evangélica (léase protestante) de los que se presentaban.

El ascenso del protestantismo en Brasil es un fenómeno que ha venido parejo con la ascensión de una nueva clase media. Un paseo en autobús cualquier domingo por la mañana en Brasil permite ver a gente, vestida pobre pero formalmente, llenando los asientos leyendo la Biblia o algún tratado religioso. El mercado de la música evangélica está en constante ascenso y llena estadios. La tercera cadena de televisión más grande del país (y la única con presencia en Digital +) es propiedad de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Obviamente, el crecimiento furibundo del evangelismo brasileño ha permitido el enriquecimiento masivo de los listos de siempre (como los fundadores de la Iglesia Renacer en Cristo - famosa por ser la del fumbolista Kaká - que literalmente tienen unos asuntos que los retienen en Miami). Pero, en todo caso, su crecimiento les ha hecho convertirse en una fuerza social, económica y política a tener en cuenta.

A pesar de mis pesimistas predicciones, Romario no salió el candidato más votado en Rio de Janeiro. El ganador fue Anthony Garotinho, ex-gobernador del Estado y evangélico militante, con casi el doble de votos que el segundo. En el estado de Goiás, el ascenso de un candidato evangélico ha obligado a una segunda vuelta y ha lanzado a los dos candidatos restantes a cortejar descaradamente el voto de los aleluyas.

Y, en consecuencia, la derecha se ha lanzado en masa a cortejar a los evangélicos para llevarse el trozo del león de los votos a Marina Silva. Y, lo que es peor, ésta acción ha obligado a la izquierda a intentar entrar en el mercado evangélico. El resultado final es una deriva hacia la derecha de la política social de consecuencias nefastas. La descriminalización del aborto, uno de los objetivos primarios de la primera presidenta mujer de Brasil, probablemente irá al cubo de la basura. De la legalización del matrimonio gay, ya permitida en Argentina, ni hablamos.

En suma, por los unos o por los otros, otra vez Dios metiéndose en lo que es del César. Justo lo que dijo Jesús, vamos.

Seguiremos informando.

lunes, 4 de octubre de 2010

He's toxic

María Dolores de Cospedal, en rueda de prensa, considera que las primarias de Madrid suponen una desautorización de José Luis Rodríguez Zapatero y, en un divertido ejercicio de wishful thinking, solicita al PSOE que convoque elecciones anticipadas. El bigotismo tiene éstas cosas: dado que su partido ha insultado a demasiada gente como para conseguir pasar una moción de censura así le maten, su única posibilidad de conseguir elecciones anticipadas es "exigiéndolo". Jo, qué gente.

La regla número 1 ahora mismo para cualquier candidato socialista con aspiraciones es alejarse lo más posible del federal (entiéndase, de la dirección central del partido) en general y de José Luis Rodríguez Zapatero en particular. El Presidente del Gobierno ahora mismo está verboten, es tóxico, asediado por la impopularidad por todos lados, con un margen de acción equivalente a cero coma. Es absolutamente lógico que, con el bigotismo reventando las encuestas del CIS, los candidatos que quieran tener alguna posibilidad en las próximas elecciones deben erigirse en figuras, aparentemente, de oposición al Presidente del Gobierno.

Y ese es el gran triunfo de éstas primarias: el dar una visibilidad extra a candidatos del PSOE que, no nos engañemos, si estuviesen respaldados por el aparato del partido estarían condenados a perder - los ciudadanos, según todas las encuestas, están dispuestos a darle un buen leñazo al Ejecutivo en las urnas. Haciéndose, por obra y gracia de la democracia interna, una especie de oposición "light", ganan la posibilidad de ganar votos de los ciudadanos indecisos que puedan estar hartos de las corruptelas y la truculencia de su respectivo gobierno bigotista, pero que, al mismo tiempo, estén cabreados con José Luis Rodríguez Zapatero y su (aparente) implosión de cualquier coherencia política.

En Madrid, precisamente, el PP puede verse en el apuro de volver a meter en la botella el genio que contribuyó a sacar. Gran parte del éxito de cualquier cacique se basa en ningunear a la oposición: y como ya he dicho en más de una ocasión, el fracaso del PSM era, sobre todo, el no lograr salir nunca de la página 4 de la sección de Local de los periódicos. Ésta vez no: con la prensa de derechas oliendo sangre en las primarias, han ofrecido a Tomás Gómez, gratis et amore, más cobertura informativa en éstos últimos tres meses que en sus tres años anteriores de mandato. Por lo que he llegado a leer en la prensa, hasta Telemadrid ha ofrecido en directo las ruedas de prensa de Tomás Gómez, cuando anteriormente sus intervenciones en el Telenoticias no solían pasar de los seis segundos. Queda ver ahora como se las arreglarán para volver a ningunear a alguien al que han estado jaleando como ariete durante tres largos meses.

Ahora llega la hora de la verdad: empieza la larga campaña para descabalgar a Esperanza Aguirre y sus secuaces del gobierno de la Comunidad de Madrid. Lo único que Tomás Gómez tiene que pedirle a Ferraz es algo muy sencillo: no nos ayudéis.

El resto, depende de él. Y de nosotros.

Seguiremos informando.

domingo, 3 de octubre de 2010

Mi 3 de octubre particular (y 3)

Pues ya estoy de vuelta, tras una aparatosa y fascinante semana larga en Berlín y un par de días inmerso en un inmenso vicio al SimCity 4 (en videojuegos, me va lo retro)

Como dije, ésta mañana me levanté temprano (ay) y tiré de metro hasta la Casa do Brasil, el colegio mayor brasileño en la Ciudad Universitaria (ejemplo de libro de la arquitectura "Satán es mi Señor") Me esperaba encontrarme largas filas de conciudadanos inmersos en su deber cívico, pero naturalmente no había nadie (eran las nueve y media de la mañana) y creo haber sido el primero en presentarme en la mesa electoral 570: los interventores me trataron como al hijo que hace días que no ven. (La presidenta de mesa hasta dijo "Thiago. Qué bonito nombre.")

Votar, en Brasil, implica acercarse a una suerte de cajero automático tal que asín:


y marcar el número del candidato al que desea uno votar. Como ya dije antes, yo como residente en el extranjero solo voto al presidente, pero el brasileño medio tiene que marcar cinco números: presidente, gobernador de su estado, diputado federal, senador y diputado de la asamblea legislativa provincial. Y, por desgracia, en la mayoría de los casos solo llega frente a la urna con sólo un par de esos números en la cabeza. Es por eso que, para alegría de mis amigos, probablemente Romario será elegido diputado federal hoy mismo.

Y, al contrario de todo lo que me dicta el sentido común, que prefiere que las elecciones se decidan en la primera vuelta (para no tener que volver a levantarme temprano dentro de tres domingos), en lugar de votar al 13 de la gran favorita, la candidata del Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff, preferí votar al 43 de la candidata del Partido Verde, Marina Silva.

Por una parte, la decisión viene de un aprecio personal por la candidata. Al igual que Lula, salió de una infancia miserable hasta decir basta (nació en una familia de caucheros en Acre, el estado más al oeste de Brasil, el único con su propio huso horario, más cerca de Lima que de São Paulo) y con muchísimo esfuerzo (aprendió a leer a los quince años) se convirtió en licenciada universitaria y profesora de secundaria. Naturalmente el nuevo puesto le acercó a los sindicatos, y en Acre, eso implicaba conocer a Chico Mendes, líder del sindicato de caucheros (famoso después por un tema de Maná que no sé cuál es porque todos son iguales), y a involucrarse en la defensa de la Amazonía. Cuándo a Chico Mendes le pegaron dos tiros por orden de un ranchero, fue ella la que tomó el liderazgo simbólico de la defensa de la Amazonía a ojos de los brasileños. Nombrada ministra de Medio Ambiente en el primer gobierno de Lula, dimitió después de que el gobierno cediese a las presiones de la industria y la descabalgase de la gestión del Plan Amazonía Sostenible. Entre los que presionaron por un punto de vista más cercano a los intereses industriales estaba la entonces ministra de Minería y Energía, Dilma Rousseff.

No tengo ningún problema con Dilma Rousseff: de hecho, creo que será una excelente presidenta (¡la primera mujer!) y que Brasil seguirá tirando adelante. Puede que hasta, por fin, Brasil deje de ser el país del futuro que siempre ha sido y llegue al futuro de una santa vez. Dilma Rousseff está donde está, y será, más que probablemente, presidenta de Brasil, por su gestión en el ministerio de Minería y Energía. Fue cuando estaba a cargo de la cartera que Brasil alcanzó el sueño más dorado del nacionalismo brasileño: la autosuficiencia en petróleo. Solo ese logro la catapultó al Ministerio de la Presidencia y, de ahí, a la candidatura presidencial.

Pero mi preocupación es que se estén repitiendo los mismos errores del primer "milagro brasileño" (1971-1975). Mientras que Dilma Rousseff estaba siendo torturada físicamente por la dictadura militar, ésta ganaba popularidad cabalgando en una ola de desarrollismo sin par, haciendo megaproyectos, como el puente entre Río y Niterói, la carretera Río-Santos, la carretera Transamazónica y megaestadios de fúmbo a lo largo y ancho del país. Todo ésto se hizo sin ningún respeto al medio ambiente, por supuesto. Nada debería colocarse en el camino del desarrollo económico. Un ministro llegó a declarar: "Tenemos mucho sitio para contaminar. Deberemos aprovechar ésto, porque si no contaminamos nosotros, alguien lo hará."

Ahora, treinta años después, estamos igual, con megaproyectos por todas partes: TAV Río-São Paulo, nuevo aeropuerto de São Paulo, estadios de fúmbo a lo largo y ancho del país (hay cosas que nunca cambiarán) y un desprecio similar por el medio ambiente en aras del desarrollo. La visión dorada de la autosuficiencia en petróleo no deja pensar en el impacto ambiental de todo el tinglado en la fachada atlántica del país, y así con todo.

Yo no estoy en contra del desarrollo para salvar a la vaca del valle del Jequitinhonha ni mucho menos. Pero sí quiero, con mi voto, dar un toque de atención al nuevo gobierno Rousseff para que se comporte con sensatez y que no cometa los mismos errores que cometió la dictadura que tanto mal hizo al país.

Y si tengo que volver a votar dentro de tres semanas, que así sea.

Ah, sí, los otros candidatos. José Serra, el candidato de la oposición, es un tipo brillante, que pasó la mitad de su juventud exiliado y que ha sido, posiblemente, el mejor ministro de Sanidad que ha tenido Brasil. El problema que tiene se llama Demócratas. Los Demócratas (así, sin más) son el mayor partido de la oposición, pero su imagen está tan mancillada por ser el partido de las oligarquías rurales y de toda esa caterva que gobierna el país desde siempre, que prescinde de presentar candidatos propios y se escuda tras el PSDB, un partido ligeramente más pequeño y algo más de izquierdas, formado por toda la intelectualidad que no se pasó al PT en los 80. Así pues, el PSDB pone los candidatos (gente inteligente y capaz) y los Democratas ponen los vices. En el caso de Serra su candidato a vicepresidente es un sujeto con el increíble nombre de Índio da Costa, que empezó su campaña en quinta, declarando que "los objetivos de Lula y las FARC son los mismos." Nuff' said. Es por eso que, por mucho que admire a Serra, no pueda darle su apoyo.

El último en discordia, Plínio de Arruda Sampaio, representa al Partido Socialismo y Libertad, que aglomera todo lo que está a la izquierda de Lula, incluyendo un bocado razonable del propio PT, que abandonó el partido acusando a Lula de traición: el propio Arruda entre ellos. Una congregación de freaks bandiera rossa de la vieja guardia, podrán llamarme la atención en el momento en el que dejen de vivir en 1987.

Y ahora, a esperar los resultados. La ventaja del cajero éste es que permite saber los resultados casi enseguida; el problema es que, cuándo se sepan, probablemente estaré durmiendo.

Seguiremos informando.