lunes, 31 de enero de 2011

¿Y si se va todo a tomar viento?

Bien, conforme a lo esperado, Europa y Estados Unidos han tirado por la calle de enmedio y han adoptado la actitud que se esperaba de ellos: nos parece muy bien que los egipcios pidan democracia y libertad, pero es que el gobierno que ahora tienen es exactamente el tipo de gobierno que queremos en el mundo árabe, así que literalmente han pedido que un gobierno que se ha basado para subsistir en la corrupción y la violencia deje a las masas soltar un poco de vapor para que el gobierno, y con él todo el frágil sistema de paz de Oriente Medio, siga subsistiendo. La esperanza de Occidente es que la rabia de las calles egipcias se concentre exclusivamente en Mubarak y sus secuaces más destacados, de forma que pueda proveerse una sucesión ordenada que permita a Egipto seguir gobernada por los reconocidos y truculentos métodos de siempre, mientras que Mubarak se va a un discreto exilio en algún país tranquilo, tipo Arabia Saudí o Dubai.

Pero pongamos que todo se va al fistro: Mubarak se mete en un Gulfstream sin avisar y se planta en Estambul, las masas cairotas aclaman a El Baradei presidente y los periodistas del Guardian y el New York Times sueltan columnas enteras en loor de las masas liberadas por las nuevas tecnologías.

El Baradei es, sin ningún género de dudas, un tipo estupendo, muy capaz y muy, muy valiente, pero en cualquier sistema político uno no puede gobernar un estado sin tener una base de amigos y aliados, menos aún en un país con una cultura política tan profundamente clientelar como Egipto; y El Baradei se ha pasado los últimos treinta años fuera del país: solo tiene el poder de su inmenso prestigio.

Y eso no es bastante. En consecuencia, El Baradei tendría tres opciones.

La primera sería esperar que toda la cohorte de lamebotas del Partido Nacional Democrático se adheriese al sol naciente y le demostrase su apoyo. El Baradei podría gobernar con ellos, pero primero: no querrá - las catervas de chupatintas del PND están casi tan desacreditados como su líder; y segundo, en el poco probable caso de que quisiera, sería perpetuar el sistema de Mubarak una vez más. Sería la opción preferida por Occidente, y ésto la hace aún más improbable.

La segunda sería ponerse a la cabeza de la única organización de rango nacional capaz de igualarse a la burocracia del Partido Nacional Democrático: los Hermanos Musulmanes. Además de desencadenar la hostilidad manifiesta de Occidente en general e Israel en particular, los Hermanos Musulmanes tienen su propio liderazgo, su propia forma de hacer las cosas y sus propios planes, y no tardarían en descabalgar a El Baradei para poner a un señor de poblada barba en su lugar.

La tercera implicaría un gambito prácticamente imposible: que El Baradei consiguiese articular un combinado de fuerzas democráticas en un país que no ha conocido de eso en la vida, AL MISMO TIEMPO que contiene las ansias de poder de los nasseristas descabalgados y de los Hermanos Musulmanes. Llamadme pesimista, pero es que, directamente, lo veo imposible.

En consecuencia, en el caso de una caída del régimen, lo más probable es que los Hermanos Musulmanes, como he dicho, la única organización de cierto calibre en Egipto aparte del Estado y del partido semi único. Lo bueno (quicir) de los Hermanos es que son el bisabuelo de todos los islamismos (surgidos en los años 1920) y, en consecuencia, no veríamos, al menos de entrada, un Emirato de Egipto al estilo talibán. El problema está que inmediatamente, los grupúsculos radicales que ya han hecho varias veces de las suyas ametrallando turistas en Luxor y Sharm-el-Sheikh saldrán a la luz y sus argumentos a favor de un régimen más islámico tendrán más peso, y más posibilidades de prosperar.

Recordemos, para concluir, que el actual gobierno israelí está como loco para meterse en una guerra con alguien: no hay semana en la que no llamen a Washington para preguntar si pueden bombardear Irán ya. Cualquier atisbo de inestabilidad en Egipto, garante silencioso del bloqueo de Gaza, puede ser la excusa perfecta para que los belicistas de la Knesset autoricen una intervención en el Sinaí. Y en este caso el cipostio puede ser abiertamente fenomenal.

Todavía no se puede decir nada. Como digo, lo más probable es que el movimiento popular se vaya apagando por cansancio, que es lo que recomienda Washington: la hostia limpia no hace sino galvanizar a la gente.Mientras tanto,

seguiremos informando.

P.D. Alguien debería decirle a los israelíes que apoyar a Mubarak no le ayuda para nada.

jueves, 27 de enero de 2011

La caja aburrida

Recuerdo muy bien el anuncio de un banco ruso de alrededor de 1994. El slogan era "el banco más aburrido del mundo" y mostraba que en el banco en cuestión todos los funcionarios eran grises y sisudos personajetes que lo único que hacían era mover papeles y, según el anuncio, "ganar dinero". Era un atractivo para la Rusia de aquél entonces, donde los nuevos ricos, encantados con su juguete, se dedicaban a malabares financieros que asustarían a un gestor de hedge funds.

En octubre de 2008 escribí un artículo en el que veía que el punto más débil de nuestro sistema bancario eran las cajas de ahorro. Ahora que ya se acabó la juerga, queda claro que la intención manifiesta del gobierno es acabar con cualquier banca con participación pública.

Estoy de acuerdo. La tentación de convertir un banco público en una llave para repartir prebendas entre los amigotes estará siempre ahí, así que mejor evitarlo.

Pero tampoco es plan de echar todo el ahorro nacional en un sector bancario que ha demostrado repetidamente su habilidad de quemar el dinero ajeno y convertirlo en carbonilla.

Mi idea es crear la Caja Aburrida. Una institución, dependiente del Ministerio de Hacienda, que tuviera únicamente dos productos: una libreta de ahorro y una tarjeta de débito dependiente. Todos los depósitos serían convertidos en deuda del Estado, con diferentes grados de liquidez. Y los intereses serían reembolsados una vez descontados los gastos de mantenimiento. Para hacerlo más atractivo, podría crearse una lotería (quincenal o mensual) entre los ahorradores, con premios en efectivo.

Ya veo a los economistas de guardia (te estoy viendo) saliendo como pumas en contra de la idea: sus opiniones serán bienvenidas, porque, como sabrán, no soy economista y a mis ideas en éste asunto les falta profundidad.

Pero una cosa sí tengo claro: que una de las conclusiones de ésta crisis es que siendo los impuestos tabú y unos mercados excesivamente intervencionistas en lo político, el Estado necesita ser creativo para financiarse.

Seguiremos informando.

¿Quiénes, ellos?

Alex de la Iglesia ha hecho algo tan profundamente antiespañol que gran parte de los españoles está dispuesta a condenarle por los siglos de los siglos: ha cambiado de idea.

No es así como funciona el debate en nuestro país. En España uno llega al debate con unas convicciones firmes y ha de salir del debate con ellas: el objetivo del debate español es demoler las firmes convicciones del otro; hacerlo a gritos es generalmente de mal gusto, pero depende del tema a tratar: en algunos círculos, da puntos. El que la gente pueda ponerse de acuerdo es un concepto ajeno a la hispanidad, propio de naciones sin una historia conturbada y divisiva como la nuestra, o cualquier otra excusa que uno se proponga.

Como defensor de la piratería que soy, a mí personalmente la Ley Sinde no me preocupa, de hecho, en ese sentido, lo aplaudo. Una web de enlaces es algo que puede crear cualquier fistro, que gracias a Google Adwords y similares puede hacer una tonelada de pasta sin demasiado esfuerzo.

Lo que va a ser la ley Sinde, mis queridos lectores, es dar una nueva vuelta de tuerca. De Napster pasó a Audiogalaxy, de Audiogalaxy al Kazaa, del Kazaa al eMule, del eMule al aMule, de ahí a Bit-Torrent, todo ello una carrera tecnológica donde cada vez hay menos dinero en juego y los riesgos son cada vez mayores, pero el objetivo está claro y evidente: dar acceso a la mayor cantidad de información posible a la mayor cantidad de gente posible.

En España, precisamente, eso que solemos llamar libertad de expresión ha producido un estancamiento en el ingenio hispano. Cortado Seriesyonkis, lo que acaban de hacer las Cortes Generales es dar la bandera de arrancada a una nueva explosión de picaresca hispana. Dentro de seis meses todo el mundo va estar viendo "Glee" con terribles subtítulos argentinos igual.

Con lo que tenemos una costosa y cuestionable estructura judicial para...más bien poco.

He loado en diversas ocasiones los beneficios culturales de la piratería. Chavales de instituto convertido en cinéfilos, una generación con influencias musicales impensables hace una década, un interés creciente por más y mejor cultura.

Algunos opinan que aplicando el modelo estadounidense de protección de derechos nuestra industria cultural reaccionaría como la estadounidense. ¿Estamos hablando de la industria cultural española? ¿La que tiene pavor alérgico al libro de bolsillo, cuanto menos al electrónico? ¿La que a pesar de tener televisión de pago hace veinte años, aún no ha hecho una serie dramática hecha por guionistas y no por psicólogos y expertos en marketing? ¿La industria cultural que cobra subvenciones por "Cuando amanece, apetece" y no se le cae la cara de vergüenza? ¿La industria cultural que da al mundo Las Ketchup y Raphael? ¿Esa?

No sé, pero algo me dice que no va a ser así.

Seguiremos informando.

Todo aún por ver

Todo el mundo se da palmaditas en la espalda por lo de Túnez, en especial los ombliguistas del Twitter (¡Twitter salva el mundo!) pero, como dicen en Estados Unidos, ésto no se acaba hasta que canta la gorda. Me explico: hace exactamente veinticuatro años, como me he cansado realmente de repetir, en Túnez pasó casi exactamente lo mismo: disturbios por el precio del pan, la gente en la calle, descontento general y un presidente viejo que sólo se preocupa en arramblar con todo lo que puede del erario. El primer ministro de aquél entonces declara incapaz al presidente y se sube él mismo a la silla. Todo el mundo feliz y contento por la revolución, el ciclo vuelve a repetirse, y el saqueo del erario sigue como si nada: los carteles de tres plantas de altura cambian de cara pero no de fondo. El polvo aún tiene que asentarse en Túnez; mientras tanto, no me creo nada.

Mientras, en Egipto, recordarán que les hablé del asunto hará un par de meses: al igual que en Túnez, ha sido el precio del pan el detonante del cabreo ciudadano.

El problema, tanto en Túnez como en Egipto, es que son repúblicas árabes laicas y seculares, lo que significa que la oposición es, generalmente, islamista. Y ya sabemos que para Occidente en general e Israel - cuyas opiniones son indispensables para definir la política estadounidense y, en parte, europea - la democracia en el mundo árabe está muy bien siempre y cuando la gente vote a quien nosotros queremos. En Túnez, donde Ben Alí cruspió a los islamistas de forma tan dedicada que casi no hay, Europa y Estados Unidos se pueden permitir el dar palmaditas en la espalda a los sublevados, pero en Egipto, donde los Hermanos Musulmanes, el bisabuelo de todos los islamismos, son la mayor voz de la oposición, veo bastante claro que el resto del mundo va a dejar que la policía apalee a sus conciudadanos a placer.

Personalmente, no veo a Egipto como un estado islámico. El Cairo es, al mismo tiempo, sede de la voz más autorizada del Islam suní, la Universidad de Al-Azhar, y la sede de su peor enemigo, la industria egipcia de cine y telenovelas, de la que depende el mundo árabe para pasar las largas tardes de Ramadán sin desesperarse. Egipto no es Irán ni Afganistán: es uno de los destinos turísticos más reconocidos y populares del mundo, y gran parte de la población es consciente de que si se prohibe el bikini en Sharm-el-Sheikh la población del Sinaí tendría que dedicarse a comer arena.

En todo caso, el riesgo está ahí, y los más asustados de todos son los cristianos coptos, una de las sectas más antiguas del cristianismo, que ya estaban allí trescientos años antes del nacimiento de Mahoma - y a quienes los islamistas más radicales les han dibujado una diana en la cabeza.

Todo está por ver, y mientras tanto,

Seguiremos informando.

lunes, 10 de enero de 2011

Y a partir de aquí, ¿qué?

La noticia del día es, como todo el mundo sabe, la muerte de Juanito Navarro, figura del destape y presentador de programas culturales como "Entre platos anda el juego". Desde aquí, un homenaje a tan grande (en todos los sentidos menos en el vertical) figura del show-business hispano y...

Ah, es verdad, que aquí pretendíamos ser un blog serio.

El peligro de trazar una línea que define quién es demócrata y quién no es que siempre tienes la tentación de moverla hacia atrás o hacia adelante conforme tus gustos personales. Llevo diciendo tiempo que la Ley de Partidos es una vulneración del mismo principio de la democracia, es decir, que la mera ciudadanía es lo único necesario para participar. Y las contradicciones de esa ley quedan cada vez más en evidencia conforme ETA y su entorno van aproximándose a lo que nosotros mismos definimos en su día como lo que hace un demócrata.

Así pues, pueden leerse ya en la hoja de ruta de las asociaciones de víctimas (y por ende, del bigotismo) los "nuevos" requisitos para que dejemos a Batasuna jugar con los mayores: que pidan perdón por todos sus crímenes, que "se rindan" (quiera lo que quiera decir eso) y, en algunos casos, incluso piden indemnizaciones en dinero.

Insisto una vez más: el Estado no es, ni ha de ser, el instrumento de la venganza de españoles contra españoles. Por eso mis reticencias con la Ley de Memoria Histórica (como siempre he dicho: Franco me da igual, está muerto: lo que me preocupa son los franquistas) ni, por supuesto, el Estado ha de seguir a rajatabla las disposiciones de las asociaciones de víctimas del terrorismo.

Ahora, hablemos, no del actual comunicado (cuando intento leer documentos de ETA, siempre me acuerdo del capítulo de Lord Dorwin en "Fundación") sino de la verdadera pregunta ¿A partir de aquí, qué hacemos?

Punto 1. ETA debe desarmarse. No puedes decir "alto el fuego general, verificable y permanente" sin mencionar, ni una sola vez, la palabra "desarme" (y eso es lo que me escama del comunicado). Salvo que tengas una plaga bastante perra de topillos o quieras hacer una reforma a gran escala en el caserío, nadie necesita ciento cincuenta kilos de cloratita en su casa. Seguro que ese zulo donde tenías 25.000 cartuchos de Parabellum da un sitio estupendo para una bodega o un trastero. Si se sienten más tranquilos entregándole las armas a otra gente para que las desmantele fuera de España, el Estado debería ofrecer un sistema de entrega verificado en puntos neutrales.

El Estado, a cambio, debe comprometerse por escrito, una vez el desarme esté encaminado (con verificación internacional si es necesario), a los puntos siguientes:

Punto 2. La ley de partidos debe ser reformada. Seguro que hay formas de regular el funcionamiento de los partidos políticos para secar sus fuentes de financiación e impedir que distribuyan dinero de forma discrecional. (Viendo a los de la Gürtel, quizás por eso esa solución obvia fue descartada en su día.) La ley del 2002 era un Krupp del 105, cuando lo que aquí necesitábamos era un rifle de precisión. En todo caso, todos los partidos deberían ser legales dentro de lo que la Constitución permite, que es mucho.

Punto 3, corolario del 2: Los partidos prohibidos deben ser legalizados y deberían convocarse de inmediato elecciones al Parlamento vasco. Los resultados de éstas elecciones deberán ser considerados legítimos por todas las partes.

Punto 4: Un sistema comprehensivo y gradual de reintegración debe ser puesto en marcha para los presos del entorno de ETA, a excepción de los miembros de los comandos. Una forma de hacerlo quizás sea que la Fiscalía solicite que en los casos en cuestión la legislación antiterrorista deje de aplicarse para pasar a aplicarse la legislación ordinaria (de enaltecimiento del terrorismo a delito de opinión, por ejemplo). Obviamente se exigirá para la reintegración un compromiso escrito de voluntad de reintegración.

Seguiremos informando.

viernes, 7 de enero de 2011

Se me había olvidado

Mea culpa. Escribí el lunes que la expulsión con cajas destempladas de Paco Picapiedra del bigotismo era una consecuencia lógica de la "marianización" del PP y que por mucho que Cascos se quejase, nadie le iba a dar mucha bola. Pero a la hora de mi análisis me olvidé de algo tremendamente importante que cambia por completo el análisis de la situación: el hecho de que Francisco Álvarez Cascos, desde siempre, no va ni a mear sin que su Líder, José María Aznar López, le diga que puede.

Si el lunes "El Mundo" llamaba a Cascos "enemigo del PP", ayer publicaba una encuesta que le da por ganador en las elecciones asturianas, y hoy publica un editorial que poco menos le ordena a presentarse a esas elecciones.

Sabemos perfectamente que, por obra y gracia del sistema electoral hispano, dos partidos de derechas presentándose juntos se restan votos el uno al otro. Un partido casquista, aun teniendo éxito, tendría muchísimos menos escaños que si la derecha se presentase en un único bloque monolítico. Tanto unos como otros saben que un partido casquista impediría una debacle electoral de los socialistas en Asturias, que es lo que las encuestas preveen.

¿Entonces, por qué?

Porque no hay nadie que no sepa que el PSOE tiene perdidas las elecciones. Tanto las de 2011 como las de 2012. Las encuestas muestran que el PP va a arrasar - probablemente con mayoría absoluta - y que el PSOE puede ser barrido del mapa autonómico.

En toda sede regional del PP, en toda agrupación de barrio, se ha encendido una luz verde: "Sillones para todos". Y para todos los agraviados por siete años de Mariano Rajoy (que son muchos) hay algo que se debe impedir a toda costa: que Mariano Rajoy utilice esos sillones de forma discrecional. Como en un chiste de Forges, fuera del sillón no hay salvación - así que todo el mundo se ha lanzado cual horda vikinga con el consabido grito de guerra "Qué hay de lo mío"

Y a la cabeza, el núcleo duro del bigotismo, con Aznar siempre presente tras las sombras y su fiel dóberman, Cascos, haciéndole el trabajo sucio, as always. Lo dije el lunes y lo insisto hoy: la opción de un partido casquista es inviable a largo plazo. La verdadera intención es obligar a Génova a repartir las listas a su gusto - sillones para él y para todos sus compañeros, tanto en Asturias como en el resto del país.

Un divertido juego de repartir la piel del oso antes de cazarlo, vamos.

Seguiremos informando.

martes, 4 de enero de 2011

Dos países, una frontera

Éste artículo va dedicado a Lunatrix, dedicada lectora de éste su blog, porque sé que le encanta cuando escribo sobre África. El otro día Lunatrix escribió un artículo en su blog diciendo que estaba harta de que la gente le dijera qué tenía que hacer con su bebé. Yo no quiero meterme, no vaya a llevarme yo también un mamporro, pero solo quiero decir una cosa: con tal de que salga tan encantador como sus papás, ya está todo hecho: lo demás vendrá por añadidura.

Ahora vamos a lo nuestro: la crisis (por llamarlo de forma suave) en Costa de Marfil. Costa de Marfil es un país relativamente grande para lo que es África Occidental. Cuando se independizó, en 1960, su primer presidente fue un doctor de pueblo llamado Félix Houphouët-Boigny. Por aquél entonces Charles de Gaulle estaba desmantelando a marchas forzadas el imperio colonial francés por razones específicamente pragmáticas - fundamentalmente, porque a) quedaba feo, b) salía demasiado caro - pero era evidente que a Francia lo de deshacerse de sus colonias no le molaba un pescado. Así que fue inventándose sobre la marcha distintos mecanismos para tener un imperio colonial sin sus gastos, como la Comunidad Francesa, creada en el modelo de la Commonwealth pero a lo pobre. A los grandes capos del nacionalismo africano, como Senghor o Sékou Touré, aquello les pareció lo que era, un truco, pero Houphouët-Boigny vio allí una oportunidad y saltó raudo a por ella. Se salió con una idea, la de la "Françafrique", el África que seguiría hacia el desarrollo con el patrocinio y la protección de Francia.

Lo de la "Françafrique" era exactamente lo que París quería oír, y Houphouët-Boigny se convirtió en EL hombre de Francia en África Occidental, con manga ancha para cualquier exceso y un batallón de paracaidistas franceses para cualquier apuro. ¿Que el presidente quiere llevar la capital a su pueblo? Claro que sí, por qué no. ¿Qué quiere que en el aeropuerto de la nueva capital pueda aterrizar el Concorde? Por supuesto, le echamos una mano. ¿Que, para hacer de la nueva capital un lugar más "capitalino", el presidente quiere construir la iglesia más grande del mundo, una réplica exacta de la Basílica de San Pedro? Dicho y hecho.

A cambio, Houphouët-Boigny se comprometía abiertamente a ser el hombre más francófilo del mundo, cosa que, por otra parte, no le resultaba muy difícil. Llegó a exigir que, siempre que se hablase de su país, siempre se lo nombrase por el nombre en francés (Côte d'Ivoire) en lugar de los nombres que siempre se habían usado, como Ivory Coast, Costa de Marfil o el maravilloso Elfenbeinküste.

Durante los años 60 y 70 todo fue bien. La Europa que salía de la hambruna del posguerra quería cantidades industriales de café y chocolate, precisamente la especialidad de Costa de Marfil. Pero vinieron las crisis del petróleo, empezó a escasear el dinero y todo fue cuesta abajo desde entonces.

El problema de Costa de Marfil es, básicamente, el mismo que el de Nigeria, que también lo lleva chungo: son dos países distintos que están dentro de una misma frontera. El norte de Costa de Marfil es parte del Sahel, es más tradicional, más atrasado y mayoritariamente musulmán. El sur es la Costa de Marfil propiamente dicha, más cosmopolita, más rica y mayoritariamente cristiana. Por si fuera poco, como Costa de Marfil, aun en los años malos, siempre ha sido más rico que sus vecinos, inmigrantes de todas partes de África occidental, especialmente del vecino pobre del norte, Burkina Faso, han ido moviéndose hacia el sur. Hoy en día, el 23% de los residentes en Costa de Marfil son de origen extranjero, tres cuartas partes de ellos burkinabés.

Cuando las cosas iban bien, en los años de oro, Houphouët-Boigny no tuvo ningún problema con los inmigrantes: de hecho, hizo generosas concesiones de nacionalidad para los burkinabés a cambio de apoyo electoral. Pero cuando las cosas empezaron a torcerse surgieron, como siempre surgen, las voces de "Costa de Marfil para los marfileños" y toda la pesca. Y quedaba claro que, para los "marfileños" de pro, Costa de Marfil era la costa, era Abidjan, no ese norte lleno de polvo y burkinabés.

Y como siempre que hay una confrontación entre una parte pobre y otra rica, llega un momento que, por simple peso demográfico, los pobres ganan las elecciones. Y se arma el belén.

En 1993 murió Houphouët-Boigny, pero el régimen de su partido único, el Partido Democrático de Costa de Marfil, siguió. En 1999 la oposición, los "marfileñistas" del Frente Popular Marfileño (FPI), dan un golpe de Estado y su líder, Laurent Gbagbo, se convierte en presidente. En consecuencia, el norte del país se moviliza ante un gobierno abiertamente en su contra, y se une en la Unión de los Republicanos (RDR), liderados por Alassane Ouattara. Ouattara había sido primer ministro bajo Houphouët-Boigny (fue el que anunció su muerte en televisión), y a pesar de no ser precisamente norteño, es musulmán y su partido tiene su base en el norte. A pesar de ser un tipo con unas referencias extraordinarias (economista de profesión, trabajó en el FMI y llegó a ser subdirector), Ouattara tenía - y tiene - un problema fundamental: su madre era de Burkina Faso. En 2000 el gobierno de Gbagbo hace aprobar en referéndum unas reformas constitucionales que: a) legitiman el golpe de estado del año anterior, b) convocan nuevas elecciones y c) obliga a que solo puedan presentarse a la presidencia aquellos cuyos dos padres sean marfileños. Esto deja a Ouattara fuera, y la RDR boicotea las elecciones.

En 2002 un grupo de soldados de origen norteño se subleva: comienza la Guerra Civil Marfileña. El país se divide casi instantáneamente en dos. Francia, que se considera responsable de cortar el bacalao en la zona, casi inmediatamente manda una fuerza de interposición a velar por sus intereses en la zona, que son muchos: naturalmente, ambas partes en conflicto son bien conscientes de que la intervención francesa no es desinteresada y demuestran una hostilidad poco disimulada: cada una de las partes cree que Francia está para apoyar a la otra. La guerra se estira durante tres o cuatro años más e implica las habituales guarreridas presentes, por desgracia, en toda guerra africana: niños soldado, mercenarios bielorrusos, masacres a machetazos, etcétera. En 2004, se logra un acuerdo provisional de paz, pero se va al fistro en poco tiempo.

Los marfileños parecen dispuestos a matarse nuevamente con entusiasmo, pero el 8 de octubre de 2005, el milagro: el Camerún de Eto'o empata a uno en casa con Egipto y a Costa de Marfil le basta con ganar al ya eliminado Sudán para clasificarse para el Mundial de Alemania. El partido se gana, 1 a 3, y el capitán de la selección y superestrella del Chelsea, Didier Drogba, sale por la tele suplicando a sus compatriotas que lo celebren no matándose entre sí. Y por increíble que pueda parecer, así ocurre: las partes vuelven a reunirse y las conversaciones de paz se reanudan. Para que después hablen mal del fúmbo.

Finalmente, en 2007, la guerra termina: Gbagbo seguiría siendo presidente hasta 2010 y un norteño, Guillaume Soro, se convierte en primer ministro.

Pero el problema no está resuelto: solo se ha adelantado hasta 2010. Las elecciones se celebran y, como era de esperar, pasan a la segunda vuelta con los dos candidatos de 2000: Gbagbo por el sur, Ouattara por el norte. Los resultados de la segunda vuelta muestran una victoria de Ouattara, pero va a ser que Gbagbo no está muy por la labor. Así pues, los dos candidatos son proclamados presidentes, cada uno por su lado, y cada uno de ellos nombra un primer ministro. Y así estamos hoy, con la comunidad internacional reconociendo a Ouattara como legítimo presidente, pero con Gbagbo controlando el ejército, hoy Ouattara es presidente de su casa.

Francia y Estados Unidos están buscándole a alguien a quien endilgarle a Gbagbo, pero al parecer al tipo le mola ser presidente y no lo cambia, como muchos de sus presidentes vecinos, por un notable apartamento en Miami.

Los acontecimientos aún están en desarrollo.

Seguiremos informando.

lunes, 3 de enero de 2011

In memoriam

Hay cosas que no necesitan demasiadas palabras.


Descanse en paz.

Seguiremos informando.

Facepalm del día

¿Cuánta gente hay ahora mismo en la redacción de El País para que nadie se de cuenta de que ésto NO es una carretera?

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Satisfagamos sus expectativas

Hay un chiste que contaban los judíos en la Alemania de los años 30 (cuando aún podían hacer chistes) que cuenta que un judío llega a casa de otro amigo judío y se lo encuentra leyendo el Der Stürmer, el violentísimo panfleto antisemita de Julius Streicher. Sorprendido, le pregunta: "¿Isaac, se puede saber qué haces leyendo eso?" "Pues mira, Joseph, ¡porque leerlo me hace sentir estupendamente!" "¿Y eso?" "Porque según ésta revista los judíos controlamos toda la banca, todas las empresas de navegación, todos los periódicos, todas las radios, todo el dinero..."

Más o menos igual que el judío del chiste me siento yo al oír al Papa decir que España "es una viña arrasada por los jabalíes del laicismo" o al cardenal Rouco decir que España es un "país de misión". Oyendo a los jerarcas católicos cabría pensar que estamos en la China de la Revolución Cultural o en la Albania de Enver Hoxja, donde las iglesias eran convertidas en graneros o teleclubs.

Y sin embargo, aquí seguimos transmitiendo la misa dominical en la televisión pública; financiando las festividades en honor y gloria de los jerarcas católicos; llevando en palmitas al Santo Padre cuando se digna a pisar nuestro suelo; concediendo licencias de televisión a grupos cercanos a la Iglesia; permitiendo que dos de cada tres colegios que se abren en Madrid sean confesionales (y católicos), pagando a profesores de religión católica para que den clase en el colegio público restante, y así una serie indescriptible de prebendas.

Queda claro que la Iglesia católica española, con el entusiasta plácet de Roma, crecida a todo vapor por la energía de su Segunda Contrarreforma, armada con sus nuevos jesuitas (Opus, kikos, etcétera), no acepta medias tintas: quiere del Estado obediencia perruna a sus tesis o anatema.

Es natural que haya sectores de la izquierda que aun se nieguen a desistir de una cohabitación con la Iglesia. La inmensa mayoría de ellos fue criada en la Iglesia de los 70, donde la teología de la liberación ganaba peso, donde las asambleas de trabajadores se celebraban en las iglesias, donde en los campamentos de jóvenes católicos uno normalmente salía marxista.

Pero son incapaces de ver que esa Iglesia ya no existe, aplastada por el arrebatador peso del carisma del Puto Papa Polaco. Y la nueva Iglesia - que viene a ser la Iglesia de siempre, con televisión y twitter - ya ha obligado a sus fieles a tomar partido. Es la guerra, ni más ni menos.

Ya no podemos seguir tirando ramas de olivo a un dragón que nos quiere muertos. Si la Iglesia quiere guerra, satisfagamos sus expectativas.

Seguiremos informando.

El favor que le hace

La pirotécnica evacuación de Álvarez Cascos del bigotismo es vista con poco disimulado entusiasmo por la prensa de izquierdas y, al menos aparentemente, con desprecio por la de derechas. Pedro J., por ejemplo, empieza en quinta y a pelo, declarando ésta mañana abiertamente a Cascos como "enemigo del PP". En Ferraz, por el contrario, se han mostrado encantados de meterle el dedo en el ojo al pepismo, haciendo las habituales chanzas respecto a los líos internos del rival.

No me lo creo ni por un momento. La salida de Cascos del partido era de esperar y es el último paso del desmantelamiento del núcleo duro aznarista dentro del PP, desmantelamiento que ha sido objetivo prioritario de Mariano Rajoy prácticamente desde el principio de su presidencia. Los que eran fáciles de echar se fueron enseguida: los más enquistados, como Zaplana o Acebes, se fueron más tarde, e igualmente dando un portazo. Y luego quedaba Cascos, tipo duro donde los haya y que quedaba claro que no se iba a ir ni con agua caliente, dado que el hombre, cabezón como pocos, con el "has-been" subidísimo y con una caterva de exmujeres que requieren dinero a manta, necesita de un sillón como yo de inten·né. Solo después de hacerle el desprecio sumo de apartarle como cacique feudal en Asturias en favor de una anodina apparatchik del partido, que parece sacada de la Escuela María Dolores de Cospedal de Subalternas, es que el muy cabeza dura se ha dado definitivamente cuenta de que en Génova no había, ni hay, ninguna voluntad de acomodarle: querían verle fuera y querían verle fuera hace meses.

La marcha de Cascos es un inmensísimo favor que le hace a Mariano Rajoy. Y no, no me veo a Cascos fundando el equivalente astur a UPN: la gente a la que le cae bien Cascos viene a ser, en la inmensa mayoría de los casos, la misma gente que votaría al PP aunque presentase a Santiago Carrillo o a un chimpancé pintado de verde como cabeza de lista. Así pues, el saldo electoral para el bigotismo es netamente positivo: se arañan votos de electores centristas a los que les chirriaba el abrasivo estilo de Paco Picapiedra.

No es que el PP necesitase ese favor ahora mismo, pero más vale que en Ferraz no se rían. No es gracioso.

Seguiremos informando.

Pequeña nota aquí del que escribe

Como probablemente habrán visto, 2010 no ha sido un buen año para "Ruina Imponente". He escrito francamente poco por diferentes motivos que huelga comentar. Afortunadamente (para mí), entre mis propósitos de año nuevo está el recuperar "Ruina Imponente", en parte para mis (supongo que ya escasos) lectores, pero sobre todo para no oxidar mi escritura.

No les cansaré más con mis divagaciones. Al turrón.

Seguiremos informando.