Éste artículo va dedicado a Lunatrix, dedicada lectora de éste su blog, porque sé que le encanta cuando escribo sobre África. El otro día Lunatrix escribió un artículo en su blog diciendo que estaba harta de que la gente le dijera qué tenía que hacer con su bebé. Yo no quiero meterme, no vaya a llevarme yo también un mamporro, pero solo quiero decir una cosa: con tal de que salga tan encantador como sus papás, ya está todo hecho: lo demás vendrá por añadidura.
Ahora vamos a lo nuestro: la crisis (por llamarlo de forma suave) en Costa de Marfil. Costa de Marfil es un país relativamente grande para lo que es África Occidental. Cuando se independizó, en 1960, su primer presidente fue un doctor de pueblo llamado Félix Houphouët-Boigny. Por aquél entonces Charles de Gaulle estaba desmantelando a marchas forzadas el imperio colonial francés por razones específicamente pragmáticas - fundamentalmente, porque a) quedaba feo, b) salía demasiado caro - pero era evidente que a Francia lo de deshacerse de sus colonias no le molaba un pescado. Así que fue inventándose sobre la marcha distintos mecanismos para tener un imperio colonial sin sus gastos, como la Comunidad Francesa, creada en el modelo de la Commonwealth pero a lo pobre. A los grandes capos del nacionalismo africano, como Senghor o Sékou Touré, aquello les pareció lo que era, un truco, pero Houphouët-Boigny vio allí una oportunidad y saltó raudo a por ella. Se salió con una idea, la de la "Françafrique", el África que seguiría hacia el desarrollo con el patrocinio y la protección de Francia.
Lo de la "Françafrique" era exactamente lo que París quería oír, y Houphouët-Boigny se convirtió en EL hombre de Francia en África Occidental, con manga ancha para cualquier exceso y un batallón de paracaidistas franceses para cualquier apuro. ¿Que el presidente quiere llevar la capital a su pueblo? Claro que sí, por qué no. ¿Qué quiere que en el aeropuerto de la nueva capital pueda aterrizar el Concorde? Por supuesto, le echamos una mano. ¿Que, para hacer de la nueva capital un lugar más "capitalino", el presidente quiere construir la iglesia más grande del mundo, una réplica exacta de la Basílica de San Pedro? Dicho y hecho.
A cambio, Houphouët-Boigny se comprometía abiertamente a ser el hombre más francófilo del mundo, cosa que, por otra parte, no le resultaba muy difícil. Llegó a exigir que, siempre que se hablase de su país, siempre se lo nombrase por el nombre en francés (Côte d'Ivoire) en lugar de los nombres que siempre se habían usado, como Ivory Coast, Costa de Marfil o el maravilloso Elfenbeinküste.
Durante los años 60 y 70 todo fue bien. La Europa que salía de la hambruna del posguerra quería cantidades industriales de café y chocolate, precisamente la especialidad de Costa de Marfil. Pero vinieron las crisis del petróleo, empezó a escasear el dinero y todo fue cuesta abajo desde entonces.
El problema de Costa de Marfil es, básicamente, el mismo que el de Nigeria, que también lo lleva chungo: son dos países distintos que están dentro de una misma frontera. El norte de Costa de Marfil es parte del Sahel, es más tradicional, más atrasado y mayoritariamente musulmán. El sur es la Costa de Marfil propiamente dicha, más cosmopolita, más rica y mayoritariamente cristiana. Por si fuera poco, como Costa de Marfil, aun en los años malos, siempre ha sido más rico que sus vecinos, inmigrantes de todas partes de África occidental, especialmente del vecino pobre del norte, Burkina Faso, han ido moviéndose hacia el sur. Hoy en día, el 23% de los residentes en Costa de Marfil son de origen extranjero, tres cuartas partes de ellos burkinabés.
Cuando las cosas iban bien, en los años de oro, Houphouët-Boigny no tuvo ningún problema con los inmigrantes: de hecho, hizo generosas concesiones de nacionalidad para los burkinabés a cambio de apoyo electoral. Pero cuando las cosas empezaron a torcerse surgieron, como siempre surgen, las voces de "Costa de Marfil para los marfileños" y toda la pesca. Y quedaba claro que, para los "marfileños" de pro, Costa de Marfil era la costa, era Abidjan, no ese norte lleno de polvo y burkinabés.
Y como siempre que hay una confrontación entre una parte pobre y otra rica, llega un momento que, por simple peso demográfico, los pobres ganan las elecciones. Y se arma el belén.
En 1993 murió Houphouët-Boigny, pero el régimen de su partido único, el Partido Democrático de Costa de Marfil, siguió. En 1999 la oposición, los "marfileñistas" del Frente Popular Marfileño (FPI), dan un golpe de Estado y su líder, Laurent Gbagbo, se convierte en presidente. En consecuencia, el norte del país se moviliza ante un gobierno abiertamente en su contra, y se une en la Unión de los Republicanos (RDR), liderados por Alassane Ouattara. Ouattara había sido primer ministro bajo Houphouët-Boigny (fue el que anunció su muerte en televisión), y a pesar de no ser precisamente norteño, es musulmán y su partido tiene su base en el norte. A pesar de ser un tipo con unas referencias extraordinarias (economista de profesión, trabajó en el FMI y llegó a ser subdirector), Ouattara tenía - y tiene - un problema fundamental: su madre era de Burkina Faso. En 2000 el gobierno de Gbagbo hace aprobar en referéndum unas reformas constitucionales que: a) legitiman el golpe de estado del año anterior, b) convocan nuevas elecciones y c) obliga a que solo puedan presentarse a la presidencia aquellos cuyos dos padres sean marfileños. Esto deja a Ouattara fuera, y la RDR boicotea las elecciones.
En 2002 un grupo de soldados de origen norteño se subleva: comienza la Guerra Civil Marfileña. El país se divide casi instantáneamente en dos. Francia, que se considera responsable de cortar el bacalao en la zona, casi inmediatamente manda una fuerza de interposición a velar por sus intereses en la zona, que son muchos: naturalmente, ambas partes en conflicto son bien conscientes de que la intervención francesa no es desinteresada y demuestran una hostilidad poco disimulada: cada una de las partes cree que Francia está para apoyar a la otra. La guerra se estira durante tres o cuatro años más e implica las habituales guarreridas presentes, por desgracia, en toda guerra africana: niños soldado, mercenarios bielorrusos, masacres a machetazos, etcétera. En 2004, se logra un acuerdo provisional de paz, pero se va al fistro en poco tiempo.
Los marfileños parecen dispuestos a matarse nuevamente con entusiasmo, pero el 8 de octubre de 2005, el milagro: el Camerún de Eto'o empata a uno en casa con Egipto y a Costa de Marfil le basta con ganar al ya eliminado Sudán para clasificarse para el Mundial de Alemania. El partido se gana, 1 a 3, y el capitán de la selección y superestrella del Chelsea, Didier Drogba, sale por la tele suplicando a sus compatriotas que lo celebren no matándose entre sí. Y por increíble que pueda parecer, así ocurre: las partes vuelven a reunirse y las conversaciones de paz se reanudan. Para que después hablen mal del fúmbo.
Finalmente, en 2007, la guerra termina: Gbagbo seguiría siendo presidente hasta 2010 y un norteño, Guillaume Soro, se convierte en primer ministro.
Pero el problema no está resuelto: solo se ha adelantado hasta 2010. Las elecciones se celebran y, como era de esperar, pasan a la segunda vuelta con los dos candidatos de 2000: Gbagbo por el sur, Ouattara por el norte. Los resultados de la segunda vuelta muestran una victoria de Ouattara, pero va a ser que Gbagbo no está muy por la labor. Así pues, los dos candidatos son proclamados presidentes, cada uno por su lado, y cada uno de ellos nombra un primer ministro. Y así estamos hoy, con la comunidad internacional reconociendo a Ouattara como legítimo presidente, pero con Gbagbo controlando el ejército, hoy Ouattara es presidente de su casa.
Francia y Estados Unidos están buscándole a alguien a quien endilgarle a Gbagbo, pero al parecer al tipo le mola ser presidente y no lo cambia, como muchos de sus presidentes vecinos, por un notable apartamento en Miami.
Los acontecimientos aún están en desarrollo.
Seguiremos informando.