lunes, 22 de diciembre de 2008

Becario cretino del mes

Mi mamá quería que yo hiciera Periodismo. En mis ya remotos tiempos de instituto (van a hacer diez años), aquí un servidor, acompañado de su inimitable amigo el Deivid y un siempre variable pero casi invariablemente mediano plantel de secundarios, creamos, redactamos, maquetamos (con Word 97; Dios sabe el trabajo que costaba) y publicamos un semanario al que dimos el poco original nombre de Primera Página. Aquí los émulos de Charles Foster Kane conseguimos, pasando por innumerables vicisitudes, sacar hasta cuarenta y tres ediciones del periódico de marras, pasando en el camino de cuatro páginas a ocho, y, finalmente (una vez garantizado que la dirección del instituto nos dejase usar la fotocopiadora para sacar la tirada, la primera componenda periodística de aquí su corresponsal con el Poder) a doce páginas por semana.

En un país en el que no hay tradición de prensa académica, Primera Página fue una hazaña. Pero yo tenía bien claro que no quería hacer Periodismo. Con la altanería que solo puede uno tener con dieciocho años, tenía bien claro que yo, escribir, ya sabía escribir (dudo que hoy en día pueda leer las columnas sobre televisión que escribía sin pasar vergüenza), lo que yo quería era convertirme en alguien suficientemente informado e ilustrado como para poder escribir sobre asuntos importantes sin meter la pata. Ya por aquél entonces, era lector inveterado de periódicos, y casi todos los días leía gansadas que harían enrojecer a Chico Marx; no quería pasar la vergüenza de que toda España supiera de mi ignorancia en letras de molde.

Así que, como ya saben, hice Ciencias Políticas y de la Administración, me licencié y ahora disfruto de un trabajo gratificante y medianamente remunerado, pero con nulas posibilidades de ascenso. Ahora mismo mis posibilidades de convertirme en periodista son más o menos las mismas de las de convertirme en fraile seglar de la Orden de Predicadores. Pero creo haber hecho lo éticamente correcto: no meterme a informar a la gente sin saber de lo que estoy hablando.

Por desgracia, hay gente que no tiene esos principios éticos: lean, por favor, éste engendro.

¿Ya se lo han leído? Bueno, para empezar: estuve en Londres hace doce días y voto a Dios (éste arcaísmo es un homenaje al Gentleman, esperando que se mejore) que había autobuses de dos pisos; digo más, es lo que más había en la ciudad.

Así que expliquemos un poco la nota de prensa (es indigno de llamarlo, como lo llaman, reportaje) que ha fusilado el patán éste (que tiene la desfachatez de ocultar su ignorancia refugiándose tras el nombre de la web), dado que el periódico "serio" más vendido de España no lo hace por nosotros.

Los AEC Routemasters, es decir, éstos:


son autobuses diseñados en 1954 y que se construyeron hasta 1968. Diseñados y construidos bajo las duras condiciones de la austeridad del posguerra británico, son trastos fabricados para durar. A finales de los 70 y principios de los 80, empezaron a ser retirados; diseñados para operar con dos personas (conductor y cobrador) empezaron a ser sustituidos por vehículos más modernos, que operaban con un conductor-cobrador. Dos cosas frenaron la retirada de los Routemasters: primero, que los autobuses nuevos (también de dos pisos) que los sustituyeron eran cascarrias (dos palabras: British Leyland) que se rompían más que los propios Routemasters; segundo, la privatización de los autobuses londinenses (gracias, señora Thatcher) que hizo que las nuevas compañías privadas, por ahorrar gastos, prefirieran reformar los Routemasters en lugar de comprar autobuses nuevos.

Cuándo ya a mediados de los 90 empezaron a surgir nuevos autobuses (adivinen: de dos pisos) decentes (con piso bajo, motor Volvo o Mercedes y mucho menos traqueteo) los Routemasters pasaron a ser sustituidos. El golpe de gracia fue cuándo se promulgaron las nuevas directivas de accesibilidad en los transportes públicos, que obligaban a adaptar toda la flota de autobuses de Gran Bretaña con el fin de hacerla accesible a minusválidos. El Routemaster, naturalmente, era tan accesible como el Necronomicón, así que la suerte estaba sellada: el viejo AEC sería progresivamente retirado de todas las líneas en circulación.

Pero para aquél entonces el viejo bicho era más que un autobús: era un símbolo de la ciudad, como la Torre, el Big Ben, o las cagadas de paloma en la plaza Trafalgar. Como siempre pasa en el Reino Unido, surgieron organizaciones de señoras con jersey de punto que protestaban contra un ataque más al patrimonio de los británicos en nombre del progreso; máxime cuándo el impulsor de la medida, Ken "El Rojo" Livingstone, era detestado por muchos conservadores por ser demasiado laborista y demasiado moderno.

Después de muchas protestas, se llegó a una solución de compromiso: los Routemasters seguirían operando en dos líneas del centro, la 9 y la 15 (aunque nunca exclusivamente, para no incumplir la ley) que serían "heritage routes"; en todas las demás, seguiría el proceso de retirada. Así, el 9 de diciembre de 2005, el último Routemaster regresó a su garaje después de hacer su servicio en la línea 159 (Marble Arch - Streatham). Y se cerró el telón.

Hasta ahora: Ken "El Rojo" fue derrotado por escaso margen en las últimas elecciones a alcalde por el histriónico Boris Johnson, el pijo más pijo de Londres, famoso por sus payasadas. Y entre sus propuestas (quicir) la que nos ocupa: volver a construir el Routemaster, ésta vez con piso bajo.

¿Funcionará? A saber. Los autobuses modernos que vi por allí eran bastante confortables, y, si fuese londinense, consideraría la idea uno más de los infinitos desperdicios de dinero con el que el ayuntamiento de la capital británica premian a sus ciudadanos.

Y después de todo ésto, pregúntense: ¿quién es el periodista: él o yo?

Seguiremos informando.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues el periodista, sin lugar a dudas, es él. Esa palabra para mi hace mucho que tiene unos tintes nada positivos, así que no le compararía yo con un periodista.

Muy aclarador todo. Y gracias por acordarse de mí.

Anónimo dijo...

Un viejo adagio, bastante demagógico por otra parte, reza: "Periodistas, un océano de conocimientos con un centímetro de profundidad". Es una lástima que tarugos perpetúen ese tipo de pensamientos. De todas maneras publicar cosas sin contrastar la noticia es una vieja costumbre en este país porque, total, qué descerebrado se va aponer a dudar de lo que dice el sacrosanto periódico más vendido del país.
Por otro lado no voy a responder a la pregunta que planteas. Me niego a ello- NO te voy a llamar periodista si eso significa englobarte en el mismo grupo que el zangolotino este.

(Que me perdonen los periodistas serios, que alguno habrá, digo yo).

Lunatrix dijo...

Que bueno Thiago, que bueno ... No se cual de los dos sera el periodista, pero si quien sabe mas ;o)