miércoles, 17 de diciembre de 2008

Notas japonesas

Todos los periódicos comentan la bajada de los tipos de interés de la Reserva Federal de los Estados Unidos, y todos coinciden: es una maniobra muy arriesgada. En todo caso, excitada por la posibilidad de dinero barato para seguir haciendo perreridas, las bolsas se han disparado... a excepción de una.

Si usted piensa que la burbuja inmobiliaria española ha sido grande, señora, es que no conoce la gran burbuja japonesa de los 80. En 1985, Ronaldo Reagan pidió ayuda a los bancos centrales del mundo para que los Estados Unidos pudiesen salir de la recesión. Hasta aquél entonces, el yen estaba tremendamente infravalorado con respecto al dólar; eso ayudaba a las exportaciones niponas, lo cuál cabreaba a unos Estados Unidos que se esforzaban día a día en promover el "buy American" sólo para ver como Toyota vendía cada vez más y más coches.

El Acuerdo del Plaza de 1985, entre otras cosas, devaluó el dólar respecto al yen. A partir de ahí, el yen se empezó a revaluar más y más. Y con ese dinero, Japón entero se fue de compras. Los mercados inmobiliarios y de valores se hincharon tanto, que pronto resultó más barato comprar el Rockefeller Center que un edificio de oficinas en Tokio. En aquellos tiempos, se decía que, si estuviera a la venta, el Palacio Imperial de Tokio y sus jardines valdrían más que comprar todo el suelo de Canadá.

Pero, como siempre pasa cuándo tu moneda está sobrevalorada (véase Argentina) el dinero se acaba y con él la fiesta. Las exportaciones japonesas pasaron a ser carísimas, Sony dejó de ser una marca barata para pasar al tope de gama (los coreanos se quedaron con el mercado) y todo se fue a la mierda tan rápidamente como había subido.

Y aquí llega mi punto: desde 1991 los tipos de interés del Banco de Japón oscilan entre 0 y 0,5 por ciento (ahora es del 0,3), y la economía japonesa no ha reaccionado nada, o casi nada, desde entonces.

De ahí mi falta de optimismo, y el de mucha gente. Y de ahí, que el único índice bursátil que no ha reaccionado con euforia a la decisión de la Fed haya sido el Nikkei de Tokio. Japan knows best.

Pero como no soy economista, en realidad a lo que iba era a despedir a un viejo señor japonés, que ésta semana ha dicho su último adiós:


El pasado día 14 circulaba el último tren de la serie original de trenes de alta velocidad japoneses, tras 44 años de servicio. Habla muy bien de la calidad de éstos trastos el hecho de que, a pesar de que los trenes de alta velocidad en Japón se retiran a los quince años de servicio, éstos hayan circulado, sin demasiadas complicaciones, durante casi el triple de tiempo.

Los Serie 0, como se les conoce ahora (para no confundirlos con el resto de trenes que circulan por las Shinkansen) fueron los primeros trenes de gran velocidad a ser construidos. Fueron la prueba definitiva de que había que tomarse en serio a la ingeniería y a la tecnología de Japón, y, sobre todo, fueron modelo e inspiración de todas las redes de alta velocidad que vinieron después.

Seguiremos informando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Ay hijo!, la tentación de inundar de dinerete fresco el mercado poniéndolo barato es la segunda más fuerte después de la de darle a la manivela de las rotativas de las fábricas de moneda. Y en el corto plazo funciona, sobre todo en términos de competitividad, pero en el largo plazo la sombra de la inflación se hace cada vez más alargada (aunque en este caso tengo entendido que han tomado esta medida para equilibrar las tensiones deflacionistas). De todas maneras no seria la primera vez que las bolsas le bailan el agua a este tipo de medidas y luego les dan calabazas. Ya veremos en qué queda la cosa, pero es verdad que no pinta bien.