¡Grecia! ¡Cuna de la cultura occidental! ¡Tierra de la democracia! No se dejen engañar: en la práctica, tres mil años después, Grecia es una versión oriental de España: la misma afición a hablar en voz alta, a ser patriotero, a comer durante horas y a quejarse de todo. Lo único diferente es que ellos tienen popes barbudos y nosotros no, y para ser sinceros, todo eso que nos perdemos.
En Atenas llevan ya una semana lloviendo las piedras y hay explicaciones para todos los gustos. Desde los que ven en la muchachada una saludable aproximación a la revolución social anti-capitalista (o simplemente los ven como una juventud sana y deportista) hasta los comentaristas de derecha, que oscilan entre considerarlos símbolos del fracaso del estado del bienestar, los cimientos de un complot anarquista para acabar con la sociedad cristiana y occidental, o, simplemente, gente que no tiene nada mejor que hacer.
Es el vicio usual, al que yo, normalmente, me sumo con indiscriminada alegría: intentar explicar antes que intentar comprender. Los que, como un servidor, vemos el mundo con un cinismo permanente y tremebundo, estamos acostumbrados a que todo tenga una explicación prima facie; y si no, nos la inventamos.
Y, por ésta vez, no me veo capaz. No me veo capaz de explicar lo que ha sucedido y sucede en las calles de Grecia: quizás en parte sea lo que dicen unos, quizás en parte sea lo que dicen los otros, probablemente no sea nada de lo que dice nadie.
Lo que sí habría que intentar es comprender lo que ha ocurrido. Y hasta entonces, mantenerse en silencio.
Seguiremos informando.
En Atenas llevan ya una semana lloviendo las piedras y hay explicaciones para todos los gustos. Desde los que ven en la muchachada una saludable aproximación a la revolución social anti-capitalista (o simplemente los ven como una juventud sana y deportista) hasta los comentaristas de derecha, que oscilan entre considerarlos símbolos del fracaso del estado del bienestar, los cimientos de un complot anarquista para acabar con la sociedad cristiana y occidental, o, simplemente, gente que no tiene nada mejor que hacer.
Es el vicio usual, al que yo, normalmente, me sumo con indiscriminada alegría: intentar explicar antes que intentar comprender. Los que, como un servidor, vemos el mundo con un cinismo permanente y tremebundo, estamos acostumbrados a que todo tenga una explicación prima facie; y si no, nos la inventamos.
Y, por ésta vez, no me veo capaz. No me veo capaz de explicar lo que ha sucedido y sucede en las calles de Grecia: quizás en parte sea lo que dicen unos, quizás en parte sea lo que dicen los otros, probablemente no sea nada de lo que dice nadie.
Lo que sí habría que intentar es comprender lo que ha ocurrido. Y hasta entonces, mantenerse en silencio.
Seguiremos informando.
2 comentarios:
"-...- acostumbrados a que todo tenga una explicación prima facie; y si no, nos la inventamos. Y, por ésta vez, no me veo capaz. "
Será que no eres tan cínico como te crees.
Yo me quedo con la explicación, que ni mucho menos comprensión, de un columnista del ABC la semana pasada: Estos jóvenes admiran a asesinos y el que murió lo hizo accidentalmente y porque estaba acosando a un policía. Y al contrario de lo que opine mucha prensa sediciosa y extranjerizante, que quiere ver aqui una rebelión popular, no llega a tanto el conato y será prontamente restablecido el orden público (En otras páginas, Alfonso XIII inaugura la Gran Vía y Juan de la Cierva anuncia las próximas pruebas de su nuevo invento).
Hola gentlemans. Besos y abrazos. Angela.
P.D: por cierto, te he linkeado a mi blog. Espero que no te importe.
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