Dije que iba a hablar de política canadiense y así lo haré, para el interés de...bueno, de quién sea.
¿Recuerdan dónde lo dejamos? Bien, desde entonces, entre otras cosas, ehm, la crisis económica. El recién elegido gobierno conservador de Stephen Harper anunció hará un par de semanas un plan anti-crisis sacado directamente del manual de la derecha populista: en lugar de resucitar el keynesianismo como está haciendo todo el mundo, los conservadores optaron por prohibir las huelgas de funcionarios (hasta 2011), vender propiedades de la Corona (entiéndase, empresas públicas y tierras federales) y, sobre todo, acabar con la financiación pública de los partidos políticos. Todo ésto, recordemos, con un gobierno en minoría parlamentaria.
Si Harper pensaba que los tiempos de crisis harían que la oposición se tragase todo ésto sin protestar, se equivocaba. E inmediatamente tanto los liberales como los socialdemócratas del NPD se mostraron abiertamente en contra: sobre todo, contra el fin de la financiación pública de los partidos, por razones obvias: mientras que los conservadores reciben el 37% de sus ingresos del Estado (con los amigos del sector privado aportando el resto), los socialdemócratas dependen del fisco en un 57% y los liberales en un 63%.
Recordemos que, en un sistema westminsteriano como el canadiense, por convención, cuándo una ley de presupuestos es rechazada en el Parlamento, el gobierno dimite. ("Loss of supply", se llama.) Y cuándo el gobierno dimite, también por convención, se convocan nuevas elecciones.
Pero las elecciones fueron hace menos de dos meses, y nada hace pensar que los canadienses hayan cambiado tanto de opinión desde octubre para acá. Ante la oposición, lo normal sería que los conservadores cediesen, recortasen los aspectos más polémicos de la ley, y la volviesen a someter al Parlamento, más moderada.
¿Y, entonces, por qué la política canadiense parece haber explotado durante los últimos cuatro días? Pues la primera bomba fue que la oposición liberal-socialdemócrata charló un poco y se dijo: y ya que nos llevamos tan bien, ¿por qué no hacer una moción de censura constructiva y formar un gobierno de coalición?
Una moción de censura constructiva, para los que no hayan tenido la suerte de estudiar Políticas, es muy sencilla: el parlamento se reúne, echa a patadas al gobierno, y al mismo tiempo (de ahí lo de constructiva) forma otro. En España se ha intentado dos veces (nunca se ha conseguido) pero en Canadá nunca: no es sólo una novedad, es reventar con todas las convenciones parlamentarias existentes: sobre todo con una que tanto aprecia el PP español, la que dice que el partido más votado es el que gobierna. Siempre.
Pero faltaba una parte de la ecuación: los liberales y el NPD no podían (ni pueden) derribar al Gobierno ellos solos. Necesitaban la connivencia del Bloque Quebequense, que como ya saben si han leído atentamente los anteriores artículos, detestan más a los liberales que a los propios conservadores. Y de todos los liberales, no hay ninguno al que detesten más que a su actual líder, Stéphane Dion.
Y de ahí la segunda bomba: el Bloque, con su líder Gilles Duceppe a la cabeza, dijo que no tendrían ningún problema en apoyar la moción. No formarían parte de la coalición, pero tampoco derribarían el gobierno.
¿Por qué Gilles Duceppe, sorprendiendo a propios y a extraños, dice que no tiene ningún problema en convertir al execrado Stéphane Dion en Primer Ministro del Canadá? Primera respuesta: Gilles Duceppe es un perro viejo de la política; sabe que si apoya la moción, tendrá al nuevo gobierno canadiense cogido por las bolas. Lo cuál, como bien saben nuestros partidos nacionalistas, es tremendamente rentable. Y segunda respuesta, y más plausible: el Bloque Quebequense depende en un 86% de la financiación pública. La ley Harper iba a por el Bloc, más que ningún otro partido. Y eso, para un partido que había salvado de la quema a los conservadores durante toda la legislatura anterior, merece venganza.
Viendo por dónde iban los tiros, el gobierno conservador entró en modo panic. Pagó anuncios en la radio diciendo que la oposición liberal se proponía gobernar "con los separatistas y con los socialistas" (no sé dónde he oído yo ésto antes). Y, al mismo tiempo, propuso suspender las sesiones del Parlamento (y, en consecuencia, evitar la presentación de la moción de censura) hasta después de las fiestas de Navidad. Pero ésto último dependía de lo que hiciese la gobernadora general.
Hagamos un inciso para explicar lo de la gobernadora general: técnicamente, la jefa de estado de Canadá es la reina Isabel II del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, tal y como lo es de los otros 21 estados de la Commonwealth. Pero visto que Her Majesty tiene cosas que hacer en su isla, en Canadá es representada por un gobernador general: una persona que hace todo lo que la reina tiene que hacer en nombre de la reina. El caso es que el Gobernador General es elegido por el Primer Ministro. Y, aunque en teoría es políticamente neutro, en la práctica siempre corre el riesgo de que tenga alguna lealtad política a quién le colocó, literalmente, en el trono.
La actual gobernadora general del Canadá es Michaëlle Jean, quebequense e hija de exiliados haitianos, ex-presentadora de la Societé Radio-Canada (sigo considerando que aceptó ser gobernadora general porque no veía posibilidades de subir en la empresa), y nombrada por el ex-primer ministro liberal Paul Martin.
Así que (siento el anti-clímax, pero es que ésta entrada se me está alargando) la gobernadora general ha recibido ésta mañana al primer ministro Harper y ha aceptado su solicitud de suspender las sesiones del Parlamento hasta después de las fiestas.
¿Qué pasará?
Seguiremos informando.
¿Recuerdan dónde lo dejamos? Bien, desde entonces, entre otras cosas, ehm, la crisis económica. El recién elegido gobierno conservador de Stephen Harper anunció hará un par de semanas un plan anti-crisis sacado directamente del manual de la derecha populista: en lugar de resucitar el keynesianismo como está haciendo todo el mundo, los conservadores optaron por prohibir las huelgas de funcionarios (hasta 2011), vender propiedades de la Corona (entiéndase, empresas públicas y tierras federales) y, sobre todo, acabar con la financiación pública de los partidos políticos. Todo ésto, recordemos, con un gobierno en minoría parlamentaria.
Si Harper pensaba que los tiempos de crisis harían que la oposición se tragase todo ésto sin protestar, se equivocaba. E inmediatamente tanto los liberales como los socialdemócratas del NPD se mostraron abiertamente en contra: sobre todo, contra el fin de la financiación pública de los partidos, por razones obvias: mientras que los conservadores reciben el 37% de sus ingresos del Estado (con los amigos del sector privado aportando el resto), los socialdemócratas dependen del fisco en un 57% y los liberales en un 63%.
Recordemos que, en un sistema westminsteriano como el canadiense, por convención, cuándo una ley de presupuestos es rechazada en el Parlamento, el gobierno dimite. ("Loss of supply", se llama.) Y cuándo el gobierno dimite, también por convención, se convocan nuevas elecciones.
Pero las elecciones fueron hace menos de dos meses, y nada hace pensar que los canadienses hayan cambiado tanto de opinión desde octubre para acá. Ante la oposición, lo normal sería que los conservadores cediesen, recortasen los aspectos más polémicos de la ley, y la volviesen a someter al Parlamento, más moderada.
¿Y, entonces, por qué la política canadiense parece haber explotado durante los últimos cuatro días? Pues la primera bomba fue que la oposición liberal-socialdemócrata charló un poco y se dijo: y ya que nos llevamos tan bien, ¿por qué no hacer una moción de censura constructiva y formar un gobierno de coalición?
Una moción de censura constructiva, para los que no hayan tenido la suerte de estudiar Políticas, es muy sencilla: el parlamento se reúne, echa a patadas al gobierno, y al mismo tiempo (de ahí lo de constructiva) forma otro. En España se ha intentado dos veces (nunca se ha conseguido) pero en Canadá nunca: no es sólo una novedad, es reventar con todas las convenciones parlamentarias existentes: sobre todo con una que tanto aprecia el PP español, la que dice que el partido más votado es el que gobierna. Siempre.
Pero faltaba una parte de la ecuación: los liberales y el NPD no podían (ni pueden) derribar al Gobierno ellos solos. Necesitaban la connivencia del Bloque Quebequense, que como ya saben si han leído atentamente los anteriores artículos, detestan más a los liberales que a los propios conservadores. Y de todos los liberales, no hay ninguno al que detesten más que a su actual líder, Stéphane Dion.
Y de ahí la segunda bomba: el Bloque, con su líder Gilles Duceppe a la cabeza, dijo que no tendrían ningún problema en apoyar la moción. No formarían parte de la coalición, pero tampoco derribarían el gobierno.
¿Por qué Gilles Duceppe, sorprendiendo a propios y a extraños, dice que no tiene ningún problema en convertir al execrado Stéphane Dion en Primer Ministro del Canadá? Primera respuesta: Gilles Duceppe es un perro viejo de la política; sabe que si apoya la moción, tendrá al nuevo gobierno canadiense cogido por las bolas. Lo cuál, como bien saben nuestros partidos nacionalistas, es tremendamente rentable. Y segunda respuesta, y más plausible: el Bloque Quebequense depende en un 86% de la financiación pública. La ley Harper iba a por el Bloc, más que ningún otro partido. Y eso, para un partido que había salvado de la quema a los conservadores durante toda la legislatura anterior, merece venganza.
Viendo por dónde iban los tiros, el gobierno conservador entró en modo panic. Pagó anuncios en la radio diciendo que la oposición liberal se proponía gobernar "con los separatistas y con los socialistas" (no sé dónde he oído yo ésto antes). Y, al mismo tiempo, propuso suspender las sesiones del Parlamento (y, en consecuencia, evitar la presentación de la moción de censura) hasta después de las fiestas de Navidad. Pero ésto último dependía de lo que hiciese la gobernadora general.
Hagamos un inciso para explicar lo de la gobernadora general: técnicamente, la jefa de estado de Canadá es la reina Isabel II del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, tal y como lo es de los otros 21 estados de la Commonwealth. Pero visto que Her Majesty tiene cosas que hacer en su isla, en Canadá es representada por un gobernador general: una persona que hace todo lo que la reina tiene que hacer en nombre de la reina. El caso es que el Gobernador General es elegido por el Primer Ministro. Y, aunque en teoría es políticamente neutro, en la práctica siempre corre el riesgo de que tenga alguna lealtad política a quién le colocó, literalmente, en el trono.
La actual gobernadora general del Canadá es Michaëlle Jean, quebequense e hija de exiliados haitianos, ex-presentadora de la Societé Radio-Canada (sigo considerando que aceptó ser gobernadora general porque no veía posibilidades de subir en la empresa), y nombrada por el ex-primer ministro liberal Paul Martin.
Así que (siento el anti-clímax, pero es que ésta entrada se me está alargando) la gobernadora general ha recibido ésta mañana al primer ministro Harper y ha aceptado su solicitud de suspender las sesiones del Parlamento hasta después de las fiestas.
¿Qué pasará?
Seguiremos informando.
3 comentarios:
Ya me estabas preocupando con tu silencio. Tanto, tanto, que pense escribir una entrada yo, que de esto se muy poquito.
Y es que las cosas andan calentitas, calentitas, por estas tierras del Norte! Quien decia que la politica canadiense en aburrida? Desde que llego Harper eso es cosa del pasado. Ahora la politica es como los gladiadores: queremos sangre. Y si es sangre conservadora, mejor, hua hua hua ...
Una cosa ... y no te llama la atencion que Cretien haya sido el artifice de todo esto? Son rumores, claro ...
me he comido una h. Chretien :o)
Precisamente de Chrétien me lo esperaba: pocos políticos son tan hábiles como él. Los liberales han gobernado Canadá durante 28 de los últimos 40 años: y de esos 28 años, en 26 de ellos Jean Chrétien ha estado en el Gobierno, tanto como ministro como primer ministro. Un perro viejo que se sabe todos los trucos. Y no iba a estar metido en ésta. Vamos, anda.
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