En 1985, cuándo mi madre, en un país extranjero, pugnaba por aprender las palabras de un idioma nuevo, una de las armas con las que contaba era un gran LP blanco donde rezaba "Mercedes Sosa". La voz de la Negra poblaba los rincones de mi casa, una y otra vez. Yo entonces tenía cuatro años. Más tarde, y contra todo pronóstico, me acabé aficionando a la música folclórica argentina; he de decir que más tuvieron que ver Les Luthiers y las largas horas de insomnio en los vuelos Madrid - Buenos Aires de Aerolíneas, pero ahí, de nuevo, estaba Mercedes Sosa con su voz. Y desde entonces, no me ha dejado de acompañar.
Y no va a dejar de hacerlo.
Seguiremos informando.
Y no va a dejar de hacerlo.
Seguiremos informando.
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