Dice doña Ana de Botella que su esposo, Bigotus Máximus, ya no siente nostalgia del poder porque ahora puede cumplir con su verdadera ambición, que es la de ser intelectual.
Ustedes no saben lo que he sufrido para escribir ésta última frase sin descoyuntarme de risa. De la capacidad intelectual del señor Aznar López supongo que ya todos tendrán constancia, pero seamos agradables: "intelectual", para la derecha universal, es un tipo que hace pose, lleva gafas y habla de lo que no sabe con una apabullante convicción; y desde aquí podemos asegurar a doña Ana que, dentro de esos parámetros, su esposo ya es un intelectual de pro.
Ahora, pensar, lo que se dice pensar, no. Pero qué importa.
Porque así puede decir que lo de devolver 400 euros con la declaración propuesto por el PSOE es "comprar votos", mientras que lo de no pagar a Hacienda si se cobran menos de 16.000 euros al año, propuesto por su adláter, no lo es.
Es de primero de carrera de Económicas (corrígeme, Jaime, si me equivoco) que hay tres formas primarias de reanimar una economía en crisis: una bajada de tipos de interés, incentivos fiscales directos y el incremento del gasto público.
La primera opción queda descartada porque a Jean-Claude Trichet no le sale de los oeufs bajar los tipos; el dinero barato vendrá cuándo el BCE tenga garantías de que irá a la recuperación económica y no a la bolsa.
La segunda opción es la que quiere aplicar el gobierno. Pero, como mis lectores informados (que son todos) sabrán, suele ser una opción preferida por los gobiernos de derechas. Los gobiernos de izquierdas, en general, prefieren la tercera opción: el incremento del gasto público, y, más específicamente, del gasto social.
¿Y entonces, por qué no incrementar esas partidas, en lugar de éste descuento puntual?
Primero, porque el gasto implica compromiso. Si se hace un programa de gastos ahora que hay dinero, dentro de la inercia habitual del gasto público se deberá seguir haciendo ad aeternam, y eso puede ser peligroso para cuándo vengan peor dadas y ya no haya tanto parné.
Y segundo, porque el dinero del gasto social lo puede dar el Estado, pero lo administran las autonomías. Y extenderle un cheque a la Espe para que se lo gaste cuándo y como le salga del cardado (como ya hace con las ayudas al alquiler o a las de dependencia) o, lo que es peor, para que se lo gaste en curas, a mí, personalmente, me rompe las bolas.
Pero estamos en campaña electoral, buscamos la línea fácil, el titular, y no vemos el fondo de las cosas.
Salvo los intelectuales, naturalmente.
Seguiremos informando.
Ustedes no saben lo que he sufrido para escribir ésta última frase sin descoyuntarme de risa. De la capacidad intelectual del señor Aznar López supongo que ya todos tendrán constancia, pero seamos agradables: "intelectual", para la derecha universal, es un tipo que hace pose, lleva gafas y habla de lo que no sabe con una apabullante convicción; y desde aquí podemos asegurar a doña Ana que, dentro de esos parámetros, su esposo ya es un intelectual de pro.
Ahora, pensar, lo que se dice pensar, no. Pero qué importa.
Porque así puede decir que lo de devolver 400 euros con la declaración propuesto por el PSOE es "comprar votos", mientras que lo de no pagar a Hacienda si se cobran menos de 16.000 euros al año, propuesto por su adláter, no lo es.
Es de primero de carrera de Económicas (corrígeme, Jaime, si me equivoco) que hay tres formas primarias de reanimar una economía en crisis: una bajada de tipos de interés, incentivos fiscales directos y el incremento del gasto público.
La primera opción queda descartada porque a Jean-Claude Trichet no le sale de los oeufs bajar los tipos; el dinero barato vendrá cuándo el BCE tenga garantías de que irá a la recuperación económica y no a la bolsa.
La segunda opción es la que quiere aplicar el gobierno. Pero, como mis lectores informados (que son todos) sabrán, suele ser una opción preferida por los gobiernos de derechas. Los gobiernos de izquierdas, en general, prefieren la tercera opción: el incremento del gasto público, y, más específicamente, del gasto social.
¿Y entonces, por qué no incrementar esas partidas, en lugar de éste descuento puntual?
Primero, porque el gasto implica compromiso. Si se hace un programa de gastos ahora que hay dinero, dentro de la inercia habitual del gasto público se deberá seguir haciendo ad aeternam, y eso puede ser peligroso para cuándo vengan peor dadas y ya no haya tanto parné.
Y segundo, porque el dinero del gasto social lo puede dar el Estado, pero lo administran las autonomías. Y extenderle un cheque a la Espe para que se lo gaste cuándo y como le salga del cardado (como ya hace con las ayudas al alquiler o a las de dependencia) o, lo que es peor, para que se lo gaste en curas, a mí, personalmente, me rompe las bolas.
Pero estamos en campaña electoral, buscamos la línea fácil, el titular, y no vemos el fondo de las cosas.
Salvo los intelectuales, naturalmente.
Seguiremos informando.