Es tan común en los videojuegos de Zelda, que no hace casi falta explicación: el mal está oculto en una piedra, una cueva o cualquier otra cosa, restringido por los sellos de los siete magos, (por ejemplo) y siempre, siempre, hay algún cretino que va a romper los sellos. Por ambición, por malicia, por estupidez, quién sabe, pero el mal siempre vuelve a soltarse.
El capitalismo internacional descontrolado lleva, antes o después, a un colapso del sistema. No ha habido sistema capitalista desregulado que haya aguantado sin una crisis arrasadora, desde la Burbuja de los Tulipanes hasta el Crack de 1929.
Y por mucho que cada sucesivo desastre llama la atención acerca de la necesidad de poner en vereda al sistema financiero y obligarse a controlar qué hace la gente con el dinero de quién, siempre, siempre, hay alguien que rompe los sellos de los siete magos, en aras de la avaricia, de la ambición, o de la mal llamada libertad de mercado.
Algún día tenía que pasar ésto. Era lógico. Los mecanismos que Estados Unidos se diseñó para que nunca más volviera a haber un crack del 29 fueron desmontados, pieza a pieza, por las administraciones de Nixon, Ford, Reagan, Bush (padre e hijo) y, sí, Clinton.
Todo ésto bajo la atenta orientación de los economistas monetaristas, los über-macro, personas que viven su vida en el enclausurado mundo de las facultades de economía estadounidenses, personas cuyo único contacto con la economía real es bajarse al bar a beber cerveza. Me pregunto si Milton Friedman tuvo alguna vez problemas para pagar la hipoteca de su casa. Supongo que no.
Y lo peor de todo es que ya teníamos más de un ejemplo claro de que la economía desregulada conducía al desastre. Chile entre 1975 y 1985, Argentina entre 1993 y 2003; el desmontar progresivo de la economía real, en aras de cosas como la estabilidad inflexible de la moneda, cosas que quedan muy bien en los anuarios del FMI, pero que en la práctica, no dan de comer.
Japón, en cuarenta años, pasó de ser un barrizal a la segunda economía del mundo, gracias a un estado fuertemente intervencionista. El momento en que cedió a las presiones liberalizadoras, se fue todo al traste. Al contrario de Japón, China es suficientemente fuerte para no ceder: así les va a ellos (nota bene, sigue habiendo 600 millones de miserables en China, pero cada vez son menos) y así nos va a nosotros.
No soy un anticapitalista. Las alternativas siguen sin convencerme. Pero creo que el capitalismo es como un caballo semental. Atado y domado, te lleva a donde quieras. Suelto, te lleva a donde quiere.
Normalmente al abismo.
Seguiremos informando.
El capitalismo internacional descontrolado lleva, antes o después, a un colapso del sistema. No ha habido sistema capitalista desregulado que haya aguantado sin una crisis arrasadora, desde la Burbuja de los Tulipanes hasta el Crack de 1929.
Y por mucho que cada sucesivo desastre llama la atención acerca de la necesidad de poner en vereda al sistema financiero y obligarse a controlar qué hace la gente con el dinero de quién, siempre, siempre, hay alguien que rompe los sellos de los siete magos, en aras de la avaricia, de la ambición, o de la mal llamada libertad de mercado.
Algún día tenía que pasar ésto. Era lógico. Los mecanismos que Estados Unidos se diseñó para que nunca más volviera a haber un crack del 29 fueron desmontados, pieza a pieza, por las administraciones de Nixon, Ford, Reagan, Bush (padre e hijo) y, sí, Clinton.
Todo ésto bajo la atenta orientación de los economistas monetaristas, los über-macro, personas que viven su vida en el enclausurado mundo de las facultades de economía estadounidenses, personas cuyo único contacto con la economía real es bajarse al bar a beber cerveza. Me pregunto si Milton Friedman tuvo alguna vez problemas para pagar la hipoteca de su casa. Supongo que no.
Y lo peor de todo es que ya teníamos más de un ejemplo claro de que la economía desregulada conducía al desastre. Chile entre 1975 y 1985, Argentina entre 1993 y 2003; el desmontar progresivo de la economía real, en aras de cosas como la estabilidad inflexible de la moneda, cosas que quedan muy bien en los anuarios del FMI, pero que en la práctica, no dan de comer.
Japón, en cuarenta años, pasó de ser un barrizal a la segunda economía del mundo, gracias a un estado fuertemente intervencionista. El momento en que cedió a las presiones liberalizadoras, se fue todo al traste. Al contrario de Japón, China es suficientemente fuerte para no ceder: así les va a ellos (nota bene, sigue habiendo 600 millones de miserables en China, pero cada vez son menos) y así nos va a nosotros.
No soy un anticapitalista. Las alternativas siguen sin convencerme. Pero creo que el capitalismo es como un caballo semental. Atado y domado, te lleva a donde quieras. Suelto, te lleva a donde quiere.
Normalmente al abismo.
Seguiremos informando.
2 comentarios:
Una recomendación: "Breve historia de la euforia financiera" delicioso y hasta divertido libro de John Kenneth Galbraith (creo que se escribe así)en el que describe y unas cuantas burbujas especulativas y cómo son las arreglamos para no echarle nunca la culpa al sistema. A modo de anécdota, solo contaros que a este señor lo llegaron a amenazarlo de muerte por predecir el desplome de la bolsa de wall street en los 80. Estaba el buen hombre convaleciente de una lesión de esquí y le llegó un anónimo deseándole que el accidente hubiera esparcido sus sesos por la ladera de la montaña porque "es usted un malnacido que juega con el pas de mis hijos". Lo que postula este señor es que siempre que el sistemas se descontrola y se pega un batacazo, los agentes económicos en lugar de poner mecanismos de control, buscan una cabeza de turco (no siempre del todo inocente, eso sí) con tal de no tocar el sacrosanto mercado. Así ha sido siempre, y cuando no lo ha sido , los mecanismos de control han sido desmantelados en el momento en que las aguas parecen volver a su cauce y encima se tilda de agoreros a todos los que avisasn de que el desplome es posible y más que pprobable si no se establecen esos controles.
Todo el que me conoce sabe que no soy PARA NADA amigo de un intervencionismo estatal férreo(de hecho me parece que lo de China tiene fecha de caducidad, el tiempo dará y quitará razones)pero me parece vital que el estado sea un árbitro severo para evitar desmanes. Si no es asi volvemos a los "bonos basura" de los ochenta, o las "gangas" del mercado hipotecario americano que, no nos engañemos,ha sido el gran causante de que las bolsas europeas lleven estornudando todo el verano (y lo que te rondaré morena).
Acabo de releer el comentario y pido disculpas. No tengo dedos, tengo muñones.
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