El debate nature/nurture es casi tan antiguo como la ética misma. ¿Son las personas bondadosas o crueles, pacíficas o violentas, inteligentes o estúpidas, por naturaleza? ¿O tienen que ver otros factores relativos a la formación y educación de la persona? Yo no soy ni psicólogo, ni psiquiatra, ni sociólogo, y sé que entre mis lectores hay personas más formadas que yo a ese respecto, por lo que su opinión será bien recibida.
Pero una cosa sé: desde el siglo XVIII se entiende que el ser humano, a lo largo de su vida e independientemente de su naturaleza o de su formación, es perfeccionable, y que, en la mayoría de los casos, es capaz de sacarse a sí mismo de los agujeros donde cayó o le empujaron.
Es por eso, por esa fe en la capacidad humana, llámese de redención, llámese de superación, que nuestro sistema penal procura equilibrar la necesidad del castigo con la posibilidad y capacidad de superación del criminal. El artículo 25.2. de la Constitución lo deja muy claro.
Sin embargo, la venganza vende más y mejor que la redención. La idea de las películas, la de que el criminal es perverso y lo será por siempre, es mucho más atractiva, sobre todo porque, como humanos, tendemos a posicionarnos con las víctimas y contra los malvados. Sin embargo, y como ya he dicho más de una vez, el Estado no puede ser el instrumento para la venganza de nadie.
Pero la nueva (o vieja) derecha europea se alimenta de la demagogia y éste es uno de los puntos donde se puede sacar más carne. Nadie quiere ser visto como amigo de los criminales; todos quieren salir en la tele, como redentores, como salvadores, como héroes que consuelan a los buenos y destruyen a los malos. Y es por eso que vuelven a resurgir las viejas ideas de la cárcel como castigo, de la imposibilidad de la redención, y, en ciertos casos, de la muerte como recurso.
De ahí el caso De Juana, de ahí la letanía de declaraciones respecto al caso Mari Luz, de ahí Espe declarando en ABC que es partidaria de la cadena perpetua.
Paladas y paladas de tierra sobre las esperanzas de las personas, que seguirán errando, pero que, cada vez más, perderán sus oportunidades de reconstrucción.
Seguiremos informando.
Pero una cosa sé: desde el siglo XVIII se entiende que el ser humano, a lo largo de su vida e independientemente de su naturaleza o de su formación, es perfeccionable, y que, en la mayoría de los casos, es capaz de sacarse a sí mismo de los agujeros donde cayó o le empujaron.
Es por eso, por esa fe en la capacidad humana, llámese de redención, llámese de superación, que nuestro sistema penal procura equilibrar la necesidad del castigo con la posibilidad y capacidad de superación del criminal. El artículo 25.2. de la Constitución lo deja muy claro.
Sin embargo, la venganza vende más y mejor que la redención. La idea de las películas, la de que el criminal es perverso y lo será por siempre, es mucho más atractiva, sobre todo porque, como humanos, tendemos a posicionarnos con las víctimas y contra los malvados. Sin embargo, y como ya he dicho más de una vez, el Estado no puede ser el instrumento para la venganza de nadie.
Pero la nueva (o vieja) derecha europea se alimenta de la demagogia y éste es uno de los puntos donde se puede sacar más carne. Nadie quiere ser visto como amigo de los criminales; todos quieren salir en la tele, como redentores, como salvadores, como héroes que consuelan a los buenos y destruyen a los malos. Y es por eso que vuelven a resurgir las viejas ideas de la cárcel como castigo, de la imposibilidad de la redención, y, en ciertos casos, de la muerte como recurso.
De ahí el caso De Juana, de ahí la letanía de declaraciones respecto al caso Mari Luz, de ahí Espe declarando en ABC que es partidaria de la cadena perpetua.
Paladas y paladas de tierra sobre las esperanzas de las personas, que seguirán errando, pero que, cada vez más, perderán sus oportunidades de reconstrucción.
Seguiremos informando.
2 comentarios:
De entrada, sobre la naturaleza bondadosa o mala del hombre tengo tanto que decir como sobre el destino o el sentido de la vida: ¿Por qué pervivirán esas ideas?
Si hasta Hobbes en el "Leviatán" admite que lo del estado de Naturaleza sólo es una proposición absolutamente imaginaria, pese a que sin ningún empacho lo utiliza para la construcción de su sistema -Yo lo entiendo como una intromisión del mito en el conocimiento moderno, pero en fín...-. Como curiosidad, incluso su eslógan "Homo homini lupus" es un saqueo de un verso de Plauto que quiere decir una cosa mucho más justa -"Homo homini lupus et non homo, quom qualis sit non novis", "El hombre es un lobo para el hombre y no un hombre, cuando aún no ha descubierto como es"-.
En otro orden de cosas, precisamente el contractualismo ese es la base de las ideas de esas personas a las que usted critica en esta ocasión. Una base más intuída que sabida, más de oídas que meditada, si efectivamente se coquetea de nuevo en Europa con "la muerte como recurso" de la justicia, que hace falta haber leído poco, poco.
¿En cuanto a las causas psicológicas, etc...? Pues da para llenar un par de libros.
Escribía hace poco Pérez-Reverte, ese escritor con más aciertos o desaciertos pero demagógico casi siempre, que no se reía de -Y no necesitaba argumentar con- los que eran capaces de diferenciar justicia de venganza, cuando son lo mismo, ya que la primera es consecuencia directa de la segunda.
Esta confusión de causas y efectos, este desconocimiento del tema psicológico y sociocultural al respecto y este absoluto y por demás altivo desprecio de los acercamientos ajenos a los asuntos públicos no deben ser muy distintos de los que animan a "nuestros políticos".
Apañadosestamos...
Lo siento, se me deslizó una errata importante:
"Escribía hace poco Pérez-Reverte -...- que se reía de -Y no necesitaba argumentar con- los que eran capaces de diferenciar justicia de venganza -...-"
Vamos, que se burla de los que tienen mayor conocimiento que él sobre el tema y son capaces de diferenciar causas y efectos, fenómenos distintos aunque relacionados, necesidades de organización social, etc...
De ahí el resto de mi comentario. Pido disculpas por el lapsus.
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