Me pregunta aquí una amiga que que tipo de mujeres ando buscando. También criticó, y con razón, que cada vez que hablo de mí en el blog es para una sangrienta y dolorosa catarsis personal con muertos y heridos.
Y es que mi vida personal es algo bastante espinoso. Ya hace tiempo que dejé de ser el tímido inmisericorde que fui cuándo adolescente: cierto es que no tengo demasiados amigos, pero los que tengo son gente excelente con la que es tremendamente placentero estar (dice él en su casa un sábado por la noche, pero sin segundas intenciones, seriously), pero aún tengo cierta torpeza insólita al tratar con la gente, lo que me lleva a ser cansinamente indirecto y pasmosamente incompetente cuándo en asuntos de damas se trata.
Reconozco que no soy la persona con más sex-appeal del universo conocido. Tampoco es que ayude el hecho de que, aun sabiendo que los Morini tienen una reconocida y hereditaria tendencia a engordar, disfrute de los placeres de la buena mesa (y de la mala también, véase Kentucky Fried Chicken) sin ningún complejo de culpa. Y lo que es peor, por mucho que mis amigos se esfuercen denodadamente en ayudar, mi gusto en el vestir sigue siendo lo que bienintencionadamente puede calificarse de "conservador", y, de forma más realista, como "aburrido": ir vestido con camisa marrón, pantalones marrones y jersey (lo han adivinado) marrón no sólo no es raro en mí, sino hasta habitual.
Y es que incluso en la conversación, lo que debería ser mi fuerte, no me muevo con soltura. Por un lado me resulta tremendamente incómodo hablar por teléfono: soy incapaz de mantener larguísimas conversaciones, y en la mayoría de los casos se hace obvio que quiero cortar la conversación lo antes posible. Y por el otro, muchas veces soy un conversador contradictorio: cuándo no hablo como una ametralladora (normalmente de los frikismos que me resulten agradables), me expreso con monosílabos, sin nada más sustancioso que un "claro", de vez en cuándo. Por no hablar del hecho de que cuándo una mujer me resulta atractiva eso se nota de forma espantosamente evidente.
Joder, se estarán diciendo; ¿y el artículo trata de venderse? Y es que lo cierto es que lo más complicado del asunto es que mis principales defectos son el que no sé mentir y que no sé mantenerme firme en mis posiciones.
Y es así porque a pesar de que son terribles defectos (al fin y al cabo, seducir, salvo que uno sea George Clooney, siempre consiste en mentir un poco), me siento tremendamente orgulloso de ellos. Y no pienso abdicar de ellos.
La cuestión es que acostumbrado como estoy a reconocer y a reírme de mis propios defectos, sumado a que tampoco me gusta llamar mucho la atención (salvo en mis momentos pseudoetílicos) me cuesta reconocer mis propias virtudes. Y aún menos en público. Quizás eso sea lo que lleve a que mucha gente sólo sepa de mis experiencias vitales, muchas de las cuáles podrían calificarse de extraordinarias (he viajado por tres continentes, en muchos casos solo; he ganado un concurso de la tele; he nacido en Brasil) por boca de terceros o tras conocerme desde hace mucho.
Quizás mi principal virtud, de la que me siento más orgulloso, es que intento con todas mis fuerzas ser lo que se da por una buena persona. Intento ser generoso, intento ser educado (hasta lo folclórico, en ciertos casos) e intento ser agradable. Intento no ser pedante (a veces no me sale) e intento no abrumar a la gente (tampoco me sale a veces)
Aparte, naturalmente, de mis inagotables ganas de compartir lo mucho que sé de un montón de cosas, y, por la otra parte, de aprender muchas cosas más. Dudo que haya algo que me dé más placer que charlar durante horas de todo un poco con gente divertida e interesante.
Como habrán visto, soy terrible hablando bien de mí (parezco un perfil de una de éstas páginas de "Busco pareja") así que voy a abreviar y voy a ir a la pregunta que originó éste artículo.
Para empezar, no voy a ser hipócrita: el físico sí es importante. No es tan importante como otras cosas, pero sí cuenta. Por otra parte, no desesperen: siempre he sido del tipo patito feo, del tipo sosa, del tipo ratoncito, nunca me han gustado las bellezas despampanantes. Siempre he tenido una reconocida pasión por la sutileza. Pero ya he hablado del tema aquí.
Ésta pasión por la sobriedad se hace extensiva a la forma de vestir. Maquillaje sí, pero discreto; ropa sencilla, pero elegante; para mí, lo importante es lo que hay dentro.
Y es que el asunto se resume en que sea capaz de aguantar mis idiosincrasias y tener las suyas, reírse de mis chistes y yo de los de ella, contarme historias que no sepa y escuchar con interés las mías. Pueden gustarnos cosas totalmente opuestas; de hecho eso estaría mucho mejor. Pero hay cosas que debería despreciar con la misma energía que yo, por ejemplo: Aznar, el catolicismo ultra, el Intelectual Pedante Español ® y cualquier música emitida por los 40 Principales de 1999 en adelante.
Ah, por cierto, no es imprescindible que sea española. De hecho, y ya que estamos, nunca me he sentido tan abrumadoramente rodeado de mujeres atractivas como esa semana que pasé en Montreal. Prueba de que el mestizaje es bueno: junta a las francesas con inglesas y escocesas y ahí lo tienes.
En fin, me voy a la cama, antes de que siga desvariando más.
Seguiremos informando.
Y es que mi vida personal es algo bastante espinoso. Ya hace tiempo que dejé de ser el tímido inmisericorde que fui cuándo adolescente: cierto es que no tengo demasiados amigos, pero los que tengo son gente excelente con la que es tremendamente placentero estar (dice él en su casa un sábado por la noche, pero sin segundas intenciones, seriously), pero aún tengo cierta torpeza insólita al tratar con la gente, lo que me lleva a ser cansinamente indirecto y pasmosamente incompetente cuándo en asuntos de damas se trata.
Reconozco que no soy la persona con más sex-appeal del universo conocido. Tampoco es que ayude el hecho de que, aun sabiendo que los Morini tienen una reconocida y hereditaria tendencia a engordar, disfrute de los placeres de la buena mesa (y de la mala también, véase Kentucky Fried Chicken) sin ningún complejo de culpa. Y lo que es peor, por mucho que mis amigos se esfuercen denodadamente en ayudar, mi gusto en el vestir sigue siendo lo que bienintencionadamente puede calificarse de "conservador", y, de forma más realista, como "aburrido": ir vestido con camisa marrón, pantalones marrones y jersey (lo han adivinado) marrón no sólo no es raro en mí, sino hasta habitual.
Y es que incluso en la conversación, lo que debería ser mi fuerte, no me muevo con soltura. Por un lado me resulta tremendamente incómodo hablar por teléfono: soy incapaz de mantener larguísimas conversaciones, y en la mayoría de los casos se hace obvio que quiero cortar la conversación lo antes posible. Y por el otro, muchas veces soy un conversador contradictorio: cuándo no hablo como una ametralladora (normalmente de los frikismos que me resulten agradables), me expreso con monosílabos, sin nada más sustancioso que un "claro", de vez en cuándo. Por no hablar del hecho de que cuándo una mujer me resulta atractiva eso se nota de forma espantosamente evidente.
Joder, se estarán diciendo; ¿y el artículo trata de venderse? Y es que lo cierto es que lo más complicado del asunto es que mis principales defectos son el que no sé mentir y que no sé mantenerme firme en mis posiciones.
Y es así porque a pesar de que son terribles defectos (al fin y al cabo, seducir, salvo que uno sea George Clooney, siempre consiste en mentir un poco), me siento tremendamente orgulloso de ellos. Y no pienso abdicar de ellos.
La cuestión es que acostumbrado como estoy a reconocer y a reírme de mis propios defectos, sumado a que tampoco me gusta llamar mucho la atención (salvo en mis momentos pseudoetílicos) me cuesta reconocer mis propias virtudes. Y aún menos en público. Quizás eso sea lo que lleve a que mucha gente sólo sepa de mis experiencias vitales, muchas de las cuáles podrían calificarse de extraordinarias (he viajado por tres continentes, en muchos casos solo; he ganado un concurso de la tele; he nacido en Brasil) por boca de terceros o tras conocerme desde hace mucho.
Quizás mi principal virtud, de la que me siento más orgulloso, es que intento con todas mis fuerzas ser lo que se da por una buena persona. Intento ser generoso, intento ser educado (hasta lo folclórico, en ciertos casos) e intento ser agradable. Intento no ser pedante (a veces no me sale) e intento no abrumar a la gente (tampoco me sale a veces)
Aparte, naturalmente, de mis inagotables ganas de compartir lo mucho que sé de un montón de cosas, y, por la otra parte, de aprender muchas cosas más. Dudo que haya algo que me dé más placer que charlar durante horas de todo un poco con gente divertida e interesante.
Como habrán visto, soy terrible hablando bien de mí (parezco un perfil de una de éstas páginas de "Busco pareja") así que voy a abreviar y voy a ir a la pregunta que originó éste artículo.
Para empezar, no voy a ser hipócrita: el físico sí es importante. No es tan importante como otras cosas, pero sí cuenta. Por otra parte, no desesperen: siempre he sido del tipo patito feo, del tipo sosa, del tipo ratoncito, nunca me han gustado las bellezas despampanantes. Siempre he tenido una reconocida pasión por la sutileza. Pero ya he hablado del tema aquí.
Ésta pasión por la sobriedad se hace extensiva a la forma de vestir. Maquillaje sí, pero discreto; ropa sencilla, pero elegante; para mí, lo importante es lo que hay dentro.
Y es que el asunto se resume en que sea capaz de aguantar mis idiosincrasias y tener las suyas, reírse de mis chistes y yo de los de ella, contarme historias que no sepa y escuchar con interés las mías. Pueden gustarnos cosas totalmente opuestas; de hecho eso estaría mucho mejor. Pero hay cosas que debería despreciar con la misma energía que yo, por ejemplo: Aznar, el catolicismo ultra, el Intelectual Pedante Español ® y cualquier música emitida por los 40 Principales de 1999 en adelante.
Ah, por cierto, no es imprescindible que sea española. De hecho, y ya que estamos, nunca me he sentido tan abrumadoramente rodeado de mujeres atractivas como esa semana que pasé en Montreal. Prueba de que el mestizaje es bueno: junta a las francesas con inglesas y escocesas y ahí lo tienes.
En fin, me voy a la cama, antes de que siga desvariando más.
Seguiremos informando.
8 comentarios:
Pues buena suerte brother. Porque machiño -como decimos por aquí- creo que tienes un gemelo y mis "padres" me encontraron en una caja de galletas.
Y yo que me creía único... maldito orgullo.
Probablemente las mujeres sean lo único en la vida que se me ha dado medio bien. Y a pesar de ello me siento un miserable a tu lado. Y a pesar de ello te admiro profundamente. Si te gustaron las quebecois tira tus penas al rio San Lorenzo y a por ellas.
Veo que los amigos que te conocen y ven a menudo no dicen nada.
Por eso, imagino que no esperabas que nadie te diera palmaditas en la espalda, y que solo querias ¿desahogarte?.
En fin, perdoname por la intromisión.
Pues a mi las mujeres tambien se me dan fatal, jejeje ... pero se me ocurre que te podemos vender un poquitin mejor, Thiago!!! Aunque si sigues con el modelito marron mocromatico, no se, no se ... ;o)
Una cosa: yo no se como seras con el resto de la humanidad, pero no estoy de acuerdo con que la conversacion no es tu fuerte. Las tres horas de platica del otro dia fueron una de las mejores conversaciones que he tenido en mucho tiempo :o)
Yo digo, aunque no sea la persona más adecuada para hacerlo por cuestiones que no vienen a cuento:
¡MUJERES QUE ESTE BLOG LEEIS NO SABEIS LO QUE OS ESTAIS PERDIENDO!
En respuesta a lo de que los íntimos, pues eso me considero, no decimos nada en respuesta a este post yo al menos lo hago porque no considero que sea el lugar adecuado y que , efectivamente, ya le decimos lo que consideramos necesario en persona.
Recuerda amigo Thiago: TODO TORNILLO TIENE SU ROSCA.
"TODO TORNILLO TIENE SU ROSCA."
Oh, lo que es la poesía.
La version de mi abuela (toda maceta tiene su tiesto) me resulta, no se, mas floral y menos explicita ... ;o)
lección de márketing básico: la publicidad negativa de un producto repercute de manera negativa en las posibilidades de venta.
No te subestimes y véndete mejor, que tú lo vales
Salud y suerte, my friend
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