El sábado, el Boletín Oficial del Estado de Afganistán publicó la nueva Ley del Estado Civil, según leo en la BBC. La nueva ley obliga a las mujeres a tener relaciones sexuales con sus maridos; si no lo hacen, éstos tienen derecho a privarles de alimentos. Y, al igual que en otros países de igualmente saludables costumbres religiosas (tipo Arabia Saudí), prohibe a las mujeres trabajar sin autorización de sus maridos, y, en caso de divorcio o viudedad, la custodia de los hijos pasa automáticamente al padre o al pariente varón más cercano. Nótese que la ley aprobada es una versión enmendada para suavizarla: la propuesta original eliminaba la necesidad de consenso para el sexo conyugal (autorizando, efectivamente, la violación dentro del matrimonio) y obligaba a las mujeres, a como mínimo, un polvo cada cuatro días.
Está más que claro que la cultura afgana está lejos de ser la más progresista, avanzada y tolerante del mundo. Lo sabíamos cuándo aceptamos seguir en Afganistán aun quedando claro que la venganza que Estados Unidos requería por el 11-S (que fue el motivo original de la invasión) no sería colmada en tierras afganas. Nuestra intención, por lo que nos vendieron, era (y es) ayudar a los afganos a construir, paso a paso, una democracia; las costumbres, hélas, permanecerían, pero al menos ofreceríamos un marco de libertad que garantizase que, si alguien quería romper la barrera y hacer cosas como formar un grupo de rock, afeitarse, ver la tele o bailar, no fuese inmediatamente detenido y enviado al Estadio Nacional a que le cortasen las manos y luego le ahorcasen.
Resumiendo: no acabaríamos con la costumbre de la burka; acabaríamos con la burka obligatoria por ley. Para mí, con una ley como ésta el gobierno afgano se nos está riendo en la cara.
Y es por eso que ahora mismo estoy echando humo por las orejas, porque de dos una: o se manda un destacamento de la ISAF ahora mismo a darle de collejas al presidente Karzai por perfecto imbécil o salimos por pies de ese agujero polvoriento para nunca más volver: porque que soldados con la bandera española en la hombrera estén dispuestos a sacrificar vida y hacienda por defender ESO, es intolerable desde cualquier punto de vista.
Seguiremos informando.
Está más que claro que la cultura afgana está lejos de ser la más progresista, avanzada y tolerante del mundo. Lo sabíamos cuándo aceptamos seguir en Afganistán aun quedando claro que la venganza que Estados Unidos requería por el 11-S (que fue el motivo original de la invasión) no sería colmada en tierras afganas. Nuestra intención, por lo que nos vendieron, era (y es) ayudar a los afganos a construir, paso a paso, una democracia; las costumbres, hélas, permanecerían, pero al menos ofreceríamos un marco de libertad que garantizase que, si alguien quería romper la barrera y hacer cosas como formar un grupo de rock, afeitarse, ver la tele o bailar, no fuese inmediatamente detenido y enviado al Estadio Nacional a que le cortasen las manos y luego le ahorcasen.
Resumiendo: no acabaríamos con la costumbre de la burka; acabaríamos con la burka obligatoria por ley. Para mí, con una ley como ésta el gobierno afgano se nos está riendo en la cara.
Y es por eso que ahora mismo estoy echando humo por las orejas, porque de dos una: o se manda un destacamento de la ISAF ahora mismo a darle de collejas al presidente Karzai por perfecto imbécil o salimos por pies de ese agujero polvoriento para nunca más volver: porque que soldados con la bandera española en la hombrera estén dispuestos a sacrificar vida y hacienda por defender ESO, es intolerable desde cualquier punto de vista.
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