Si a usted, señora, Dios no lo quiera, le echan del curro, lo más probable es que le hagan coger sus cosas y sólo volver para firmar el finiquito. En casi cualquier organización, un comportamiento corrupto y/o incompetente por parte de cualquier empleado obliga a salir por la puerta con cajas destempladas.
El Partido Popular tiene un comportamiento diferente. El bigotismo posee una especie de limbo, un saloncito tras la puerta principal donde los expulsados pueden penar sus cuitas hasta que la opinión pública se olvide de ellos hasta el santo día en el que puedan, felizmente, volver a su confortable sillón.
Eso sin hablar del conflicto de siempre, tipificado en la frase "¿Y ese sillón, de quién es?". En los partidos de izquierda, no sin discusión, la teoría vigente es que el sillón es del partido, por lo que ser pateado del partido implica ser pateado del sillón.
El bigotismo tiene igualmente esa teoría, pero con su énfasis en el populismo y la responsabilidad individual, tiene muchísimos más conflictos a ese respecto.
Y es porque las tan cacareadas "medidas disciplinarias" del bigotismo básicamente consisten en la suspensión de militancia, que es como si a mí me quitan el carnet del Club Disney (nunca he tenido carnet del Club Disney, a Dios gracias, pero por poner un ejemplo). No se te obliga a dejar el sillón o los sillones que tengas; lo único que te pasa es que te conviertes en un tipo corriente, que ni siquiera tiene que pagar las cuotas de afiliación, pero que, por uno de éstos casuales de la vida, representas al Partido Popular en, por ejemplo, el Senado de España. Lo que sí te puede pasar - que a veces ni eso - es que en las próximas elecciones no entres en las listas, pero hasta entonces Luis Bárcenas habrá cobrado (legalmente, lo otro ya no lo sé) unos 80.000 euros tirando asín por lo bajo.
Y eso, para un partido que propugna la ética y la austeridad, pues... no lo veo.
Seguiremos informando.
El Partido Popular tiene un comportamiento diferente. El bigotismo posee una especie de limbo, un saloncito tras la puerta principal donde los expulsados pueden penar sus cuitas hasta que la opinión pública se olvide de ellos hasta el santo día en el que puedan, felizmente, volver a su confortable sillón.
Eso sin hablar del conflicto de siempre, tipificado en la frase "¿Y ese sillón, de quién es?". En los partidos de izquierda, no sin discusión, la teoría vigente es que el sillón es del partido, por lo que ser pateado del partido implica ser pateado del sillón.
El bigotismo tiene igualmente esa teoría, pero con su énfasis en el populismo y la responsabilidad individual, tiene muchísimos más conflictos a ese respecto.
Y es porque las tan cacareadas "medidas disciplinarias" del bigotismo básicamente consisten en la suspensión de militancia, que es como si a mí me quitan el carnet del Club Disney (nunca he tenido carnet del Club Disney, a Dios gracias, pero por poner un ejemplo). No se te obliga a dejar el sillón o los sillones que tengas; lo único que te pasa es que te conviertes en un tipo corriente, que ni siquiera tiene que pagar las cuotas de afiliación, pero que, por uno de éstos casuales de la vida, representas al Partido Popular en, por ejemplo, el Senado de España. Lo que sí te puede pasar - que a veces ni eso - es que en las próximas elecciones no entres en las listas, pero hasta entonces Luis Bárcenas habrá cobrado (legalmente, lo otro ya no lo sé) unos 80.000 euros tirando asín por lo bajo.
Y eso, para un partido que propugna la ética y la austeridad, pues... no lo veo.
Seguiremos informando.
2 comentarios:
Chiste de humor negro: Imagine a bigotus maximus diciendo si yo soy aznarquista(risa caballuna.
Saludos thiago.
Alberto uni
¡Al, maldita sea!
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