El Líder Opositor con el Nombre Más Divertido, Abdulá Abdulá, renunció éste fin de semana a ser candidato en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales afganas. En consecuencia, la Comisión Electoral Central ha proclamado a Hamid Karzai presidente de Afganistán por defecto.
Abdulá Abdulá pasó a la segunda vuelta de las presidenciales una vez que no pudo disimularse de ninguna de las maneras el fraude masivo cometido por Karzai. Cuándo empezaron a circular los informes de colegios electorales cerrados donde 13.500 personas habían votado (por Karzai), en Occidente llamaron por teléfono al magnate de la capa indicándole que se ponderase un poco, así que éste llamó a sus secuaces en la comisión electoral, se cocinó un resultado aceptable (49,67% para Karzai) y se puso rumbo a una segunda vuelta donde el fraude sería igual de rampante que en la primera, eso sí, con más sutileza.
Y visto que nadie en la ISAF está dispuesto a mover una uña para evitar el fraude (bastante tienen con evitar que les maten) Abdulá Abdulá ha decidido, finalmente, que no vale la pena seguir la farsa, privándose así de convertirse en el Segundo Presidente de Nombre Más Divertido (el primero, naturalmente, es el Presidente de Indonesia)
Occidente ha intervenido en Afganistán por dos motivos: primero, en un acto propagandístico de venganza por parte de los Estados Unidos (recuerden lo de Justicia Infinita) y, segundo, para evitar un posible efecto dominó fundamentalista por toda Asia Central.
Lo primero era imposible de lograr y no se ha logrado; lo único que podía curar el 11-S es el tiempo y en ello estamos. Lo segundo ha resultado un fracaso notable: la pieza más probable del tal efecto dominó sería Pakistán y, como hemos podido ver en los últimos días, fuerte lo que se dice fuerte no está.
Es indudable que, con respecto a la sanguinaria teocracia talibán, la actual cleptocracia oligárquica y tribal afgana es una mejora, pero, naturalmente, en la medida que un balazo en la pierna es mejor que un balazo en la boca.
Es la hora de salir por piernas de ahí.
Seguiremos informando.
Abdulá Abdulá pasó a la segunda vuelta de las presidenciales una vez que no pudo disimularse de ninguna de las maneras el fraude masivo cometido por Karzai. Cuándo empezaron a circular los informes de colegios electorales cerrados donde 13.500 personas habían votado (por Karzai), en Occidente llamaron por teléfono al magnate de la capa indicándole que se ponderase un poco, así que éste llamó a sus secuaces en la comisión electoral, se cocinó un resultado aceptable (49,67% para Karzai) y se puso rumbo a una segunda vuelta donde el fraude sería igual de rampante que en la primera, eso sí, con más sutileza.
Y visto que nadie en la ISAF está dispuesto a mover una uña para evitar el fraude (bastante tienen con evitar que les maten) Abdulá Abdulá ha decidido, finalmente, que no vale la pena seguir la farsa, privándose así de convertirse en el Segundo Presidente de Nombre Más Divertido (el primero, naturalmente, es el Presidente de Indonesia)
Occidente ha intervenido en Afganistán por dos motivos: primero, en un acto propagandístico de venganza por parte de los Estados Unidos (recuerden lo de Justicia Infinita) y, segundo, para evitar un posible efecto dominó fundamentalista por toda Asia Central.
Lo primero era imposible de lograr y no se ha logrado; lo único que podía curar el 11-S es el tiempo y en ello estamos. Lo segundo ha resultado un fracaso notable: la pieza más probable del tal efecto dominó sería Pakistán y, como hemos podido ver en los últimos días, fuerte lo que se dice fuerte no está.
Es indudable que, con respecto a la sanguinaria teocracia talibán, la actual cleptocracia oligárquica y tribal afgana es una mejora, pero, naturalmente, en la medida que un balazo en la pierna es mejor que un balazo en la boca.
Es la hora de salir por piernas de ahí.
Seguiremos informando.
1 comentario:
Ay. Y nuestro ejército, ahí sigue, de "misión humanitaria" según unas mentiras oficiales que dan mucho asco, participando en una coalición que está del lado de traficantes de droga al por mayor y señores de la guerra.
Del efecto dominó ya se habló mucho para justificar la guerra del Vietnam, y ya sabemos en qué quedó todo. Estoy muy de acuerdo contigo: estamos tardando en irnos.
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