miércoles, 28 de enero de 2009

Igualito a sus papás

El Tribunal Supremo ha resuelto que no es posible objetar a la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Así mismo dice que la asignatura, cito, "no alcanza a lesionar el derecho fundamental de los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones".

Por supuesto, los amables papás carcatólicos detrás de la iniciativa de objetar Ciudadanía ("objeción" de la que ya me cachondeé tiempo atrás) no se rinden, e irán al Tribunal Constitucional a perder aún más el tiempo, tanto el suyo como el de los jueces del TC.

¿Hasta qué punto llega el fanatismo de una persona para hacerle capaz de privar a sus hijos de recibir una educación? ¿Hasta qué punto es responsable un padre o una madre capaces de poner en evidencia a sus hijos ante sus compañeros, de arrastrarse por tribunal tras tribunal, por imponer que la única institución capaz de adoctrinar a sus hijos sea la Iglesia católica?

Insisto: no soy pedagogo, pero a mi entender, el objetivo último de la educación básica obligatoria es confrontar a un niño con la realidad de nuestro mundo y, en la medida de lo posible, explicarla, con el fin de que, al final del proceso, pueda pensar por su cuenta de forma racional.

Y una vez más: Educación para la Ciudadanía es una asignatura dedicada específicamente a explicar algo que no es precisamente fácil de entender: la sociedad española tal y como la definen la Constitución y las leyes, con sus valores culturales, jurídicos y, sí, religiosos.

El problema es que hay gente, bastante gente, que es incapaz de aceptar que vivimos en una sociedad donde la religión no es una prioridad, donde hay gente de toda clase, raza y religión, donde todo el mundo puede formar una familia, donde el pecado no está jurídicamente tipificado.

Y, peor: no contentos con la estupidez de tener los ojos cerrados ante el mundo y el siglo en el que vivimos, cometen la crueldad de querer cerrar los ojos a sus propios hijos, y encima tener el descaro y la desfachatez de querer que la ley les ampare.

Y luego está la inefable lucha a muerte por la inmersión lingüistica: por un lado los cucufates, aquellos padres que defienden a capa y espada el "derecho" de que los delicados oídos de sus hijos no estén expuestos a ese disolvente dialecto que es el catalán; y por otro los trabucaires, que no quieren que sus hijos lean otra cosa que a mosén Cinto y el "Avui", que no escuchen otra música que la Cobla Sardanista de Igualada y Pi de la Serra, y que no vean otro canal que TV3. Son un centenar escaso en cada uno de los lados, pero la guerra que dan.

No, mire. Una persona, con respecto a sus hijos, no tiene derechos: tiene obligaciones. Y de todas las obligaciones, la más importante, sin duda, es ayudar a que piensen por su cuenta. Si eso implica que se puedan poner en contra de uno, sea: ha pasado desde siempre. Pero lo que no se puede tolerar de ninguna de las maneras es un nucleolo de fanáticos engendrando más fanáticos.

No mientras creamos en la libertad y en la democracia.

Seguiremos informando.

3 comentarios:

S. Dedalus dijo...

Gran chorrada, pero por lo menos lo intentan mediante procedimientos legales.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Thiago: lo que no está bien de esa asignatura es que en ocasiones choca con los valores morales. O sea, la gente de valores más tradicionales no quiere que se les enseñe a sus hijos la ley del aborto, por ejemplo. Y yo creo que esos temas escabrosos, como el aborto, la eutanasia, etc... deberían mantenerse fuera de los libros de texto. Por respeto a todas las ideologías.
MQ

Anónimo dijo...

Lo que equivaldría, MQ, a cerrar los ojos y pretender que la realidad es otra. La homosexualidad, los embarazos no deseados, la muerte y el derecho a elegir cómo sobrellevarla, la existencia de variedad de credos son hechos que ninguna moral o ideología podrá hacer desaparecer.


Por cierto, buen blog. Abiertamente partidista, lo que es de agradecer, pero muy interesante.