Ah, Iberia. Las líneas aéreas de España. El tiempo que estuve trabajando de teleoperador en su servicio de atención al cliente (léase, reclamaciones) fue estresante pero divertidísimo: por simple herencia familiar, siempre me molaron los aviones y sus cosas, y como siempre pasaba algo, era muy, muy interesante. En esos tres meses perdí diez kilos (aún no sé como, pero quisiera repetir), fui pasmosamente acollejado por una cretina por la que perdí los sesos (estaba buenísima, pero la mala suerte fue que ella también lo sabía) y me hice inmune al insulto.
En todo caso, la crisis aérea de éstos días me ha hecho recordar aquél verano, en el que me di cuenta de una cosa, por otra parte obvia: si Iberia ha conseguido ser una de las pocas compañías aéreas que sigue teniendo beneficios con la que ha caído y sigue cayendo, es por dos motivos: primero, por su todavía exitosa "estrategia de expansión latinoamericana", que puede resumirse en la frase: "compra líneas aéreas en Sudamérica, húndelas y quédate con sus muy rentables rutas" y, segundo, e indudablemente más importante, porque trata descaradamente mal a todo el que puede: empleados y pasajeros por igual. Y es que es una cuestión de supervivencia: las empresas que han tratado con atención y respeto a sus pasajeros han quebrado; ¿por qué tendría Iberia que hacer lo mismo? Así pues, si los pilotos deciden que es su derecho joder a Iberia, Iberia no tiene ningún problema en traspasar la mierda a sus clientes y pasajeros para que se la coman ellos solitos. Ah, por cierto: quién crea que ésto tiene algún valor, se equivoca.
Por otra parte los controladores aéreos, aprovechando el privilegio que tienen aquellos que son pocos pero pueden joder la vida a muchos, ante los planes de Aena de quitarles horas extra para sustituirlas por más controladores, también han empezado a complicar aún más la vida a los ciudadanos volantes.
Y, por si fuera poco, nieva en Madrid como nunca lo ha hecho en los 23 años y medio que llevo viviendo en éste país de Dios.
Como es natural, todo ésto ha sido argumento suficiente para iniciar una nueva sesión del deporte favorito de la prensa y público españoles: meterse salvajemente con la ministra de Fomento.
No voy a decir que Magdalena Álvarez sea una buena ministra. Es, sin lugar a dudas, una ministra mediocre, pero en el sentido de que no ha hecho nada para que la pongan en un pedestal. En todo caso, parece que mucha gente le tiene especial afición a escupirle verbalmente a la cara. Una de ellas es mi señora madre, que la semana pasada, tras una violenta diatriba contra la pobre señora, reconoció que tampoco era para tanto. La conversación terminó con una frase de mi parte: "seguro que si no hablase con acento andaluz no se meterían tanto con ella".
¿Y no es que una diputada del PP me ha dado la razón?
La culpa de ésto lo tiene el hecho de que, por adscripción cultural perpetuada en dos siglos de literatura y medios de comunicación, en el imaginario regional de los españoles el andaluz es saleroso y necio. El que lleve consigo un acento andaluz tiene que enfrentarse a los trabajos de Hércules para que el resto del país le tome en serio y no le considere el tercero de los Morancos. Las cosas empeoran, naturalmente, si se es mujer: el espectro de la Juani de Médico de Familia ronda tras cada esquina. Si una es mujer, andaluza y ministra las críticas le llegarán salvajes y casi gratis en el momento en el que cometa el más mínimo error. Que se lo digan a Bibiana Aído. O, cambiando de lado, a Celia Villalobos.
En todo caso, nada exime a la ministra de sus responsabilidades, si las hubiere. El problema es que, siendo un blanco fácil, la ministra se lleva lo que no le corresponde muy fácilmente. Nada más cerca de que el hecho de que Espe, la Espe, haya pedido su dimisión por el caos circulatorio en Madrid el viernes, tras la nevada. Seguro que el hecho de que dos tercios de los madrileños no lleven cadenas en el coche no tiene nada que ver. Ha sido ella.
Seguiremos informando.
En todo caso, la crisis aérea de éstos días me ha hecho recordar aquél verano, en el que me di cuenta de una cosa, por otra parte obvia: si Iberia ha conseguido ser una de las pocas compañías aéreas que sigue teniendo beneficios con la que ha caído y sigue cayendo, es por dos motivos: primero, por su todavía exitosa "estrategia de expansión latinoamericana", que puede resumirse en la frase: "compra líneas aéreas en Sudamérica, húndelas y quédate con sus muy rentables rutas" y, segundo, e indudablemente más importante, porque trata descaradamente mal a todo el que puede: empleados y pasajeros por igual. Y es que es una cuestión de supervivencia: las empresas que han tratado con atención y respeto a sus pasajeros han quebrado; ¿por qué tendría Iberia que hacer lo mismo? Así pues, si los pilotos deciden que es su derecho joder a Iberia, Iberia no tiene ningún problema en traspasar la mierda a sus clientes y pasajeros para que se la coman ellos solitos. Ah, por cierto: quién crea que ésto tiene algún valor, se equivoca.
Por otra parte los controladores aéreos, aprovechando el privilegio que tienen aquellos que son pocos pero pueden joder la vida a muchos, ante los planes de Aena de quitarles horas extra para sustituirlas por más controladores, también han empezado a complicar aún más la vida a los ciudadanos volantes.
Y, por si fuera poco, nieva en Madrid como nunca lo ha hecho en los 23 años y medio que llevo viviendo en éste país de Dios.
Como es natural, todo ésto ha sido argumento suficiente para iniciar una nueva sesión del deporte favorito de la prensa y público españoles: meterse salvajemente con la ministra de Fomento.
No voy a decir que Magdalena Álvarez sea una buena ministra. Es, sin lugar a dudas, una ministra mediocre, pero en el sentido de que no ha hecho nada para que la pongan en un pedestal. En todo caso, parece que mucha gente le tiene especial afición a escupirle verbalmente a la cara. Una de ellas es mi señora madre, que la semana pasada, tras una violenta diatriba contra la pobre señora, reconoció que tampoco era para tanto. La conversación terminó con una frase de mi parte: "seguro que si no hablase con acento andaluz no se meterían tanto con ella".
¿Y no es que una diputada del PP me ha dado la razón?
La culpa de ésto lo tiene el hecho de que, por adscripción cultural perpetuada en dos siglos de literatura y medios de comunicación, en el imaginario regional de los españoles el andaluz es saleroso y necio. El que lleve consigo un acento andaluz tiene que enfrentarse a los trabajos de Hércules para que el resto del país le tome en serio y no le considere el tercero de los Morancos. Las cosas empeoran, naturalmente, si se es mujer: el espectro de la Juani de Médico de Familia ronda tras cada esquina. Si una es mujer, andaluza y ministra las críticas le llegarán salvajes y casi gratis en el momento en el que cometa el más mínimo error. Que se lo digan a Bibiana Aído. O, cambiando de lado, a Celia Villalobos.
En todo caso, nada exime a la ministra de sus responsabilidades, si las hubiere. El problema es que, siendo un blanco fácil, la ministra se lleva lo que no le corresponde muy fácilmente. Nada más cerca de que el hecho de que Espe, la Espe, haya pedido su dimisión por el caos circulatorio en Madrid el viernes, tras la nevada. Seguro que el hecho de que dos tercios de los madrileños no lleven cadenas en el coche no tiene nada que ver. Ha sido ella.
Seguiremos informando.
1 comentario:
Ufff ... no sabes lo de acuerdo que estoy contigo. Si vieras las que me he tragado ( y me seguiré tragando) por ser andaluza con acento granaíno y, para más inri, mujer. Insufrible. A estas alturas aún tengo que demostrar que no me paso el día bailando sevillanas ...
Y de verdad que no entiendo porque sigue habiendo tanto estigma y tanta discriminación, con la de personajes importantes andaluces y con acento que hemos tenido en este país. A ver si es que no ha habido madrileños sinvergüenzas, catalanes vagos o gallegos corruptos en la historia de España. Pero nada oye, aquí a una le sale el acento y a la mierda los cuernos que te has roto por el camino.
Mañana mismo empiezo la campaña contra la discriminación de los/as andaluces. Hala ;o)
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