De piedra me quedo con la siguiente noticia: A la hora de solicitar ayudas a la vivienda en la Comunidad Valenciana, los embriones contarán como hijos. Al parecer la iniciativa es del übercatólico Juan Cotino, vicepresidente de la Generalitat y Director General de la Policía en tiempos de Bigotus Máximus.
Uno puede englobar la afición del PPCV por la teocracia dentro de la adopción por parte de un buen trozo de la militancia bigotista de los nuevos valores que la Contrarreforma wojtyliana-ratzingeriana impone desde Roma: a saber, una adhesión fervorosa e incondicional a la santísima trinidad de no al aborto, no al condón y sí al merchandising. Es un desarrollo lógico que igualmente tiene sus adeptos en la calle Génova, el más ruidoso de ellos Jaime Mayor Oreja.
Es problemático, naturalmente, porque los ultracatólicos, a pesar de ser pocos y llevarse a la perra, son tremendamente ruidosos; y el PP, como sabemos, es un partido que se mueve al son de los que le sacuden - en honor a la verdad, el PSOE funciona prácticamente igual, aunque menos.
Pero lo de la nueva ley puede explicarse igualmente de otra forma: ante el desprestigio absoluto del Partido Popular de la Comunidad Valenciana en el ámbito cívico, o dicho de otra manera, ante la completa ausencia de motivos racionales para votar otra vez a Francisco Camps y a sus secuaces, el bigotismo levantino ha decidido recurrir a convertirse en una religión, una secta donde sólo ellos tienen la verdad y todos están contra ellos, un ámbito donde solo tienen lugar los fieles más cerriles.
¿Y dónde sino encontrarlos que entre las saltitantes multitudes de curosos? Total, si ésta gente puede creer que el PSOE intenta establecer puestos de trituración de fetos por las esquinas, ¿por qué no creer que Francisco Camps es un hombre honrado?
Seguiremos informando.
Uno puede englobar la afición del PPCV por la teocracia dentro de la adopción por parte de un buen trozo de la militancia bigotista de los nuevos valores que la Contrarreforma wojtyliana-ratzingeriana impone desde Roma: a saber, una adhesión fervorosa e incondicional a la santísima trinidad de no al aborto, no al condón y sí al merchandising. Es un desarrollo lógico que igualmente tiene sus adeptos en la calle Génova, el más ruidoso de ellos Jaime Mayor Oreja.
Es problemático, naturalmente, porque los ultracatólicos, a pesar de ser pocos y llevarse a la perra, son tremendamente ruidosos; y el PP, como sabemos, es un partido que se mueve al son de los que le sacuden - en honor a la verdad, el PSOE funciona prácticamente igual, aunque menos.
Pero lo de la nueva ley puede explicarse igualmente de otra forma: ante el desprestigio absoluto del Partido Popular de la Comunidad Valenciana en el ámbito cívico, o dicho de otra manera, ante la completa ausencia de motivos racionales para votar otra vez a Francisco Camps y a sus secuaces, el bigotismo levantino ha decidido recurrir a convertirse en una religión, una secta donde sólo ellos tienen la verdad y todos están contra ellos, un ámbito donde solo tienen lugar los fieles más cerriles.
¿Y dónde sino encontrarlos que entre las saltitantes multitudes de curosos? Total, si ésta gente puede creer que el PSOE intenta establecer puestos de trituración de fetos por las esquinas, ¿por qué no creer que Francisco Camps es un hombre honrado?
Seguiremos informando.