Del ya de por sí poco ético uso del terrorismo con fines electorales, la acción más triste de todas, en la ya consabida opinión de éste su corresponsal, ha sido, desde 2004 en adelante, la inspiración por parte del bigotismo y otros sectores de la extrema derecha en los colectivos de víctimas del terrorismo de la ilusión de que un gobierno del PP actuaría como un instrumento de venganza contra los terroristas: un no rotundo, ya no a la negociación, sino al mero reconocimiento de los terroristas como interlocutores de cualquier clase; e, igualmente, la asunción de un marco de confrontación directa en el que no caberían los matices: no estás con nosotros, estás con ellos.
Entonces dije, como digo ahora, que la actitud de gran parte de los colectivos de víctimas era perfectamente lógica y normal. Hace falta un inmenso coraje ético para abandonar la idea de venganza y pasar a la idea de justicia, tanto más el comprender que los otros, los que arruinaron tu vida, son personas como uno, y que si no pueden ser perdonadas, al menos deben ser toleradas y comprendidas. La reconciliación es muy dura ; ni siquiera sé si yo podría. Lo que me causaba vergüenza era la falta de escrúpulos del bigotismo al acalentar entre esas asociaciones de víctimas la falacia de que, en un gobierno del PP, el Estado se pondría unilateralmente de su parte y les concedería todos los deseos de venganza, salvo quizás la pena de muerte, a sabiendas de que hacerlo sería cuánto menos constitucionalmente cuestionable, y desde luego políticamente nefasto. Y, recordemos, por mucho que lo intentemos negar, la venganza es más atractiva que el perdón.
Y ahora los que creyeron en la falacia de la venganza de Estado ven como el PP (o al menos el mensaje oficioso, que no el oficial) se aleja de esos planteamientos y vuelve al punto de vista pragmático: uno se vería tentado a pensar que es porque el PP ha vuelto a la razón (que es posible), pero una hipótesis más cruel es más plausible: las asociaciones de víctimas han dejado de tener respetabilidad moral frente a la opinión pública, apareciendo como un juguete, un muñeco en manos del Partido Popular; y sin la carga ética que supone el reconocimiento de las víctimas como "víctimas", son naranjas sin jugo, inútiles para el PP moderado.
Duplicar el sufrimiento de las víctimas del terrorismo tentándolas a convertirse en marionetas políticas a cambio de la aceptación e incitación a sacar sus instintos y deseos más primarios: carne del partido de extrema derecha que tenga el coraje de alimentarse de los rencores sacados a la luz por el bigotismo.
No suelo ser tan brutal, pero Dios, en éstas cosas, qué asco me da el PP.
Seguiremos informando.
Entonces dije, como digo ahora, que la actitud de gran parte de los colectivos de víctimas era perfectamente lógica y normal. Hace falta un inmenso coraje ético para abandonar la idea de venganza y pasar a la idea de justicia, tanto más el comprender que los otros, los que arruinaron tu vida, son personas como uno, y que si no pueden ser perdonadas, al menos deben ser toleradas y comprendidas. La reconciliación es muy dura ; ni siquiera sé si yo podría. Lo que me causaba vergüenza era la falta de escrúpulos del bigotismo al acalentar entre esas asociaciones de víctimas la falacia de que, en un gobierno del PP, el Estado se pondría unilateralmente de su parte y les concedería todos los deseos de venganza, salvo quizás la pena de muerte, a sabiendas de que hacerlo sería cuánto menos constitucionalmente cuestionable, y desde luego políticamente nefasto. Y, recordemos, por mucho que lo intentemos negar, la venganza es más atractiva que el perdón.
Y ahora los que creyeron en la falacia de la venganza de Estado ven como el PP (o al menos el mensaje oficioso, que no el oficial) se aleja de esos planteamientos y vuelve al punto de vista pragmático: uno se vería tentado a pensar que es porque el PP ha vuelto a la razón (que es posible), pero una hipótesis más cruel es más plausible: las asociaciones de víctimas han dejado de tener respetabilidad moral frente a la opinión pública, apareciendo como un juguete, un muñeco en manos del Partido Popular; y sin la carga ética que supone el reconocimiento de las víctimas como "víctimas", son naranjas sin jugo, inútiles para el PP moderado.
Duplicar el sufrimiento de las víctimas del terrorismo tentándolas a convertirse en marionetas políticas a cambio de la aceptación e incitación a sacar sus instintos y deseos más primarios: carne del partido de extrema derecha que tenga el coraje de alimentarse de los rencores sacados a la luz por el bigotismo.
No suelo ser tan brutal, pero Dios, en éstas cosas, qué asco me da el PP.
Seguiremos informando.
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