Obtuve entradas para el preestreno de "Up" cortesía del señor Expósito, científico social, bailarín conspicuo y universalmente conocido como Modoso, que no sólo tuvo la gentileza de invitarme sino que además organizó una divertida matiné con personas a las que no conocía y que fueron invariablemente de lo más simpático y agradable. En consecuencia, y por una simple cuestión de educación básica, éste artículo no puede estar dedicado sino a él.
Quizás el problema fundamental de los grandes campeones es que llega un momento en que sus hazañas empiezan a darse por sentado. Un punto en el que una victoria se convierte en un "Vale, sí, has ganado. Otra vez." Y es un punto peligroso, pues luego, cuándo ésta persona desaparece, nos damos cuenta de que hemos vivido momentos realmente históricos, los hemos despreciado por repetitivos y se han ido para siempre.
Es imprescindible, por tanto, no olvidar lo realmente difícil que es hacer lo que hace Pixar película tras película: innovar tecnológicamente, llevando la animación por ordenador a lugares nunca antes imaginados y, al mismo tiempo, hacer películas no únicamente dignas, sino realmente buenas.
Qué alivio es poder ver una película familiar (entendiendo como tal una peli que tus primos o sobrinos puedan ver y entender) y notar, desde la primera línea del guión, que no es una película destinada a vender juguetes, videojuegos y bandas sonoras; ni una película "instructiva" dedicada a frotarte groseramente en la cara la inevitable moraleja sentimentaloide desde el primer plano; ni una versión animada de una comedia de adolescentes, incluyendo los invariables chistes de flatulencias (todo mi respeto hacia los chistes de flatulencias, pero compararlo con ésto es como comparar "El Amor sí tiene Cura" con "El Apartamento")
Lo primero que asombra en "Up" es, una vez más, el prodigio tecnológico. Creo, sinceramente, que a partir de aquí Pixar pondrá todos sus esfuerzos de innovación en los personajes animados, pues, en lo relativo a objetos inanimados, ya han conseguido, directamente, el realismo integral. Los colores y las formas, las texturas de rocas y tejidos; cada cinco minutos de metraje hay un nuevo milagro que te deja la boca abierta.
Pero, insisto, que la maravilla de la técnica no es sino una de las partes de la ecuación. En la otra está la historia, el guión: y ahí, directamente, no hay color.
Para empezar, el tema de la película no es un tema fácil para cualquier película, más aún para una película familiar: el hacerse viejo (ya no hacerse mayor: hacerse viejo) y en qué afecta eso a nuestros sueños y esperanzas.
Durante los primeros diez minutos, en efecto, la película nos lleva hacia la vida de Carl Fredricksen y, prácticamente sin palabras, nos deja en el punto en el que Carl ya es, sin ninguna duda, un viejo, con toda la carga de tristeza (no hay otra palabra) que eso implica en nuestra cultura contemporánea. Quizás fuese por el madrugón, quizás fuese porque algo había hecho reventar mi habitual barrera de cinismo: en ese momento tenía un nudo en la garganta.
Y, a partir de ahí, la película nos lleva por el camino de un hombre que ha decidido redimir su tristeza haciendo realidad sus sueños. Y los espectadores van con él.
Como en toda peli de Pixar, busquen la coña de Star Wars. Dos palabras como pista: acromatopsia canina.
Y vayan a verla. Como quieran: sólos, acompañados, con los niños, sin ellos, 2 o 3 dimensiones; en el cine, o en su casa: a su gusto.
Porque no soy de declaraciones definitivas y rimbombantes, pero ésta es inevitable por cierta: es la mejor película que ha hecho Pixar hasta ahora.
Seguiremos informando.
Quizás el problema fundamental de los grandes campeones es que llega un momento en que sus hazañas empiezan a darse por sentado. Un punto en el que una victoria se convierte en un "Vale, sí, has ganado. Otra vez." Y es un punto peligroso, pues luego, cuándo ésta persona desaparece, nos damos cuenta de que hemos vivido momentos realmente históricos, los hemos despreciado por repetitivos y se han ido para siempre.
Es imprescindible, por tanto, no olvidar lo realmente difícil que es hacer lo que hace Pixar película tras película: innovar tecnológicamente, llevando la animación por ordenador a lugares nunca antes imaginados y, al mismo tiempo, hacer películas no únicamente dignas, sino realmente buenas.
Qué alivio es poder ver una película familiar (entendiendo como tal una peli que tus primos o sobrinos puedan ver y entender) y notar, desde la primera línea del guión, que no es una película destinada a vender juguetes, videojuegos y bandas sonoras; ni una película "instructiva" dedicada a frotarte groseramente en la cara la inevitable moraleja sentimentaloide desde el primer plano; ni una versión animada de una comedia de adolescentes, incluyendo los invariables chistes de flatulencias (todo mi respeto hacia los chistes de flatulencias, pero compararlo con ésto es como comparar "El Amor sí tiene Cura" con "El Apartamento")
Lo primero que asombra en "Up" es, una vez más, el prodigio tecnológico. Creo, sinceramente, que a partir de aquí Pixar pondrá todos sus esfuerzos de innovación en los personajes animados, pues, en lo relativo a objetos inanimados, ya han conseguido, directamente, el realismo integral. Los colores y las formas, las texturas de rocas y tejidos; cada cinco minutos de metraje hay un nuevo milagro que te deja la boca abierta.
Pero, insisto, que la maravilla de la técnica no es sino una de las partes de la ecuación. En la otra está la historia, el guión: y ahí, directamente, no hay color.
Para empezar, el tema de la película no es un tema fácil para cualquier película, más aún para una película familiar: el hacerse viejo (ya no hacerse mayor: hacerse viejo) y en qué afecta eso a nuestros sueños y esperanzas.
Durante los primeros diez minutos, en efecto, la película nos lleva hacia la vida de Carl Fredricksen y, prácticamente sin palabras, nos deja en el punto en el que Carl ya es, sin ninguna duda, un viejo, con toda la carga de tristeza (no hay otra palabra) que eso implica en nuestra cultura contemporánea. Quizás fuese por el madrugón, quizás fuese porque algo había hecho reventar mi habitual barrera de cinismo: en ese momento tenía un nudo en la garganta.
Y, a partir de ahí, la película nos lleva por el camino de un hombre que ha decidido redimir su tristeza haciendo realidad sus sueños. Y los espectadores van con él.
Como en toda peli de Pixar, busquen la coña de Star Wars. Dos palabras como pista: acromatopsia canina.
Y vayan a verla. Como quieran: sólos, acompañados, con los niños, sin ellos, 2 o 3 dimensiones; en el cine, o en su casa: a su gusto.
Porque no soy de declaraciones definitivas y rimbombantes, pero ésta es inevitable por cierta: es la mejor película que ha hecho Pixar hasta ahora.
Seguiremos informando.
3 comentarios:
No tenía ninguna duda de que sería así, pero después de leer la entrada me han dado ganas de sentarme en la puerta del cine a esperar a que que la pongan para el resto de los mortales (en Granada por lo menos aún no la han puesto ...)
Yo el otro día fui a los Golem a ver Despedidas y tiene su encanto. No es lo mismo, claro, pero si andas sin saber que hacer te la recomiendo.
Un abrazou.
Conque por Madrid y yo sin enterarme, ¿ehm? Ya me las pagarás, ya...
"Despedidas" la quiero ver yo; últimamente me ha dado por lo nipón.
Fue una visita exprés y durante cada micro segundo ansié encontrar una oportunidad para disfrutar de su presencia y de su animada charla. Pero no pudo ser ;o)
Y a quién no le gusta lo nipón, digo yo!
PD. Te debo una de seitán.
Publicar un comentario