Ya saben ustedes (y si no lo saben es que no me leen con atención) que considero imprescindible nacionalizar la producción y distribución de energía eléctrica. Pienso así porque la distribución minorista de electricidad es un mercado que tiende como mínimo al oligopolio, cuándo no directamente al monopolio (por lo que, en consecuencia, la liberalización no beneficia al consumidor, cuándo no le perjudica) y, además, a éstas alturas del proceso de desarrollo español, el poder disponer de electricidad es prácticamente un derecho del ciudadano.
La "solución", así, entre comillas, a la ya crisis sobre qué hacer o no con la central de Santa María de Garoña ha sido, fundamentalmente, la de pasarle la bola al siguiente gobierno y, ya de paso, tener un argumento para la campaña de 2012 (a saber, "El PP mantendrá abiertas las centrales nucleares"). Y tal resolución ha generado el llamado "consenso español", a saber, todo el mundo está de acuerdo en no estar de acuerdo.
El problema de cerrar una central como Garoña es que inmediatamente das justificación a las eléctricas para: a) subir la tarifa (como si necesitasen excusas), b) construir una gigantesca central térmica que contamina chiquicientas veces más en algún lugar aislado, tipo un parque nacional. Y si te atreves a decir que no, irán a Bruselas y su equipo de abogados conseguirá que la Comisión Europea les dé la razón, con lo que construirán la central térmica, subirán la tarifa un 44,5%, y probablemente crearán un ejército privado de androides.
Y el problema de no cerrarla es el obvio: que cada día que pasa aumenta el riesgo de que un día cualquiera vayamos al supermercado y las morcillas de Burgos sean de un fosforescente azul aguamarina.
Mi opinión sigue siendo la misma: estoy a favor de la energía nuclear, siempre y cuándo prime por encima de todo la seguridad y la sostenibilidad.
En España, donde tenemos una central nuclear cerrada porque iba a hacer "boom", donde los escapes son alegremente ocultados, y donde las eléctricas son lugares más para hacer política que negocio, qué quieren que les diga, más bien no.
Y es que las alternativas no son mejores: una central térmica en un precioso bosque asturiano; pagar un 55% más por comprarles electricidad a los franceses (que, sorpresa, se produce en centrales nucleares) o convertirnos en jipis con bata y sólo encender una bombilla los domingos y fiestas de guardar. En ningún caso estoy contento.
Pero bueno, es lo que hay. O eso, o cruzar los dedos para que el ITER salga con algo productivo.
Seguiremos informando.
La "solución", así, entre comillas, a la ya crisis sobre qué hacer o no con la central de Santa María de Garoña ha sido, fundamentalmente, la de pasarle la bola al siguiente gobierno y, ya de paso, tener un argumento para la campaña de 2012 (a saber, "El PP mantendrá abiertas las centrales nucleares"). Y tal resolución ha generado el llamado "consenso español", a saber, todo el mundo está de acuerdo en no estar de acuerdo.
El problema de cerrar una central como Garoña es que inmediatamente das justificación a las eléctricas para: a) subir la tarifa (como si necesitasen excusas), b) construir una gigantesca central térmica que contamina chiquicientas veces más en algún lugar aislado, tipo un parque nacional. Y si te atreves a decir que no, irán a Bruselas y su equipo de abogados conseguirá que la Comisión Europea les dé la razón, con lo que construirán la central térmica, subirán la tarifa un 44,5%, y probablemente crearán un ejército privado de androides.
Y el problema de no cerrarla es el obvio: que cada día que pasa aumenta el riesgo de que un día cualquiera vayamos al supermercado y las morcillas de Burgos sean de un fosforescente azul aguamarina.
Mi opinión sigue siendo la misma: estoy a favor de la energía nuclear, siempre y cuándo prime por encima de todo la seguridad y la sostenibilidad.
En España, donde tenemos una central nuclear cerrada porque iba a hacer "boom", donde los escapes son alegremente ocultados, y donde las eléctricas son lugares más para hacer política que negocio, qué quieren que les diga, más bien no.
Y es que las alternativas no son mejores: una central térmica en un precioso bosque asturiano; pagar un 55% más por comprarles electricidad a los franceses (que, sorpresa, se produce en centrales nucleares) o convertirnos en jipis con bata y sólo encender una bombilla los domingos y fiestas de guardar. En ningún caso estoy contento.
Pero bueno, es lo que hay. O eso, o cruzar los dedos para que el ITER salga con algo productivo.
Seguiremos informando.
1 comentario:
una gran entrada yqa las empresas electricas le estan viendo las patas al gato.asi que !!!cuidado!!!
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