Como se nota que tengo estupendos amigos y amigas que saben de mis gustos y perversiones y me pasan - con poco disimulado entusiasmo - noticias que, seguro, provocarán de mí explosiones de santa y justa ira, o, cuanto menos, sangrante sarcasmo.
Cuándo alguien se pregunta por qué existen tantos programas de tertulia-debate-cotilleo en éste nuestro amado país de Dios, la respuesta viene rauda como el viento: porque son los programas más baratos de hacer. Sólo necesitas dos cámaras, un plató y unos cuántos invitados dispuestos a hablar de lo que sea durante horas - y Dios sabe que en España no falta nada de todo ésto.
La banalización y estupidificación de la televisión global (por desgracia, no es un fenómeno exclusivamente ibérico ni mucho menos) deriva de un simple cálculo de mercadotecnia: el mercado televisivo se segmenta en cinco niveles según educación e ingresos: A, B, C, D y E. Conforme se han ido popularizando internet y la televisión de pago en los segmentos AB (y parte del C), se ha reducido el consumo de televisión por parte de éstos segmentos; en consecuencia, cada vez se considera menos rentable producir programas para éstos segmentos, programas que, por otra parte, son mucho más caros de producir - porque hablamos de un público que exige calidad. Por consiguiente, la televisión cada vez se orienta más en dirección a los segmentos que tienen como único entretenimiento la televisión abierta, a saber, los segmentos C, D y E, y, dentro de éste segmento, las mujeres de entre 45 y 70 años, que consumen más televisión (porque, dentro de éste segmento de población, suelen ser amas de casa)
Lo que el lenguaje del marketing llama "mujeres de entre 45 y 70 años de los segmentos C, D y E" nuestro lenguaje popular lo ha definido con el ya consagrado término "marujas". Y, en efecto, toda ésta parrafada seudointelectual acaba definiendo lo que usted, yo, y la grada sur del Calderón ya sabíamos, señora: la televisión española se ha puesto con armas y bagajes, salvo rarísimas excepciones, al servicio de la maruja.
El fenómeno lleva muchos años en activo, pero sólo recientemente ha pasado a tener implicaciones políticas. ¿Por qué? Por tres motivos: primero, porque el mundo del "corazón" ha implosionado, víctima de su insufrible reiteración; segundo, porque varias figuras dentro de esa subespecie humana dedicada a informar a los españoles de quién se folla a quién han decidido, por obra y gracia del Espíritu Santo, que son periodistas de verdad y que, en consecuencia, deben ampliar sus horizontes y tratar sobre temas de "interés humano", o, como dicen en mi pueblo, mundo cão arrebentado (éste perro mundo destrozado) Por simple responsabilidad y buen gusto, no voy a ser exhaustivo con los casos de dramones de la vida real amplificados hasta la extenuación para loor y gloria del o la perrodista (sic) de turno.
Y el tercer motivo es porque la campaña del bigotismo con las víctimas del terrorismo (de la cuál ya he dado abierta cuenta aquí) ha popularizado de nuevo entre los españoles tres ideas, a mi entender, perniciosas. La primera es la eternamente popular teoría de que la Justicia equivale a la venganza. La segunda es que es obligación del Estado el "estar con las víctimas", lo que viene a ser convertirse en el instrumento vengador de los agraviados. Y tercero, que ser "una víctima" te da la legitimidad moral e intelectual suficiente como para opinar acerca de lo que te venga en gana, sea sobre la política antiterrorista del Gobierno, sobre economía, sobre inmigración o sobre si Raúl debe ser titular en la selección o no.
Y uno de los más destacados opinadores profesionales legitimados por el sufrimiento Juan José Cortés, el padre de la pequeña Mari Luz y Víctima.
Hablé en su momento del histerismo colectivo producido por el caso Mari Luz. Lo dije entonces y lo sigo diciendo ahora: los departamentos de Justicia son, en todas partes del globo y a todos los niveles de gobierno, las primeras víctimas en caso de recorte presupuestario por dos motivos: son un porrón de funcionarios y no producen cintas para inaugurar. En consecuencia las administraciones de Justicia, desde el Pleistoceno Medio, son lentas, farragosas y complicadas, y lo que es peor; nadie quiere poner dinero - que es lo que hace falta - en algo que los ciudadanos no van a necesitar - salvo en el peor de los casos.
Los programas de variedades catastróficas necesitan, por encima de todo, respetabilidad. (Básicamente porque gente como Ama Rosa no es que sea muy respetable, precisamente.) Es por ello que las Víctimas que buscan han de ser gente "respetable", como el profesor Neira, ahora pregonero de las fiestas de Majadahonda. Juan José Cortés fue inmediatamente objetivo de los focos precisamente porque era respetable: era - y es - un gitano que en lugar de arrancarse los cabellos y mascullar frases de dolor en español dialectal tuvo una reacción mesurada y razonable a la tragedia que fue la muerte de su hija. Rara avis para el concepto que el español medio tiene de los romanís - y la prensa sanguinolenta se lanzó como un único y enorme buitre.
La prensa le convirtió en figura - y objetivo preferencial de los más variados populismos, con - largo y desesperante suspiro - el presidente del Gobierno a la cabeza. Afortunadamente, el populismo de los dos grandes partidos en nuestro país tiene un límite; se le recibió, se le intentó contentar y aliviar bajo el intenso escrutinio de Está Pasando, pero no se le dio más importancia a partir de ahí.
Pero claro, no nos acordábamos que ahora en España tenemos un partido parlamentario, abierta y vergonzantemente populista, dispuesto a vender a su madre por un titular y que no razona ni una sola de sus propuestas, salidas directamente del horno para golpear en el estómago y atizar la furia antisistema de los mediocres. Hablamos, como no, de Rosita la Pastelera y su claque fucsia.
Sí, amigos, UPyDance ha decidido convertirse en el partido de Ama Rosa, el partido de la Campos, el partido de Salvados; el partido de las mesas camilla donde se discute a gritos temas insensatos y se hace política por y para los sentimientos primarios, política de la sangre y de las vísceras, política del dolor y de la venganza. Dispuesta a convertir en alcalde de Huelva alguien cuya única cualificación es ser un español cualquiera víctima de un terrible crimen. Dispuestos a todo para convertirse en el partido de los ignorantes, de los desinformados, de los que se sienten olvidados e ignorados porque creen que la política está para dar respuesta a la pregunta "qué hay de lo mío".
Y, lo peor de todo es que en tiempos de crisis esos son los partidos que crecen. Porque no hay ciudadanía con el estómago vacío. No podemos dejar que siga creciendo: no podemos despreciar algo que es un paso más hacia la berlusconización de España.
Seguiremos informando.
Cuándo alguien se pregunta por qué existen tantos programas de tertulia-debate-cotilleo en éste nuestro amado país de Dios, la respuesta viene rauda como el viento: porque son los programas más baratos de hacer. Sólo necesitas dos cámaras, un plató y unos cuántos invitados dispuestos a hablar de lo que sea durante horas - y Dios sabe que en España no falta nada de todo ésto.
La banalización y estupidificación de la televisión global (por desgracia, no es un fenómeno exclusivamente ibérico ni mucho menos) deriva de un simple cálculo de mercadotecnia: el mercado televisivo se segmenta en cinco niveles según educación e ingresos: A, B, C, D y E. Conforme se han ido popularizando internet y la televisión de pago en los segmentos AB (y parte del C), se ha reducido el consumo de televisión por parte de éstos segmentos; en consecuencia, cada vez se considera menos rentable producir programas para éstos segmentos, programas que, por otra parte, son mucho más caros de producir - porque hablamos de un público que exige calidad. Por consiguiente, la televisión cada vez se orienta más en dirección a los segmentos que tienen como único entretenimiento la televisión abierta, a saber, los segmentos C, D y E, y, dentro de éste segmento, las mujeres de entre 45 y 70 años, que consumen más televisión (porque, dentro de éste segmento de población, suelen ser amas de casa)
Lo que el lenguaje del marketing llama "mujeres de entre 45 y 70 años de los segmentos C, D y E" nuestro lenguaje popular lo ha definido con el ya consagrado término "marujas". Y, en efecto, toda ésta parrafada seudointelectual acaba definiendo lo que usted, yo, y la grada sur del Calderón ya sabíamos, señora: la televisión española se ha puesto con armas y bagajes, salvo rarísimas excepciones, al servicio de la maruja.
El fenómeno lleva muchos años en activo, pero sólo recientemente ha pasado a tener implicaciones políticas. ¿Por qué? Por tres motivos: primero, porque el mundo del "corazón" ha implosionado, víctima de su insufrible reiteración; segundo, porque varias figuras dentro de esa subespecie humana dedicada a informar a los españoles de quién se folla a quién han decidido, por obra y gracia del Espíritu Santo, que son periodistas de verdad y que, en consecuencia, deben ampliar sus horizontes y tratar sobre temas de "interés humano", o, como dicen en mi pueblo, mundo cão arrebentado (éste perro mundo destrozado) Por simple responsabilidad y buen gusto, no voy a ser exhaustivo con los casos de dramones de la vida real amplificados hasta la extenuación para loor y gloria del o la perrodista (sic) de turno.
Y el tercer motivo es porque la campaña del bigotismo con las víctimas del terrorismo (de la cuál ya he dado abierta cuenta aquí) ha popularizado de nuevo entre los españoles tres ideas, a mi entender, perniciosas. La primera es la eternamente popular teoría de que la Justicia equivale a la venganza. La segunda es que es obligación del Estado el "estar con las víctimas", lo que viene a ser convertirse en el instrumento vengador de los agraviados. Y tercero, que ser "una víctima" te da la legitimidad moral e intelectual suficiente como para opinar acerca de lo que te venga en gana, sea sobre la política antiterrorista del Gobierno, sobre economía, sobre inmigración o sobre si Raúl debe ser titular en la selección o no.
Y uno de los más destacados opinadores profesionales legitimados por el sufrimiento Juan José Cortés, el padre de la pequeña Mari Luz y Víctima.
Hablé en su momento del histerismo colectivo producido por el caso Mari Luz. Lo dije entonces y lo sigo diciendo ahora: los departamentos de Justicia son, en todas partes del globo y a todos los niveles de gobierno, las primeras víctimas en caso de recorte presupuestario por dos motivos: son un porrón de funcionarios y no producen cintas para inaugurar. En consecuencia las administraciones de Justicia, desde el Pleistoceno Medio, son lentas, farragosas y complicadas, y lo que es peor; nadie quiere poner dinero - que es lo que hace falta - en algo que los ciudadanos no van a necesitar - salvo en el peor de los casos.
Los programas de variedades catastróficas necesitan, por encima de todo, respetabilidad. (Básicamente porque gente como Ama Rosa no es que sea muy respetable, precisamente.) Es por ello que las Víctimas que buscan han de ser gente "respetable", como el profesor Neira, ahora pregonero de las fiestas de Majadahonda. Juan José Cortés fue inmediatamente objetivo de los focos precisamente porque era respetable: era - y es - un gitano que en lugar de arrancarse los cabellos y mascullar frases de dolor en español dialectal tuvo una reacción mesurada y razonable a la tragedia que fue la muerte de su hija. Rara avis para el concepto que el español medio tiene de los romanís - y la prensa sanguinolenta se lanzó como un único y enorme buitre.
La prensa le convirtió en figura - y objetivo preferencial de los más variados populismos, con - largo y desesperante suspiro - el presidente del Gobierno a la cabeza. Afortunadamente, el populismo de los dos grandes partidos en nuestro país tiene un límite; se le recibió, se le intentó contentar y aliviar bajo el intenso escrutinio de Está Pasando, pero no se le dio más importancia a partir de ahí.
Pero claro, no nos acordábamos que ahora en España tenemos un partido parlamentario, abierta y vergonzantemente populista, dispuesto a vender a su madre por un titular y que no razona ni una sola de sus propuestas, salidas directamente del horno para golpear en el estómago y atizar la furia antisistema de los mediocres. Hablamos, como no, de Rosita la Pastelera y su claque fucsia.
Sí, amigos, UPyDance ha decidido convertirse en el partido de Ama Rosa, el partido de la Campos, el partido de Salvados; el partido de las mesas camilla donde se discute a gritos temas insensatos y se hace política por y para los sentimientos primarios, política de la sangre y de las vísceras, política del dolor y de la venganza. Dispuesta a convertir en alcalde de Huelva alguien cuya única cualificación es ser un español cualquiera víctima de un terrible crimen. Dispuestos a todo para convertirse en el partido de los ignorantes, de los desinformados, de los que se sienten olvidados e ignorados porque creen que la política está para dar respuesta a la pregunta "qué hay de lo mío".
Y, lo peor de todo es que en tiempos de crisis esos son los partidos que crecen. Porque no hay ciudadanía con el estómago vacío. No podemos dejar que siga creciendo: no podemos despreciar algo que es un paso más hacia la berlusconización de España.
Seguiremos informando.
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