martes, 20 de noviembre de 2007

Pato cojo y purpurado

En la jerga política estadounidense, un "pato cojo" es aquél político que, al estar al final de su mandato, no tiene ninguna ambición (ni, en consecuencia, ninguna restricción) y, por lo tanto, se puede dedicar a hacer lo que le pide el cuerpo.
Ricardo Blázquez es un pato cojo. La sorda lucha (recordemos que, cuándo se trata de sotanas, todo va entre bambalinas) entre los sectores progresista y conservador de la Iglesia Católica hispana se decanta claramente hacia la esquina fachólica, amparada por el inapelable peso del Roma locuta. La próxima elección de presidente de la Conferencia Episcopal se decantará naturalmente hacia alguno de los carcandidatos amparados por los pesos pesados, Rouco y Cañizares, así que Blázquez ha decidido que es hora de hacer ciertos gestos.
Es difícil, para un profano, estimar el peso que tiene para la Iglesia Católica el decir "en algunas cosas hemos cometido ciertos errores", que viene a ser lo que, en resumen, dijo el cardenal. Peso porque el "sostenella y no enmendalla" es fundamental para la aspiración última de la Iglesia española: ser una referencia política y social en un país que cada vez ignora más a sus curas (nota bene: el envejecimiento de la población española refrena ésta tendencia, pero no la detiene)
Peso porque la hipótesis oficial de Cruzada sigue más viva que nunca, tanto en las beatificaciones masivas de "mártires", como en los templos a su martirio que empiezan a brotar por doquier.
Peso porque en el momento en el que el franquismo empieza a ser reconocido como lo que fue, es decir, una terrible dictadura donde la Iglesia fue la segunda pata del trípode Ejército-Iglesia-Burocracia, pueden empezar a pedirse responsabilidades.
Quizás poniendo la venda antes de la herida, a través de un pato cojo cuyas palabras no reflejarán el verdadero sentir de la Iglesia española en seis meses, crea la Conferencia Episcopal que no se le pedirán cuentas por las patochadas de la presentación de obispos, Franco bajo palo y caídos por Dios y por España, presentes.
Pero no es suficiente. El día en el que Rouco pida perdón, me lo creo más.
Seguiremos informando.

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