Hay una nueva forma de ganar dinero en África, y con los kalashnikovs cada vez más caros es obvio que su popularidad no puede sino crecer.
Lo que abrió la veda fue el caso de las enfermeras búlgaras. Si no recuerdan el caso, yo se lo explico: imagínense la sanidad pública de Libia. Si no pueden, imagínense la sanidad pública italiana y adáptenla a las condiciones del tercer mundo. ¿Ya se lo imaginan?
Pues bien, en el sistema de donación de sangre de un hospital infantil se infiltra (dada la nula existencia de controles) el virus del SIDA. Se infectan cientos de niños.
Como es obvio que nuestro amigo (ahora es nuestro amigo, recuerden, Aznar le regaló un caballo) Muammar el-Gaddafi no va a asumir responsabilidades por la desgracia, se le ocurre una peregrina idea: acusar al médico responsable de la unidad de donación de sangre (un palestino) y a sus enfermeras (búlgaras) de conspirar para infectar voluntariamente a los niñitos, en un maligno intento de destruir a la juventud libia.
Nadie sabe como, pero las familias de los niños se lo creen, y exigen el paredón. Aliviado, Muammar ordena a los tribunales de justicia libios (pfff) que satisfaga a los exaltados parientes.
Entra en escena el gobierno búlgaro, no muy favorable a la idea de ver a sus compatriotas en tal trance. Intenta todo lo que puede, pero la importancia geoestratégica de Bulgaria no es allá gran cosa.
Y, de repente, suena la Cabalgata de las Valkirias. Francia siempre ha resentido la influencia norteamericana en el Este europeo (La política exterior francesa se basa mayoritariamente en Francia resintiendo cosas) y ve en ésto la oportunidad de presumir de poder.
Hablan con Gaddafi, le ofrecen millones de jeuros, y Muammar, que aunque ha llegado a salir en televisión con una toalla en la cabeza es todo menos estúpido, pone a las enfermeras en un Airbus francés rumbo a Sofía.
Lecciones aprendidas: si metes suficiente presión a los gabachos, empiezan a soltar pasta.
Pasamos al país de al lado: Chad. Chad ha pasado en guerra con Libia, tanto oficial como extraoficialmente, gran parte de los últimos veinte años. Su problema es el de la mayoría de países saharianos: de un lado del desierto hay árabes, del otro hay negros. Y se llevan a la perra.
Y dado que Nicolas Sarkozy ha decidido equipar a los árabes con diñeiro y armas, nada más lógico que el presidente chadiano se pregunte: "¿Y de lo mío, qué?"
Así pues, capturamos a una de las organizaciones de tráfico de niños que operan por aquí (cuya connivencia con las otoridades se sobreentiende), pillamos a un grupo de hispanos a ver si tenemos ración extra y a esperar el cheque de París.
Y aquí estamos.
Seguiremos informando.
Lo que abrió la veda fue el caso de las enfermeras búlgaras. Si no recuerdan el caso, yo se lo explico: imagínense la sanidad pública de Libia. Si no pueden, imagínense la sanidad pública italiana y adáptenla a las condiciones del tercer mundo. ¿Ya se lo imaginan?
Pues bien, en el sistema de donación de sangre de un hospital infantil se infiltra (dada la nula existencia de controles) el virus del SIDA. Se infectan cientos de niños.
Como es obvio que nuestro amigo (ahora es nuestro amigo, recuerden, Aznar le regaló un caballo) Muammar el-Gaddafi no va a asumir responsabilidades por la desgracia, se le ocurre una peregrina idea: acusar al médico responsable de la unidad de donación de sangre (un palestino) y a sus enfermeras (búlgaras) de conspirar para infectar voluntariamente a los niñitos, en un maligno intento de destruir a la juventud libia.
Nadie sabe como, pero las familias de los niños se lo creen, y exigen el paredón. Aliviado, Muammar ordena a los tribunales de justicia libios (pfff) que satisfaga a los exaltados parientes.
Entra en escena el gobierno búlgaro, no muy favorable a la idea de ver a sus compatriotas en tal trance. Intenta todo lo que puede, pero la importancia geoestratégica de Bulgaria no es allá gran cosa.
Y, de repente, suena la Cabalgata de las Valkirias. Francia siempre ha resentido la influencia norteamericana en el Este europeo (La política exterior francesa se basa mayoritariamente en Francia resintiendo cosas) y ve en ésto la oportunidad de presumir de poder.
Hablan con Gaddafi, le ofrecen millones de jeuros, y Muammar, que aunque ha llegado a salir en televisión con una toalla en la cabeza es todo menos estúpido, pone a las enfermeras en un Airbus francés rumbo a Sofía.
Lecciones aprendidas: si metes suficiente presión a los gabachos, empiezan a soltar pasta.
Pasamos al país de al lado: Chad. Chad ha pasado en guerra con Libia, tanto oficial como extraoficialmente, gran parte de los últimos veinte años. Su problema es el de la mayoría de países saharianos: de un lado del desierto hay árabes, del otro hay negros. Y se llevan a la perra.
Y dado que Nicolas Sarkozy ha decidido equipar a los árabes con diñeiro y armas, nada más lógico que el presidente chadiano se pregunte: "¿Y de lo mío, qué?"
Así pues, capturamos a una de las organizaciones de tráfico de niños que operan por aquí (cuya connivencia con las otoridades se sobreentiende), pillamos a un grupo de hispanos a ver si tenemos ración extra y a esperar el cheque de París.
Y aquí estamos.
Seguiremos informando.
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