De ésta gente no hablo. En el momento en el que para expresarse decidan utilizar algún lenguaje verbal (y en consecuencia no me refiero a la repetición fanatizada de sus estomagantes eslóganes de siempre), pueden, si acaso, merecer cierta consideración. En éstos momentos, son lo que quieren ser: asesinos.
Así que vamos a lo del tema del día: la subida del 11% de la factura de la luz recomendada por la CNE. A pesar de que no era el 20% que pedía la industria, el clamor generalizado de los españoles ante una subida muy superior al IPC es notorio, por supuesto aderezado desde el bigotismo y llevado al extremo por los piródicos de derechas: (titular de La Razón de ésta mañana: "Zapatero sube la luz". Asín. Hablando claro.)
Partamos de la base de que no tenemos mucho margen de maniobra aquí. La Unión Europea obliga a liberalizar los precios de la energía antes de 2010, y para esa fecha, ni CNE ni leches: si a partir de entonces Unión Fenosa o Iberdrola nos quieren cobrar los ojos de la cara por la luz, pueden. Técnicamente entonces podríamos comprar luz de la competencia, pero nuestras providentes autoridades privatizadoras, en su ansia de seguir el modelo francés de crear über-campeones nacionales capaces de comprar empresas en Latinoamérica, se olvidaron del pequeño detalle de que para que la libre competencia funcione necesita, para empezar, que exista competencia.
Por otra parte, recordemos que la mayor parte de la energía que consumimos (aun) la producen centrales térmicas a fuel: si el barril de petróleo costaba 29 euros en 2002 y cuesta 81 euros hoy, no podemos esperar pagar por la factura de la luz hoy lo que pagamos en 2002 más el IPC (a saber, un 22%), máxime cuándo hemos tenido un par de años de sequía y las hidroeléctricas, sin agua, definitivamente no van.
Ahora bien: ¡¡¡¡once por ciento!!!!
Cierto es que, como bien se encarga de señalar el PSOE, el bigotismo retrasó el problema congelando los precios de la energía durante sus años en el gobierno para tirar abajo el dato de la inflación. No es reprochable (al fin y al cabo, un gobierno socialista hubiera hecho prácticamente lo mismo) pero empezó una dinámica de desajuste entre el precio real de la energía y el precio comercial que ha durado hasta hoy, y del que, como ya dije antes, más nos vale que nos vayamos olvidando.
¿Qué puedo opinar? Echarle la culpa al gobierno es estúpido pero nuestros medios de comunicación se mueven por estupideces, you know. El problema reside en que la liberalización paneuropea del mercado de la energía se hace como si la energía eléctrica fuese una mercancía, como en los tiempos en los que la electricidad era ese misterioso fluido que servía para hacer funcionar gramófonos y otros curiosos gadgets. Pero ya no estamos en 1908: la producción y distribución de electricidad, hoy en día, es fundamental para el mero funcionamiento de la vida cotidiana de un país, y en consecuencia, debe ser un servicio público. Y aun asumiendo que la producción y distribución de energía funciona mejor en manos privadas (que no lo hago) ésta administración debería hacerse en régimen de concesión de un servicio público (y en consecuencia respondiendo ante los ciudadanos y bajo tarifas políticas) y no a la buena del Dios Mercado dejándonos en pelotas cuándo bien se entiende.
Pero para cambiar eso deberíamos preocuparnos más de a quién mandamos a Bruselas a controlar a nuestra Comisión.
Y eso, en un país que llegó a enviar a representantes del Partido Ruiz-Mateos al Parlamento Europeo, sigue siendo bastante peregrino.
Seguiremos informando.
Así que vamos a lo del tema del día: la subida del 11% de la factura de la luz recomendada por la CNE. A pesar de que no era el 20% que pedía la industria, el clamor generalizado de los españoles ante una subida muy superior al IPC es notorio, por supuesto aderezado desde el bigotismo y llevado al extremo por los piródicos de derechas: (titular de La Razón de ésta mañana: "Zapatero sube la luz". Asín. Hablando claro.)
Partamos de la base de que no tenemos mucho margen de maniobra aquí. La Unión Europea obliga a liberalizar los precios de la energía antes de 2010, y para esa fecha, ni CNE ni leches: si a partir de entonces Unión Fenosa o Iberdrola nos quieren cobrar los ojos de la cara por la luz, pueden. Técnicamente entonces podríamos comprar luz de la competencia, pero nuestras providentes autoridades privatizadoras, en su ansia de seguir el modelo francés de crear über-campeones nacionales capaces de comprar empresas en Latinoamérica, se olvidaron del pequeño detalle de que para que la libre competencia funcione necesita, para empezar, que exista competencia.
Por otra parte, recordemos que la mayor parte de la energía que consumimos (aun) la producen centrales térmicas a fuel: si el barril de petróleo costaba 29 euros en 2002 y cuesta 81 euros hoy, no podemos esperar pagar por la factura de la luz hoy lo que pagamos en 2002 más el IPC (a saber, un 22%), máxime cuándo hemos tenido un par de años de sequía y las hidroeléctricas, sin agua, definitivamente no van.
Ahora bien: ¡¡¡¡once por ciento!!!!
Cierto es que, como bien se encarga de señalar el PSOE, el bigotismo retrasó el problema congelando los precios de la energía durante sus años en el gobierno para tirar abajo el dato de la inflación. No es reprochable (al fin y al cabo, un gobierno socialista hubiera hecho prácticamente lo mismo) pero empezó una dinámica de desajuste entre el precio real de la energía y el precio comercial que ha durado hasta hoy, y del que, como ya dije antes, más nos vale que nos vayamos olvidando.
¿Qué puedo opinar? Echarle la culpa al gobierno es estúpido pero nuestros medios de comunicación se mueven por estupideces, you know. El problema reside en que la liberalización paneuropea del mercado de la energía se hace como si la energía eléctrica fuese una mercancía, como en los tiempos en los que la electricidad era ese misterioso fluido que servía para hacer funcionar gramófonos y otros curiosos gadgets. Pero ya no estamos en 1908: la producción y distribución de electricidad, hoy en día, es fundamental para el mero funcionamiento de la vida cotidiana de un país, y en consecuencia, debe ser un servicio público. Y aun asumiendo que la producción y distribución de energía funciona mejor en manos privadas (que no lo hago) ésta administración debería hacerse en régimen de concesión de un servicio público (y en consecuencia respondiendo ante los ciudadanos y bajo tarifas políticas) y no a la buena del Dios Mercado dejándonos en pelotas cuándo bien se entiende.
Pero para cambiar eso deberíamos preocuparnos más de a quién mandamos a Bruselas a controlar a nuestra Comisión.
Y eso, en un país que llegó a enviar a representantes del Partido Ruiz-Mateos al Parlamento Europeo, sigue siendo bastante peregrino.
Seguiremos informando.
1 comentario:
ese palamento europeo al q se le va aa enviar una "fiesta taurina"? ese mismo? busque la noticia, busqque, y le daran ganas de escribir al respecto. o a mi de leer su docta opinión.
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