Sólo con presentar ante las cámaras su papeleta, Juan José Ibarretxe ya ha conseguido su objetivo: centrar la campaña electoral vasca (que puede darse por empezada con éste acto) en las disquisiciones de siempre: qué es un vasco, cuál es su destino en la vida y si puede o no puede decidir su futuro: o sea, el terreno en el que el PNV se siente cómodo y el PSE patina, que es todo lo que Ibarretxe necesita para volver a ganar.
Lo que Patxi López y el PSE deberían hacer es pasar olímpicamente del referéndum y de Ibarretxe y llevar la campaña a terrenos donde los socialistas se sientan más confortables: el estado de la sanidad, de la educación pública, de las infraestructuras (¿cuándo fue la última vez que EuskoTren compró trenes?), en fin, del gobierno de los problemas diarios de dos millones de vascos.
Pero no se hará, porque nadie tiene el valor de reconocer públicamente que, desde un punto de vista meramente cuantitativo, ETA, el terrorismo y la autodeterminación vasca son problemas menores. Y no se reconoce por la indignación moral que desataría el considerar "menor" el hecho de que unos descerebrados con bombas vayan matando gente por ahí; pero el hecho está a la vista de todos: la política de la séptima comunidad autónoma más grande de España está absoluta y tétricamente subordinado a lo que quinientos cretinos digan, hagan o dejen de hacer. Es enfermizo.
Y ya que no podemos escapar de ello, vayamos a comentar la hojarl:
Es fantástica la insistencia del lehendakari en copiar los aspectos por los que hoy en día el nacionalismo independendentista quebequense está en franca decadencia: si ustedes piensan que la pregunta de la papeleta euskaldún es complicada, procedo a la transcripción íntegra del texto de la papeleta del referéndum quebequense de 1980 (después no digan que no les avisé):
El Gobierno de Quebec ha hecho pública su propuesta de llegar, con el resto de Canadá, a ún nuevo acuerdo fundado sobre el principio de igualdad de los pueblos: éste acuerdo permitirá a Quebec adquirir la potestad exclusiva de elaborar sus leyes, recaudar impuestos y establecer sus relaciones exteriores, es decir, la soberanía, y al mismo tiempo, mantener con Canadá una asociación económica que implica el uso de una moneda común; ningún cambio de estatus político resultante de éstas negociaciones será realizado sin el acuerdo de la población a través de otro referéndum; en consecuencia: ¿da usted al Gobierno de Quebec el mandato de negociar el acuerdo propuesto entre Quebec y Canadá?
Toma huevo. Como la experiencia demostró, ante la visión de tal ladrillo la reacción de gran parte de la población es "uh...aquí me están liando..." y votar no, al menos por precaución.
El referéndum es, naturalmente, ilegal, pero eso es poco importante: la secesión no es un acto jurídico, es un acto político. Eso sí, dudo bastante que el PNV quiera someterse al tal referéndum, fundamentalmente porque lo perdería (con tres cuartos de Álava y el Gran Bilbao votando "no", tendría que hacerlo muy bien en el resto de Euskadi). ¿Entonces, por qué lo hace? Porque con la absurda ilegalización de los partidos abertzales (en un juego de las sillas que puede durar para siempre: si el PCTV está ilegalizado, ya verán como en nada sale otro partido presidido por una marimatxo con mullet), y la pérdida del centro político ante el PSE (confirmada con la defenestración de Imaz) el PNV tiene que raspar entre los nacionalistas independentistas para conservar los escaños en Vitoria.
Populismo, no hay más: Ibarretxe tiene su papeleta en la mano para mostrarle a los über-vascos éstos que nadie ha dado más pasos concretos por la autodeterminación que él. ¿Pero independencia? La alta burguesía negurita, sostén y pilar del PNV, preferiría cortarse las manos.
Seguiremos informando.
Lo que Patxi López y el PSE deberían hacer es pasar olímpicamente del referéndum y de Ibarretxe y llevar la campaña a terrenos donde los socialistas se sientan más confortables: el estado de la sanidad, de la educación pública, de las infraestructuras (¿cuándo fue la última vez que EuskoTren compró trenes?), en fin, del gobierno de los problemas diarios de dos millones de vascos.
Pero no se hará, porque nadie tiene el valor de reconocer públicamente que, desde un punto de vista meramente cuantitativo, ETA, el terrorismo y la autodeterminación vasca son problemas menores. Y no se reconoce por la indignación moral que desataría el considerar "menor" el hecho de que unos descerebrados con bombas vayan matando gente por ahí; pero el hecho está a la vista de todos: la política de la séptima comunidad autónoma más grande de España está absoluta y tétricamente subordinado a lo que quinientos cretinos digan, hagan o dejen de hacer. Es enfermizo.
Y ya que no podemos escapar de ello, vayamos a comentar la hojarl:
Es fantástica la insistencia del lehendakari en copiar los aspectos por los que hoy en día el nacionalismo independendentista quebequense está en franca decadencia: si ustedes piensan que la pregunta de la papeleta euskaldún es complicada, procedo a la transcripción íntegra del texto de la papeleta del referéndum quebequense de 1980 (después no digan que no les avisé):
El Gobierno de Quebec ha hecho pública su propuesta de llegar, con el resto de Canadá, a ún nuevo acuerdo fundado sobre el principio de igualdad de los pueblos: éste acuerdo permitirá a Quebec adquirir la potestad exclusiva de elaborar sus leyes, recaudar impuestos y establecer sus relaciones exteriores, es decir, la soberanía, y al mismo tiempo, mantener con Canadá una asociación económica que implica el uso de una moneda común; ningún cambio de estatus político resultante de éstas negociaciones será realizado sin el acuerdo de la población a través de otro referéndum; en consecuencia: ¿da usted al Gobierno de Quebec el mandato de negociar el acuerdo propuesto entre Quebec y Canadá?
Toma huevo. Como la experiencia demostró, ante la visión de tal ladrillo la reacción de gran parte de la población es "uh...aquí me están liando..." y votar no, al menos por precaución.
El referéndum es, naturalmente, ilegal, pero eso es poco importante: la secesión no es un acto jurídico, es un acto político. Eso sí, dudo bastante que el PNV quiera someterse al tal referéndum, fundamentalmente porque lo perdería (con tres cuartos de Álava y el Gran Bilbao votando "no", tendría que hacerlo muy bien en el resto de Euskadi). ¿Entonces, por qué lo hace? Porque con la absurda ilegalización de los partidos abertzales (en un juego de las sillas que puede durar para siempre: si el PCTV está ilegalizado, ya verán como en nada sale otro partido presidido por una marimatxo con mullet), y la pérdida del centro político ante el PSE (confirmada con la defenestración de Imaz) el PNV tiene que raspar entre los nacionalistas independentistas para conservar los escaños en Vitoria.
Populismo, no hay más: Ibarretxe tiene su papeleta en la mano para mostrarle a los über-vascos éstos que nadie ha dado más pasos concretos por la autodeterminación que él. ¿Pero independencia? La alta burguesía negurita, sostén y pilar del PNV, preferiría cortarse las manos.
Seguiremos informando.