El Papa se va a África, lo cuál (si me permiten un toque personal) es hasta beneficioso para mí pues me permitirá visitar el Vaticano (know your enemy) el sábado sin encontrarme con demasiadas hordas.
Pero, por lo demás, es un desastre: Benedictus va a África a decirle a los negros que no usen condón (dicho así de forma resumida y muy bruta), proposición incluida dentro de la campaña católica de resacralización del sexo (ahora lo explico)
Mientras, la Iglesia española ha empezado a tirar de lógica proposicional para arremeter contra la reforma del aborto. Si durante las pasadas semanas fue la serie de proposiciones "Las niñas de 17 años no podrán X (póngase aquí "contratar un móvil", "alquilar un piso", "entrar en antros", "hacerse monjas", etc.) pero sí podrán abortar", ahora tenemos la encantadora campaña "El Gobierno protege a los linces pero no protege a los fetos.", presentada con gran fanfarria por el ínclito Martínez Camino, voz del carcardenalato hispano.
Estamos hablando de la sempiterna lucha de la Iglesia católica por resacralizar el sexo, cuyo éxito, al menos en los tiempos que corren, ha sido parcial como mucho (anda que no debe haber fornicio entre los adolescentes opusitos); pero a Roma puede acusársele de muchas cosas menos de ser asequible al desaliento. Y dado que no se consigue, por más que se intenta, que la gente se tome el sexo como un ritual religioso a ser practicado sólo bajo unas determinadas condiciones y (como no) bajo orientación sacerdotal (más que nada porque, a pesar de que no tenga evidencia empírica [sigh], el sexo es una forma de entretenimiento bastante asequible) la Iglesia pretende atacar por la otra parte: impidiendo que la gente (lo simpático de ésta muchachada es que sigue creyendo que todo el mundo es católico a distintos niveles) pueda tener sexo sin miedo a enfermar o a tener un hijo que no desea.
En el mundo desarrollado, la consecuencia de ésto es la obvia y progresiva pérdida de importancia del catolicismo como referente moral. Ya lo dijo Lewis Black en The Daily Show: "¿Conque el incentivo para ofrecéis a la gente para que se haga cristiana es que no van a volver a practicar el sexo? Pues tengo una cosa que decir al respecto: ¡Baruch atah Adonai!"
En el tercer mundo las consecuencias son infinitamente más graves. La gente no va a dejar de practicar el sexo (como bien dijo Stanislaw Ponte Preta, no se puede acabar con la alegría del pobre) así que intentar sacralizar el sexo haciendo físico el pecado tras cada coito, matando literalmente al creyente (porque un aborto clandestino, en África, es, salvo muchísima suerte, prácticamente una sentencia de muerte para la madre), es un acto indudablemente criminal que no puede ser ni comprendido ni respetado por nadie que tenga un poco de amor por la humanidad.
Y ahora, si me permiten, deseo incentivar un pequeño debate con y entre mis lectores. Sé que experiencias anteriores resultaron desastrosas, con pirotecnia politizada entre uno y otro lado, pero dado que el tema del debate propuesto es más social que político, espero obtener una respuesta favorable por vuestra parte. El planteamiento es muy simple y viene dado por mi poco conocimiento sobre el tema: ¿en qué medida sigue sacralizado el sexo en nuestra cultura? ¿La sacralización del sexo está bien o mal? Si está bien, ¿por qué está bien? Y si está mal, ¿por qué está mal? Espero sus respuestas.
Seguiremos informando.
Pero, por lo demás, es un desastre: Benedictus va a África a decirle a los negros que no usen condón (dicho así de forma resumida y muy bruta), proposición incluida dentro de la campaña católica de resacralización del sexo (ahora lo explico)
Mientras, la Iglesia española ha empezado a tirar de lógica proposicional para arremeter contra la reforma del aborto. Si durante las pasadas semanas fue la serie de proposiciones "Las niñas de 17 años no podrán X (póngase aquí "contratar un móvil", "alquilar un piso", "entrar en antros", "hacerse monjas", etc.) pero sí podrán abortar", ahora tenemos la encantadora campaña "El Gobierno protege a los linces pero no protege a los fetos.", presentada con gran fanfarria por el ínclito Martínez Camino, voz del carcardenalato hispano.
Estamos hablando de la sempiterna lucha de la Iglesia católica por resacralizar el sexo, cuyo éxito, al menos en los tiempos que corren, ha sido parcial como mucho (anda que no debe haber fornicio entre los adolescentes opusitos); pero a Roma puede acusársele de muchas cosas menos de ser asequible al desaliento. Y dado que no se consigue, por más que se intenta, que la gente se tome el sexo como un ritual religioso a ser practicado sólo bajo unas determinadas condiciones y (como no) bajo orientación sacerdotal (más que nada porque, a pesar de que no tenga evidencia empírica [sigh], el sexo es una forma de entretenimiento bastante asequible) la Iglesia pretende atacar por la otra parte: impidiendo que la gente (lo simpático de ésta muchachada es que sigue creyendo que todo el mundo es católico a distintos niveles) pueda tener sexo sin miedo a enfermar o a tener un hijo que no desea.
En el mundo desarrollado, la consecuencia de ésto es la obvia y progresiva pérdida de importancia del catolicismo como referente moral. Ya lo dijo Lewis Black en The Daily Show: "¿Conque el incentivo para ofrecéis a la gente para que se haga cristiana es que no van a volver a practicar el sexo? Pues tengo una cosa que decir al respecto: ¡Baruch atah Adonai!"
En el tercer mundo las consecuencias son infinitamente más graves. La gente no va a dejar de practicar el sexo (como bien dijo Stanislaw Ponte Preta, no se puede acabar con la alegría del pobre) así que intentar sacralizar el sexo haciendo físico el pecado tras cada coito, matando literalmente al creyente (porque un aborto clandestino, en África, es, salvo muchísima suerte, prácticamente una sentencia de muerte para la madre), es un acto indudablemente criminal que no puede ser ni comprendido ni respetado por nadie que tenga un poco de amor por la humanidad.
Y ahora, si me permiten, deseo incentivar un pequeño debate con y entre mis lectores. Sé que experiencias anteriores resultaron desastrosas, con pirotecnia politizada entre uno y otro lado, pero dado que el tema del debate propuesto es más social que político, espero obtener una respuesta favorable por vuestra parte. El planteamiento es muy simple y viene dado por mi poco conocimiento sobre el tema: ¿en qué medida sigue sacralizado el sexo en nuestra cultura? ¿La sacralización del sexo está bien o mal? Si está bien, ¿por qué está bien? Y si está mal, ¿por qué está mal? Espero sus respuestas.
Seguiremos informando.
2 comentarios:
No creo que esté sacralizado en tanto se ha convertido en un producto de consumo más. Que desde la caverna se siga intentando sacralizar, no es más que la desnaturalización de un fenómeno consustancial al ser humano (o a todas las especies que tienen reproducción sexual) y del que poco tienen que decir aquellos que han renunciado canónicamente a ello.
La pertenencia a determinados clubes, implica el cumplimiento de sus normas. El que quiera pertenecer al club, que cumpla con ellas (y las normas de ese club las dicta ese que va vestido de blanco y no es Raúl, y su palabra va a misa)
La sacralización del sexo ¿está bien? ¿está mal? No lo sé, creo que cada uno debe ajustar su experiencia a sus principios y valores. Por mi parte prefiero disfrutar del sexo sin epítetos.
Salud!!!
Bueno, acabo de leer el post de Enrique y me quedé de piedra: acabo de escribir prácticamente lo mismo en mi blog.
Yo creo que hoy en día lo de la sacralización del sexo, al menos en los círculos en los que yo me muevo, está cada vez más lejos. Habrá quién se crea los preceptos benedictinos y huya de la carne, pero en general creo que cada vez menos. Como dice un amigo mío, si cuando en los 80-90 la gente seguía follando sin condón y el SIDA era un riesgo real para su vida, qué no harán si la amenaza es un hipotético infierno y para eso aún deberían esperar hasta el día del Juicio. Ahí la Iglesia lo tiene crudo.
Respondo a la segunda pregunta: está mal, por una simple cuestión de principios. Todo aquello que se escapa de la lógica y lo razonable, lo que se basa en el dogma ciego, para mí es inaceptable.
Soy demasiado racional, quizás.
Un saludo!
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